jueves, 29 de agosto de 2013

LA CIUDAD DE LOS HOMBRES CARACOL

La urbanización descontrolada ha multiplicado los barrios marginales en Sudáfrica | En 1990 la mitad del país era rural; hoy casi dos tercios vive en zonas urbanas | La urbanización en el África negra sextuplica la de los países desarrollados | Con la llegada de los negros, los blancos se trasladaron a barrios más 'seguros' | Siete millones de personas viven en zonas de chabolas o sin servicios mínimos

Xavier Aldekoa, en La Vanguardia

En Johannesburgo, cada día cientos de hombres se convierten en caracol. Aún de madrugada, se dirigen hacia los barrios del norte de la ciudad, a las casas ricas, con sus caparazones vacíos: una bolsa encima de una plataforma con ruedas. Cuando la ciudad despierta, los encuentra arrastrando su carga, de un cubo de la basura al siguiente.

A las seis de la mañana de los lunes, Richard Ndoluvu tira de su vida hacia la calle East Road. El sistema de recogida de residuos en la mayor ciudad de Sudáfrica -en los barrios con posibles, entiéndase- es el siguiente: cada barrio tiene asignado un día de la semana para colocar delante de las casas los cubos de basura y un camión pasa a recogerlos entre las siete y las nueve de la mañana. Ese lapso de tiempo es una oportunidad para los hombres caracol.

Ndoluvu hoy es feliz porque ha encontrado unas botas de fútbol viejas. Uno de los pies tiene un agujero en la punta y un suela está casi despegada. "Tengo un amigo zapatero que quizás...", recalca con humor.

Ndoluvu busca plástico y material para reciclar. Cuando el saco esté lleno, y entonces quizás pese más de cien kilos, lo empujará hasta un vertedero de Soweto, donde vende a peso lo que encuentra. Si trabaja cada día, unas diez o doce horas, y camina rápido, gana entre cien y ciento ochenta euros al mes. Desde que hace seis años llegó procedente de Lesoto, su país natal, buscando trabajo, ha vivido en el vertedero. Es una ciudad en la basura.

Cientos de pequeños refugios, levantados con palos, telas y plásticos, se desparraman entre los desperdicios. Tres niños juegan con una maleta vieja: el más pequeño está sentado encima y los otros lo arrastran y se ríen. Ninguna casa tiene agua corriente o electricidad. La educación es una imagen: una mujer quema las hojas de un libro para hervir huevos en una lata oxidada. "Aquí vivimos", dice.

Cuando acabó el apartheid, en 1990, la mitad de Sudáfrica era rural. Hoy casi dos tercios de la población vive en zonas urbanas. Thuthukani Ndebele, del Instituto de Relaciones Raciales de Sudáfrica, se lo veía venir: "La urbanización sudafricana es el resultado de la libertad de movimiento de después del apartheid, especialmente para los ciudadanos negros, de las zonas rurales a las urbanas. El crecimiento económico ha llevado a la gente a las ciudades en busca de trabajo, incluidos inmigrantes".

El ritmo de urbanización en los países subsaharianos es seis veces superior al de las ciudades del mundo desarrollado. No hay ningún lugar del mundo en el que las ciudades crezcan tan rápido como en África, y el ritmo actual seguirá así hasta el año 2050.

La rápida expansión ha cambiado el panorama demográfico del continente. A Catherine Nyakato, del Centro por el Derecho a la Vivienda y el Desalojo, se le amarga el capuchino cuando pone rostros a esas cifras. "Esa urbanización no tiene un crecimiento integrador, al contrario, crea barrios marginales, pobreza urbana y una desigualdad en aumento", dice. "El problema -remata- es grande. Y lo será más".

Ndoluvu se cruza a veces con Moisés en un semáforo de Joubert Street. Se refiere a él como "el viejo ciego del semáforo". Probablemente miles de personas en Johannesburgo le conocen así. Alto y delgado, tiene un mechón de pelo blanco en el flequillo y unas gafas de cristales anchos con los que apenas ve luces y sombras. Vive en la sexta planta de un edificio abandonado de Hillbrow, en el centro de la ciudad.

Con el fin del régimen racista y el inicio de la integración racial, miles de personas sin recursos llegaron a la parte vieja de la ciudad en busca de trabajo. Creció la tensión, la inseguridad y sobre todo el miedo. Muchos blancos abandonaron sus casas para instalarse en barrios más seguros. Edificios enteros, de nueve o diez plantas, están hoy llenos de okupas. En la habitación de Moisés viven otras dos familias. En el edificio, dice, hay entre ochocientas y mil personas, quizás más.

Huele mal porque viven delante de los lavabos. Se estropearon hace dos días y el suelo está inundado con dos dedos de agua turbia y orina. Moisés se ha puesto su único traje, viejo, para recibirnos y, cuando llamamos a la puerta entreabierta, vemos cómo deja un peine rosa en la mesilla. Moisés teme que le obliguen a marcharse. "Están renovando el centro de la ciudad -dice- y amenazan con echarnos a todos a la calle, pero no tenemos dónde ir".

El ministro de Presidencia, Trevor Manuel, dijo a principios de este año que, a pesar de que en los últimos dos decenios el Gobierno ha construido tres millones de casas para personas desfavorecidas, la urbanización no da tregua: el número de habitantes de asentamientos informales es prácticamente el mismo que en 1994, el año en que Nelson Mandela se convirtió en el primer presidente negro de Sudáfrica.

Siete millones de personas viven en barrios de chabolas o edificios sin servicios mínimos en Sudáfrica. El ministro admitió fallos en la política de expansión urbana y en la gestión de recursos, pero repartió culpas con el diseño de unas ciudades, dijo, destinadas a una pequeña élite colonial y no para millones de personas.

Johannesburgo es el rostro de la urbanización de un continente. En los últimos diez años, la población de la ciudad ha crecido un 33%, según cifras oficiales. En los últimos años, algunos hombres de negocios están empezando a invertir en la renovación de los barrios del centro para convertirlos en una suerte de Soho neoyorquino. Arquitectos cool rediseñan apartamentos antiguos, los alquileres suben y, poco a poco, se abren tiendas y cafés de moda.

Moisés se amasa el mechón de pelo blanco con la mano y suspira. Si el centro vuelve a ser rico, no habrá sitio para él. Nos despide amablemente y nos acompaña a la puerta. Entra luz del sol por una ventana interior. Al fondo del patio de luces hay acumulada una montaña de basura y excrementos.

Vemos correr entre los residuos a una rata del tamaño de una botella de dos litros de Coca-cola.

martes, 27 de agosto de 2013

CONVERSACIONES ESPIRITUALES EN LAS FRONTERAS DEL COMPROMISO ECOLÓGICO IGNACIANO

Pedro Walpole, SJ, en ecojesuit.com

El encuentro de la familia de Comunidad de Vida Cristiana durante su decimosexta asamblea general en Beirut, Líbano, fue un encuentro cargado de energía con una extensa agenda de encuentros, reflexiones y hermandad. Lo hizo diferente el hecho que tuviera lugar en Beirut y poder escuchar a la comunidad local y a la de la vecina Siria.

La comunidad tuvo sustanciales contribuciones sobre globalización, la familia moderna y la reconciliación con la creación como las tres áreas centrales de interés, y con el nivel de compromiso y reflexión compartida, se han convertido en los signos de este tiempo. Tal vez sea el mejor resumen sobre la comunidad en un contexto profundo y diverso para una conversación espiritual, conscientes de su testimonio para servir a los demás.

Al reflexionar sobre la necesidad de sanar nuestra relación con la creación, con el vecino, y con Dios, la gente entendió la importancia de cambiar pequeñas cosas. Reconocieron que sus hijos les enseñan valores básicos, como por ejemplo considerar el impacto del derroche de agua. Esta forma de aprender valores y defenderlos con la práctica expresa un nuevo sentido común.

Lo que fue innovador para muchos fueron los debates sobre la degradación ambiental y la pobreza. No fueron conversaciones deprimentes, sino momentos para encontrar oportunidades de compromiso y esperanza. Los asuntos ambientales no son simplemente una cuestión de obtener triunfos ecológicos, sino una cuestión de sufrimiento cotidiano de muchos, teniendo que empezar a vivir dando nuevas respuestas y ganando corazones. No se trata de generar más carga de responsabilidades, sino de ser feliz pensando en hacernos cargo de los problemas ambientales y actuando de manera más sencilla, formando nuevas actitudes acerca de lo que necesitamos y pudiendo crear un acceso más local.

El padre General Adolfo Nicolás habló acerca de la profundidad, la simplicidad y como tenemos que encontrar un nuevo lenguaje para comunicar la experiencia que la gente experimenta sobre un sentido más profundo de la vida y de la compasión de Dios. Este es un valioso punto de partida desde el cual compartir la importancia de cómo estamos involucrados en lo que generalmente se denomina trabajo o defensa medioambiental.

Yo evolucioné desde esta simplicidad básica y desde una implicación desde el corazón. No tiene ningún sentido hacer todas estas cosas si no queremos lo que hacemos. Si no tenemos este amor, entonces nos olvidamos, ya que tenemos muchas cosas que hacer. Por tanto, no lo hacemos porque tenemos que hacerlo, sino porque deseamos hacerlo.

¿Tenemos realmente la fe por la cual experimentamos a Dios y la Creación? ¿Nos sentimos parte de todo esto? Si no lo experimentamos y sentimos, entonces nos podemos olvidar de todo lo que estamos hablando. ¿Tenemos tiempo para estar agradecidos? No hay nada en el movimiento ambiental que asegure que estamos escapando de este problema.

Por esta razón necesitamos una comprensión de Cristo en la creación, la encarnación, Jesús creciendo como un feto y de manera asombrosa en el interior de una mujer. La ciencia y la comprensión del desarrollo embrionario nos revela hoy los intrincados detalles de cómo se desarrolla un feto. Es algo asombroso ya solo imaginar una imagen de un feto de un mes de edad como el crecimiento de una nueva vida, y con dos meses la imagen de un sistema cardiovascular completamente formado y funcional. No podemos eliminar el asombro que produce la ciencia; el gran misterio y la belleza no es sólo un hecho biológico, sino algo que nos hace crecer la emoción y el sentido. Si esto no es suficientemente asombroso, ¡estas imágenes del crecimiento del feto humano son las visualizaciones de cómo Jesús también vino a este mundo! ¡Esto es cómo llegamos al mundo; esto es cómo Jesús vino al mundo! Estos hechos científicos tienen poder religioso y profundizan la maravilla de cómo Dios escogió para pasar a través del nacimiento y la muerte como un ser humano.

También vemos a Jesús caminar a lo largo la tierra con su misión en un fundamento diario de curación y dedicando tiempo para estar con su padre. Además lo vemos fracasar totalmente, sufrir y morir. Fue un fracaso para los romanos y los judíos, pero hubo personas que vieron más allá de este fracaso porque Jesús no estaba hablando de un reino terrenal. Sentimos en Jesús la plenitud de la vida eterna, no la ilusión de la mente humana. Este es el Cristo cósmico y nos sentimos atraídos por él, por toda la creación que crece.

Tenemos una fe que no se ve afectada por desastres ecológicos o estancamientos políticos, y los superamos no con temor, ansiedad o ira, sino por un testimonio continuado de honestidad, verdad y un esfuerzo prolongado para celebrar la vida por lo que es ahora.

Esto no es una cuestión de ganar, sino la sencillez de preocuparse por lo que uno hace, y hacerlo constantemente en las pequeñas cosas. El resultado puede que no sea inmediato, pero vemos donde podemos tener un impacto. Por ejemplo la separación de los deshechos no es la solución inmediata al problema de los residuos. El impacto de todo lo que hacemos se sobreentiende, y no es sólo un cambio de actitud que no tiene consecuencias. La idea de abordar el consumismo no es cerrar negocios para terminar con él, ni tampoco detener el consumo, sino redirigir lo que decidimos comprar, participando de forma responsable en la dinámica del mercado y averiguar cómo podemos ser provechosos y locales en nuestro consumo.

La asamblea mundial de la Comunidad de Vida Cristiana resaltó la importancia de la conversación espiritual, no simplemente realizar ejercicios espirituales o retiros individuales. Hay una amplia capacidad social comunitaria que empieza a conversar sobre preocupaciones básicas en nuestras vidas desde el lenguaje de la fe que nos enseña cómo abordarlos con nuestras limitaciones y fallos.

Esta conversación espiritual también permite a las personas una perspectiva compasiva, práctica, local y simple. Esta capacidad de comunicarse en el lenguaje cotidiano es lo que más valía tiene. El Padre Nicolás nos dijo en un momento dado que Ignacio fue interrogado hasta ocho veces, pero nunca fue intimidado o acorralado porque sus conversaciones eran espirituales y prácticas, y aunque había gente que le incomodaba la libertad con la que hablaba, no pudieron condenarlo, sólo lo silenciaron. No había nada malo en lo que estaba haciendo, pero temían su libertad y su capacidad de transformar el contexto alrededor suyo y revelar la presencia de Dios.

La aproximación a la sostenibilidad y la paz está unida a la curación social, extendiéndose a cómo la gente vive sobre la tierra, donde las relaciones se enriquecen a través de la conciencia espiritual, la integridad humana y el cuidado de la Creación. Nos basamos en pueblos diversos, en recursos, creencias, situaciones y aprendizajes. Hay muchos que ya están trabajando con gran integridad creando relaciones adecuadas en este ámbito. Sin embargo, a todos nosotros como jesuitas se nos pide en primer lugar establecer credibilidad en nuestros estilos de vida y en nuestros centros como base para involucrarnos más efectivamente en una mayor responsabilidad ecológica con los demás.

Para entrar en el compromiso de “reconciliación con la creación” hay que experimentar la metanoia. Para sentirse reconciliado es necesaria una transformación personal, y también en relación con el prójimo y la creación. Juntos en este mundo, con Dios, afirmamos el don y la unidad de vida dedicada a todos en un camino eterno.

Permítanme volver al principio de nuevo. “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Génesis 1.31a.). Sí, el jardín que Dios nos regaló es un profundo agrado a lo divino. Teológicamente, nuestra comprensión de Dios ha crecido empezando con el libro del Génesis hasta llegar a los Evangelios y, al mismo tiempo, hasta la Reforma, el “Libro de la Naturaleza” en todo lo que nos rodea. Ahora es el “libro de la ciencia” el que nos enseña las maravillas del mundo. La ciencia nos desafía hasta los más recientes descubrimientos de la composición atómica y la expansión del universo de catorce mil millones de años. También tenemos el desafío de abordar las sistémicas intervenciones humanas y los cambios climáticos, culturales y la pérdida de ecosistemas.

Podemos explorar el proceso de nuestra respuesta y nuestra formación básica en la preocupación ambiental, en cuatro etapas. En primer lugar (a) mediante el establecimiento de una actitud más profunda más allá de gustos y preferencias a través de una perspectiva basada en la creación y la sabiduría. A continuación, (b) obteniendo información concreta mediante la cual podamos reconocer el contexto y la complejidad de los asuntos ambientales. Esto nos conduce a (c) una revisión de las experiencias de la gente, los impactos, las opciones y la conexión con las implicaciones ignacianas y socio-políticas con esta preocupación ambiental, lo que permite la integración de una voz común para la Comunidad de Vida Cristiana mientras se identifica qué estrategias ya están en acción en múltiples niveles. Y continuamos (d) viendo dónde estamos llamados a participar y cómo involucrarnos.

“El justo florecerá como la palmera; crecerá como cedro en el Líbano,” Salmo 92:12

Algunas partes de este texto son extractos de la presentación Creación, pobreza y la evolución de la frontera del compromiso ecológico ignaciano: aligerar las huellas del carbono y la Pobreza de nuestra generación, durante la 16ª Asamblea Mundial de la Comunidad de Vida Cristiana en Beirut, Líbano, julio de 2013.