Pedro Casaldáliga
Las Comunidades Cristianas de Base arrancan del pueblo y son la base
de la Iglesia. Nosotros decimos en Brasil que se trata de un nuevo modo
de ser Iglesia: comunitario, fiel, uniendo la fe a la vida, con la
Biblia en las manos del pueblo, con capacidad de diálogo, teniendo en
cuenta el ecumenismo. Ahora el gran desafío es la convivencia en todos
los campos: en la familia, en el vecindario, en el trabajo, en la
comunidad eclesial.
Los indios Minky dicen que “vivir es convivir”. La convivencia supone
que nos situemos en la Iglesia en una actitud de igualdad; de igual a
igual con las otras Iglesias, con las otras religiones, con las otras
espiritualidades, con la humanidad. Hemos de partir de esa visión
macroecuménica, en vez de partir de una actitud replegada sobre sí
misma; partir de una visión abierta en comunión con todos los otros
movimientos, espiritualidades y religiones. Hemos de explicitar nuestra
fe no como imponiendo una superioridad sino contribuyendo con la
concreta historia de Jesús de Nazaret.
La parroquia debería ser toda ella comunidad.
Yo digo que no se trata de discutir si son tantas o cuantas las
comunidades de base; se trata de que todo sea comunidad; me gusta hablar
de comunitariedad, que todo sea comunitario desde el Papa, que todo sea
participativo, que, desde la propia situación de cada uno, todo sea
contribución al conjunto.
Las parroquias como parroquia no tienen futuro. Estos días la Conferencia Episcopal de Brasil
(CNBB) está discutiendo sobre “Comunidad de Comunidades, una nueva
Parroquia”. Está comprobado que la parroquia como tal se transforma en
burocracia y no estimula la participación real. Se entiende, por otra
parte, que sea necesaria una referencia jurídica, diríamos canónica. Que
sean grupos pequeños forma parte de la condición de semilla, fermento,
sal.
Yo creo que se ha superado ya la fase más rabiosa de relación entre
comunidades de base y obispos; hemos aprendido bastante a convivir;
todavía falta mucho, pero ya hay menos episcopalitis aguda. Si el obispo
o el cura no nos acepta, pues muy bien, no nos vamos a perder por eso.
La indignación ha de ser una indignación esperanzada, de lo contrario
estamos vomitando bilis por todas partes y no tenemos nada de buena
noticia. El cristianismo es algo más, no se trata de vivir la vida
amargada, fiscalizada.
Participar en la vida parroquial.
Por lo que respecta a los nuevos movimientos yo he vivido un detalle
interesante en Honduras. Estábamos en Cuaresma, la cocinera de los
claretianos nos dijo que era neocatecumenal y añadió: “nosotros
celebramos la Eucaristía, ustedes celebran la Misa”; si se niegan a
participar de la vida de la parroquia en ciertos momentos, en ciertas
cosas; ahí también dejarían de ser Iglesia.
Yo digo a los amigos y amigas que hay que participar de la misa del
cura al menos una vez por mes; es la contribución a los ancianos y
ancianas que participan todas las semanas, levantarles el ánimo; negarse
me parece que es una actitud anticristiana.
La fe sin política no es fe cristiana.
No puede haber fe cristiana sin encarnación. Todo es político, aunque
la política no lo sea todo. Jesús dijo que había venido para que todos
tuvieran vida, y la tuvieran en abundancia. Si no me preocupo de la
tierra, de la salud, de la educación, de las comunicaciones, incluso de
las vacaciones para descansar, no me estoy preocupando de la vida
humana.
La vida en el otro mundo es un asunto de Dios, que Él resolverá muy
bien. A nosotros nos toca mejorar la vida y universalizar la vida aquí,
en este mundo. Y si la Iglesia, el Papa, los obispos, los sacerdotes,
las monjas y todos aquellos que queremos ser seguidores de Jesús no
hacemos política, no impulsamos las consecuencias sociales, políticas y
económicas que tiene la fe, ¿qué testimonio de amor damos?
Distinguir entre comunitariedad y comunidad.
Es una actitud de participación, de corresponsabilidad,
que el Papa sea el Obispo de Roma, que los obispos participen realmente
de la colegialidad que ahora no existe, corresponsabilidad de todos y
todas. Una actitud comunitaria en la propia familia, en el trabajo; un
párroco no debería decidir nada por sí sólo y un padre de familia
tampoco.
Los Consejos y Sínodos suelen ser solamente consultivos.
El propio cardenal Arns, que fue arzobispo de Sâo Paulo, nos dijo en
una asamblea de los obispos de Brasil que el Sínodo es un fracaso por
ser sólo consultivo; los obispos hablan y a continuación la Curia lo
amaña a su modo y aparece, después de dos o tres años, un documento
firmado por el Papa que ni lo leemos. No fue participativo y está fuera
de hora y de lugar. Cuando se está pidiendo estos días la reforma de la
Curia muchos insisten en este aspecto: que los sínodos sean de
participación, de colegialidad, de corresponsabilidad.
Los jóvenes y las comunidades.
Se trata de ser comprensivos con ellos, hay que reconocer que están
viviendo un proceso personal y de grupo que antes no se imaginaba; toda
la problemática sexual antes se vivía clandestinamente, ahora con la
puerta abierta; la autoridad paterna se discute hoy.
Que participen en todo lo que sea justicia y paz. Se les puede pedir,
también, un poco de comprensión, porque a veces una actitud
radicalmente negativa casi puede llegar a ser infantil. No se trata de
hacer iglesias paralelas; pero se trata de poder vivir la fe
paralelamente con celebraciones, con gestos de solidaridad, con actitud
de respeto.
Jesús les sigue atrayendo y hay que partir de ahí; pero tienen que
vivirlo en comunidad. Hay que convencerlos de que sin comunidad ninguna
actividad humana funciona. No se trata de someterse a la parroquia. Se
puede vivir paralelamente y de vez en cuando dar una contribución y un
tiempo a la comunidad cristiana donde viven o se sienten cercanos.
Que no den excesiva importancia al sacerdote, que intenten vivir su
fe comunitariamente entre iguales. La organización eclesial no debe ser
un impedimento insalvable para vivir la fe en Jesús comunitariamente.
Los ministerios son solo servicios.
Hay que revisar todo este asunto de los ministerios, desde el Papa
hasta el último cristiano, el sacerdocio célibe ha de ser una opción, la
mujer ha de tener todo el derecho. Resulta dramático y ridículo que se
quiera argumentar con el Evangelio para impedir a la mujer la
participación plena. No fue Jesús quien dijo que debían de ser doce
hombres, hay situaciones culturales que afectan hoy a la Iglesia. La
humanidad ha sido muy machista y así continúa, casi todas las culturas
son machistas.
Se ha hecho del ministerio la esencia de la ley cristiana cuando el
ministerio es sólo un servicio. Cambiará todo lo que ahora estamos
reclamando y que parece imposible realizarse; cambiará con respecto a la
mujer, con respecto a la división sacerdote-laico, con respecto a la
visión de la sexualidad, con respecto al diálogo ecuménico. Ya está
cambiando en parte.
No va a ser fácil, no nos podemos hacer la ilusión de que el nuevo
Papa desmonte toda la curia, pero está introduciendo cuñas. Lo que
dificulta es que tenemos una Iglesia que es Estado y el Papa es jefe de
Estado y eso, de entrada, ya provoca unos tropiezos insuperables; la
reforma de la Curia debería tener, como primer paso, la automática
desaparición del Estado Vaticano y el Papa dejar de ser Jefe de Estado.
Esto debería ser elemental, basta pensar un poco en las otras
religiones.
El diálogo interreligioso.
Es necesario hacer la transición de una época integrista,
autoritaria, de tener toda la verdad, a una época de diálogo; hoy día,
para muchos, es fundamental que se equiparen todas las religiones.
El mundo es plural, Dios es mayor que todas las religiones. Es
evidente que hay que saber conjugar una actitud de diálogo abierto y una
actitud de libertad en la propia identidad; no se trata de ser
católicos vergonzantes sino de vivir con naturalidad y elegancia la
propia fe. Sólo hay diálogo con una actitud adulta contribuyendo con tu
identidad a la identidad de los demás.
Hemos de reconocer abiertamente los fallos de la Iglesia, las
inconsecuencias de la Iglesia, no podemos justificar lo injustificable;
pero se trata de decir, también, que hay mucha Iglesia que es honesta y
es consecuente.
Hoy estamos mejor que ayer. Hay que evitar el espíritu triunfalista,
pero hay que evitar, también, el espíritu derrotista y volver a Jesús de
Nazaret. El seguimiento es la mejor definición de la espiritualidad
cristiana, el seguimiento de Jesús con la opción por los pobres, el
diálogo abierto, la solidaridad…
La oración.
Se ha ganado en el mundo en personalismo y ese personalismo auténtico
exige interioridad, contemplación. Se debe hacer comunitariamente, por
eso hay que estimular las celebraciones en grupos pequeños.
En el fondo, el problema no es creer en Jesús, sino creer como creyó
Jesús; me parece que no entramos por ahí. Para creer como creyó Jesús es
importante el tema de la oración, porque Jesús creía pensando en los
demás, oraba pensando en los demás. Subía al monte sólo, dejaba a los
apóstoles, se pasaba la noche entera, pero volvía a estar con la gente, a
anunciar el Reino de Dios, es decir, colocaba la oración en el
horizonte de la praxis, y eso me parece que nos está faltando. La gente
joven cree en Jesús, pero mi pregunta es para ellos y para nosotros, los
viejos. ¿Estamos creyendo como Jesús, no soo en Jesús?
viernes, 18 de octubre de 2013
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1 comentarios:
Preciosísimo, preciosíiiiisimo.
No entiendo nada de como está organizada la iglesia ,pero sencillamente no creo que exista otro camino viable en el siglo XXI.
La iglesia siempre ha logrado sobrevivir, tiene como una especie de doctorado , de master en Adaptación al Medio
Si este es el camino que se piensa seguir entonces quizás , según entiendo el cristianismo que a lo mejor no es una manera muy ortodoxa, quizás entonces lo logre una vez más y además empezaremos todos a sentirnos orgullosos de ser auténticamente cristianos.
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