martes, 12 de junio de 2012

LA SINRAZÓN DE LA RAZÓN

José I. González-Faus, SJ

Esta reflexión podría llevar como subtítulo “el segundo mandamiento laico”. En el sentido siguiente: es conocido que Jesús de Nazaret, cuando le preguntaron por el mandamiento más importante de todos, se negó a presentar sólo uno. Hay otro mandamiento similar e inseparable del primero: no sólo amar a Dios sino también amar al prójimo como a uno mismo. Hoy quisiera parodiar a Jesús de manera laica y sin meter a Dios de por medio (incluso aunque uno piense que Dios siempre está de algún modo, aunque no lo metamos nosotros). Pero conservando la intuición de que “no hay uno sin dos”.

Si nos preguntan por la norma fundamental de convivencia en los inevitables conflictos de la vida, solemos pensar que lo decisivo es quién tiene razón. Si tengo yo razón, conflicto resuelto; y si persiste la confrontación, toda la culpa será de la otra parte. Pues no. Junto al punto decisivo de tener o no tener razón, hay otro igual de importante: qué uso hago de la razón que tengo. Y ahí solemos fallar todos: usamos tan mal la razón que tenemos que acabamos perdiéndola total o parcialmente.

Un primer uso erróneo de la propia razón consiste en creer no sólo que tengo razón sino que tengo toda la razón. Reaccionando así perdemos el único camino de reencuentro, que discurre por lo que sugiere el significado etimológico de la palabra “diá-logo”: dejarse atravesar por la razón del otro. La cual no negará mi razón pero puede matizarla, situarla o completarla. Cuando ambas partes se dejan atravesar de veras por la razón del otro (cuando dia-logan) brota la reconciliación. Pero hoy vamos a fijarnos en otras sinrazones que se producen cuando uno tiene prácticamente toda la razón, o está, como decimos, “cargado de razón”. Veamos algunos ejemplos de estas otras sinrazones.

Después de la barbarie del 11S es innegable que los EEUU estaban cargados de razón contra un sector del mundo islámico. Parece igualmente claro que perdieron casi toda esa razón con la barbarie de Guantánamo. Obama lo reconoció cuando prometía el cierre de Guantánamo como uno de sus primeros objetivos si llegaba a la presidencia. Que no lo haya cumplido (por impotencia o por incoherencia) confirma de rebote la sinrazón de aquella cárcel: las promesas de Obama resultaron ser “un homenaje del vicio a la virtud”, según la definición que daba Tanqueray de la hipocresía.

Hace meses hablé en estas páginas de la sinrazón que supone la existencia de ETA, aun reconociendo la realidad de un “conflicto vasco”. Pero la coherencia obliga a reconocer que el gobierno de Felipe González perdió parte de su razón cuando recurrió a los GAL como forma de lucha contra ETA. Y hoy, la barbarie etarra tampoco es razón para que el PP exija una vinculación total con su afán de humillar a ETA sin condiciones, y anatematice como “equidistancia” cualquier intento de facilitarles la desaparición (con políticas de presos etc. Pues equidistancia significa situarse exactamente a mitad de camino; mientras que la honradez puede exigir situarse más, o mucho más, cerca de unos que de otros sin llegar por eso a la identificación total.

Pasando del campo político al eclesiástico, la institución eclesial y alguno de sus jerarcas resultan hoy criticables y a veces hasta escandalosos; pero ello tampoco es razón para que las críticas se conviertan en descargas de la propia adrenalina, o en excusa para ciertos ateísmos movidos en realidad por otras razones que ellos prefieren no confesarse.

Si de los campos institucionales pasamos a los personales, los peligros de esa sinrazón son aún mayores. Ignacio de Loyola dijo que fundaba la Compañía “para reconciliar a los desavenidos”: y a uno le vienen ganas de responder “¡imposible!”. En casi todos los conflictos en que te ves implicado, las partes exigen no sólo que se reconozca su razón sino que se justifique también su modo de reaccionar. Se exige el “totalmente conmigo”. Y si no, te acusan de “totalmente contra mí”: la otra parte no tiene nada de razón porque la tengo yo toda. Así no hay reconciliación posible.

Nuestro inconsciente es tan sutil que, a veces, va incluso más allá: no sólo absolutiza la propia razón sino que recurre a la provocación para privar de razón al otro: si temo que tengas razón contra mí, intentaré provocarte hasta que reacciones de manera injusta, para luego agarrarme a esa injusticia y pretender que soy yo quien tiene la razón. Los conflictos de pareja se ven a veces marcados por esta sutil manera de proceder, quizás inconsciente.

Cada quien conocerá sus ejemplos. Aquí sólo pretendíamos subrayar que no todo está resuelto con tener razón. Es preciso también integrar la razón que pueda tener la otra parte. Y sobre todo, hay que procurar no perder la razón que tengamos por el mal uso que hacemos de ella.

Un segundo mandamiento casi más difícil que el primero….



lunes, 11 de junio de 2012

CARTA A UN CRISTIANO DESCORAZONADO

Pedro Miguel Lamet

Querido amigo:

Ayer me dijiste que querías apearte andando de este mundo, que los pilares de la sociedad se tambalean. Ya ni el rey, ni el ejército, ni la política, ni la Iglesia son de fiar. Sobre todo la Iglesia, “mi Iglesia –me decías- está en la picota”. Primero la pederastia, luego las noticias sobre el robo de los niños y ahora la filtraciones vaticanas que revelan corrupción interna y juegos de poder. Eso en medio de la obsesión económica que, con la crisis, todo lo domina.

Por desgracia no ere tú el único que se desmoraliza y escandaliza. Piensan que si la Iglesia, que es la única barca de salvación, con la que cuentan también zozobra, ¿qué nos queda?

Pero la pregunta, amigo mío, no es en realidad qué nos queda, sino a dónde nos hemos agarrado. Hay gente, por ejemplo, que concibe la fe como una moral, un cumplimiento de normas, que es un pasaporte para alcanzar la vida eterna. Otros conciben la Iglesia como una guardería de adultos, entre cuyos muros se sienten seguros, se liberan de los riesgos. No faltan los que confunden la Iglesia con sus administradores, el restaurante con los camareros, y si los obispos, los sacerdotes o las monjas les decepcionan, se les cae el sombrajo.

Recuerdo que, cuando era niño, y jugábamos en el cole a la pelota los curas llevaban sotana. Un día cuando uno de los profesores del colegio le dio una patada al balón, se le vieron los pantalones. Entonces un chaval gritó: “Ahí va, mira, si lleva un hombre debajo”. Pensaba que debajo de la sotana los curas eran macizos como las figuritas del belén. Aquello me hizo reflexionar. No te digo nada, cuando después, al hacerme cura los conocí más de cerca. Me he tropezado con grandes santos, grandes pecadores y gente del montón, como yo mismo.

Desde entonces sólo me apoyo en Jesús de Nazaret. No entendido sólo como personaje histórico que aportó al mundo su Palabra y enseñanzas. Sino el Cristo total, el Cristo vivo que se hace visible hoy en el amor a los hermanos y se comunica con su Espíritu entre la gente. Ese no te falla y te resitúa en la verdad.

Pero ¿qué es la verdad?, te preguntas escéptico como Pilato. La verdad no son los dogmas, ni las cartas pastorales del Papa o los obispos, ni lo que dice el cura en la homilía, aunque todo eso te pueda ayudar e inspirar. “El reino de Dios dentro de vosotros está”, exclama Jesús. Desde la adhesión a él uno es capaz de despertar y situarse en una zona donde la barca nunca se hunde ni nada ni nadie pueda acabar descorazonándote. Es lo que Juán, el discípulo predilecto, llama en su Evangelio la “vida definitiva” (me gusta más esta traducción que la de vida eterna). Uno, al dar su adhesión a Jesús y al estilo de su reino se sitúa en esa Vida con mayúscula, esa agua que quita la sed, ese pan que sacia y se multiplica, ese amor que libera.

Por eso no me turba la Iglesia de los Borgia en el Renacimiento, donde corría la sangre y el veneno, ni me quita el sueño que un mayordomo, un obispo o un cardenal venda papeles secretos y luche por el poder en que se ha convertido empuñar el timón de la barca de Pedro. Sé que además de ellos hay gente humilde y de fe en la comunidad que le sigue, la asamblea, la Iglesia, su frágil barca.

Yo no abandono la barca, continúo ahí en la popa, recostado en el pecho de un Jesús que duerme, pero al que siento le late el corazón.

No sé si estas palabras te habrán ayudado o no. En todo caso, gracias, amigo, por leerlas.

Un abrazo de Pedro Miguel Lamet



domingo, 10 de junio de 2012

EN GRACIA

José Arregi

Irradia la gracia de vivir y la llamaré Engrazi, aunque no es ése su nombre de pila. Cuantos la conocieron de niña y de joven, la recuerdan alegre, luminosa, sonriente. Y muy bella. Pero ¿de dónde le venía a aquella niña y a aquella joven tanta gracia y tanta luz, si siempre estuvo envuelta en desgracia y horror? ¡Bendito enigma!

Fue fruto de dos vidas, la de su padre y su madre, que eran desgraciadas antes de unirse y, una vez unidas, lo fueron aun más. Engrazi vio la luz, o más bien la tiniebla, en un pueblecito guipuzcoano, en un precioso valle rodeado de montes. Enfermedad, depresión, alcoholismo, miseria, violencia, separación de la familia: eso es lo que vio.

Desde los 7 años hasta los 11, asistió de manera irregular a la escuelita de su aldea, hasta que, sin que nadie le preguntara nada, la enviaron de criada por 150 pesetas al mes. Y así, a sus 11 años, tuvo que cargar con todo el peso de una casa y de una familia extraña; de día se extenuaba de trabajar, y de noche más que dormir lloraba, y escribía a su casa cartas sin fin, contando lo largas que eran sus jornadas y las calles de aquel pueblo grande.

Así terminó su infancia, no sus desgracias. Alguien reparó en su aguda inteligencia, su elocuencia, su carácter alegre y confiado a pesar de todo, y en todo ello no vio más que graves peligros para una vida virtuosa, e hizo que la ingresaran en un internado de monjas. Resultó ser más bien un reformatorio o una cárcel, pues durante los años que pasó allí nunca le permitieron salir para nada. Le enseñaron que sus cualidades eran peligros, sus virtudes eran vicios, todo error y culpa. Pero algo en su interior la empujaba a rebelarse. Y decidió que si Dios significaba tanta falta de respeto y abuso de poder, no merecía su fe. Su rebeldía la salvó, y la expulsaron. Tenía 17 años.

Tuvo que enfrentarse de nuevo al terrible panorama de su casa. Pero estaba preparada. En medio de todos los infortunios y heridas, mantenía indemne la gracia de su ser. ¡Qué milagro! Y se dijo: "No quiero mirar atrás". Y miró adelante. Y fue abriendo camino a la fuente, alumbrada de noche solo por la sed.

Conoció el amor, pero no lo pudo vivir, solo padecer sus consecuencias. Y por entonces emprendió un largo y azaroso viaje de búsqueda interior, de búsqueda de aire, de Espíritu, de luz, de Dios. Libre École, Arco Iris, Hare Krishna, Rebirthing, Lanza del Vasto... Después de haberse sentido morir tantas veces y de haber incluso buscado morir, un día cualquiera, a los 36 años, ante una pared de piedra desnuda, mientras pronunciaba la oración de todos los días, se sintió profundamente conmovida, se le abrieron los ojos y vio: "Soy hija amada de Dios. Mi ser es amado. Mi ser es divino". Y se deshizo en lágrimas de dicha.

Fue restaurando su ser. Mejor, fue viendo que el fondo de su ser siempre había sido íntegro y santo. Y por fin se atrevió, después de 22 años, a decir a su marido: "Basta". Y siguió adelante con sus tres hijos, a los que siempre había rodeado de amor, de solo amor.

De toda esta historia de Engrazi, no encuentro mejor conclusión y resumen que esta frase suya: "El alma o la esencia de nuestro ser es más poderosa que todos los obstáculos del mundo, si éstos se utilizan como trampolín para crecer".

"Mi vida es ahora puro gozo", dice con la mayor naturalidad. Le gusta cantar, bailar, escuchar música, leer, pasear en la naturaleza, hacer yoga... Y cuidar a los demás. Y cada día, al levantarse, enciende lamparitas de cera en su casa y da gracias a Dios, a la Vida. Vive la mística de la Gracia de ser, fuera de todo marco institucional religioso. Nada menos y simplemente.


sábado, 9 de junio de 2012

VATILEAKS: DOBLE BOFETADA, A sAN eGIDIO Y A LOS JESUITAS

Ciertamente la masa de documentos escapados es notable y parece referirse casi exclusivamente a las cartas conservadas en el Palacio Apostólico, el corazón de la curia romana, el edificio con fachada a la plaza San Pedro en el que vive Benedicto XVI con su secretario particular Georg Gänswein, en el cual la secretaría de Estado tiene sus oficinas y en el que el secretario de Estado Tarcisio Bertone tiene su habitación y su estudio.

Hasta el día de hoy, de hecho, casi ninguno de los documentos publicados por oleadas parece haberse escapado directamente de otros dicasterios u oficinas de la Santa Sede. Casi siempre las cartas dirigidas a estas oficinas terminan en manos del público apenas después de haber pasado por el Palacio Apostólico.

Hasta ahora el único con indicios de haber sustraído documentos es el ayudante de cámara del Papa, Paolo Gabriele, que ciertamente podría haber accedido a una parte de la documentación publicada, pero no toda.

Falta verificar los motivos que habrían empujado a quienes robaron los documentos a realizar tal acción: dinero, voluntad de poner las cosas en orden u otro motivo. Y no se sabe si detrás de esta operación haya un plan único o alguien que dirija todo ocultamente.

Respecto a esto, lo que ocurre tras la escena de primer plano se plantea con la ligereza de lo que es aparente y carente de hechos verificables. Hay quienes fabulan un complot "de la derecha" para provocar la dimisión de un Papa considerado demasiado débil. Y están quienes creen que una consecuencia de esta decadencia institucional sea el retraso de la reintegración de los lefebvrianos a la Iglesia católica, evento detestable para los grupos progresistas del mundo eclesial.

Mientras continúan las investigaciones en el Vaticano - por la comisión investigadora cardenalicia y la magistratura del Estado de la Ciudad del Vaticano - el único dato cierto son las cartas hechas públicas hasta hoy, cuya autenticidad no ha sido desmentida.

Algunas de estas cartas han tenido un ruidoso rebote periodístico por parte de aquellos que las han recibido y publicado, poco expertos de cuestiones vaticanas y por lo tanto no siempre capaces de valorarlas en su significado pleno.

En cambio, de las cartas extraídas, no han tenido resonancia en los medios los documentos referentes a dos realidades de primer orden en la Iglesia católica, una antigua y una nueva: la Compañía de Jesús y la Comunidad de San Egidio.

SAN EGIDIO
De la Comunidad de San Egidio – la llamada "ONU del Trastevere" – se sabe que realiza una actividad diplomática "paralela" que los episcopados locales aprecian poco y que la Santa Sede siempre ha considerado más un obstáculo que un recurso. Así como sucede para el diálogo interreligioso promovido por la comunidad, compitiendo con el dicasterio vaticano al que le corresponde dicha tarea.

Una prueba evidente de la irritación que suscita este activismo de la comunidad fundada por Andrea Riccardi - que hoy es también ministro del gobierno italiano - la da uno de los documentos vaticanos que hoy son públicos.

Se trata de un cablegrama cifrado enviado por la nunciatura apostólica de Washington a la secretaria de Estado vaticana, el 3 de noviembre del 2011.

En él se informa el parecer contrario del cardenal de Chicago, Francis E. George, a la intención de la Comunidad de San Egidio de conferir un honor al gobernador de Illinois, el católico Pat Quinn, por haber firmado la ley con la que este Estado abolió la pena de muerte.

El cardenal define "inoportuno" conferir ese premio honorífico ya que - explica - el mismo Quinn promovió la ley del matrimonio homosexual, está a favor del aborto libre y ha excluido de facto a las instituciones eclesiales de las adopciones de menores, al no exonerarlas de la obligación de dar los niños también a las parejas gay.

George conoce bien no sólo a los políticos de su Estado, sino también a San Egidio, en cuanto cardenal titular de la Iglesia romana de San Bartolomé en la Isla Tiberina, confiada a la Comunidad.

Y la nunciatura apostólica en Washington ha tomado muy en serio sus observaciones. Las ha hecho propias y las ha trasmitido a Roma, en el cablegrama firmado por su consejero, monseñor Jean-François Lantheaume.

Por duplicado parece haber sido eficaz. En efecto, no ha habido noticias de que se le haya conferido el premio honorífico al gobernador Quinn.

LOS JESUITAS
El otro interesante documento sustraído a la Santa Sede que no ha sido resaltado por los medios - con excepción de los Países Bajos - es la carta de acompañamiento con la que el general de los jesuitas Adolfo Nicolás ha hecho llegar a Benedicto XVI con una misiva escrita por una pareja holandesa muy acaudalada, los esposos Hubert e Aldegonde Brenninkmeijer.

El sucesor de San Ignacio, después de haber recordado que los dos son antiguos y generosos benefactores de la Iglesia y de la Compañía de Jesús, no entra en el contenido de la carta de ellos sino que subraya que "comparte las preocupaciones" que han querido manifestar directamente al Papa.

La carta del padre Nicolás, en italiano, ha sido hecha pública en fotocopia. En cambio la de los esposos no; de ella sólo se ha difundido solamente una traducción, en un italiano un poco incierto.

Con todo, el contenido de la carta claro. Esta es un duro acto de acusación contra la curia vaticana y la jerarquía católica en general. Los ricos cónyuges Brenninkmeijer denuncian que el dinero juega un rol central en diferentes oficinas de la curia, en algunas diócesis europeas y en el patriarcado de Jerusalén. Acusan al pontificio consejo para la familia de servirse de colaboradores demasiado ingenuos y acríticos, en vez de emplear personajes que puedan y quieran actuar en el sentido del "aggiornamento" del Vaticano II. Insinúan que en el círculo más estrecho en torno al Papa si ha acumulado de modo visible y tangible una cantidad considerable de poder, agregando que poseen pruebas escritas sosteniendo lo que denuncias.

Los Brenninkmeijer no acusan a nadie por nombre, excepto en un caso. Después de haber sostenido que en Europa aumentan los creyentes instruidos que se separan de la Iglesia jerárquica - según ellos - sin abandonar la fe, y luego de haber lamentado la falta de pastores "no fundamentalistas" que sepan guiar la grey con criterios modernos, los dos cónyuges manifiestan al Papa su desaliento no sólo de ellos sino de muchos laicos, sacerdotes, religiosos y obispos por el nombramiento del nuevo obispo de Utrecht, Jacobus Eijk.

Esto si es ley en ambos documentos. Pero ninguno ha hecho notar lo que ocurrió luego de la llegada de estas cartas.

Willem Jacobus Eijk, 59 años, culto pero "conservador" tanto en el campo teológico-litúrgico como en el campo de la moral, fue nombrado arzobispo de Utrecht por Benedicto XVI en diciembre del 2007. La carta del padre Nicolás llegó al Vaticano el 12 de diciembre del 2011 y fue, como se lee en la fotocopia difundida, vista y marcada con siglas por el Papa el 14 de diciembre del 2011.

Y bien, precisamente en aquellos días se estaba completando la lista de cardenales que serían creados en el consistorio anunciado luego el 6 de enero del 2012. Y entre los naturales candidatos a la púrpura estaba precisamente monseñor Eijk, dado que Utrecht es una sede de consolidada tradición cardenalicia y su predecesor Adrianus Simonis ya había cumplido 80 años.

El 6 de enero de este año, en efecto, el nombre de Eijk fue incluido entre los eclesiásticos que en el consistorio del 19 de febrero recibieron la birreta, convirtiéndose así en el tercer cardenal más joven del sacro colegio.

Las "preocupaciones" expresadas respecto a él por los adinerados esposos Brenninkmeijer y suscritas por el general de los jesuitas no parecen haber hecho mella en la convicción del Papa Joseph Ratzinger de haber escogido a la persona justa para la guía de la más importante diócesis de la Iglesia en Holanda.

Si acaso, parece haberla reforzado.



miércoles, 6 de junio de 2012

EUCARISTÍA Y CRISIS

José Antonio Pagola

Todos los cristianos lo sabemos. La eucaristía dominical se puede convertir fácilmente en un "refugio religioso" que nos protege de la vida conflictiva en la que nos movemos a lo largo de la semana. Es tentador ir a misa para compartir una experiencia religiosa que nos permite descansar de los problemas, tensiones y malas noticias que nos presionan por todas partes. A veces somos sensibles a lo que afecta a la dignidad de la celebración, pero nos preocupa menos olvidarnos de las exigencias que entraña celebrar la cena del Señor. Nos molesta que un sacerdote no se atenga estrictamente a la normativa ritual, pero podemos seguir celebrando rutinariamente la misa, sin escuchar las llamadas del Evangelio.

El riesgo siempre es el mismo: Comulgar con Cristo en lo íntimo del corazón, sin preocuparnos de comulgar con los hermanos que sufren. Compartir el pan de la eucaristía e ignorar el hambre de millones de hermanos privados de pan, de justicia y de futuro.

En los próximos años se van a ir agravando los efectos de la crisis mucho más de lo que nos temíamos. La cascada de medidas que se nos dictan de manera inapelable e implacable irán haciendo crecer entre nosotros una desigualdad injusta. Iremos viendo cómo personas de nuestro entorno más o menos cercano se van empobreciendo hasta quedar a merced de un futuro incierto e imprevisible.

Conoceremos de cerca inmigrantes privados de asistencia sanitaria, enfermos sin saber cómo resolver sus problemas de salud o medicación, familias obligadas a vivir de la caridad, personas amenazadas por el desahucio, gente desasistida, jóvenes sin un futuro nada claro... No lo podremos evitar. O endurecemos nuestros hábitos egoístas de siempre o nos hacemos más solidarios.

La celebración de la eucaristía en medio de esta sociedad en crisis puede ser un lugar de concienciación. Necesitamos liberarnos de una cultura individualista que nos ha acostumbrado a vivir pensando solo en nuestros propios intereses, para aprender sencillamente a ser más humanos. Toda la eucaristía está orientada a crear fraternidad.

No es normal escuchar todos los domingos a lo largo del año el Evangelio de Jesús, sin reaccionar ante sus llamadas. No podemos pedir al Padre "el pan nuestro de cada día" sin pensar en aquellos que tienen dificultades para obtenerlo. No podemos comulgar con Jesús sin hacernos más generosos y solidarios. No podemos darnos la paz unos a otros sin estar dispuestos a tender una mano a quienes están más solos e indefensos ante la crisis.




martes, 5 de junio de 2012

EL PAPA 'ACOSADO', MARTINI Y LA REFORMA DE LA CURIA

José Manuel Vidal

Dos columnas de la Iglesia moderna. Ratzinger, el Papa, y Martini el cardenal, al que en Italia llaman "rosso" (color de la púrpura y de la bebida con la que comparte el nombre), aunque valía para llegar a ser "bianco" (con el blanco de la sotana papal). Dos viejos amigos, con profundas diferencias en cuanto a la governanza y a la forma de ser y de estar de la Iglesia en el mundo moderno. Dos grandes intelectuales, que, en los momentos duros de la institución, aparcan las diferencias y cierran filas. Y Pablo-Martini visitó a Pedro-Ratzinger en Milán. Simplemente, para apoyarlo y ayudarle a llevar la cruz de los que, en la Curia, están sometiendo a la Iglesia a la vergüenza del mundo.

Los dos están ya ancianos y enfermos. Más tocado Martini, que se desplaza en silla de ruedas, apenas oye y le cuesta mucho hablar. Víctima de un parkinson, contra el que viene luchando desde hace años. El encuentro, en el antiguo palacio milanés de Martini, duró poco. Apenas 7 minutos. Sin foto, sin periodistas. Un encuentro en la intimidad entre las dos alas de la Iglesia, que se unen, cuando algunos, en la casa del Papa, parecen dispuestos a hacer zozobrar la barca de Pedro. Para gobernarla a su antojo.

Dos hombres de Dios, líderes natos de las dos sensibilidades eclesiales, que nunca buscaron ni lucharon por el poder. Y que, si asumieron sus responsabilidades, fue siempre en clave de servicio.

Siete minutos para mirarse a los ojos y, quizas, compartir el dolor. Siete minutos en los que los ojos de ambos se humedecieron y sus corazones latieron al unísono. Porque es más, mucho más lo que les une que lo que les separa. Unidos siempre, por encima de las diferencias. El viejo Martini, casi mudo, quiso tener un gesto público de cardenal jesuita siempre fiel y obediente al Papa. Y el Papa Ratzinger se lo agradeció en el alma.

Ejemplo y testimonio elocuente de dos "grandes" para el común de los mortales. Y, sobre todo, para los "cuervos" de la Curia.

Quizás Martini animase al Papa Ratzinger a que saque de los cajones de la mesa de su despacho el proyecto de reforma de la Curia romana, preparado, hace ya unos años, por el difunto cardenal Francesco Pompedda. Una reforma para adecuar la Curia al mundo de hoy, restarle poder y hacerla más evangélica.

¡Ánimo, Santidad! Sería uno de los máximos favores que podría hacer a la Iglesia. A la de hoy y a la de mañana. El antitestimonio de una Curia mundana, nído de viboras y cuervos, echa por tierra cualquier otro mensaje que de su Casa salga. ¡Limpie su Casa, Santidad, y reforme la Curia, que Dios le ayudará! Y la oración ferviente de todos los católicos, hartos de sentirse avergonzados por unos cuantos curiales carreristas.

lunes, 4 de junio de 2012

UNA EXPERIENCIA COMUNITARIA DE LIBERACIÓN

El libro Una experiencia comunitaria de liberación es una crónica evangélica y evangelizadora, unos «Hechos de apóstoles», un testimonio de una comunidad viva, adulta, corresponsable, encarnada en la hora y en el lugar, en un proceso a veces conflictivo, pero siempre suficientemente lúcido y esperanzado.

Leer el índice del libro sacude la indiferencia pastoral, la rutina practicante y la renuncia a ser Iglesia adulta y libre; y nos enseña a creer que «otra Iglesia es posible». No ha sido siempre fácil pero siempre han estado presentes en la comunidad Santo Tomás de Aquino la coherencia de fe y la corresponsabilidad para superar tensiones y desconfianzas. Esa comunidad ha vivido su proceso en búsqueda dentro del momento histórico, más o menos grave, crispado muchas veces, de la iglesia española. Una lección fraterna para muchas comunidades en proceso también de «adultez», de protagonismo del laicado, de superación de centralismos y clericalismos; pasando lentamente de la crispación al diálogo, o por lo menos a una coexistencia que, más tarde o más temprano, acaba reconociendo el derecho y el deber de ser y ayudar a ser una Iglesia plural. «Iguales y diferentes» es la consigna de cierta pastoral de la migración. Los varios rostros que vienen enriqueciendo la Iglesia y la sociedad, en ese trasiego dolorido de las grandes migraciones, nos urgen también a vivir desde luego el primer «ecumenismo», dentro de la propia Iglesia, para que sea «católica» y para estimular el ecumenismo de todas las Iglesias y el macro-ecumenismo de todas las religiones.

Si alguien tiene sus dudas o reticencias frente a esa comunidad, pionera en varios aspectos, le aconsejo que lea el libro desapasionadamente. No se trata de una comunidad que vive solo algunas dimensiones y que podría olvidar dimensiones mayores. El libro recoge los apartados mayores del proceso y reafirma el cultivo diario «de la formación permanente», «de la dimensión celebrativa», «de los compromisos colectivos». Las dos alas del Espíritu de cada uno de nosotros, de cada comunidad eclesial, de todas las Iglesias, que venimos reivindicando, se cultivan en la Comunidad Santo Tomás de Aquino con seriedad y con creatividad.

Hay que leer este libro, esta crónica de hechos apostólicos en hora y lugar bien concretos y desafiadores, con voluntad fraterna de compartir su riqueza espiritual ayudando a tejer «la red de comunidades», vocación de muchas que están en proceso semejante.

El libro habla de un epílogo como «experiencia de liberación abierta al futuro» que seguirá siendo proceso evangélicamente conflictivo y pascualmente apasionado; cultivando siempre las dos grandes dimensiones de la mística y la militancia. Cada día, si abrimos los ojos y el corazón, encontraremos eco de comunidades semejantes a la de Santo Tomás de Aquino; pero difícilmente encontraremos otras comunidades con la madurez y la fidelidad con que esa comunidad querida está viviendo el Evangelio.

Yo tengo fuertes lazos afectivos y pastorales con esta comunidad y nuestra Prelatura de São Félix do Araguaia debe a esa comunidad madrileña (y mundial) mucho cariño y gratitud. La solidaridad ha sido siempre y seguirá siendo una especie de sacramento a orillas del camino para esta comunidad solidaria y samaritana.

El libro termina apelando a Jesús (el de Nazaret, nuestro Camino, Verdad y Vida). Y si algo ha de crecer en cada uno de nosotros y en nuestras comunidades, es la pasión por el Jesús del Evangelio y por los pobres del Reino. El libro termina con palabras vocacionales de Jesús y de sus primeros seguidores; preguntas abiertas que nosotros todos, todas, hemos de hacer y responder: «Maestro, que vea», «Donde moras, Maestro?», «¿Qué he de hacer para ir ganando vida eterna?».