martes, 30 de diciembre de 2008

TODA RIQUEZA SE NUTRE DE ALGUNA POBREZA

ENTREVISTA A EDUARDO GALEANO

Luis Zarranz, Florencia y Francisco Silio


El escritor y periodista Eduardo Galeano habla de los cafés, de la crisis económica mundial, de América Latina, Bagdad, las palabras traicionadas y de la poca originalidad de los medios de comunicación que tienen menos capacidad de decir lo suyo. "Nos mean y la prensa dice llueve".


Cuando era chico y ser periodista era cosa del futuro lejano, me dije que entrevistar a quien ahora baja del ascensor era mi máxima aspiración. La anécdota sirve, como pocas, para reflejar la admiración que nos despierta el entrevistado y sería totalmente injusto omitir el dato, sabiendo lo fácil que usted se dará cuenta al leer la entrevista, ajena a todo manual del entrevistador: ahí donde decía que debíamos interrumpirlo, lo hemos dejado hablar. Donde estaba escrito eso de que "un buen periodista no muestra sus sensaciones", hemos hecho el esfuerzo para que estuvieran a flor de piel.

La reflexión sobre esta experiencia, cosa que los manuales tampoco aconsejan hacer, nos arrojó una interesante conclusión: la subjetivación del hecho periodístico, ya de una manera intencionada, nos permitió no sólo saborear el momento sino merodear la esencia de quien teníamos enfrente, pero sentimos de nuestro lado.

La puerta del ascensor se abre en la planta baja de este refinado hotel de pretenciosa arquitectura y decoración, pero de escaso buen gusto. De él baja el único pasajero que transporta, procedente del décimo piso: pantalones de jeans, camisa azul turquesa. Por debajo, una camiseta negra. Por encima, un pulóver en forma de mochila, colgando sobre sus hombros y cayendo por la espalda.

Camina lento. No hay apuro en él. Las manos abrazadas por detrás, a la altura de la cintura. Un paso y otro, mirada marinero hacia el frente. Uno percibe una armonía entre ese tempo de cada paso, entre esa manera tan reflexiva de caminar y el intelectual que es, que ya, a prima vista, se siente trasladado a otro espacio y no en el anexo del Hotel Hermitage que lo hospeda en estos primeros días de la IV Feria del Libro de Mar del Plata, en la que es uno de los invitados ilustres y el encargado de la apertura.

Transitamos los quince metros que nos distancian desde el mostrador del lobby hasta su persona, es justo reconocerlo, con mucha más prisa, ansiedad y expectativa que él. Nos saludamos e intercambiamos las primeras palabras: que el tiempo está loco, que es extraño para la época el frío y el viento que hay hoy, y otras vaguedades climáticas.

Caminamos por el hotel, ya metidos en su ritmo, en busca de un lugar agradable y tranquilo donde poder sentarnos a conversar, actividad que los tiempos actuales desprecian. Ese sitio será el exclusivo café para huéspedes, donde los (pocos) que están presentes no hablan entre ellos sino con un alguien vía celular. Ninguno de ellos repara en la presencia de Eduardo Galeano. Es probable que, incluso, no sepan de quién se trata ni quieran saberlo.

Hombres de negocios, negocios de hombres: la presencia femenina es nula. Cada uno de ellos actúa tal como se espera que actúen en un ambiente como éste. El salón es, en efecto, una millonada de clichés, de poses y de gestos comunes. Somos nosotros y él los únicos que desentonamos con la geografía y eso más que una pena, genera orgullo.

Antes que el grabador se encienda, uno ya se siente complacido de estar a punto de cruzas palabras (de eso se trata) con quien ha hecho de ellas alquimia de sueños, dolores, alegrías, tristezas y las ha incorporado a la vida cotidiana. Este viaje relámpago a la Feliz con el exclusivo objetivo de entrevistar al escritor de Las Venas Abiertas de América Latina, El libro de los Abrazos, Patas Arriba y el reciente Espejos, entre muchísimos otros a través de los cuales ya hablamos con él; los intercambios de correos electrónicos, el llamado al celular para avisar(nos) que lo habían cambiado de "tapera", un decir galeanesco para referirse a estos hoteles de múltiples estrellas: todo queda en el pasado en el silencio que pregona la primera pregunta.

P. Vamos a arrancar, como diría mi abuelo, por el principio. Dicen que la vida es el reflejo de la infancia. ¿Cómo fue tu infancia, qué te acordás de aquellos años?

R. La verdad que no tengo mucho para contar de mi infancia porque fue una infancia bastante silvestre. Yo vivía en un barrio donde ahora en Montevideo hay rascacielos pero en mis tiempos eran puro descampado. Mi hermano y yo, la verdad, que tuvimos una infancia muy libre, con bandas que se organizaban para pelear, al estilo de la edad.

P. Así como cambió tu barrio, ¿cambió mucho Uruguay de aquella época a hoy?

R. Sí, cambió. Claro que cambio. Cambio todo, Uruguay y el mundo han cambiado muchísimo. El Uruguay que me formó era el Uruguay de los cafés. Yo soy hijo de los cafés de Montevideo. Yo no tuve educación formal. Todo lo que sé se lo debo a los cafés viejos de Montevideo, los que me formaron. Ahora quedó uno solo vivo, pero había muchos.

P. ¿Qué se aprende en los cafés que no se aprende en los lugares formales?

R. En mi caso una lección de vida que es saber valorar el tiempo y la posibilidad de perder el tiempo, tener siempre tiempo para perder el tiempo.

P. Esta es otra de las cosas que también se perdió.

R. Sí, se perdió porque ahora el tiempo tiene un valor de rentabilidad, que tiene un precio que es superior al valor y entonces el tiempo se vende, como todo. En mi caso en particular, aprendí el arte de narrar en los cafés, escuchando narradores orales, gente que no sé quiénes eran pero me colaba en las mesas. En aquel tiempo se podía andar por Montevideo sin documentos, sin nada. No había violencia, entonces yo en los cafés me sentaba y escuchaba: así aprendí el arte de narrar.

P. Y ahora que hay menos cafés, ¿dónde se puede aprender el arte de narrar?

R. Todavía tengo un café, que me lo habían cerrado pero ahora me lo reabrieron, el Brasilero. Es un café de 1887, de las pocas cosas que quedan así vivas. Y la verdad que el café, hablando de rentabilidad, no es rentable. Que un tipo esté tres horas en una mesa con un cortado es inimaginable en el mundo de hoy. De todos modos el arte de narrar se aprende escuchando, siempre: eso no ha cambiado. Para no ser mudo hay que empezar por no ser sordo. Si vos no sabés escuchar no vas a saber hablar o en todo caso lo que digas no va tener interés para los demás porque los laberintos de tu propio ombligo pueden ser apasionantes para vos pero para el resto de la humanidad no tienen porqué ser un tema que interese demasiado. Entonces creo que para poder hablar hay que saber escuchar y hay que recibir esas voces y aprender que las voces que valen la pena escuchar suenan, a veces, en los lugares menos presentables. Digamos, no en los foros universitarios, en los centros donde se reúnen los expertos para explicar cómo es el mundo, sino en lugares sencillos simples, por ejemplo las paredes.

P. Vos has rescatado mucho los graffitis. ¿Qué admiras de ellos?

R. Yo soy un gran lector de paredes, que es la imprenta de los pobres, el periódico abierto a todos. Y ahí, en el Río Pinturas, en Argentina, están los primeros graffitis: son esas manos, que es un modo de decir 'yo estuve ahí, yo soy algo más que una mota de polvo en el universo, yo soy algo más que un instantito de tiempo, estuve aquí'. Y un poco lo que mueve a la gente a escribir algo en una pared es eso, aparte de opinar. A veces opinan estupendamente: "Las vírgenes tienen muchas navidades pero ninguna Nochebuena" o "nos mean y la prensa dice llueve".

P. Ese es de Buenos Aires

R. Ese es de Buenos Aires, el otro es de Montevideo pero hay millares de maravillas que uno va encontrando, va rescatando, y después de lo que uno escucha, la maravilla del relato oral. Se supone que las voces del pueblo son nada más eco de las voces del poder, según los técnicos, pero no es verdad eso. Es verdad que el lenguaje popular se ha degradado mucho por obra de la televisión y de los medios masivos que imponen cierto lenguaje obligatorio. Yo tengo una amiga canaria, de las Islas Canarias, que se interesa mucho por estos temas de lenguaje y el lenguaje rural en las aldeas perdidas de las islas. Entonces andaba recorriendo por ahí con un aparatito de estos (señala al grabador) para recoger las voces de los viejos. Y muchos de los viejos les decían, 'no, mejor hablé con él que habla mucho más bonito'. Y él era el nieto, el bisnieto. Y ellos hablaban como la tele, por eso hablaban más bonito.

Galeano hunde sus labios en el cortado, los humedece, y luego, lentamente, absorbe su contenido. No habla sólo con su boca, no. Sus manos hablan también. Su mirada tiene voces, que es preciso saber escuchar y también saber mirar. La boca te mira con la misma pasión con que los ojos sueltan las palabras. Nos habla a nosotros pero casi podríamos jurar que le habla al café, a él mismo, a la historia que será, al futuro que fue.

Le preguntamos en qué cosas América Latina sigue teniendo las venas abiertas y en cuáles fue suturando las heridas y no esconde el fastidio por una pregunta que juzga reiterada en sus entrevistas. Nos lo dice con la boca pero también con los ojos, las manos, los gestos. "¿Qué te voy a contestar, lo mismo que siempre contesto?, que me encontré con el conde Drácula en una calle de Buenos Aires, que andaba buscando psicoanalista por el complejo de inferioridad que le producían las grandes corporaciones internacionales. Eso contesto siempre para evadirme", argumenta para volver a evadirse. "Lo cierto que sí, -agrega- es una región del mundo que trabaja al servicio de otra. Sí, es cierto, eso sigue siendo verdad, y que no hay ninguna riqueza inocente: toda riqueza se nutre de alguna pobreza y ahora fíjate con esta crisis mundial el mundo entero está aceptando con bastante pasividad, y hasta con aplausos, estos regalitos que van recibiendo los banqueros, los pobres banqueros que son los culpables de esta catástrofe financiera", sostiene con ironía.

Luego se explaya sobre el plan de "salvataje" con que Europa y Estados Unidos hicieron de Papa Noel: "Los banqueros son los que reciben la recompensa con que los premian, por lo menos, con 3 millones de millones, que te da una buena cantidad de ceros. A lo larga lo paga eso que llaman 'tercer mundo', o sea las naciones sometidas, que venden lo que venden cada vez más barato, pagan deudas externas que son como sogas ahí metidas en el pescuezo con una vuelta de rosca y otra y otra. Por fin se le ocurrió a alguien -Correa, en Ecuador- ver si era legítima o no. Le vamos a pagar la deuda legítima, pero primero vamos a ver qué es esa deuda. Argentina no sabe la deuda qué paga, Uruguay tampoco. Se supone que son deudas que vienen de alguna parte, que tienen un fundamento, pero nunca a nadie se le ocurrió escarbar una por una para decir 'ésta deuda no la vamos a pagar'", dice mientras escarba el aire con la mano.

"Chile no tendría que pagar los prestamos que le dieron a Pinochet para que asesinara gente, al igual que otros asesinos de países que contaron con auxilio. La mayor deuda se incrementa en la época de las dictaduras", recita dando cuenta, una vez más, que ese crisol que es América Latina tiene también, en lo más horroroso de su historia reciente, una historia presente.

Estamos tratando de entender, Galeano mediante, lo inentendible de un sistema que paga lo que no debe, debe lo que no paga, premia lo que debería castigar y castiga lo que debe premiar. Semejante esquizofrenia nos altera y las preguntas se preguntan si hubo un hecho puntual, algún suceso concreto, que impulsó a Eduardo a ponerle palabras a las injusticias, para que sean menos injustas: "Yo nunca sentí que fuera el denunciador de nada. Yo simplemente soy un enamorado de la realidad y trato de contarla, en lo que tiene de horrendo y en lo que tiene de maravilloso. Porque si contara nada más lo que tiene de horrendo, la gente se moriría de aburrimiento, que es lo que pasa con la mayor parte de la literatura bien intencionada, que en lugar de generar indignación genera sueño. No sueños sino sueño, o sea una irresistible necesidad de dormir porque es aburridísima y en efecto estas letanías de dolor incesante no conducen a ninguna parte porque aburren a todos y además, justamente, los dolientes del dolor lo que menos quieren es volver a escuchar el dolor que padecen, encima que lo están padeciendo. Entonces hay que saber cómo tratar de acercarse a estos temas a veces muy espinosos logrando que sean atractivos y que además estén siempre acompañados por una contraparte: a veces una pequeña frase, una pequeña cosita que indique que en medio de ese desierto hay un trébol de cuatro hojas, o de cinco, o de seis hojas"

En criollo, diría la abuela, mezclar una de cal con una de arena. ¿Ejemplos?: "Por ejemplo, en Espejos, hay unas cuantas referencias a la guerra de Irak, claro, lógico, una guerra que nació de una mentira y que mintiendo sigue y que ha matado no se sabe cuánta gente porque se sabe cuántos muertos hay entre los invasores pero no entre los invadidos, de eso no hay la menor idea. Entonces hay unos cuantos textos que se refieren a eso pero también hay uno que dice 'cuidado con confundirse, querido lector, mucho cuidado. En Irak nació el primer poema de amor de la historia de la humanidad, en ese mismo lugar que es ahora ese escenario de horror incesante, y que se refiere al encuentro de una diosa inmortal y un pastor mortal'. En mi versión sintetizada lo que dice ese poema es que 'la diosa amó aquella noche como si fuera mortal y el pastor fue inmortal mientras duró esa noche'".

P. ¿Como "las mil y una noches"?

R. En Irak nació la escritura, y en Irak la princesa Sherezade contó las mil y una noches que es el libro que nos enseñó a todos el arte de contar, porque yo aprendí lo que aprendí en los cafés pero también porque Sherezade me enseñó que si el rey se aburría, le cortaba la cabeza y que por lo tanto está prohibido aburrir. Y me enseñó el arte del suspenso porque siempre dejaba los cuentos sin terminar para que el sultán no la matase. Entonces para saber cómo terminaba la historia tenía que llegar a la noche siguiente. Así te enseña la técnica del tigre en el aire, cómo se puede lograr mantener la tensión del lector. Bueno, eso fue escrito en Bagdad, a partir de una cantidad inmensa de historias que circulaban en la época.

Bagdad era el cruce de todos los caminos, allí se encontraban las cosas y las palabras: las cosas porque era un centro comercial importantísimo y las palabras porque era el centro cultural más importante del mundo, por lejos. Esta misma Bagdad ahora bombardeada, despreciada, triturada por Occidente que, entre otras cosas, aniquila lo que ignora. Qué nivel de ignorancia. Seguramente Bush cree que la escritura fue inventada en Texas, estoy seguro. Qué nivel de brutalidad, qué nivel de patanería que tienen los amos del mundo, es algo que te deja visco.

Nos reímos, está claro, que para no llorar. "Tienen el complejo mesiánico de que son los salvadores del mundo, de blancos, negros, rojos, violetas. Bush hablaba con Dios, nunca aclaró si era por fax, por mail y tampoco qué días se comunicaba, pero él dijo que la orden de invadir Irak se la había dado Dios", esgrime Eduardo ya sin café que llevarse a la boca.

"Y quién nos salva a nosotros de ellos", le preguntamos y nos reímos ya sin saber si para es, o no, para evitar las lágrimas. "De ese tema Dios no dio orientaciones", apunta Galeano, marcado los "olvidos" del Señor. "Lo que quiero decir es que ellos tienen una vieja costumbre, insana costumbre, tóxica para la humanidad, peligrosa para la humanidad, de sentir que tienen que salvarte. Yo no quiero que me salven, qué mierda. Además todos los que vienen a salvarte terminan chupándote hasta la última gota de tu sangre y exprimiéndote hasta la última gota de tu sudor. Estos salvadores...", dice meneando la cabeza, que también habla, de izquierda a derecha.

"Además fíjense la importancia que tienen en Estados Unidos todas estas sectas evangélicas desde donde irradian esas ideas que insisten con la idea de la salvación. Salvar a los otros en lugar de respetarlos, de escucharlos. En lugar de decir 'señores, por ahí ustedes tienen algo interesante que decir', no: el mensaje siempre es al revés. Es unidireccional, del que manda al mandado, del que opina al opinado. 'Yo te voy a decir cómo son las cosas, te voy a explicar cómo es el mundo, te voy a dar la receta para que te vaya mejor en la vida'".

P. ¿Por eso el sistema acepta la caridad, de arriba hacia abajo, y no la solidaridad, que es entre iguales?

R. Si, además ahora con los resultados estos podrían, en un acto de sentido común, decir 'bueno al fin y al cabo esa idolatría del mercado, que hay dejar que el dinero actúe y que el Estado no joda, por lo menos es sospechosa'. El hecho es que hicieron puré el Estado en todo el sur del mundo. Los servicios públicos están desechos. Mirá lo que es Aerolíneas Argentinas. ¿Qué quedó? Un pobre resto humeante. Parece que hubiera sido victima de algún bombardeo: un avión de guerra que fue victima de un bombardeo. Yo viajaba en Aerolíneas Argentinas cuando dirigía la revista Crisis, y era la mejor línea del mundo. Mirá cómo está ahora. Mira cómo está el Correo. Yo estoy harto de mandar cartas de Uruguay a la Argentina que no llegan nunca. Son servicios religiosos: los entregan cuando Dios quiere. (Otra vez risas compartidas. Otra vez, para no llorar).

P. Bueno, con YPF nos pasó algo muy parecido

R. YPF es otro desastre. Y los trenes. Esa película, "La Próxima Estación", qué gran tarea hizo Pino Solanas con eso. Todas esas situaciones son collares de infamias por todas partes para aniquilar el Estado porque era una molestia, algo que se interponía entre el progreso y el hombre. Y lo pulverizaron y ahora que lo necesitamos, ¿qué hacemos? ¿Cómo no va a funcionar el correo? No puede ser.

Acá es especialmente desastroso pero en Uruguay, fíjense lo que me pasó con Espejos, les cuento una sola de las muchas experiencias que tuve: en Montevideo tengo una casilla de correo, la 751, donde me llegan las cartas, las revistas. Entonces yo le quería mandar el libro a un gran amigo mío que es músico y musicólogo y tiene otra casilla en el mismo lugar, que es el Correo Central de Montevideo. La casilla de él está a un metro y medio de la mía. Entonces yo voy con el libro y le digo a los amigos que atienden ahí, que me conocen de memoria, 'mirá, ponele este libro en su casilla'. Y me dicen: 'No, eso no se puede hacer. Tenés que franquearlo, mandar el paquete' y entonces... recorrer ese metro y medio, demoró un mes".

La anécdota, por demás gráfica, permite que la charla se entremeta con el deterioro de los servicios públicos en todo el mundo, y en especial en América Latina. Galeano rebalsa en anécdotas personales que ilustran de qué hablamos: un libro perdido rumbo a la Argentina, otro hacia España, paquetes que no llegan. "Esto es horrible de decir pero en la época de Franco se decía que 'la única carta que no llega es la que no se escribe'. Y era verdad. Y este deterioro de los servicios públicos conspira contra la democracia porque la desprestigia. Pareciera ser que los servicios públicos sólo funcionan bien cuando hay milicos en el poder. Y ese es un flaco favor que le hacemos a la democracia, porque también se supone que es un esfuerzo civil"

P. Los medios de comunicación también se mueven como si muchas cosas funcionaran mejor con los milicos en el Poder, por ejemplo con la seguridad, que pareciera acechar como una flaqueza de la democracia.

R. Sí, yo a veces escucho TN y me da la impresión de que Buenos Aires debe ser como Irán o Bagdad, y voy a Buenos Aires y no tiene nada que ver con lo que cuentan que es. Además se ha dado un fenómeno, éste también internacional: es impresionante cómo en la época de la globalización se repite todo. Qué poca originalidad. Los países tienen menos capacidad de decir lo suyo, de caminar su camino. Entonces se dan esas copias universales: los informativos de la televisión. Empiezan, en casi todos los países, con temas de seguridad pública, crímenes, violaciones, asesinatos. Eso es la mitad o más del informativo, con lo cual la población queda temblando y diciendo 'estamos en manos de los delitos, de los delincuentes, de los criminales'.

P. Tocan las fibras del miedo...

R. Miedo que es el peor de los consejeros, porque el miedo, ¿qué es lo que te va a aconsejar?: mano dura. 'Acá lo que se necesita es mano dura' y la democracia tiene mano blanda, entonces a la nostalgia de la dictadura militar hay un camino muy chiquito.

Es un tema bárbaro porque hasta ahora la izquierda no ha podido resolver el tema de la inseguridad. Quizá porque la inseguridad no existe, la inseguridad es el resultado de otras cosas, de la injusticia social, de la cultura del consumo.

Las palabras, quizás felices por ser bien tratadas, dan una vuelta en el aire antes de meterse en el grabador, en los oídos, en la boca, en los ojos. Es extraño expresarlo pero hay una sensación de comunión, de común-unión, que parece, también, dar vueltas en el aire.

Es posible, acaso, que nada de eso ocurra y el sólo hecho de coincidir con lo que este escritor está escribiendo con la boca, nos genere tal impresión. El manual dice en ese punto que es el primer error del "periodista ingenuo" que se deja convencer con lo que el entrevistado dice. ¿Será así?

"Antonio Machado, el gran poeta español, decía una frase lindísima: 'ahora cualquier necio confunde valor y precio'. Y ese es un retrato del mundo de nuestro tiempo. Entonces la cultura del consumo, que es lo que se le inyecta a la gente todos los días sobre todo por los medios, pero también por el sistema educativo, sostiene la idea de que el que no consume, no existe. Y esa cultura se funda en esa confusión del valor y el precio. Entonces vos valés si tenés ropa más cara. Y eso es una incitación al delito porque si vos le metes eso en la cabeza a los chicos de la villa o la gente más desamparada de la población, la idea de que ser es tener, y que sino tenés no sos, es una invitación al delito. Es decirles 'dale, andá con esa vieja que está ahí al pedo, dale, arrancale la cartera'".

P. Y eso también lleva a que veamos al otro, como describe una frase tuya, "como una amenaza y no como una promesa"

R. Exactamente. Y hay una dictadura del miedo en escala universal. Ahí también todo se copia. Hay una vieja leyenda china, que tiene miles de años, de un leñador que pierde el hacha. Entonces el leñador lo mira al vecino, y ve que tiene cara de ladrón, aspecto de ladrón: '¿usted no vio un hacha?', le pregunta. 'No, no', contesta el vecino. 'Me contestó como un ladrón', piensa el leñador. Le coincidía todo. A las dos o tres horas encuentra el hacha que se le había caído en unos árboles, vuelve a mirar al vecino y piensa: 'La verdad que no tiene para nada cara de ladrón'. Pero mientras el hacha estaba desaparecida el vecino era el culpable. El tema de la justicia por mano propia proviene de ese equívoco, incide en los linchamientos y castigos de muchos que son inocentes.

Es imposible eludir, a esta altura, los intentos que a ambos lados del Río de la Plata pretenden bajar la edad de imputabilidad de los menores. (¿y qué dirán los manuales al respecto?). Las cejas de Galeano se arquean en forma de herradura. Los ojos se clavan en un más allá que no alcanzamos a ver y las manos levantan vuelo. Todo el cuerpo dice una ironía: "Yo me pregunto, ¿y los bebés? Porque los bebés son bastantes jodidos. Ya Freud lo tenía estudiado a eso, la perversidad del bebé, entonces si el bebé es perverso, bueno, que vaya a la cárcel..."

P. El manual se enoja pero el humorismo vuelve: "O mejor, que ya desde el embarazo los metan presos con sus madres".

R. Pero no lo repitas porque les das ideas. Van a meter presa a la que tiene el delincuente en la panza.

P. Tarde, ¿no fue eso lo que hicieron los militares genocidas?

R. Sí, es así. Incluso muchos se han de haber contado el cuento que así los salvaron. Supongo, porque la conciencia culpable siempre necesita alivio, consuelo, aún en el caso de los tipos más jodidos. Probablemente disfrazaron ese robo, el más siniestro de todos, ese botín de niños que hubo sobre todo en la Argentina. Esta idea de que el vencedor, quizá recibiendo el trofeo, se contaba el cuento de que estaba salvando a aquel chico de la corrupción roja.

P. Eduardo, vos que sos un escritor que trabaja con las palabras, ¿te han contado ellas el dolor que sienten por el cambio de significado que han tenido? Nombrabas la palabra "mercado" y antes el mercado era otra cosa, proceso era otra cosa al "Proceso". ¿Se sienten dolidas las palabras?

R. Está lindo eso que me decís. Sí, yo creo que sí. Hay una responsabilidad en el ejercicio de las palabras. Aquello que el maestro Onetti me dijo cuando era chico: 'Las únicas palabras que deben existir son las palabras mejores que el silencio'. Pero cuando vos estás peleando para encontrarlas y aparecen, hay que cuidarlas, regarlas, acariciarlas. Las palabras están muy mentidas, manoseadas, prostituidas. Entonces las cosas no significan lo que son, son lo que significan. Es un desastre, el diccionario parece un basurero. Y claro que a las palabras les duele ser basura. Nacieron para algo mejor, nacieron para ser manos que tocar, brazos que abrazan.

P. En tus libros has rescatado que para los guaraníes, la palabra era el alma. ¿Cómo era eso?

R. Sí, ñeñé, que significa palabra y alma. Toda la belleza de los mitos de origen guaraníes coincide en que los paraguayos son hijos de la palabra que los llamó. Y que sonó de adentro de un Cedro, un cedro mágico. Ahí sonó la palabra que los llamó. Es muy hermosa la idea de que la uva está hecha de vino.

La frase se materializa, producto de los gestos que acompañan el racimo, en la imagen de la uva. El grabador se apaga pero la conversación no. (En este punto el manual también es confuso sobre los pasos a seguir). La charla sigue por los pasillos del Hotel que, después de largo rato, volvemos a habitar pese a no haber salido físicamente de él. Galeano relata, con lujo de detalles, su experiencia en la frontera entre Brasil y Venezuela, hace ya unos años, donde se infectó la malaria. Nos cuenta la experiencia de dormir en una hamaca paraguaya sobre el río, y ver pasar las serpientes por debajo.

Hablamos de Luis Sepúlveda y "el viejo que leía poemas de amor"; de aquel negro orgulloso con sus dientes de oro macizo que Eduardo rescata en uno de sus textos; algo de fútbol es inevitable; criticamos en conjunto el mal gusto del hotel, en conjunto criticamos a los críticos por el mal gusto de decirnos cómo se debe mirar, elogiamos un par de sueños de los "Sueños de Kurosawa"; admiramos a Vicent Van Gogh y el texto que, para uno de nosotros, constituye uno de los mejores relatos de los múltiples relatos que constituyen Espejos.

Afuera ha parado de llover pero dentro nuestro hay un diluvio. El saludo se repite una vez más, pero esta vez sí es definitivo.

Se aleja unos pasos, a ese ritmo de ver las cosas, en busca del ascensor que lo trajo a la planta baja. Antes de perderse en él, nos dice sonriendo, en esa voz que no alcanza a ser grito pero que está mucho más elevada del tono medio, que nos entendemos con el tiempo. Ya no hay tiempo de preguntarle porqué.

Es una buena excusa para inventar un nuevo encuentro
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domingo, 28 de diciembre de 2008

LAS FAMILIAS QUE ROUCO OLVIDÓ

Juan Cejudo

El cardenal Rouco ha hablado en Madrid de los problemas que afectan a las familias.
Se ha centrado en los problemas de siempre: el problema del aborto, el divorcio y el de los matrimonios homosexuales. También, el problema de la pobreza que repercute de modo directo en los niños.

Aunque el tono empleado ha sido bastante más moderado que el del año pasado y menos mitinero ( lo que es de agradecer), sí que ha dibujado un marco muy poco real de la situación de las familias que hoy viven problemas muy acuciantes.

¿Pero de qué familias no ha hablado Rouco?

Mientras se celebra la Misa en Madrid cerca de 300 personas han muerto en Gaza víctimas del feroz ataque israelí. Más de 900 heridos. Nadie recordaba un ataque así.
Lógicamente son familias palestinas destrozadas que han perdido a sus seres queridos. Y parece que Israel pretende continuar con su masacre en días sucesivos…

    De esas familias no ha hablado Rouco.

En nuestro país, a causa de la crisis económica provocada por banqueros sin escrúpulos y no controlada por los Gobiernos que se han beneficiado de ello, miles y miles de familias han perdido el empleo, miles y miles de familias no pueden pagar sus hipotecas y se ven amenazadas de desahucio. Ya muchas han quedado en la calle sin nada.

    De estas familias tampoco ha hablado Rouco.

Miles y miles de inmigrantes han quedado completamente tirados en la calle sin casa ni trabajo y los que pueden, se ven obligados a retornar a su tierra sin nada, donde les espera una incertidumbre quizá aún mayor para sus familias.

Centenares de inmigrantes siguen llegando en pateras o frágiles embarcaciones a las costas españolas o italianas huyendo del hambre, la miseria , las enfermedades o las guerras.

    De estas familias tampoco hablado Rouco.

Ni de las familias de homosexuales marginadas todavía en la Sociedad y en la misma Iglesia. Ni de las familias de divorciados vueltos a casar a los que la Iglesia niega sus derechos. Ni de las familias de los curas casados marginados por la Iglesia.

Ni de esos millones de familias asoladas por el Sida, especialmente en países africanos a las que se les sigue moralizando contra el uso del preservativo, un medio que sería muy eficaz para frenar el avance de la enfermedad.

Ni de las familias destrozadas por los numerosos casos de pederastia del clero.
Ni las miles y miles de familias con graves problemas de dependencia.

    Tampoco de estas familias se ha acordado Rouco.

En definitiva: lo de siempre. Una defensa de la familia tradicional. Una llamada a vivir una espiritualidad muy descarnada de la realidad y sin conectar con los problemas reales que padecen las familias.

Que la familia es importante, sin duda. Pero ¿merece la pena movilizar a centenares de miles de personas desde toda España para esto?



sábado, 27 de diciembre de 2008

LA AGONÍA DE LA CRISTIANDAD

Víctor Codina sj 

Un hecho irreversible

La agonía de la Cristiandad no significa necesariamente la agonía del cristianismo, aunque a veces ambas cuestiones estén relacionadas y  puedan coincidir. Agonía de la Cristiandad significa propiamente  que una  configuración de la Iglesia que ha estado vigente durante muchos siglos, ha entrado hoy en una crisis irreversible.

Ordinariamente se acepta que la Cristiandad nace en el  siglo IV con el llamado giro constantiniano (en tiempos de Constantino y Teodosio), se consolida y capitaliza con la reforma gregoriana (Gregorio VII) y con la teocracia pontificia medieval (Inocencio III) y se mantiene en pie hasta el Concilio Vaticano II,  a pesar de las fuertes críticas y sacudidas históricas que la Cristiandad sufrió de parte de la Reforma, de la Modernidad ilustrada y de la Revolución francesa. La Cristianad es una Iglesia estrechamente ligada al Imperio, una Iglesia identificada con la sociedad masivamente bautizada, que configura todo el orden social, político, cultural, legislativo y moral de la sociedad. Según ella, fuera de la Iglesia no hay salvación, la Iglesia es el Reino de Dios presente en la tierra, la Iglesia representa el mundo de lo sagrado, de la gracia, frente al mundo profano y de la naturaleza, que tiene que acceder a la jerarquía eclesiástica para alcanzar su salvación.

Aunque con varios siglos de retraso, el Vaticano II rompe con el paradigma de la Cristiandad, acontecimiento que fue saludado por muchos, demasiado ingenuamente, como el “requiem por el Constantinismo”. Sus documentos, en especial las Constituciones sobre la Iglesia (Lumen gentium) y la Iglesia en el mundo contemporáneo (Gaudium et Spes), los decretos sobre ecumenismo (Unitatis redintegratio)  y sobre la libertad religiosa (Dignitatis humanae) respiran aires nuevos. El Vaticano II reconoce que la Iglesia es el Pueblo de Dios formado por todos los bautizados, que hay una vocación universal a la santidad, que existe una legítima autonomía de las realidades terrenas (como la política, la ciencia, el arte…), que hay que respetar la libertad religiosa, afirma que la Iglesia renuncia a privilegios del pasado, que los obispos no siempre pueden dar respuesta a las cuestiones que los laicos les presentan, que los laicos pueden y deben hacer sentir su opinión en la Iglesia, que la Iglesia no se ata a sistema político alguno, sino que hay independencia entre la comunidad política y la Iglesia, la Iglesia sólo pide libertad para predicar el evangelio y dar su juicio moral sobre las realidades, incluso políticas. Fuera de la Iglesia es posible salvarse por caminos desconocidos a los hombres, pues el Espíritu ofrece a todos  la posibilidad de participar del misterio de Cristo.

Esta nueva visión del Vaticano II supone una nueva teología que asume en serio la encarnación de Dios en nuestra historia y la presencia del Espíritu en la marcha conjunta de la humanidad hacia el Reino. La Iglesia y el mundo no se contraponen como lo sagrado y lo profano, sino que la Iglesia está inserta en el mundo y camina conjuntamente con él hacia la escatología, es signo y sacramento visible del amor y la gracia de Dios que abraza a toda la humanidad.

 

Un tsunami que sacude todo el planeta

Pero seguramente el mismo Vaticano II, a pesar de que muchos católicos todavía no lo han aceptado e intentan volver a la anterior etapa eclesial pre-conciliar, ya se ha quedado corto ante los nuevos fenómenos socio-culturales que la sociedad hoy atraviesa. Estamos ante un verdadero tsunami  que sacude de raíz  instituciones, ideologías y costumbres tradicionales de todo el planeta, también las religiosas y eclesiales. Vivimos en un mundo secularizado, donde la religión ya no  configura los espacios públicos, donde la misma fe en Dios dejó de ser compartida por todos, vivimos un pluralismo religioso, el cristianismo ya no goza del apoyo social. La fe cristiana ya no es el horizonte único  de interpretación de la realidad, hay otras hermenéuticas  también válidas. En la Cristiandad  había una coherencia entre la fe y la cultura de la época  que nacía más de la cultura que de la fe, ya que la fe siempre es libre. Tal vez lo que llamamos crisis de fe no sea más que consecuencia de que han cambiado los presupuestos culturales  homogéneos que antes se daban y ahora ya no.

Existe una aspiración a vivir de forma autónoma, e independiente, el Estado ya no es confesional como en las épocas clásicas de la Cristiandad, el tiempo ya no está necesariamente marcado por la liturgia cristiana (navidad, pascua…), realidades como política, economía, filosofía,  arte, ciencia… ya no se apoyan en la tradición cristiana. Antiguos templos cristianos se han convertido  hoy en museos históricos y salas de conciertos. En algunos lugares este nuevo clima provoca un abandono del cristianismo e incluso de la religión, en otros se suscita creencia sin pertenencia, pero en muchos sectores de cristianos convencidos y comprometidos  lo que se cuestiona no es la fe cristiana como tal, sino la configuración religiosa y eclesial en la cual la fe cristiana se ha plasmado durante los últimos 17 siglos y que hoy resulta claramente arcaica.

Este problema es estudiado por teólogos y sociólogos de la religión como J. Délumeau, FX. Kaufmann, Danièle Hervieu-Lèger, JM. Mardones, JB. Libanio, M. França Miranda, J. Comblin, P.Valadier, Ch Teoboald, Ch. Taylor etc. Hace ya años K.Rahner había advertido sobre la necesidad de un cambio estructural en la Iglesia, pasar de una Iglesia sociológica a una Iglesia de cristianos convencidos. Todos estos autores están de acuerdo en que este proceso, estrechamente ligado al cristianismo occidental moderno secular, aunque es irreversible, no se presenta con la misma intensidad en todos los lugares, tiene matices y expresiones diferentes: por ejemplo, no se vive igualmente en Francia, España y Holanda que en Estados Unidos.

Aquí cabe preguntarse si este proceso  afectará también a América Latina, con qué fuerza, con qué variables, en qué lugares estará más presente. A quienes afirman que esta ola llegará también a América latina se les objeta que el mundo latinoamericano es profundamente religioso, que la religiosidad popular tiene honda raigambre y presenta valores cristianos muy inculturados. Pero es indudable que esta agonía de la Cristiandad, que ya es irreversible en el mundo occidental, más tarde o más temprano, también afectará a América latina, aunque no afectará de igual modo, por ejemplo, a Uruguay que a Bolivia.

Más aún, este proceso ya ha llegado a América Latina, como el mismo Documento de Aparecida lo constata: crisis y erosión de la fe, débil pertenencia eclesial, abandono de la Iglesia católica para acudir a otros grupos religiosos, necesidad de iniciar a una profunda  experiencia espiritual pues un cristianismo de sólo dogmas, de prácticas devocionales y sacramentales parciales y moralismos inconsistentes no logrará el embate de los nuevos tiempos, urgencia de una nueva evangelización y de una profunda formación bíblica y cristiana, etc. El divorcio entre la fe y la vida es real y escandaliza que el continente con mayor número de católicos sea el más desigual e injusto socialmente. Los aspectos más positivos de la Iglesia de América Latina, como la renovación bíblica, litúrgica, catequética, parroquial, las comunidades de base, el protagonismo del laicado… son consecuencia de haber asumido el Vaticano II con seriedad.

Añadamos a todo esto que en América latina también ya se percibe una disminución creciente  de vocaciones al ministerio y a la vida religiosa, el declive en la praxis sacramental, una gran ignorancia religiosa, la crítica, antes impensable, a la Iglesia en los MCS y de parte de los políticos, la pérdida de prestigio social de la Iglesia, a la que se quiere reducir y encerrar  en la sacristía para que se dedique solamente a rezar y salvar almas….

Cuando Aparecida afirma que hay que pasar de un continente de bautizados a un continente de discípulos y misioneros de Jesucristo, está implícitamente reconociendo que algo grave sucede en la Iglesia de América Latina. No olvidemos que la evangelización de América latina se realizó bajo el signo y la figura eclesial de la Cristiandad, hoy en crisis agónica. Tampoco podemos olvidar que en las dictaduras latinoamericanas de las décadas pasadas se perseguía y mataba a los disidentes en nombre de la civilización cristiana occidental.

 

Agonía lenta

La palabra agonía que indica la proximidad de la muerte, etimológicamente significa lucha, conflicto. Es la lucha entre la vida y la muerte, entre un antes y un después. La agonía de la Cristiandad es también una lucha frontal entre una estructura milenaria que ha configurado culturas, instituciones, leyes, gobiernos, estilos de vida y que ahora ser siente desplazada, insegura, enferma, pero que se resiste a desaparecer, porque no se vislumbra todavía una nueva figura eclesial.

Hay muchos sectores de la Iglesia que sienten una gran nostalgia de la época de Cristiandad,  añoran la sociedad masivamente cristiana, la unión entre el trono y el altar, el arte cristiano, el ritmo del tiempo marcado por las celebraciones litúrgicas cristianas, la educación cristiana obligatoria para todos, las leyes y la moral de la Iglesia como normas sancionadas por el Estado, privilegios legales y económicos para la jerarquía eclesiástica, el rol mediador de la Iglesia en los conflictos sociales, los signos cristianos en las instituciones públicas, el Tedeum en las celebraciones cívicas y patrias, la mención de las raíces cristianas de la civilización occidental y de los aportes que la Iglesia ha hecho a la sociedad, sin críticas a la institución eclesial  y menos aún a sus dirigentes, etc.

Hay añoranza de las épocas en las que en los domingos los templos estaban llenos de fieles, la gente se confesaba y comulgaba con frecuencia, los seminarios y noviciados rebosaban de jóvenes aspirantes, los matrimonios se casaban por la Iglesia, el bautismo era generalizado y al poco de nacer, se conocía de memoria el catecismo y los preceptos de la Iglesia, los dirigentes cívicos y políticos consagraban sus países al Corazón de Jesús, había un control de la moral pública, se censuraban películas y novelas, se respetaba a la Iglesia y a sus ministros...

Todo este mundo, este imaginario social y religioso, que ya no es el actual, se debate entre la vida y la muerte, muchos lo quieren mantener, pero no tiene futuro. La Cristiandad en muchos lugares no ha muerto, todavía tiene una cierta fuerza, seguramente no es prudente quererla liquidar rápidamente, pero es algo residual, está condenada a muerte. No hay que practicar la eutanasia pero tampoco se la puede mantener en vida artificialmente con una terapéutica forzada y a la larga cruel. Tampoco hay que esperar construir una Nueva Cristiandad.

 Esta añoranza del pasado genera en muchos católicos una sensación de derrota y de tristeza, se idealiza la Cristiandad medieval con las catedrales y las sumas teológicas, sus santos y artistas, olvidando todo el costo social negativo que también se daba en aquel entonces. No queremos hacer ahora un juicio ético sobre la Cristiandad del pasado, pero en cualquier caso no se puede mantener hoy día una estructura que en el mejor de los casos respondía a una época que ya no es la nuestra y que hoy ya no responde a los requerimientos actuales. La Iglesia lamentablemente va muchas veces con retraso de siglos para responder al ritmo de la historia, parece ciega y sorda ante los nuevos signos de los tiempos.

Mientras, muchas veces la Iglesia tiene miedo de afrontar los nuevos retos, prefiere contentarse con mantener  la religiosidad tradicional y popular, apoyarse en las islas de Cristiandad que todavía existen. Se buscan vocaciones en países que todavía no sufren el impacto de la modernidad secular, se acude al campo para hallar las vocaciones que ya no se encuentran en la ciudad, se crean reductos artifíciales para proteger a los cristianos del peligro del mundo secular, muchos intentan  formar a los jóvenes en ambientes de invernadero, se les quiere aislar del ambiente general, se crean reductos artificiales de Cristiandad en lo educacional, moral, social, cultural, cuando en realidad la joven generación  a través del  internet y  las autopistas de la información está conectada on line con el mundo moderno. No se puede ir contra la corriente, tampoco añorar un pasado ya moribundo, ni crear paraísos  de Cristiandad en medio del caos generalizado de un mundo nuevo. ¿Formamos para una Iglesia de Cristiandad que está desapareciendo o preparamos gente apta para afrontar las situaciones de futuro? El tsunami es global, nos guste o no. El problema reside en cómo reaccionar ante él. 

Estos profetas de calamidades que tienen nostalgia del pasado de Cristiandad, no son capaces de ver que el Espíritu está hoy exigiendo algo nuevo a la Iglesia, que se abren  las puertas ahora a un nuevo modo de vivir la fe cristiana si  la Iglesia se configura de modo diferente

 

¿Hay nuevos caminos de futuro?

La desaparición de la Iglesia de Cristiandad ofrece a toda la Iglesia, una ocasión excepcional para comenzar un estilo inédito de cristianismo:

-          pasar de una Iglesia tradicional y masiva a una Iglesia de cristianos libres y convencidos;

-          de una Iglesia de masas a una Iglesia comunidad de  creyentes, aunque sea una pequeña grey dispersa y en diáspora;

-          de una Iglesia clerical identificada con la jerarquía a una Iglesia toda ella Pueblo de Dios, donde los laicos son la mayoría y son los protagonistas de la nueva evangelización;

-          de una Iglesia preocupada sobre todo de leyes y doctrinas a una Iglesia que prioriza la experiencia personal del encuentro con el Señor;

-          de una Iglesia patriarcal y androcéntrica a una Iglesia donde las mujeres asuman el rol que el Señor les dio en la historia de salvación;

-          de una Iglesia centralizada y uniforme a una Iglesia corresponsable y dialogante que respete el pluralismo y autonomía de las Iglesias locales;

-          de una Iglesia muchas veces muy mundanizada y aburguesada a una Iglesia que vuelva al seguimiento, de Jesús de Nazaret;

-          de una Iglesia que muchas veces  ha priorizado a los sectores ricos y cultos a una Iglesia que opta por los pobres y quiere ser especialmente Iglesia de los pobres;

-          de una Iglesia que se siente madre, maestra y señora de la verdad a una Iglesia que quiere servir a todos, dialogar con todos y discierne los signos de los tiempos;

-          de una Iglesia helenizada y romanizada a una Iglesia que asume los valores de todas las culturas, antiguas y modernas;

-          de una Iglesia que ha sido voz de los sin voz a una Iglesia que acepta que  cada vez más los sin voz asumen su protagonismo en la sociedad y en la misma Iglesia;

-          de una Iglesia que quiere dar normas a los Estados a una Iglesia que anuncia el evangelio a todos, pero no lo impone, ni obliga a nadie a seguirlo;

-          de una Iglesia centrada en el templo a una Iglesia misionera que va a la casa del pueblo;

-           de una Iglesia que ante todo sacramentaliza a una Iglesia que quiere comenzar evangelizando;

-          de una Iglesia juridicista a una Iglesia comunidad y misterio de comunión trinitaria que ante todo desea formar comunidades;

-          de una Iglesia servicio administrativo para  satisfacer las necesidades religiosas privadas a una Iglesia que sea testimonio del Resucitado;

-          de una Iglesia que ha difundido la pastoral del miedo a una Iglesia que anuncia la gracia, el perdón y la misericordia del Padre;

-          de una Iglesia que se centra preferentemente en las dimensiones personales y familiares a una Iglesia que descubre la presencia del Espíritu en la historia y se abre a la justicia y a la alteridad;

-          de una Iglesia que se siente como la presencia del Reino de Dios en la tierra a una Iglesia que camina hacia el Reino con toda la humanidad …

 

 

Todo esto tiene implicaciones concretas que hay que ir asumiendo. Pongamos algunos ejemplos.

Siempre que se ha cuestionado la unión entre la Iglesia y el Estado se ha cuestionado también el bautismo de los niños. Sin negar su validez y su valor dogmático ¿no debería una Iglesia que ya no es de Cristiandad, que  no puede transmitir la fe  simplemente con el apoyo de una sociedad cristiana homogénea, ni muchas veces de la familia cristiana, abrirse pastoralmente a nuevas formas de iniciación cristiana más responsables y más acordes con la sensibilidad actual  y al contexto social y religioso de hoy, donde la fe nazca del testimonio de una comunidad cristiana  auténtica y sea libremente asumida por cada uno? 

La escasez de aspirantes al ministerio ordenado ¿no debería llevar a cuestionar la estructura actual del ministerio, sus sujetos, sus condicionamientos, sus estilos de formación y de vida y abrirse a nuevas formas de ministerios? Si se afirma que la eucaristía hace la Iglesia y es culmen y cima de la actividad eclesial ¿está teológicamente justificado condenar por mucho tiempo a no tener eucaristía a millones de bautizados, por no tener ministros ordenados?

La disminución de vocaciones a la vida religiosa puede estar estrechamente ligada a  la promoción y al nuevo protagonismo de los laicos. En la época de Cristianad hubo una inflación de vida religiosa precisamente por la poca presencia laical en la Iglesia y en la sociedad. Hoy la situación ha cambiado, la vida religiosa deberá resituarse en su nuevo contexto social y eclesial, con una función más modesta, de servicio a los laicos, más mística y más profética. Lo que puede parecer como una tragedia es una gracia para convertirse en levadura y grano de mostaza.

El gobierno pastoral de la Iglesia  debe cambiar profundamente su estilo, como los mismos Papas lo han deseado, acercarse a las bases de la Iglesia y de la sociedad, sobre todo a los pobres. Es algo urgente, que no admite mayor demora. 

El alejamiento de los sectores jóvenes de la Iglesia está pidiendo a gritos que la Iglesia se configure de otro modo. Ellos serán los que en el futuro deberán llevar la Iglesia adelante, hay que escucharlos con paciencia y sencillez, dejarse criticar por ellos.

La lista a puntos a revisar en el cambio de una Iglesia de Cristiandad a otra diferente, se podría alargar indefinidamente. Baste lo indicado para mostrar que la agonía de la Cristiandad no es ninguna tragedia eclesial sino una ocasión privilegiada, un tiempo de gracia (un kairós en lenguaje  bíblico) para el nacimiento de otro estilo de Iglesia. Es lo que muchos católicos hoy intuyen proféticamente, muchos jóvenes, mujeres, laicos, pobres, indígenas, teólogos, religiosos y religiosas e incluso obispos…. Es un clamor universal que nace de todos los rincones, no se puede permanecer por más tiempo sordo a este clamor del Espíritu. Aunque muchas veces ni la jerarquía ni los fieles se den cuenta de esta situación de profundo cambio, algo nuevo está naciendo, una nueva forma de ser cristiano y de ser Iglesia amanece en el mundo de hoy. ¿Sabremos aprovecharlo?

 

Interrogantes

No podemos negar que también hay interrogantes. Cuando alguien muere, deja una herencia que hay que recoger y distribuir, no se puede dilapidar. ¿Qué herencia positiva nos ha dejado la Cristiandad que deberíamos asumir?

Fue positivo en la Cristiandad su afán misionero de evangelización y de encarnación en su tiempo, el deseo de proteger la fe de los débiles, el respeto hacia la religiosidad popular, el acompañamiento del pueblo a lo largo de su vida, la reflexión teológica y espiritual sobre la fe, la preocupación por una fe que no quede reducida a la intimidad individual sino que se abra al horizonte público, la preocupación por la educación, la atención a los más pobres y enfermos, la convicción de que hemos sido hechos para Dios y que nuestro corazón no descansa hasta llegar a él, la conciencia de la debilidad y del pecado humano, la necesidad del pueblo de hallar un horizonte trascendente que dé esperanza a su vida y a su muerte, etc. ¿Cómo recoger esta herencia de valores positivos, sin contaminarlos con los contravalores, sino estructurándolos de modo diferente? Sólo se puede mantener, a la larga, la tradición que se transforma creativamente. La religiosidad popular, concretamente, sólo se conservará si es objeto de una nueva evangelización. No basta conservar, hay que preparar el futuro.

Por otra parte también hemos de preguntarnos si la Iglesia de post Cristiandad deberá configurarse como una casa de puertas cerradas o más bien como una Iglesia con diferentes niveles de adhesión, de pertenencia y de participación, Iglesia del umbral, Iglesia de puertas abiertas, con pertenencia parcial e incluso débil, fluida, donde son acogidos tanto el practicante de la religiosidad popular, como el dominical y el militante comprometido, el simpatizante y el que está en búsqueda. El Espíritu desborda la institucionalidad eclesial. Lo importante es ir ofreciendo elementos para ir avanzando hacia el Reino, practicar la justicia, amar con ternura y caminar humildemente hacia el Señor (Mi 6, 8).

En el proceso de cambio que vive actualmente Bolivia, donde en muchos católicos cunde el miedo y el pánico, añorando con nostalgia  la situación eclesial anterior, mientras otros más lúcidos vislumbran nuevas posibilidades de vivir más evangélicamente la fe cristiana, nos puede ayudar  el reflexionar  sobre la Cristiandad, su historia, su crisis, su agonía y su lenta desaparición y observar las nuevas formas de ser Iglesia que están surgiendo. El Espíritu rige la historia de los pueblos, aunque muchas veces nos cueste discernirlo porque el trigo se mezcla con la cizaña. Toda muerte puede abrir a un nuevo nacimiento. No miremos solamente al pasado, observemos sin miedo el futuro, pasemos la página de la Cristiandad, algo nuevo está naciendo, aun en medio de dolores de parto. ¿No lo vemos?



BIENAVENTURADOS LOS POBRES


Rafael Fernando Navarro

El Papa Ratzinger proclama que "las dificultades, las incertidumbre y la misma crisis económica que en estos meses están viviendo tantas familias y que afecta a toda la humanidad pueden ser un estímulo para descubrir de nuevo el calor de la sencillez, la amistad y la solidaridad, valores típicos de la Navidad". La sencillez, la amistad, la solidaridad no pueden ser, Santidad, valores típicos de Navidad. No pueden identificarse con el turrón, el cava, los polvorones y los niños de San Ildefonso coronando a los nuevos ricos de diciembre. Hay actitudes que son, que deben ser, cosecha de todo el año, de toda la vida. Las dificultades económicas que sufre el mundo tienen su origen en la injusticia, la soberbia, la codicia, la prepotencia de los ricos contra los pobres, la esclavitud elegante, pero esclavitud, que practican los poderosos contra la mayoría de la humanidad. Y esta lacra debe sólo ser enérgicamente denunciada y nunca aprovechada para retomar unos valores envueltos en celofán, exigidos en nombre de un Cristo falseado por traicionado.
Africa se muere de hambre, de sed, de sida. No vive por eso las mejores condiciones para sembrar valores que le están siendo negados por el mundo de la abundancia y el derroche.
Sólo en España, octava potencia, reserva de los valores de occidente y obstinadamente cristiana, seiscientas mil familias tienen a todos sus miembros sin trabajo. Parados producto de la crisis ambiciosa de los que han hecho de la riqueza mundial un patrimonio que sólo disfrutará el veinte por ciento, mientras el ochenta por ciento de la miseria conscientemente diagramada se amontona sobre las espaldas de una mayoría aplastada.
Hay dinero en el mundo, Santidad. Suficiente dinero para guerras preventivas, para explotar manantiales de petróleo, para invertirlo en sangre derramada y rentable que cotiza en bolsa, para construcciones faraónicas que rezuman sudor-albañil, para una emigración miserable y volandera que trae a los países ricos mano de obra barata e ilegal.
Esto es lo que hay que denunciar, Santidad, con todas las energías que proporciona un evangelio preocupado por lo profundamente humano. Pero evidentemente resulta imposible este enfrentamiento real con la injusticia desde las coordenadas de una Iglesia no comprometida en la lucha de los más abandonados, que asume la pobreza como un adorno, como un anestesiante de conciencia y no entiende por eso una teología de la liberación.
Su discurso, Santidad, suena a ironía, a afrenta, a escarnio. De las bienaventuranzas de la pobreza están excluidos todos los que no asumen al hombre como valor supremo ante un Dios que experimentó la hombría y todavía está entre nosotros. Ser pobre significa reconocer las limitaciones ontológicas de lo humano. Empujar a la pobreza constituye un genocidio al que no es ajeno la Iglesia.

viernes, 26 de diciembre de 2008

LA GUERRA EN EL CONGO

Multinacionales que quieren prolongar la guerra en el Congo


Zenit, agencia de noticias del Vaticano, dijo hace poco que “la crisis humanitaria más olvidada en nuestro planeta es la del Congo” De vez en cuando en los medios asoma la tragedia pues ya no hay modo de ocultarla. Pero lo que se dice de ella es todavía irrisorio e insultante en comparación con la magnitud de la barbarie y el genocidio. Y no hay llanto, ni pedir perdón, ni propósito de enmienda.

En esta Carta a las Iglesias de vez en cuando decimos una palabra sobre el Congo. Es un muy pequeño grano de arena. Ahora, aunque no sea más que por pudor, volvemos a recordar a ese inmenso “pueblo crucificado”. Presentaremos, resumidamente, tres textos que han llegado a nuestras manos estos días. Terminaremos con una breve reflexión.

1. “Quieren prolongar la guerra en el Congo”

En Periodista Digital del 27 de noviembre el jesuita Ferdinand Muhigirwa acusa a la comunidad internacional de querer prolongar la guerra en el Congo. “Si la comunidad internacional lo quisiera realmente, la guerra en la República Democrática del Congo terminaría en pocos días”.

Y da la razón. “Está claro que la raíz del conflicto son los minerales, de los que se benefician las empresas mineras y los países extranjeros, pero no la población autóctona que se ve obligada a vivir con menos de un dólar al día”. Los organismos supranacionales, como la Unión Europea, prefieren que la contienda se mantenga y ”se prolongue en el tiempo de forma interminable”.

El genocidio, por causa de la guerra y la pobreza, es claro. “Es terrible que en un país tan extremadamente rico la población viva abocada a tales niveles de pobreza”. Y crece la deshumanización.

En El Salvador lo entendemos bien. Desde hace décadas se produce el abandono progresivo de la agricultura: “la gente no quiere seguir trabajando en los sectores tradicionales porque prefiere enriquecerse en las minas” Y sufren los niños: “Las familias permiten a sus hijos abandonar el colegio desde edades muy tempranas para excavar. Creen que así se van a hacer ricos, cuando después la mayoría no consigue más de 50 dólares al mes”.

Son palabras mayores.
1. la guerra en el Congo es un genocidio que ha producido 5 millones de muertos en 15 años.
2. El genocidio puede ser detenido, pero la comunidad internacional, las democracias del Norte, no quieren detenerlo.
3. El Congo es un pueblo activamente crucificado.


2. “El teléfono celular: ataúd del Congo”

En lenguaje periodístico Cristóbal Saura explicaba en El portal del medio ambiente, el 6 junio de 2007, por qué ocurre el genocidio y por qué se oculta.

El genocidio.

En las montañas orientales del Congo hay coltán y niobio, además de oro, diamantes, cobre y estaño. El coltán, abreviatura de colombio-tantalio, está en suelos de una antigüedad de tres mil millones de años. Se usa con el niobio para fabricar los condensadores para manejar el flujo eléctrico de los teléfonos celulares. Cobalto y uranio son elementos esenciales para las industrias nuclear, química, aeroespacial y de armas de guerra. Alrededor del 80% de las reservas mundiales de coltán están en el Congo.

Por el control de estos minerales escasos hay una guerra tremenda. Los poderes multinacionales quieren controlar la minería de la región. Conclusión: “el motivo del genocidio son estos minerales que buscan las corporaciones” y además están destruyendo la segunda área verde del planeta después del también amenazado Amazona.


Un poco de historia.

En 1996 Estados Unidos patrocinó una invasión de fuerzas militares de las vecinas Rwanda y Uganda. Hacia 1998 tomaron el control y ocuparon las áreas mineras estratégicas. Muy pronto, el ejército rwandés comenzó a ganar más de 20 millones de dólares por mes con la minería del coltán. Hay cientos de informes que denuncian abusos de los derechos humanos en esa región minera.

Las empresas con capacidad tecnológica convierten el coltán en el codiciado tantalio en polvo y lo venden a Nokia, Motorola, Compaq, Sony y a otros fabricantes que lo usan en teléfonos celulares y otros aparatos de tecnología “de punta”.

Keith Harmon Snow dice que para analizar la geopolítica del Congo y las razones de una guerra casi inacabable desde 1996, hay que comprender el crimen organizado por negocios multinacionales.

La guerra del Congo se planificó con las inversiones de corporaciones multinacionales de Estados Unidos, Alemania, China y Japón en la región. Y está apoyada por las más poderosas corporaciones, la Cabot Corporation y al OM Group, de Estados Unidos; la HC Starck de Alemania; y Nigncxia, de China.

Redes criminales, preparadas y mantenidas por esas multinacionales, practican la extorsión, soborno, violación y matanzas. Y obtienen beneficios sin precedentes con la minería del Congo. Hasta 6 millones de dólares en cobalto crudo salen a diario de la RDC. Sin embargo, casi nunca aparecen estas compañías en los informes sobre derechos humanos.

Personajes relacionados con el negocio del coltán han estado muy cercanos al gobierno de Estados Unidos. Sam Bodman fue llamado por el Presidente Bush en 2004 para ser Secretario de Energía. Nicole Seligman fue consejera legal de Bill Clinton. Muchos que alcanzaron posiciones de poder en la administración Clinton pasaron a altos cargos en Sony Corporation.

En el negocio participan distribuidores norteamericanos de armas, como Simax, y las compañías que fabrican material de guerra para el Pentágono, llamadas “proveedores de Defensa”, Lockheed Martin, Halliburton, Northrop Grumman, GE, Boeing, Raytheon y Bechtel. Incluso organizaciones pseudo humanitarias como CARE, el Comité de Rescate Internacional; “Conservation”, empresas de relaciones públicas y grandes medios de comunicación como The New York Times.

Se han hecho grandes fortunas, vendiendo electrónica de alta tecnología para que la disfruten los norteamericanos y europeos, los japoneses y los “nuevos ricos” de América Latina, China y la India.


El encubrimiento.

El 5 de junio de 2006, se leía en la portada de la revista Time: “Congo: El Peaje Oculto de la Guerra más Mortal del Mundo”. Es cierto que el artículo mencionaba brevemente el coltán y su uso en los teléfonos celulares y en otros aparatos electrónicos. La guerra era una tragedia horrible, pero nada decía de las actividades de las corporaciones y los gobiernos extranjeros, para, a través de la guerra, apoderarse del coltán. Ni tampoco, de quiénes obtienen de esta guerra resultados financieros y políticos.

Johann Hari en The Hamilton Spectator, el 13 de mayo de 2006, sí analizó el origen de esta y otras guerras en África. “El único cambio a través de las décadas ha sido qué recursos naturales se buscan para consumo occidental: caucho bajo los belgas, diamantes bajo Mobutu y ahora coltán y casiterita”. Lo más cruel es que los medios no dicen nada de que estos conflictos han llevado a la población africana a una vida inhumana.


3. “Cada kilo de coltán cuesta la vida a dos niños”

Lo dice Alberto Vázquez Figueroa en el ABC del 12 de noviembre de este año. Cuenta el impacto de la guerra del coltán en los niños. Reproducimos sus reflexiones, formuladas con palabras de las preguntas y de sus respuestas.

“Los niños, de entre siete y diez años, son grandes víctimas de la lucha por el coltán. Son terriblemente explotados, y se les “paga” 25 centavos de euro al día. ¿Estamos ante la esclavitud del siglo XXI? El coltán lo extraen niños porque se encuentra en yacimientos a muy baja profundidad, y con sus pequeños cuerpos son los que caben mejor por los recovecos.

Muchos de estos niños mueren víctimas de horribles desprendimientos de tierra. Y se quedan ahí enterrados. Lo que no han querido las empresas que fabrican aparatos con coltán es que eso se supiera. Yo he vivido dos décadas en África y algo había oído. Hay fotos de esa barbaridad: niños semiesclavos respirando polvo mientras llueve a mares o se los lleva la riada. Eso es un infierno. Han llegado cientos de miles de refugiados y aquello es un desastre.

Yo me pregunto: ¿cómo en el siglo XXI toda nuestra tecnología depende de que haya un niño dando martillazos a una piedra y a un pedazo de tierra que se le viene encima? ¡Esto es de locos! Todos recordamos a tutsis y hutus matándose a machetazos, no olvidamos las iglesias quemadas con toda la gente dentro, ni a los niños perseguidos, con los brazos y narices cercenados. 700,000 desplazados y ya casi cinco millones de muertos ¡por el maldito coltán y para que nosotros tengamos una vida más cómoda!

No paramos la guerra porque las grandes empresas y gobiernos no quieren que se pare. Si se paraliza la guerra no se hace negocio con el coltán. Se quedaría en el Congo. Quien controle el coltán controlará nuestra vida”.


Reflexiones desde El Salvador

1. No es posible leer textos como éstos sin sentirse mal, pero alguno podrá preguntarse por qué fijarnos en el Congo cuando en El Salvador también vivimos en medio de gravísimos problemas. Y además, poco podemos hacer. La respuesta es: “por pudor”. No se puede ser humano, ni en El Salvador ni en Roma, si no hacemos hoy central el dolor del Congo.

Y también por un mínimo de honradez. En los peores años de represión contra el pueblo salvadoreño, se levantaron voces en Estados Unidos y en Europa para dar a conocer nuestra tragedia y ofrecernos solidaridad. Poco podemos hacer desde aquí, pero al menos difundamos lo que está pasando en el Congo.

2. Por lo que toca a la UCA, ahora que recordamos a nuestros mártires jesuitas sería irresponsable no recordar a los jesuitas del Congo y sus mártires. Un jesuita, Christophe Munzihirwa, arzobispo de Bukavu, fue asesinado en 1996 por defender a cientos de miles de refugiados. Lo llaman “el san Romero de África”.

Ahora recibimos este mensaje de Ferdinand Muhigirwa, jesuita congoleño, director del Centro de Estudios para la Acción Social que clama desde Kinshasa. Nos recuerda las palabras de nuestros mártires. Y nos sentimos hermanos. Y nos acordamos también del Padre Arrupe, cuando nos exigió a todos “la lucha por la justicia”, pagando el precio necesario. 49 jesuitas han sido asesinados desde entonces en el tercer mundo. Y el mismo Padre Arrupe sufrió fuerte persecución al interior de la Iglesia.

3. La realidad del Congo desenmascara la falsedad del “mundo de abundancia, civilizado y democrático”, lo acusa y lo juzga. Casaldáliga escribe: “África ha sido llamada el calabozo del mundo, una Shoá continental”.

Nuestro amigo Luis de Sebastián ha escrito un impresionante libro con el título: “África, pecado de Europa”. Bueno y necesario es recurrir al lenguaje religioso de “pecado”. No es políticamente correcto, pero el lenguaje civil, correcto y democrático, no ha descubierto una palabra equivalente. En teología, “pecado” es “lo que da muerte”. Dio muerte al hijo de Dios y sigue dando muerte a millones de hijos e hijas suyas. 

4. Por coincidencia, escribimos estas páginas en el tercer aniversario de la muerte del Padre Jon Cortina.

En el salmo hemos rezado: “En el consejo de los dioses se levanta Dios y los acusa: “¿hasta cuándo juzgarán inicuamente? Juzguen a favor del débil y del huérfano; hagan justicia al humilde y al indigente; liberen al débil y al pobre y arránquenlos de las manos de los impíos”.

Es el juicio de Dios ante la guerra de El Congo contra los dioses, imperios, transnacionales, medios de comunicación.

5. Y permítanme una reflexión personal. Yo me enteré que había una guerra en el Congo hace unos diez años. No sabía lo que era el coltán, ni para qué servía. Y menos sabía de los criminales manejos de occidente para conseguirlo.

De todo ello no me enteré ni en la UCA, ni en mis visitas a Estados Unidos y Europa. Me lo contaron sencillas religiosas que vivieron las tragedias de Ruanda y Burundi, y trabajaron en los campos de refugiados de Bukavu, el Congo. Me abrieron los ojos.

Y les he visto trabajar en comités de solidaridad en toda España, con suma sencillez, con medios muy limitados, pero con gran lucidez y amor. Publican Umoya, revista sobre la realidad actual de África. Siguen adelante. Y son las que más saben de África.

Me recuerdan las palabras que le escuché a Joe Moackley, congresista por Massachussets, cuando venía a defender a los campesinos salvadoreños de la represión del ejército gubernamental: “cuando tengo que votar en el Congreso sobre nuestra política en algún país del tercer mundo, para informarme no me pongo en contacto con nuestras embajadas, sino con religiosas que trabajen allí. Son las que más saben”.

6. Con el coltán se hacen misiles, teléfonos celulares y hasta juguetes. Cuando los usemos recordemos a los 5 millones que han muerto en esta guerra, y recordemos a gentes como Ferdinand Muhigirwa, que nos mantiene en la verdad y en el amor.

7. A las personas a las que he visto mantener la esperanza para el Congo son las religiosas que han estado allá. No son ingenuas, pero con cariño y admiración recuerdan la bondad que han visto.


Jon Sobrino

DE PARTE DE PABLO, FELICES FIESTAS

    Por Dolores Aleixandre

En su tiempo no se habían inventado los nacimientos, ni los crismas, ni la misa del gallo, ni los regalos de empresa, ni los valores tradicionales de la Navidad y, además, a él no se le daba bien, como a Lucas o a Mateo, lo de escribir relatos sobre la infancia. Pero llevaba el nombre de Jesústatuado a fuego en su corazón y las cosas que decía de él son un vendaval que nos arrastra con su fuerza en Navidad:

“… Envió Dios a su hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley ” (Gal 4,4). Sin nimbo dorado, dignidades, poderes o títulos sacrales. Desprovisto de influencias, de respaldos y de estudios superiores pero experto en amparar y dar cobijo a las vidas maltrechas de tantos hombres y mujeres. Sometido a la precariedad, al calor y al frío, al cansancio, al sudor y al sueño. Sujeto a la vecindad de nuestras contradicciones, a lo imprevisible de nuestras reacciones, a lo intermitente de nuestros compromisos. Vulnerable ante la descalificación y la censura. Traído y llevado por los vaivenes de la economía y las regularizaciones de empleo, obligado a emigrar como tantos otros; expuesto a cualquier saqueo, usura o expolio.

“… Apareciendo en todo como un hombre cualquiera, tomó la condición de esclavo ” (Fil 2,7). Nadie le llamará nunca “Eminencia”, “Santidad” o “Ilustrísima”. Domiciliado del otro lado de la valla, mezclado con los que no pueden ocultarse de los radares anti-patera, afectado junto a tantos otros por los expedientes de crisis, las deslocalizaciones de capitales, las regulaciones de empleo, el Euribor y el Ibex 35. Haciendo cola como uno más en el centro de salud; volviendo a casa de madrugada después de haber echado siete horas limpiando oficinas; vendiendo La Farola bajo la lluvia o durmiendo en un sofá en el pasillo de un piso compartido con otras 13 personas y un solo baño.

“… Siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza ” (2Cor 8,9). Tercamente empeñado en que desaprendamos nuestro viejo lenguaje de siempre, atrapado por las apariencias de las cosas, para adentrarnos en esa manera de hablar suya, en la que casi nada coincide con lo que nosotros pensamos y que a todo le da la vuelta, poniendo lo de arriba abajo y lo de abajo, arriba. Inaugurando ese galimatías al que tanto nos resistimos de que la pobreza enriquece, las pérdidas son ganancias, los insignificantes resultan ser los que importan y los que de verdad tienen suerte no son los que enseñan sus casas fastuosas en las revistas del corazón, con cara de que a ellos esto de la crisis ni fu ni fa.

“… Olvidando lo que dejo atrás, continúo mi carrera por si consigo alcanzar a aquel por quien he sido alcanzado “. (Fil 3,12). No viene a establecer principios, imponer normas, proclamar dogmas o corregir errores. Viene a alcanzarnos allí donde estamos y a abrazar nuestras heridas, viene a contarnos historias de pastores que buscan y de hijos que vuelven a casa. Viene a querernos tal como somos y a ponerse a nuestro lado para llevarnos más allá de donde estamos, hacia esa vida buena y abundante de la que afirma poseer el secreto. Nace a la intemperie para que ninguna puerta cerrada le separe de nosotros y para que todos nuestros miedos se disuelvan en contacto con su carne frágil de niño. Va a morir fuera de los muros de la ciudad y desde entonces todas las periferias guardan la huella de su presencia de Resucitado.

Estáis llamados a la comunión de vida con él ” (1 Cor 1,9) afirma Pablo con rotundidad. Navidad es el mejor punto de salida para emprender de nuevo nuestra carrera, por ver si llegamos a alcanzarle.

(Fuente: revista Alandar, nº 253 - diciembre 2008)

Dolores Aleixandre es religiosa del Sagrado Corazón y teóloga