sábado, 30 de abril de 2011

FALLECE EL ESCRITOR ARGENTINO ERNESTO SABATO

El autor de 'El túnel' ha muerto en su casa a los 99 años de edad

Soledad Gallego-Díaz

Ernesto Sabato, el gran escritor argentino autor de Sobre héroes y tumbas y El túnel, pero también el hombre atormentado y horrorizado que presidió la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) ha fallecido en la madrugada de hoy sábado, dos meses antes de cumplir 100 años. Sabato, que iba a ser objeto mañana de un homenaje en la Feria del Libro de Buenos Aires, padecía una bronquitis que no pudo superar, según ha anunciado su compañera Elvira González Fraga. El velatorio se realizará en la localidad de Santos Lugares, muy cerca de la capital porteña, donde tenía su domicilio.

Descendiente de padre italiano y madre albanesa, Sabato está considerado como uno de los grandes de la literatura latinoamericana no solo por sus novelas, incluida Abaddón el exterminador, sino también por su amplia obra ensayística sobre la condición humana. Obtuvo el Premio Cervantes en 1984, ocasión en la que pronunció un discurso en el que describió a El Quijote como "un simple mortal, tierno desamparado, andariego, el hombre que alguna vez dijo que por la libertad, así como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida".

Sabato tuvo también una vida andariega, marcada por la literatura y por su compromiso ético que le llevó al final de su vida a declararse mas cercano al "anarco-cristianismo" que al activo comunismo de su juventud. El escritor empezó su vida profesional como físico, en Zurich (Suiza), pero muy rápidamente comenzó su actividad literaria y su amistad con el Grupo Sur, donde conoció a Victoria Ocampo y a Jorge Luis Borges, con quien mantuvo siempre una relación conflictiva pero que dio origen, en 1976, a un hermoso libro titulado Diálogos con Jorge Luis Borges.

Su primera gran novela, El túnel (1948), un agudo ensayo psicológico, lleno de ironía, pero también de amargura y del pesimismo que marcaría toda su obra posterior, le proporcionó un inmediato reconocimiento no solo en Argentina sino internacional. Su segunda novelaSobre héroes y tumbas, que incluye su estremecedor Informe sobre ciegos, le confirmó como un autor extremadamente original y le colocó entre ya entre los autores mas grandes en lengua española.

La vida y la importancia de Ernesto Sabato, no se comprende sin su faceta de luchador por los derechos humanos y su compromiso contra la dictadura militar que gobernó Argentina entre 1976 y 1983pese a que en los primeros meses del golpe participó en una comida con el general Jorge Videla, a la que asistió también Jorge Luis Borges. Sabato cambió de opinión al conocer los continuos asesinatos y abusos contra los derechos humanos que protagonizaba la dictadura y, como ha recordado la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú, "firmó todas las peticiones que pudo reclamando la aparición con vida de quienes habían sido secuestrados".

Terminada la dictadura, Ernesto Sabato recibió el encargo del primer presidente democrático, el radical Raúl Alfonsín, de formar parte de la recién creada CONADEP. El equipo de investigación de la Comisión recogió el testimonio y documentó minuciosamente 8.960 desapariciones y la existencia de 340 centros de detención ilegal y tortura. El informe titulado "Nunca Mas", pero conocido también sencillamente como Informe Sabato, fue entregado a Alfonsín en un acto inolvidable para la inmensa mayoría de los argentinos, el 20 de septiembre de 1984, y dio origen al procesamiento y condena de los máximos responsables de las juntas militares de la dictadura, que fueron enviados a la cárcel. Sabato se opuso siempre a las leyes de Punto Final y a los posteriores indultos concedidos por el peronista Carlos Menem.

Ernesto Sabato sufrió durante años una fuerte depresión y pasó sus últimos días recluido en su domicilio, sin escribir prácticamente pero pintando, su segunda vocación artística, que siempre supo compaginar con la literatura. "La razón no sirve para la existencia", afirmaba. No quería que se le encasillara en ninguna tendencia literaria: "Tengo con la literatura la misma relación que puede tener un guerrillero con el ejército regular". Sabato afirmaba creer en el hombre, "a pesar de ser el animal más siniestro. "La vida es tan corta y el oficio de vivir tan difícil, que cuando uno empieza a aprenderlo, hay que morirse", se quejaba.



viernes, 29 de abril de 2011

CARTA DEL PROFESOR FRANCIS DELPERÉE AL PRIMADO DE BÉLGICA


CARTA A MI OBISPO
Francis Delperée

Monseñor,

No está en nuestras costumbres el escribirnos. Desde hace cuarenta años, nuestros caminos se han cruzado. En la facultad de derecho de Lovaina o con ocasión de innumerables acontecimientos que salpican la vida política, cultural o social de nuestro país. Sin olvidar las emisiones de radio o de televisión de las cuales uno y otro somos aficionados.

Habitualmente es cara a cara que tenemos la ocasión de intercambiar nuestras opiniones. Cuando es necesario, nos decimos nuestras cuatro verdades. De manera cortés, por supuesto, e intentando comprender las observaciones o las maniobras del otro. En este día en que los cristianos celebran la Resurrección, me permito alterar nuestras costumbres. El tiempo primaveral, e incluso estival, habría podido incitarme a perderme en la muchedumbre de Pascuas. No lo hice. Preferí la compañía de un televisor. A las trece horas, en la RTBF, asistí, pasmado, a su entrevista con Thomas Gadisseux.

Mi sorpresa fue inmensa. Lo que me incitó a tomar la pluma. ¡Es más fuerte que yo! ¡Debo escribírselo! Me veo obligado a decirles – a usted, Monseñor, así como a sus colegas en el episcopado - tres cosas. Uno: el discurso que la Iglesia dirige hoy a los fieles y, más ampliamente, a Bélgica y al mundo, suena falso. Dos: dista mucho de responder a la expectativa legítima del común de los mortales. Tres: más grave aún, y peso mis palabras, no se inscribe en la perspectiva de una transmisión correcta del mensaje evangélico.

Como puede constatarlo, no me pongo guantes. Pero lo hago sabiendo que le gusta el debate, incluso rudo. Si el exordio no le ha movido a ignorar el resto de mi carta, permítame que desarrolle los argumentos.

1. El discurso suena falso

El domingo de Ramos, usted se había negado a todo comentario sobre el asunto Vangheluwe (Ex-obispo de Brujas, que abusó de un sobrino). No tenía en cuenta la presión mediática que llovía sobre sus espaldas. Hablaría, precisó usted, en el momento que elegiría usted mismo. Es decir: después del oficio pascual.

Algunos Maquiavelos, entre los cuales - lo confieso – me encuentro, se imaginaron inmediatamente que, ocho días más tarde, usted iba a ejecutar el “golpe infalible”. Y reducir así al silencio a los inoportunos. Se podía suponer que el Vaticano se habría expresado entretanto. Y que usted iba a poder referirse a decisiones sabias al mismo tiempo que firmes. Su silencio se explicaría después del golpe. A la justicia romana le era necesario un tiempo para deliberar con conocimiento de causa.

En realidad, absolutamente nada de esto sucedió. La entrevista de este domingo hace “paf”. Nada de nuevo, ni de Roma ni de otra parte. Su mutismo durante la Semana santa aparece como un capricho.

Añado que el método de argumentación que ha utilizado en ese momento no es digno de usted. “No he visto el conjunto de la entrevista. Tengo otras quehaceres.” Lo cual me hace pensar en las respuestas apuradas de los centenares de estudiantes que usted ha interrogado en Lovaina-la-Nueva y que creen salir de un aprieto pretextando no haber revisado una parte de la materia. ¿No hay ni magnetoscopios, ni ordenadores en Malinas? ¿Y no consulta nunca Youtube?

Y además, es doloroso decirlo así, ¿se ha dado cuenta usted, el favorito de los medios de comunicación, que la entrevista del 24, en la RTBF, se parecía, hasta en su puesta en escena, a la del 14, en la VT4? Un eclesiástico a la defensiva ante un periodista. El escenario sólo podía terminar mal.

2. El discurso es inadecuado

Le escribo también, Monseñor, para decirle que, en las circunstancias del momento, los católicos, y los no católicos, no esperan solamente palabras, bien o mal elegidas. En total franqueza, me atrevo a recordarle que el propio Verbo {divino} se hizo carne. Que, durante su vida terrestre, realizó actos. Y que éstos guardan sentido aún hoy.

Es necesario efectuar gestos, no por el placer de perderse en demostraciones, sino con el fin de hacerse comprender. Gestos proféticos. En el “Pequeño abecedario político” que publico estos días, me permito recordar este episodio. “Cuando en 1970, en Varsovia, Willy Brandt pone una rodilla, e incluso las dos, en tierra, delante del monumento creado en recuerdo de las víctimas del nazismo, no tiene que pronunciar un discurso. Su cuerpo y su espíritu hablan por él y por el país del que es el representante eminente.”

Con esta pregunta {sobre los gestos esperados}: ¿La Iglesia de Bélgica no está en condiciones de encontrar los comportamientos adecuados? Se me dirá “Eso es fácil, es cómodo. Yo digo solamente una palabra, mejor: hago solamente un gesto y seré curado, como se dice en el oficio”. Para tener en cuenta la pobreza de nuestras palabras y para expresar respeto por la amplitud del desastre, deberían efectuarse gestos particulares de arrepentimiento. Serían testimonio de los valores evangélicos que los cristianos, incluidos los de la base, persisten en compartir.

Es necesario también efectuar gestos humanos. Son los de la solidaridad, incluida la solidaridad financiera – hay que ser claro. La comisión constituida en la Cámara de Representantes les ha enviado sugerencias precisas y concretas. Deben ser examinadas con la debida serenidad. ¿Pero sus expertos no podrían adoptar el ritmo de los tiempos modernos y no dar la impresión de que tienen ante ellos la eternidad? En el medio de los juristas especializados, el consejero que pide dos meses antes de dar una opinión sobre un tema delicado es marginado de la profesión por incompetencia.

3. El discurso va en contra del mensaje evangélico

Como usted, seguramente, yo oigo a las puertas de algunas iglesias un mensaje asombroso. “Compasional”. No por las víctimas sino por los abusones. ¡A todo pecador misericordia! ¡Que el que nunca haya pecado le lance la primera piedra!

Supongo que usted no acredita semejantes discursos. El Evangelio de Mateo no tiene palabras bastante duras para los escribas y los fariseos. Les promete nada menos que el fuego de la gehena. No es una cuestión ni de derecho penal, ni de derecho canónico. Es un problema moral. Trátelo como tal. Con todas sus consecuencias, incluidas - lo repito - : las financieras. “El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”, dice la Biblia. No soy uno de sus exégetas más informados. Constato que, en un reflejo de realismo, Mateo deja entender que el hombre, en particular el hombre herido, vive también “de pan”, es decir, de las ayudas materiales y morales que los miembros de la comunidad deben garantizarle. Sin reserva.

No querría encontrarme en su lugar. Usted accede al cargo supremo en el seno del episcopado en un momento en que la Iglesia de Bélgica está prisionera en la tormenta. Y es sólo un eufemismo. Resitúese. Hable como Pastor y no como un “mánager”. Exprésese simplemente, sin dejarse tentar por el placer de la dialéctica. No haga derecho sino moral - es un jurista quien se lo dice.

Conjeturo que los días que vienen no serán de los más cómodos y que el hombre de Brujas atormentará aún algunas de sus noches. No dispongo de consejo que pueda darle. Pero me parece, al margen de toda consideración canónica, que dos normas de conducta se imponen: la firmeza frente a los descarriados y la solidaridad en favor de las víctimas.

Francis Delperée es miembro de la Academia real de Bélgica y del Instituto de Francia (Academia de ciencias morales y políticas); es también doctor honoris causa de las Universidades de Aix-en-Provence, Atenas, Ginebra, Ottawa, y Szeged.

Francis Delpérée es abogado honorario del Colegio de Abogados de Bruselas y fue asesor en la sección de legislación del Consejo de Estado de 1985 a 2004; ejerció numerosas responsabilidades y constituye, desde hace años, una de las figuras emblemáticas del derecho público belga. “La lista de sus títulos y funciones lo ilustra ampliamente: Francis Delpérée, cuyo acceso al emeritado celebró nuestra universidad el viernes 5 de octubre del 2007, es una personalidad fuera de norma”.

Es profesor emérito de la Facultad de derecho de la Universidad católica de Lovaina (UCL) y antiguo decano de esta Facultad. Pedagogo fuera de serie, ha dejado huella en varias generaciones de estudiantes y ha contribuido de manera excepcional a hacer progresar la ciencia del derecho constitucional, tanto en Bélgica como en el extranjero. Viajero científico infatigable, es iniciador y animador de múltiples proyectos jurídicos innovadores.

Es el autor de un Tratado sobre “El derecho constitucional de Bélgica”, de varias obras – entre ellas: Crónicas de crisis, Los derechos políticos de los extranjeros, El contencioso electoral, El planteamiento ciudadano, El federalismo en Europa, Cuaderno de campaña, La Constitución de 1830 a nuestros días, e incluso más allá - y de numerosos artículos sobre los problemas de organización y funcionamiento del Estado.

Además de las numerosas obras y artículos de las que es Autor, el profesor Francis Delpérée se aplicó, con el talento pedagógico que lo caracteriza, a ilustrar a sus conciudadanos sobre las cuestiones institucionales de actualidad. Lo hizo y lo sigue haciendo tanto a través de la radio, de la prensa escrita, de la télévisión y de las conferencias, “que no se ha negado nunca a dar”, como a través del lenguaje audiovisual de Internet.

Con ocasión de su emeritado en la UCL, en 2007, fueron muy numerosas las personalidades de los mundos jurídico, político y periodístico que respondieron a la invitación y que le rindieron homenaje en Lovaina-la-Nueva, al término de la rica carrera universitaria que fue la suya. La espléndida obra de homenaje (Ediciones Bruylant) que le ofrecieron sus colegas y amigos fue presentada durante esta fiesta, que tuvo lugar el viernes 05/10/2007.

El Miércoles 25 de marzo pasado, la República Francesa lo nombró “Comendador de la orden de las Palmas académicas”

En 1993, el Rey Balduino, que admiraba los talentos pedagógicos del profesor Francis Delpérée y le había confiado la formación jurídica del príncipe heredero, le otorgó concesión de nobleza y el título personal de barón.



martes, 26 de abril de 2011

"DIOS NO CONDENA A NADIE. ¡NI A HITLER!"

ENTREVISTA A ANDRÉS TORRES QUEIRUGA

José Manuel Vidal

Andrés Torres Queiruga es el teólogo de la síntesis. Una síntesis difícil de realizar en determinadas circunstancias, y más en nuestro país, en estos momentos. Un pensador enraizado en Galicia pero abierto al mundo: muy gallego y muy universal. Teólogo y filósofo a la vez. Clásico y moderno, con un IPhone en la mano, después de haber utilizado uno de los primeros ordenadores, el que pesaba más de veinte kilos. Un hombre libre y atado a su conciencia y a su libertad. Empeñado desde hace muchos años en "repensar la fe" y en recuperar las claves actuales de la creencia y de la salvación. Por eso, casi todos sus libros giran en torno a esas dos palabras: recuperar y repensar. Una muestra es la obra que nos presenta hoy, Repensar el mal.

-Andrés, bos días. Encantado de tenerte aquí. Es un placer...Y ya iba siendo hora.

-Bos días (risas). Sí, la verdad es que tenía ganas.

-Por distintos motivos se fue retrasando la entrevista, pero hoy por fin la hacemos. Y vamos a empezar con el libro de Repensar el mal. Editado en gallego (en la editorial Galaxia, en Vigo) y en castellano (en Trotta). Más gordo en gallego y más apretado en castellano...

-...pero es el mismo libro (risas), con distinto tipo de letra.

-¿Cuál es la tesis fundamental? Porque es un libro de fondo...

-Sí. Yo llevaba mucho tiempo preocupado por esto. Ya cuando era estudiante, tuve la intuición de base. Pero las dos palabras esenciales, que tú recordabas, lo fueron siendo inconscientemente: repensar y recuperar. Y al escucharte estaba yo pensando que es verdad, que uno de los neologismos que introduzco (porque la acción de repensar exige nuevas palabras, para poder vestir los pensamientos que intentas...) es el de hablar de la "vía corta de la teodicea". Porque el mío va a ser un repensamiento bastante radical del problema, pero al mismo tiempo reconozco que hasta ahora la gente se ha arreglado bastante bien, con la antigua lógica con la que se pensaba el mal.

-¿Cuál era esa lógica?

-Ahora voy a decirlo...Porque, indudablemente, hoy nos damos cuenta de que decir que Dios es omnipotente, bueno, que nos quiere infinitamente y que podría acabar con el mal del mundo, hacerlo perfecto...pero que no quiere, es una contradicción.

-No quiere porque decíamos que así coartaba nuestra libertad...

-O porque era un misterio, o mil cosas. Pero, realmente, eso no vale. Si yo tengo un amigo que está en el hospital y me dice que él podría, con sólo querer y sin trabajo, acabar con todo el sufrimiento del hospital, pero que tiene motivos para no querer...
Si yo pensase que Dios eliminase todo el mal del mundo sin que le costara trabajo ninguno, y no lo hiciera......no podría afirmarlo.

-Es la pregunta que se hace mucha gente ante las grandes catástrofes: Si Dios es tan omnipotente como decimos, ¿por qué no ha parado el tsunami de Japón?

-Y fíjate que el Papa, que es un buen teólogo, cuando llegó a Auschwitz, con buena voluntad, pero se preguntó dónde estaba Dios, por qué consintió eso.
Si eso fuese verdad, el ateísmo tendría razón. Porque, dándole la vuelta a esa frase, si Dios estuviera presente y no lo consintiera, no existiría Auschwitz ni el Holocausto. Luego a Dios habría que llevarle al Tribunal de la Haya.
Naturalmente, ni el Papa ni nadie han pensado así. Pero es cierto que, durante mucho tiempo, en esto no se ha percibido la contradicción. Me preguntabas por qué... Porque había una lógica más honda, la lógica de la confianza: la fe cristiana, la tradición de un Dios bueno, de un Jesús que entrega su vida por todos... Eso de "yo no puedo dar razones contra el mal, pero sé que eso no puede tener nada que ver con Dios". Esa tesis, en el fondo, es la que está dentro del relato del Paraíso.
La confianza tan radical en Dios de la sociedad se admitía porque el ateísmo (que es un fenómeno de los siglos XVIII-XIX) no existía culturalmente. Dios era una evidencia: estaba ahí y se sabía que era bueno; entonces, si existía el mal, alguna razón habría. Si le ponían la objeción, o se la saltaban o la veían muy superficialmente...

-¿Y eso se rompe en algún momento?

-Al llegar la modernidad. Al llegar la "era crítica", que dice Kant, ya no toleramos contradicciones y nos atrevemos a juzgar. De hecho, la cultura llevó la idea de Dios al tribunal de la razón, y a partir de ese momento, sí que fue necesaria una "vía larga".

-Que es lo que tú haces, la vía que tú recorres

-Exactamente: repensar y recuperar... Le dedico un largo capítulo a la confianza de la "vía corta". Hay una frase que dice "yo parto del amor". Porque creo que de lo único que podemos estar seguros respecto a Dios en teología es que nos ama infinitamente, sin condiciones, y que es nuestra salvación.
Si yo aplico esta lógica asumiendo que aun así hay mal, es que el mal no se puede evitar. Si entro en una casa y escucho a un niño rabiando de dolor en su cama, y veo a su madre, sé que la madre no puede evitar el dolor de su hijo; que si pudiera, no lo permitiría. Pero es imposible que lo evite.
Isaías capta esta lógica auténtica, la lógica del amor: "¿Podrá una madre olvidarse del hijo de sus entrañas? Aunque ella se olvide, yo no me olvidaré". Esta es la lógica que durante la tradición hizo posible tragarse la contradicción de la teodicea al uso, de la cual Kant dijo que había fracasado.
Yo siempre digo que la teodicea se hace -en general, así lo hacen todos los autores- con presupuestos antiguos y se critica con razones nuevas. Y lo que quiero es hacer ver que hay que revisar esos presupuestos antiguos para que la cultura actual, la que pone objeciones, pueda responder desde el mismo nivel. Eso es la "vía larga".

-¿Qué tratas de demostrar con la "vía larga"?

-El libro tiene un subtítulo: "de la ponerología a la teodicea". Un palabro griego que significa "malo". Ponerología es un tratado del mal. Ahí parto de una evidencia: el mal es un problema humano, no inmediatamente religioso. Seas creyente o ateo, vas a tener crisis y enfermedades, y vas a morirte. Los niños de los creyentes y los de los ateos nacen de la misma forma...Porque el mal es un problema humano, que nos afecta a todos, y hay que tratarlo como tal.
Hay que hacer un tratado del mal a nivel filosófico, humano, previo a la respuesta o no-respuesta religiosa. Por eso es ponerología, un tratado que prescinde de si eres creyente o ateo.

-Antes decíamos que el mundo era finito.

-Y finito es (risas). Esa es la clave en que yo me apoyo. Si yo pregunto por qué hay mal en el mundo, por qué existe, la respuesta es que el mundo produce mal. Si yo tengo un dolor de estómago, enseguida pienso que tengo una úlcera. Hay dolor en el mundo. Hay mal.

-¿Porque el mundo está mal hecho?

-Vamos por pasos, que con los problemas hay que ir poco a poco. Lo primero es que el mundo produce mal. Lo segundo, que todo mal parece tener una causa en el propio mundo... Hoy, que acabamos de padecer el tsunami en Japón, es algo evidente: hemos ido a la tele y nos hemos preguntado por qué se produce el tsunami. Porque hay un terremoto, porque hay fallas tectónicas...Es decir, que automáticamente nosotros, ante un mal tremendo, pensamos que el mundo lo ha producido.
Y esto es algo que ha cambiado. Porque, con el terremoto de Lisboa, lo que se pensó fue por qué Dios lo permitió. Es un cambio radical de cultura: todo lo que a nivel empírico se produce en el mundo, tiene una causa dentro de él. Por eso el S.XIV, con la peste negra, se llenó de procesiones; el XX y el XXI, con el SIDA, se llenó de laboratorios, porque sabemos que el virus no viene de Dios ni del demonio, sino que tiene una causa dentro del mundo.
Y esto a la ciencia le basta. Para un médico, como médico, el problema del mal se queda ahí: Hay enfermedades, descubro su causa, encuentro el remedio si puedo, y se acabó, como médico, mi problema del mal. Pero el mismo médico, en cuanto persona -como filósofo- se pregunta si no podría existir un mundo sin mal.
Que el mundo produce mal es evidente. Pero si fuera posible uno en el que no se conociese mal alguno, todos estaríamos libres de padecerlo.

-Y al mundo que produce mal, la ciencia lo está acotando poco a poco...

-Sí, pero no del todo. Mal habrá siempre. A veces la gente joven se me enfada cuando lo digo, pero ha sido así siempre: lo hay y lo habrá.

-¿Y por qué? ¿Por qué no puede haber un mundo sin mal? ¿Por qué es imposible pensar un mundo así?

-A todos, desde pequeñitos, nos han metido mitos en la cabeza. Nos han hablado del Paraíso, y entonces el mundo parecía poder ser perfecto. Pero eso es una contradicción: si fue tan perfecto, ¿por qué cayeron tan pronto?
Si buscamos la raíz última del mal, yo creo que la encontramos en la finitud: lo finito, como tal, no puede ser omnicomprensivo, ni tener todas las perfecciones, sino que tiene carencias y va a tener choques con otras realidades finitas. Cuando nosotros examinamos la realidad, cualquier mal que vemos ha sido un choque de realidades finitas, o simplemente una carencia: si tengo hambre, es que me falta algo que, si yo fuera infinito, tendría. Esto, llevado al sentido común, es lo que dice la gente, cuando asegura que no se puede hacer una tortilla sin romper los huevos.

-Nunca llueve a gusto de todos.

-Pero la vida es buena.

-¿Incluso el mal inocente?

-Incluso ese mal inocente. El niño que cae enfermo, cae enfermo, porque se ha contagiado de un virus, o lo que sea. También la causa del mal del inocente está producida por el mundo. Los animales también sufren...

-Luego el mundo es finito y producirá siempre mal.

-Claro. Y esto lo hemos intuido siempre: no se puede estar en la procesión y repicar las campanas. O, como dice un profesor mío, no se puede sorber y soplar al mismo tiempo. A nivel filosófico, lo dijo muy bien Spinoza: toda determinación es una negación. Si tú eres un hombre, lo cual es estupendo, no puedes ser mujer, que es también estupendo. No puedes ser las dos cosas al tiempo, por eso un círculo no puede ser un cuadrado. Es una imposibilidad metafísica: el hecho mismo de ser circular impide la posibilidad de ser cuadrado. Es incompatible.

-¿Y el salto a la teología?

-Un momento (risas), que voy por pasos. Y a donde quiero llegar es a poder pensar, no a imaginar. La imaginación produce infinitos: el niño cree que todo es posible pero, cuando lo piensas y, de hecho, miras la evolución del mundo...o el crecimiento de una persona. ¿Hay algo más maravilloso que unas manos? Peléate con el león. Y dile al león que coja un bolígrafo y escriba...
Al determinar, niegas otras posibilidades. Y por eso los grandes dueños de las utopías, o acaban en catástrofe, como las modernas, o reconocen que son imaginaciones. El mismo Marx, en su entusiasmo humanista de buscar la sociedad perfecta, donde por la mañana irías a cazar y por la tarde a descansar, comprendió que no, que el mundo jamás va a ser así de perfecto.

-Pero se puede intentar mejorar.

-Claro, lo que podemos hacer es mejorarlo. Y aquí es donde entra la religión, el salto a la teología que decías. Como a otros muchos, toda persona va a enfrentarse en su vida al problema del mal. Y toda persona tiene una respuesta a este problema. Incluso hay inventado otro palabro: pisteodicea ("písteos" es "fe", exposición de la fe). En el sentido filosófico y relacionado con el mal, la tiene Sartre, que dice que hay mal en el mundo, luego el mundo produce náuseas, es un asco. Camus piensa que el mundo es absurdo y Sísifo va a estar siempre subiendo la piedra que luego va a volver a caerse... Tenemos que imaginarnos que su respuesta es que, en un mundo contradictorio, él salva su dignidad afrontándolo, aunque sepa que su lucha es absurda. O Schopenhauer: si el mundo es absurdo, lo mejor sería parar.
Y el mal también tiene respuesta religiosa. Hay distintas pisteodiceas. Como creyente, ya como teólogo cristiano, yo tengo una respuesta apoyada en Dios, por lo que hablamos de teodicea: justificación de Dios. Pero él no necesita justificaciones: lo que justificamos es nuestra idea de Dios.
Yo tengo que responder al que me pregunta cómo puedo creer en ese famoso Dios bueno y omnipotente...El dilema de Epicuro en el S.IV a. C.: O Dios quiere y no puede eliminar el mal del mundo, y entonces no es omnipotente, o puede y no quiere, y entonces no es bueno. ¿O ni puede ni quiere?
Este dilema, a nivel lógico, es tremendo. En la "vía corta" lo rompe la confianza: uno sabe que no sabe contestar, pero que alguna razón tendrá Dios que tener, porque él es bueno, porque es Dios.
Es curioso que Lactancio, que reproduce el dilema de Epicuro, lo toma tan a la ligera que acaba diciendo que, si no hubiera mal, no distinguiríamos el bien del mal, y por eso vale la pena que haya mal en el mundo...Una respuesta que hoy no satisface ni a un niño. Pero ellos vivían en la "vía corta", vivían esa fe. Nosotros, ahora, desde la crítica, tenemos que responder. Por mi parte, de lo único que estoy seguro es que Dios es amor, es infinitamente bueno.

-¿Y cuál es tu respuesta?

-Aquí entra la consecuencia de la ponerología. Hemos dicho que no existe la posibilidad de un mundo sin mal, que sea perfecto. Entonces, no tiene sentido preguntarnos por qué Dios no ha hecho un mundo perfecto. Sería como preguntarnos por qué no hace un círculo cuadrado. El dilema de Epicuro tiene trampa, aunque él no cayó en la cuenta: es una pregunta sin sentido porque está dando por supuesto, como lo hace todavía mucha gente, que es posible un mundo perfecto.
En las clases y en mi libro pongo este ejemplo: como el problema es muy difícil, vamos a dividir la clase en tres mitades, para discutirlo. Entonces siempre se produce cierto movimiento, la gente empieza a levantarse...Y uno dice que un poco de cuidado: cae en la cuenta de que he dicho una tontería, porque dividir una clase en tres mitades es imposible. Estoy hablando sin decir nada. Y si a mí me dicen "Ya, pero Dios podría", digo que no se trata de si puede o no, cuando lo que estás diciendo ya carece, de por sí, de sentido.
Por lo tanto, no estoy diciendo que existe algo que Dios no puede hacer: simplemente niego una contradicción. Si el mundo no es perfecto, no puedo esperar que Dios lo haga, no puedo pretender que divida la clase en tres mitades.

-De acuerdo.

-Pero con esto no eliminamos totalmente el problema, porque queda una pregunta. Dios sabía que al crear el mundo no creaba un Dios, porque el mundo era finito. Y si era finito, en el mundo iba a haber mal...Y a medida que vamos avanzando en la vida, nos damos cuenta de que ésta tiene muchas alegrías -yo no soy pesimista-, pero también muchas durezas y tragedias. Queda una pregunta: ¿Por qué Dios, sabiendo esto, creó el mundo?
Yo me apoyo en ejemplos. Vamos a preguntárselo a unos padres... Hoy es un problema real para muchos padres la certeza de que traer hijos al mundo supone hacerles pasar enfermedades, crisis, muerte... Les traes a este mundo. ¿Por qué les traes? Si el padre y la madre son auténticos, están seguros de que merecerá la pena, si se vuelcan sobre ellos con todo su amor.

-Aunque haya gente que esté diciendo lo contrario: no tenemos hijos porque no vale la pena. Es más el sufrimiento y el mal que van a padecer que las bondades...

-Por eso digo que no puedo responder al ateo que dice que el mundo es absurdo, que no vale la pena. Yo no soy pesimista: yo creo que la vale y que hay un referéndum en la Humanidad. Que todos, en el fondo, sabemos que vale la pena. Por eso seguimos trayendo hijos al mundo.

-¿No influye también el instinto?

-También. Pero el instinto ya no está solo: ahora tenemos cultura, y estas cosas se piensan y se hablan.
Si Dios te dice que vale la pena, que él va a estar volcado sobre tu vida para apoyarte en la lucha contra el mal, tienes que fiarte de él. Esto permite una lectura de la Biblia que va al núcleo mismo de la Biblia: ¿Cuál es el hilo conductor de la Biblia? Yo diría que la preocupación de Dios por el mal. Fíjate: ¿qué es conocer a Yahvé? Hacer justicia al huérfano y a la viuda, preocuparse del extranjero y del esclavo... ¿Qué encargo deja Jesús de Nazaret? Que nos amemos. Su amar no era una cosa romántica: era dar de comer al hambriento, luchar contra el mal. Creo que Dios no habría creado el mundo si él no viviera volcado en el mundo, si de algún modo no fuese posible librarnos del mal. Un padre y una madre no pueden asegurarle a su hijo que va a ser feliz, que su vida va a ser una vida lograda, pero van a volcarse en intentarlo.

-Luego no le podemos pedir cuentas a Dios del mal. Y, como dices en tu libro, Dios es "anti-mal".

-Claro, es la definición final: Porque Dios nos ha creado por amor -todas las religiones ven a Dios como el que nos acerca a la perfección-, puede librarnos del mal, puede salvarnos. Es el último paso de la teodicea cristiana, el más difícil.
Y puede haber objeción a esta teoría, porque si yo digo que la finitud hace el mal, o hace imposible un mundo sin mal, nosotros que esperamos la salvación, al salvarnos seguiremos siendo nosotros. Por lo tanto, ¿seguiremos siendo finitos? Entonces sería imposible la salvación escatológica.

-Pero salvados ya no seremos finitos. O eso decíamos...

-Un momento (risas). Un autor del que yo he aprendido mucho, hace un planteamiento parecido al mío, que es por donde estás apuntando. No usa mis palabras porque no lo detalló tanto, pero cuando llega a esta objeción, da marcha atrás. No sabe contestarla. No sabe que puede buscar en la finitud.
Tenemos que darnos cuenta de que, buscando, hemos entrado en una lógica muy peculiar, en la que nos fiamos de Dios y hablamos de la salvación de las personas. Aquí no hay claridad: tú acabas de aludir a que la misma escolástica, cuando hablaba de la salvación, se encontraba con un problema y decía que no podemos mostrar la coherencia interna de manera positiva; que sólo podemos mostrar que no es contradictoria. Podemos mostrar racionalmente que no es imposible que Dios nos salve plenamente...
¿Cómo podemos responder, entonces, a esto, a la mayor objeción? Con experiencias que nos ayuden. Y la primera es que no siempre lo que no es posible en un momento dado deja de serlo más tarde. San Ireneo, que es un teólogo al que yo admiro y quiero mucho, cuando le preguntaban por qué había aparecido tan tarde Jesucristo si Dios nos quería tanto, decía que eso era una insensatez: que una madre no puede darle carne al niñito de dos meses, pero después sí puede dársela.

-Es una buena salida.

-No soluciona totalmente, pero abre la posibilidad de un futuro. Porque también es verdad que el mal lo experimentamos como inevitable en el mundo, pero al mismo tiempo podemos luchar contra él y disminuirlo. El mal es un desafío que podemos vencer.

-Lo experimentamos incluso como inevitable en nosotros mismos...

-En cuanto tienes una enfermedad, te quieres curar. Percibes que el mal es lo que no debiera ser. La cuestión es si algún día podrá llegar a no ser.
La persona es un ser finito, pero con una apertura infinita. Es el misterio de lo humano. Nunca estamos acabados... Aquello de Pascal, de que no hay nada finito que pueda llenar nuestra capacidad de conocer o superar nuestra capacidad de amar. No hay nada.
Nuestra segunda experiencia controlable, por lo tanto, es que tenemos una apertura infinita. La tercera es la experiencia del amor, lo que fascinó al joven Hegel. Él empezó haciendo su filosofía sobre el amor, y luego -una pena-, entró en el espíritu, la razón...y prácticamente lo abandonó. Pero cuando él habla del amor, y lo hace con pasión, dice que es una relación muy curiosa, porque nosotros recibimos la esencia de la persona amada, quien a su vez la recibe de nosotros... Y cuanto más se da, más se tiene. El mismo sentido común lo comprende: todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío. Tú puedes estar a veces más feliz con la alegría de tus hijos que con tus propias alegrías.

-Eso los padres lo vivimos a diario.

-Yo siempre cito algo que me gusta mucho de Tristán e Isolda: llega el momento de la experiencia amorosa y dice Tristán: "tú eres Tristán y yo soy Isolda". E Isolda le contesta: "tú eres Isolda y yo soy Tristán". Esta reciprocidad en el amor, que no anula a la persona, porque cuanto más amas, más eres (cuanto más amas a tus hijos, más José Manuel eres, más padre), nunca disminuye y crea una relación muy especial.

-Además, no lo vives como disminución, sino como crecimiento.

-Claro, al revés. Cuanto más das, más tienes. Esta es la posibilidad que se nos abre desde la fe, que está apoyada en razones. Dios es capaz de entregársenos en esta apertura infinita, de tal manera que nosotros podemos decir, como Tristán e Isolda, que somos Dios, que está en nosotros. Podemos negar la distinción.
En el libro cito un párrafo de San Juan de la Cruz, donde dice que ya en esta vida, en la experiencia de Dios, en la comunión, Dios se entrega de tal manera al alma que el alma es tan dueña de Dios como Dios es dueño del alma. El alma puede darle a Dios a quien quiera, lo mismo que Dios puede darle el alma a quien quiera...
En esta reciprocidad no desaparece nuestra finitud. Pero la comunión con Dios es una infinitud, algo plenificado, libre de mal. Entonces ya todo tiene coherencia: Dios crea el mundo sabiendo que va a existir el mal, nos apoya con todo su amor y nos demuestra que es su gran preocupación a lo largo de toda la revelación, y al final nos asegura que ya ahora podemos vivir esta alegría en la esperanza de que estamos habitados por Dios, por una Vida Eterna, que es la categoría teológica que a mí me encanta, que salta y nunca se apaga. Una vida que aunque puede ser herida, tiene a Dios tan enraizado en ella que queda liberada del mal, como decía San Pablo, que es la muerte, y nos plenifica en la eternidad.

-¿Y qué te pregunto yo ahora, después de esta clase magistral...? (Risas).

-Pregúntame por el último capítulo, que es donde yo trato de repensar ciertas verdades de nuestra fe tomando en serio que Dios es de verdad el "anti-mal".

-Por ejemplo, una de las cosas que me llamó mucho la atención, y eso que ya hay pocas cosas que me sorprenden teológicamente hablando, es tu descripción y tus afirmaciones sobre el infierno.

-Claro...Y sobre el diablo. Es que es una consecuencia inmediata.
Indudablemente, en cuanto al infierno se nos dice algo que creo que hay que recuperar. Porque nuestra vida es una vida humana y libre que tenemos que construir. Y tú, como padre, sabes que una vida que empieza puede hacerlo entrando por el camino del bien o el camino del mal; puede realizarse o desgraciarse... En el Deuteronomio está puesto preciosamente: Delante de ti están el agua y el fuego, la vida y la muerte...tienes que escoger. Por lo tanto, el infierno, el trasfondo del infierno, nos habla de que la vida humana puede arruinarse. No porque Dios la castigue, sino porque nosotros, usando mal nuestra libertad, no acogiendo el amor salvador de Dios, podemos estropear nuestra vida.

-¿Dios no condena a nadie?

-¡A nadie!

-¿Ni a Hitler? Se decía antes que a Hitler por lo menos...

-No. Hay una frase que digo que tiene copyright: Dios, como consiste en amor, consiste en estar amando. Luego Dios no sabe, ni puede, ni quiere hacer otra cosa que no sea amar. En él no hay más que amor y salvación. Por eso, el libro en el que empecé a desarrollar este pensamiento, lo titulé Recuperar la salvación.
De Dios sólo nos llega salvación: Dios no castiga. Nosotros podemos negarnos a acoger su amor, pero pensar que Dios nos castiga, a pesar de las frases de la Biblia, que hay que entenderlas como formas de expresarse, es un error.

-¿Por qué eclesialmente se nos amenazó durante tantísimos años con la teología del miedo?

-Porque la cultura es así: hasta que repensamos las cosas, no nos damos cuenta del fondo, de lo auténtico.
Vamos a seguir pensando: ¿Hasta qué punto nosotros podemos arruinar nuestra vida, si morimos entregados al mal, como sería el caso de tu alusión a Hitler? A mí ya me preocupaba el infierno en Recuperar la salvación. Y me hice este razonamiento: si nosotros somos mortales -como filósofo no puedo decir más que nacemos y somos mortales-, Dios podrá hacernos inmortales; igual que nos ha sacado de la nada, puede regalarnos la Vida Eterna. Es el pensamiento de la Biblia: la inmortalidad como un don de Dios.
Y si la inmortalidad es un don que Dios nos regala, si la acogemos, entramos en ella; si no, acabamos al morirnos. Esta fue la primera solución, mi hipótesis teológica, la cual nunca he obligado a compartir.
¿El infierno es un castigo de Dios? Mi manera teológica de interpretar esto es una teoría que, me di cuenta, tiene mucha presencia en la tradición. Todavía hoy muchos teólogos sostienen que el infierno sería la Muerte Eterna...Yo ya no pienso así. Tengo otra hipótesis que me parece más coherente.

-¿La de las dos partes de la misma persona de Anthony de Mello...?

-Eso es. Él no tenía esta teoría, pero me hizo ver que, en la parábola del Juicio Final, que hay que decir que es una parábola que habla del amor, las ovejas y los cabritos no son dos clases de personas: son dos aspectos de una misma persona. Todos somos un poco oveja y un poco cabrito.

-Algunos más que otros... (risas).

-Bueno, pero creo que no hace falta explicarlo: ciertamente, no hay nadie absolutamente bueno ni nadie absolutamente malo. Entonces, si tomamos esto en serio, dado que Dios sólo sabe amar y no tiene otro interés que salvarnos, estoy convencido de que no hay nadie absolutamente malo. Ni siquiera Hitler. Si pudiéramos ir al fondo de su corazón, pese a todo el mal que hizo -mucho más que bien-, encontraríamos más bondad que maldad. Porque toda persona, en el fondo, busca el bien.

-Ni existe el infierno ni hay nadie condenado...

-Un momento (risas). Pensemos en una persona que muere. En un Hitler, aunque no me gusta hablar de nombres propios porque no tenemos derecho a juzgar... Si no es totalmente malo, está claro que tiene toda una parte, unos aspectos, unas capacidades en su ser que le ha cerrado a Dios, por egoísmo, por agarrarse al mal. En esa medida, Dios no puede salvarle. Pero en la medida en que esta persona mantiene bondad, deseo de felicidad, luz...en esa medida, como Dios no quiere otra cosa, le salvará.
Entonces, para mí el infierno es la pérdida eterna de posibilidades, plenitud y felicidad. Esto es muy serio... Recuerdo que la primera vez que lo expuse en un grupo de teología que tenemos desde el año 70, una persona a la que yo quiero mucho, que es profundamente mística, se horrorizó: "¡podemos perder eternamente!". Empequeñecer unas posibilidades...

-...Claro, porque luego hay una parte que siempre es buena, para entendernos...

-Sí. Estaremos hablando de una persona que eternamente esté menos realizada de lo que podría, porque se ha castigado a sí misma, impidiendo parte del bien de Dios.

-¿La persona opta abiertamente?

-Claro: la persona ha empequeñecido su ser, y no le ha permitido a Dios más que unas capacidades, en lugar de todas sus potencialidades.
Recupero, como ves, el horror del infierno, pero evito lo que a mí me parece una barbaridad, que es pensar que Dios mantenga a gente sufriendo eternamente.
Orígenes y San Agustín, o uno de los dos, ya no recuerdo, se lo preguntaron: ¿puede una madre ser feliz si sabe que su hijo está condenado eternamente?

-¿El infierno es un dogma?

-El dogma es la posibilidad de condenación. Lo que tenemos que repensar es qué significa eso. Hablo de eso en un librito que título Qué queremos decir cuando decimos infierno. Yo creo que es una llamada preocupadísima de Dios para que no entremos por el camino de nuestra destrucción.
Hay una frase que a mí me gusta mucho citar: "Cuánto tiempo necesitará la Teología para comprender que las amenazas divinas que aparecen en la Biblia no son más que la preocupación del amor de Dios". Se está preocupando porque no estropeemos nuestra vida...
Un ejemplo que me gusta poner es la situación de ir por la calle y ver a una madre que le dice a su niñito: "¡¡Si haces eso te mato!!". No nos lo tomamos al pie de la letra, porque la preocupación de la madre no es matar al niñito, sino evitarle un daño.
De aquí se deducen otras cosas: el tema del milagro, la oración de petición...que a mí me preocupan mucho, aunque para ello necesitaría que el tiempo fuera más despacio.

-Claro. Además, el que se haya quedado con la inquietud y quiera saber más, que se compre el libro.

-Eso (risas).

-Llevamos más de cuarenta minutos y ya no pienso hacerte ninguna otra pregunta teológica, porque me das otra clase...

-A mí me gusta hablar de teología.

-Y a mí me encanta escucharte, porque lo haces con pasión. Pero ahora vamos a hacer preguntas periodísticas... (risas). Por terminar la entrevista no quedándonos sólo en el ámbito teológico puro y duro, sino atrayéndonos un poco a la actualidad...¿Con Rajoy la Iglesia estará mejor que con Zapatero?

-No soy profeta ni hijo de profeta. No lo sé, pero creo que la Iglesia nunca debería estar cómoda con nadie. Tiene que coger esa línea roja de la Biblia de la que hablaba, y preocuparse sobre todo de los que sufren, de los que están padeciendo la crisis económica; preocuparse por la justicia, la libertad y la igualdad.
Como no tenemos una política perfecta, la Iglesia tiene que mantener su independencia y estar muy atenta sobre todo a quién sufre en la Humanidad, y en qué medida ella puede ayudar a la política, o criticarla, si fuera necesario, para que haya menos sufrimiento humano.

-¿Desde arriba, como autoridad moral?

-No: desde dentro. Al participar en la sociedad sólo hay que responder con el encargo último y definitivo de Jesús de Nazaret: amar, es decir, preocuparse del que tiene hambre, del que está en la cárcel... Sin alinearnos con nadie, ni Rajoy ni Zapatero. La Iglesia tiene que aliarse con la fraternidad. Esto, si se tomara en serio, es muy exigente. Incluso cambiaría prioridades en la predicación de la Iglesia...
Enlazo otra vez con lo anterior: el pecado no es malo porque le haga daño a Dios, sino porque nos hace daño a nosotros. Lo dice Santo Tomás. Todo lo que la Iglesia diga a la sociedad tiene que ser con el fin de que alguien lo pase menos mal, con el objetivo de ayudar a que tenga una vida menos inhumana.

-¿La beatificación de Juan Pablo II apunta a eso o a otra cosa?

-Yo creo que apunta a otra cosa. No quiero ahora entrar a juzgar a Juan Pablo II, pero creo que es un procedimiento que puede calificarse de arbitrario. Se va a hacer sin consenso de toda la Iglesia y quemando etapas. Creo que lo de santo súbito no es correcto, no se debió hacer así, y que lo que apunta es que hay poca participación en la Iglesia. Y me atrevo a decirlo: la Iglesia necesita democratizarse.
Yo no tengo miedo en utilizar la palabra democracia, porque la Iglesia tiene que ser mucho más que eso. La base tiene que estar más presente, no puede haber un culto al líder, a los que gobiernan...

-Pero Andrés, ¿por qué esas cosas que decimos desde hace muchísimo tiempo (la corresponsabilidad, la iglesia Pueblo de Dios...) tenemos que repetirlas, seguir pidiéndolas después de cuarenta años?

-Después de dos mil años, y si la Humanidad dura otros dos mil, tendremos que volverlas a pedir. Porque la Iglesia está hecha de personas y continuamente estamos recayendo en lógicas demasiado humanas.

-¿Lógica de poder?

-Caemos continuamente en ella. Es la tentación.

-¿El péndulo se ha ido demasiado a la derecha?

-Sí. En este momento, mucho.

-¿Y cómo se recentra?

-Yo creo que con la participación de todos. Con la fidelidad. Porque es muy cómodo salirse de la comunidad...Yo no soy santo y tampoco tú eres santo, José Manuel, aunque eres muy bueno. Y cuando criticamos, tenemos que sentirnos implicados en la crítica. Y que lo que esté mal esté mal, lo haga yo o lo haga el otro; si el papa o si el monaguillo... Una crítica constructiva es la que piensa en el bien de la Iglesia, la que parte del Evangelio.

-¿La crítica y el recentramiento eclesiástico se exige? ¿Cómo se pide desde abajo?

-Yo creo que movilizándonos todos. Yo, por ejemplo, sé que hay mucha gente que, con todo el derecho, no está muy de acuerdo con mi teología. Pero a mí, en la medida en que me parece que defiendo la idea de un Dios puro amor y puro perdón que nos hace más humanos, me hace bien. Estaré siempre dispuesto al diálogo y la crítica, hasta a cambiar alguna teoría si se me demuestra que es incorrecta, pero creo que esto -que me produce tantas incomodidades- es mi manera de contribuir a que nuestra comunidad esté más viva, en defensa de mi participación democrática en la Iglesia. Yo nunca he sido un gran eclesiólogo, pero veo que en la Iglesia hay un problema práctico, el más serio, que es que no está democratizada a fondo.
El Concilio habla de la Iglesia como Pueblo de Dios, y dentro del pueblo hay servicios. Esto es lo que dijo Jesús de Nazaret: que en la Iglesia, el que manda tiene que estar abajo. Hoy es más democrática una sociedad política que la eclesiástica, cuando Jesús nos dijo que teníamos que ser inmensamente democráticos.

-Y eso nos está pasando factura a nivel de credibilidad, de confianza social y autenticidad...

-Y a nivel de un cierto resentimiento social. Por ejemplo, con el tema de los abusos a menores en la Iglesia: es el 1% de todos los abusos de la sociedad, y muchos se creen que es el único colectivo abusador. Me da mucha pena que se esté utilizando eso como escudo que tapa el 99% de los abusos que quedan. Nosotros tenemos que criticar muchísimo todo este escándalo en la Iglesia, que contradice directamente al Evangelio, pero también tenemos que pedir que la sociedad reconozca que el problema también tiene que afrontarse fuera de la Iglesia. Y no utilizar las acusaciones a la Iglesia como tapadera de un problema que es, ante todo, social.

-Pero tampoco le podemos pedir a la sociedad lo que nosotros no hacemos. La Iglesia lo ha tapado tanto tiempo...

-Pero hoy lo está confesando y afrontando. Pero yo no quería defenderla, sino decir que, si hay este resentimiento con la Iglesia, es porque nos hemos pasado la vida criticando y acusando a los demás, en lugar de a nosotros mismos. Y la Iglesia ha recibido el pago de estar siempre acusando.

-¿En eso Benedicto XVI está siendo valiente?

-Claro. Se está reconociendo, se están dando pasos. Hay diócesis, en Estados Unidos, que incluso se han quedado en bancarrota, y quienes lo pagan son los pobres: hay muchísima asistencia que ha quedado desmantelada. Es un pecado de la Iglesia acusar siempre en vez de autocriticarse. Nuestra predicación sólo tiene sentido si demostramos que todo aquello que decimos es sólo porque nos preocupa la felicidad de las personas, el bien de la humanidad, la justicia, la libertad y la fraternidad en la sociedad...

-¿Vas a venir a la Jornada Mundial de la Juventud?

-Pues no.

-¿Cómo está a nosa terra?

-Pois a nosa terra está un pouco como está toda a Igrexa en general: La Iglesia en Galicia, supongo que reflejo de la Iglesia universal, está un poco paralizada.

-¿Hay desilusión y desencanto?

-Yo creo que sí. Y me preocupa mucho. Posiblemente esto nos lleve a tropezar con el muro de la frustración, y nos haga revivir más certeramente.

-¿Pero hay posibilidad de que resurja una primavera, como la del Concilio?

-Peor que estábamos antes de él, no estamos ahora, es lo que yo digo. Y creo que en la cultura, en la sociedad en general, hay ansia de trascendencia. Es decir, una sociedad puramente pragmática, frívola y televisiva, no satisface las hambres profundas que están en toda persona, ya sea religiosa o atea. Hay hambre de algo más profundo.
Yo soy admirador de un gran teólogo protestante que, unos años antes de los 60 en Nueva York, decía que la juventud estaba muerta, que no había nada que hacer. Un gran diagnosticador de la cultura como era él, no se dio cuenta de lo que empezaba, de que amanecía la revolución del 68.

-¿O sea que hay esperanza?

-Sin duda.

-Muchísimas gracias, Andrés. Tenemos que terminar. Como ven, es un placer. ¡Y algunos te acusan de hereje...! ¡Es una herejía acusar a un pensador de hereje!

-Yo lo que quiero es ser un buen teólogo.

-Gracias, Andrés.



martes, 19 de abril de 2011

LOS CRISTIANOS ANTE LA CRISIS

¿fermento en la masa o cochinos en la piara?

Nacho Dueñas, historiador. Miembro de CCP de Cádiz

“El hombre brilla por lo que dice, pero perdura por lo que h a c e ” . ( J o s é Ma r t í ) . Dentro de 2 ó 3 generaciones, los cristianos de entonces (y la gente más o menos crítica, activa y contracultural), cuando recuerden el estado de cosas de estas primeras décadas del siglo XXI, ¿cómo nos juzgarán a nosotros, minoría más o menos concientizada?

Me atrevo a pensar que nos perdonarán la vida con la excusa de que éramos hijos de nuestro tiempo, pero se sonreirán benévolos al advertir que, por más que pensábamos, escribíamos y nos planteábamos lo contrario, y por más libros que leíamos, charlas y jornadas a las que asistíamos, y mails que nos enviábamos, en el fondo, salvo una inmensa minoría de la ya inmensa minoría, todo seguía igual:

Se sorprenderán de la barbaridad de que el centro de nuestras casas seguía ocupado por el televisor, que era el destinatario de nuestras miradas y de nuestro tiempo. Se sorprenderán de que aún teníamos nuestro dinero en la banca convencional, por más que sabíamos que eso era invertir en trata de putas, en narcotráfico y en guerras, literalmente hablando.

Se sorprenderán de la cantidad de móviles, portátiles, y demás artefactos que usábamos de modo acrítico y compulsivo, por más que supiésemos la de millones de negros que debían morir en El Congo para que nos facilitasen otro aparatito nuevo en la tienda. Y no saldrán de su perplejidad al recordar que llevábamos ese trasto todo el día encima, y no lo apagábamos ni para dormir con la misma seriedad que quien lee un libro.

Se sorprenderán de cómo leíamos propaganda sistémica (El País, El Mundo, La Razón, ABC…) en lugar de leer prensa, como Dios manda (rebelion.org, Diagonal, Redes Cristianas,

Se sorprenderán de que aún cometíamos la aberración de tener coche privado, y de que lo usábamos en la ciudad, y apenas nos preocupábamos por usar el transporte público para contaminar menos (salud ecológica), hacer menos ruido (salud mental), disminuir los accidentes (salud física), gastar menos (salud económica), o evitar atascos (salud urbana).

Se sorprenderán incluso de que nos empeñábamos en tener nuestra vivienda en propiedad, con el agravante de que lo pagábamos durante hasta 40 años, y que apenas nadie apostara por el alquiler, la cooperativa, la autoconstrucción, la comuna, u otras fórmulas posibles.

Se sorprenderán de que cuando Zapatero se arrodilló ante la UE y la banca, haciendo que la clase trabajadora y los pensionistas pagasen una crisis que no habían creado (o sea, la víctima indemnizando al delincuente), nuestra gente no se echara a la calle, convocara una huelga general o abriese un debate sobre la nacionalización de la banca.

Se sorprenderán de los pocos que dejaron de trabajar y consumir para una multinacional; de los que hicieron boicot contra ésta, o del escaso número de gente que se declaró en objeción fiscal.

Y, sin embargo, todas esas son medidas que habrá que tomar necesariamente: ir dando pasos, pasos pequeños pero reales, de cara a convertir lo alternativo en alternativa, cosa que ocurre cuando una minoría se toma en serio su causa: gracias a inmensas minorías en su momento se consiguió el voto femenino, la jornada de 8 horas, la objeción de conciencia, el mes de vacaciones, la sensibilización ante el maltrato de género o ante fumar en público, y si se me apura, la revolución sandinista y hasta la francesa.

Sucede, además, que todos conocemos gente de nuestro alrededor que ha dado algunos de estos pequeños pasos, y quizá nosotros también hemos dado algunos. Y si analizamos, resulta que vale la pena. Veamos:

¿Qué complicación hay en cancelar la cuenta del BBVA, pongamos por caso, y abrirla en Triodos? No más de una mañana o dos de trámites y gestiones.

¿Qué sucede si se vive sin televisión? Que se gana en tiempo, en dinero, en silencio y en espacio. Y sólo es capaz de aburrirse sin ella el que es capaz de divertirse con ella, lo cual sería un triste síntoma.

¿Qué sucede si se deja el coche? Está estudiado que el taxi en ciudad es más barato, y existe el transporte público y, mire usted, las piernas. Y el autobús, y el tren, y el avión.

¿Qué sucede si se deja el móvil, o al menos aprendemos a dejarlo en casa y apagado? Que ahorramos tiempo, agobios, ruidos y dinero, y el 99% de las llamadas no son tan urgentes para que requieran ser respondidas al momento, y el 1% restantes, se reciben 1 vez cada 2 años.

¿Qué sucede si renunciamos a la casa en propiedad? De momento que nos quitamos una losa de hasta 40 años en función de hasta el 40% de nuestro sueldo. Sólo por esto, ya vale la pena dar el salto.

Ahora bien, todos estos pasos requieren un cambio de mentalidad: sin este factor es absurdo, de igual modo que es estéril una mentalidad abierta en una cotidianidad obsoleta. Éste, diría yo, es el gran pecado de la inmensa minoría de la que formamos parte. Así, ¿no llevamos años leyendo sobre decrecimento, anticonsumismo, austeridad, alternativas? Pues actuemos. Ya. Aquí. Ahora. Como dijo Leonel Rugama, seminarista nicaragüense implicado en la subversión sandinista contra Somoza: “Ya hemos platicado, ahora, a vivir como los santos”. Y al respecto escribió Aute: “Sólo es cuestión de unos pasos: esos que reprime el miedo”.

Sinceramente, creo que la salvación de la humanidad pasa por la integración entre lo macro y lo micro: lo macro será tomar tantas bastillas o palacios de invierno como sean necesarias; lo micro será llevar esa actitud combativa a la cotidianidad: los hábitos de ocio, producción y consumo.

La revolución que viene (porque llegará) será la de la cesta de la compra. O la “no cooperación con el mal” de Gandhi: no trabajar para los británicos ni consumir sus productos fue más radical y efectivo que todas las manifestaciones que hubo en esa lucha (por muy necesarias que sean las concentraciones). 

Por eso, creo firmemente que en pocas décadas, lo normal será que la gente “despierta” funcione sin coche, sin tele, sin móvil, y no produzca ni consuma para las multinacionales, sea objetor fiscal…

Pero alguna vez habrá que empezar. Einstein dijo que “los objetores son los pioneros de un mundo sin guerras”, y Hêlder Camara que “los audaces de hoy crean las actitudes cotidianas de mañana”.

Así, los cristianos “inquietos” (y los inquietos no cristianos) podemos elegir. Aquí y ahora podemos ser, según las palabras de Cristo en el Evangelio, fermento en la masa (aunque nos de miedo la puerta estrecha), o la comodidad del cochino que apaciblemente forma parte de la piara. Pero, no olvidemos, la piara acabó ahogada en el mar. Y si la “luz del mundo” pierde su sabor, no sirve para nada y hay que tirarla.

Quizá tengamos coraje de asumir que los pasos que no damos se deben en buena parte al miedo. Pero ya dijo Casaldáliga que “lo contrario a la fe no es la duda, sino el miedo”.


lunes, 18 de abril de 2011

UNA CRISIS DE LA QUE NO SE HABLA

Julio García Camarero - (Autor del libro El decrecimiento feliz, ed. La Catarata, 2010)

La inmensa mayoría solo percibe una crisis, la crisis económica, que lleva a rastras el desempleo, eso es lo que se ve, eso es lo que se dice. Los más avezados distinguen alguna crisis más, la crisis ecológica, la crisis social, la crisis de valores, y nada más.

Pero la crisis más sutil y más útil, para los profundizadores de las crisis, es una crisis de la que no se habla, es la crisis del habla, la crisis del lenguaje. El lenguaje está absolutamente pervertido; es el firme trípode en el que se sustentan todas las demás crisis.

La publicidad comercial, la propaganda de los regimenes “democráticos” y sus carísimas campañas, el electoralismo económico…, en general, están al servicio de los vicios de los corruptos fundamentalistas del crecimiento. Pongamos algún ejemplo en alguna palabra como: REFORMA, reforma de pensiones, reforma laboral, reforma financiera, reformas, reformas y reformas. Al menos Ignacio de Loyola fue más sincero, hablaba de contrarreforma. Pero hoy el lenguaje esta lo suficientemente pervertido y lo suficientemente des-configurado, como para poder llamar reforma (y que las masas lo admitan impasiblemente) a lo que justamente no es otra cosa que una profundísima y acelerada CONTRARREFORMA, que esta borrando del mapa las verdaderas reformas precedentes, aunque hayan sido pequeñas reformas. Y se está haciendo esto precisamente cuando es evidente que ellas salvaron al capitalismo en la otra gran depresión precedente.

Otro eufemismo es el RESCATE FINANCIERO, que consiste exactamente en desangrar a las naciones más débiles, mediante usuras cada vez mayores, a los países señalados al “rescate”; usura, usura, y más usura. No se como los más avezados comentaristas y críticos politólogos incluso los de izquierda, jamás, jamás pronuncian la palabra más importante USURA, pues es evidente que estamos naufragando en un océano de usura.

Y no hablemos del LENGUAJE BÉLICO, de los ya famosos “daños colaterales”, de “intervenciones quirúrgicas militares”, de lucha contra Alcaeda y los “narcos”, de la ayuda bélica a la “democracia”, de “exclusión de espacio aéreo”, de “bombardeos humanitarios” de ciudades para salvar vidas, o de invasión del territorio de países ajenos “para proteger a los ciudadanos del norte situados en el sur”.

Pero lo más grave y sangrante de la perversión a ultranza del lenguaje, es el que se haya conseguido la zombificada aceptación por parte de las masas (incluso con despreocupadas sonrisas) de estas palabras fétidas y corrompidas. Lo más indignante de todo es la total ausencia de INDIGNACIÓN (lograda, por la perversión del lenguaje) en toda la población planetaria, salvo reducidas y honrosas excepciones aisladas, tan aisladas como Cuba. Como decía, esta crisis de la comunicación y del lenguaje es el sólido soporte que mantiene en pie a todo tipo de crisis y corrupciones.

En resumen, que el corrupto cuarto poder, el del habla, el de los medios de comunicación, el poder mediático, se ha convertido (y con mucha diferencia, incluso más que el poder militar) en el primer poder; pues está consiguiendo que ni un solo terrícola se INDIGNE. Y si queremos conseguir la indignación suficiente, después de haber abierto a todos los ojos cerrados, para contrarrestar el infinito poderío de la crisis del lenguaje, habrá que crear un QUINTO PODER de información alternativa, que use un lenguaje fijado limpiado y con esplendor, que sea aún mucho más fuerte que el cuarto poder . Será la única posibilidad de salir de esta kafkaiana pesadilla del crecimiento capitalista.



domingo, 17 de abril de 2011

DOCTOR, RECÉTEME ALGO CONTRA LA SOLEDAD

Eduard Punset

Los humanos necesitan pertenecer a algo, a un colectivo social, a una manada, les da igual; lo importante es pertenecer. Y es muy difícil aquilatar la importancia objetiva del colectivo al que se decide pertenecer; quiero decir que la etnia puede ser mucho menos importante que la camiseta que le han puesto a uno. Se ha comprobado que la ostentación de las señas de un equipo, por ejemplo, borra el sentimiento racista que provocaba la imagen de una persona de color.

Aunque cueste creerlo, resulta que lo más importante para los humanos es pertenecer a alguien y, cuando esto falla, cuando no se pertenece a nadie porque a uno no le dejan, cuando a uno lo encierran solo, se asfixia. Lo que no soportamos es la soledad. “Doctor, ¿me puede dar un remedio para la soledad?” es una pregunta rara vez formulada y, sin embargo, sentida por multitud de jóvenes desamparados, mayores sin casa, moradores de hospicios y lugares de asilo. “Doctor, ¿me puede dar un remedio para la soledad?”. La gente no lo dice, no lo piensa, pero lo siente. Ahora, la ciencia acaba de descubrirnos que este sentimiento de soledad no es un subproducto de la depresión, sino que constituye un entramado patológico por sí solo.

Saciar la demanda de relaciones sociales es imprescindible para mantener una buena salud mental y física. La soledad debiera ser una de las bestias a abatir del entramado sanitario, un objetivo específico, en lugar de ser un añadido de terapias consideradas esenciales como la lucha contra la depresión. Tan importante o más que la depresión es la soledad, que, además, es distinta. Los médicos y farmacéuticos solo se ocupan de la depresión atiborrando a la gente de fármacos que no están debidamente comprobados ni en la demora o plazo de su efecto, ni en el tipo de daño que, supuestamente, eliminan ni, por supuesto, en sus efectos secundarios; casi todos, malos. Si de la depresión sabemos poco y mal, a pesar de los esfuerzos prolongados por profundizar en su naturaleza, de la soledad todavía sabemos menos. Los psicólogos y neurólogos tan solo están empezando a desentrañar sus efectos.

La necesidad de pertenecer comprende un deseo avasallador de formar y mantener, por lo menos, una cantidad significativa de relaciones interpersonales. Lo absolutamente nuevo en la medicina que está aflorando es la inserción de la soledad en el ámbito más amplio de las redes sociales, así como la aceptación de la necesidad universal de pertenecer a un colectivo que experimentan los humanos, sobre todo, los jóvenes.

Resulta que toda la pasión, el pensamiento y la acción de muchísima gente son el resultado del impulso para evadir el aislamiento causado por la disolución del clan familiar, la pérdida de los amigos del trabajo, el amor del resto del mundo. Detrás de todo lo que hacen, piensan o dicen los ensimismados está el pánico a la soledad. Pese a la diversidad de culturas, religión, sexo, idiomas o edad, resulta que los humanos lucen similitudes sorprendentes, como la necesidad de amor y, para recabarlo, el rechazo tajante de la soledad.

Durante muchos años, no solo no nos ocupamos de la soledad, sino que la enaltecíamos. Si salías adelante solo, sin consultar con los demás, profundizando en tu propio universo, conociendo como nadie tus propios intestinos, eras merecedor de todos los elogios. No sabíamos casi nada del cerebro; no teníamos ni idea de que no se podía aprender sin el cerebro de los demás, que solo los perversos podían ignorar los sentimientos de los otros, de que estabas condenado si no pertenecías a nada ni a nadie. Que lo peor era la soledad.



sábado, 16 de abril de 2011

JESÚS SE ACERCA A SU PLENITUD HUMANA Semana Santa

Fray Marcos

Es muy difícil precisar el sentido exacto que pudo dar Jesús a la entrada en Jerusalén de ese modo tan peculiar. Seguramente no coincidió con la interpretación que le dieron sus discípulos y la gente que le seguía.

Cuando se fijaron por escrito estos relatos, ya habían pasado cuarenta o cincuenta años, y sus seguidores habían cambiado radicalmente la comprensión de la figura de Jesús. En estos textos se han mezclado datos históricos, prejuicios sobre el Mesías y tradiciones del AT sobre otra clase de mesianismo que no era el oficial.

Con los datos que hoy tenemos no podemos pensar en una entrada “triunfal”. Si era política, no lo hubiera permitido el poder romano. Si era religiosa, no lo hubiera permitido el poder religioso. Ambos tenían medios más que suficientes para actuar contra una manifestación masiva. Mucho más en Pascua, que era momento de máxima alerta policial.

No cabe duda de que algo pasó históricamente, pero no debemos imaginarlo como un acto espectacular, sino como un acto profético. Es Jesús el que toma la iniciativa. Jesús montado en un joven borrico, con los pies casi a ras de suelo, no es la imagen de un triunfador, sino más bien la imagen un poco ridícula y carente de todo indicio de poder. Elige un borrico como símbolo de un mesianismo de paz y sencillez, alejado de los mesianismos regios davídicos. Ese borrico estaba atado, es decir, el verdadero mesianismo estaba secuestrado por el mesianismo oficial.

Creo que se tergiversa el sentido de los textos cuando se sigue insistiendo en el aspecto triunfal y se presenta a Jesús aclamado como rey por una inmensa multitud. Seguramente solo se trató de una muestra de adhesión por parte del pequeño grupo que venía a la fiesta acompañando a Jesús, a los que posiblemente se unieron otros que vinieran de Judea y Galilea.

Recordemos que la subida a la fiesta de Pascua se hacía siempre en grupos numerosos y festivos, en los que se manifestaba el júbilo por acercarse a la ciudad santa y al Templo. Los gritos son intentos de dar una explicación a lo que estaba ocurriendo, acudiendo a los textos del AT, que hablaban ya de ese mesianismo auténtico. Lo mismo los mantos y ramos expresan la actitud de los que seguían a Jesús.

La inmensa mayoría del pueblo estuvo siempre del lado de los jefes religiosos y políticos. Estos son los que piden la muerte de Jesús. No tiene mucho sentido insistir en que el mismo pueblo que lo aclama hoy como Rey, pida el viernes su crucifixión.

Tampoco podemos minimizar el número de los seguidores de Jesús. Los evangelios nos dicen que en varias ocasiones los dirigentes no se atrevieron a detenerle en público, precisamente por el gran número de los seguidores. También el hecho de que lo detuvieran de noche, en despoblado y con la ayuda de un traidor, indica que tenían miedo de que el pueblo se les echara encima.

La Pasión y muerte de Jesús

Pocos aspectos de la vida de Jesús han sido tan manipulados como su muerte. Llegar a pensar que a Dios le encanta el sufrimiento humano y que por lo tanto no solo hay que aceptarlo, sino buscarlo voluntariamente, ha sido tal vez la mayor tergiversación del Dios de Jesús.

Desde esta perspectiva, es lógico que se pensara en un Dios que exige la muerte de su propio hijo para poder perdonar los pecados de los seres humanos. Esta idea es lo más contrario a la predicación de Jesús sobre Dios que pudiéramos imaginar. Nos hemos olvidado del “Abba” para volver al Dios del AT. Un Dios justiciero y vengativo.

1º La muerte de Jesús no fue ni exigida, ni programada, ni permitida por Dios. El Dios de Jesús no necesita sangre para poder perdonarnos. Seguir hablando de la muerte de Jesús como condición para que Dios nos libre de nuestros pecados, es la negación más rotunda del Dios de Jesús. Esa manera de explicar el sentido de la muerte de Jesús no nos sirve hoy de nada, es más, nos mete en un callejón sin salida.

El éxito de la película de Mel Gibson demostró hasta qué punto está arraigada esta concepción. La muerte de Jesús, desvinculada de su predicación y de su vida no tiene el más mínimo valor o significado.

2º La muerte en la cruz no fue el paso obligado para llegar a la gloria. El domingo pasado veíamos que la muerte biológica no quita ni añade nada a la verdadera vida espiritual. Con vida plena puede uno estar muerto, y en la misma muerte biológica puede haber plenitud de Vida.

Jesús murió por ser fiel a la idea de Dios como Padre, como amor incondicional a los hombres. Jesús quiso dejar claro que seguir amando como Dios ama, es más importante que conservar la vida biológica. No murió para que Dios nos amara, sino para demostrar que ya nos ama, con un amor incondicional.

A Jesús le mataron porque estorbaba a todos aquellos que habían hecho de Dios y de la religión un instrumento de dominio y opresión de los más débiles.

La muerte de Jesús no se puede separar de su profetismo, es decir, de su denuncia de la injusticia, sobre todo la que se ejercía en nombre de la Ley y el templo. Su opción por los pobres y excluidos fue su mensaje fundamental. Esta actitud, defendida en nombre de Dios, resultó inaguantable para los que solo buscaban su interés y mantener sus privilegios.

Al demostrar que para él el amor era más importante que la vida, Jesús nos enseña el camino hacia la Vida (con mayúscula) que es definitiva y no es afectada por la muerte biológica. Ese camino nos lleva a la verdadera plenitud humana, que no está en asegurar nuestro “ego”, ni aquí ni en un más allá, sino en alcanzar la plenitud del amor que nos identifica con Dios. Amando como Dios ama potenciamos nuestro verdadero ser y lo llevamos al máximo de sus posibilidades humanas y divinas.

La muerte de Jesús nos obliga a dar un paso de gigante en la verdadera comprensión de Dios y del hombre. Tenemos que descubrir la presencia de ese Dios en nuestras limitaciones, en nuestro sufrimiento, en nuestra misma muerte. Con el evangelio en la mano, no podemos seguir buscando nuestra plenitud en el triunfo y en la gloria personal. Ese es el paso que aún hoy, después de veinte siglos, nos cuesta tanto dar.

La mejor prueba de esta incomprensión es que nos seguimos preguntando: ¿Por qué tanto sufrimiento, tanto dolor y tanta muerte inútil en el mundo? ¿Dónde está el Dios Padre? Seguimos pensando que el dolor y la muerte son incompatibles con la presencia de Dios. Un Dios que no dé seguridades a nuestro yo, no nos interesa. Un Dios que no nos garantice la permanencia del yo individual y egoísta no satisface nuestras apetencias.

La muerte de Jesús nos parte en dos. Una parte de nosotros está con los dirigentes y no quiere saber nada del sufrimiento del dolor y de la muerte, porque nuestro primer objetivo es asegurar nuestra individualidad egoísta. “No puedo cantar ni quiero, a ese Jesús del madero, sino al que anduvo en el mar.”

Otra parte de nosotros se siente atraída por ese hombre que viene a manifestar la verdadera Vida y que en ese camino hacia la plenitud, no da ninguna importancia a la vida terrena, y por tanto a la misma muerte. En el fondo de nosotros mismos, algo nos dice que Jesús tiene razón, que el único camino hacia la Vida es aceptar la muerte. Pero despegarnos de nuestro “yo” sigue siendo una meta inalcanzable para la mayoría de los mortales.

Sin embargo, entender la muerte de Jesús es el primer paso para entender nuestro propio dolor y nuestra propia muerte. Si descubrimos que Jesús llegó al grado máximo de humanidad cuando fue capaz de amar por encima de la muerte, descubriremos dónde está para nosotros también la verdadera Vida.

El secreto está en descubrir que no puede haber Vida si no se acepta la muerte. También la muerte física, pero sobre todo la muerte a nuestro “ego” individualista y excluyente. “Si el grano de trigo no muere...”

Jesús nos enseña que estamos aquí para deshacernos de todo lo que hay en nosotros de terreno, de caduco, de material, para que lo que hay de Divino se manifieste en Unidad-Amor. Estamos aquí para descubrir que la verdadera Vida, la alcanzaremos dándonos a los demás hasta la absoluta muerte de nuestro ego.

A través de discursos racionales, por muy brillantes que estos sean, nunca podremos entender el mensaje de Jesús. Solamente profundizando en lo más hondo de mí mismo, llegaré a comprender el sentido profundamente humano de mi existencia.

Lo paradójico es que cuando descubra mi verdadera humanidad, entenderé lo que tengo de divino y se producirá la unidad de todo mi ser. En la recuperación de la unidad de lo que creía un dualismo maniqueo, encontraré la verdadera armonía y felicidad.



viernes, 15 de abril de 2011

LA CAMPAÑA DE LA CRUZ

Joxe Arregi

Pronto será la Pascua, justo cuando la primera luna de esta primavera luzca entera, redonda, y cuando, en medio de la noche, mirando al cielo, podamos presentir que, a pesar de todo, hay en el mundo belleza y consuelo.

Entonces, de nuevo, los cristianos y todos los que quieran, más allá de toda frontera confesional, recordaremos a Jesús de Nazaret. Le cantaremos como aquellos niños con ramos en las manos a la puerta de Jerusalén, le honraremos como aquellas mujeres con ungüentos a la entrada de la tumba.

No emprenderemos ninguna campaña, sino que haremos simplemente memoria conmovida de Jesús, y al hacer memoria confesaremos que está vivo, reviviremos su vida, le resucitaremos en la vida. No buscaremos argumentos y dogmas, sino señales de vida en toda su vida y también en su muerte.

Al igual que las mujeres en la mañana de Pascua, descubriremos que Jesús “murió de vida”, como acaba de escribir una gran teóloga andaluza, Mercedes Navarro. Murió de vida: de bondad y de esperanza lúcida, de solidaridad alegre, de libertad arriesgada.

Murió de vida: eso fue la cruz, y eso es la Pascua. Y eso es por lo que merece la pena recordar a Jesús, mirando en las llagas de su cruz las huellas de su vida.

Lo que no merece la pena, ni es bueno para nadie, y puede ser malo para muchos, es convertir la cruz en estandarte de campañas y en motivo de querellas. Y observo con inquietud ese peligro en la Iglesia. Lo ilustraré con dos ejemplos.

Algunos movimientos cristianos –si es que un “movimiento” puede ser cristiano– han emprendido una campaña para impedir que la cruz sea retirada de las aulas de la Escuela Pública o para volver a ponerla –a imponerla– allí donde hubiera sido retirada.

La cosa ha llegado a los tribunales, y ya disponemos de una sentencia que puede constituir un mal precedente; hace poco, el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo se ha pronunciado sobre un caso concreto: ha dictaminado que la escuela pública de Abano Terme en el norte de Italia, donde estudian los hijos de la señora Lautsi, tiene derecho a mantener la cruz en sus aulas. Tanto el Gobierno de Silvio Berlusconi como el Vaticano han recibido con euforia la sentencia como si fuera un triunfo. Quiero pensar que los motivos del Vaticano no son los mismos que los de Silvio Berlusconi, pero en el fondo nunca se sabe.

Es una sabia máxima, común entre abogados, que más vale un mal arreglo que un buen juicio. Y en eso estoy yo: recurrir a los tribunales para imponer la cruz es la peor solución, aunque se gane el pleito. Jesús fue condenado por el tribunal del Sanedrín y por el tribunal del Imperio, y en un terrible viernes de abril le clavaron en una terrible cruz, junto con dos sediciosos o terroristas, el uno llamado Dimas y el otro Gestas. ¿Cómo es posible que, dos mil años más tarde, recurramos a los tribunales para reclamar la cruz como un derecho?

La cruz como un derecho: ¿cómo es posible? Imponer la cruz de Jesús a la vista para que la tengan que ver también aquellos que, por haberla padecido en forma de cruzada o por el motivo que fuere, prefieren no tenerla ante sus ojos: ¿cómo es posible?

Entre los argumentos aducidos, yo no encuentro ninguno de tipo religioso. La ministra italiana de Educación ha apelado a la cruz como “símbolo irrenunciable de la historia y la identidad italiana”. El portavoz del Vaticano, a su vez, ha celebrado la sentencia reafirmando “el papel determinante de los valores cristianos” en la historia y en la cultura europeas.

Razones históricas, razones culturales, razones… políticas. Nadie aduce el amor a Jesús. Nadie aduce el amor de los crucificados con él, Dimas, Gestas y todos los nombres.

¿Acaso puede alguien imaginar a Jesús reclamando figurar, incluso a la fuerza, como símbolo cultural, histórico o político en centros escolares, en salones de investiduras o en tomas de posesión, él que nos enseñó que nunca debemos buscar el primer puesto, sino el último? ¿Puede alguien imaginar a Jesús promoviendo una guerra de crucifijos, él que dijo: “Al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica, dale también el manto” (Mateo 5,40)? Yo no me lo puedo imaginar.

Tampoco me lo puedo imaginar –y es el segundo ejemplo que quisiera mencionar– organizando eventos y encuentros por todo lo alto, viajes y marchas por las calles de nuestras ciudades exhibiendo la cruz. Lo acabamos de ver estos días, en el contexto de la preparación de la Jornada Mundial de la Juventud: desde Santurce a Bilbao por toda la ría en la gabarra del Athletic. La cruz rodeada de alcaldes y personalidades políticas –casi todos de derecha– o de jóvenes escogidos de los movimientos eclesiales más conservadores, con obispos al frente.

He ahí la cruz, de nuevo convertida en estandarte de campaña. Para irritación de no pocos, para irrisión de muchos, ¿para ejemplo de quién? Jesús de Nazaret no se merece esto. Ecce homo.

Sí, Jesús es de todos, y los de derechas tienen tanto derecho a abrazarse a él como los de izquierdas. Jesús es para todos, para los más instalados tanto como para los más marginados, para los jóvenes católicos neoconservadores tanto como para los jóvenes inconformistas. Nadie tiene el monopolio de Jesús, pero eso es lo que me temo que esté sucediendo: que una parte de la Iglesia se está apoderando de Jesús y enarbolando su cruz de manera abusiva.

Me pregunto si esta ostentación tiene que ver con la cruz de Jesús o más bien con la cruz de Constantino en su guerra con Majencio sobre el puente Milvio en el año 312: “Con este signo vencerás”.

Me pregunto si es la cruz del Calvario o más bien la del Valle de los Caídos. Me pregunto si la cruz que tan públicamente se reivindica como signo cristiano es el signo de la solidaridad o el signo del poder, el signo de la liberación o el signo de la opresión, el signo de la rebeldía o el signo de la sumisión, el signo de los vencidos o el signo de los vencedores, el signo de la fraternidad universal o el signo de las cruzadas.

Me pregunto si es la cruz de los condenados de este mundo o la cruz de los que condenan, la cruz de los crucificados de la tierra o la cruz de los que siguen crucificando como en otro tiempo crucificaron a Jesús

También me pregunto si a estos jóvenes que, con su mejor voluntad, acompañan a la cruz de ciudad en ciudad y de palacio en palacio, alguien les cuenta sin tapujos que fue primero el poder religioso y luego el poder imperial los que condenaron a Jesús.

Y me pregunto si alguien les dice lo que todo el mundo sabe: que Jesús no murió por voluntad divina ni para expiar nuestros pecados, sino que fue condenado por hereje y subversivo, por elevar la voz contra los abusos del templo y del palacio, por ponerse del lado de los perdedores, por ser amigo de los últimos, de todos los caídos.

Estas y otras muchas preguntas me llenan de sentimientos contradictorios. Pero ya crece la luna de la Pascua. El laurel ya floreció, y la cruz de Jesús también florecerá, cuando se curen sus heridas, las heridas de todos los crucificados, incluido el “mal ladrón”.



jueves, 14 de abril de 2011

CÓMO HACERSE RICO CON EL HAMBRE DE LOS DEMÁS

Pascual Serrano

El economista Juan Torres denunciaba en su libro La crisis financiera. Guía para entenderla y explicarla que en la página web del Deutsche Bank se podía leer un anuncio que decía “¿Quiere recoger los frutos de un posible aumento de los precios de los productos agrícolas? Deutsche Bank, como distribuidor, le propone dos maneras de beneficiarse”. Y a continuación presentaba dos productos financieros a través de SICAV luxemburgueses. Aquí en España, Caixa de Cataluña anuncia su “Depósito 100% natural”. Según afirman, este depósito te da la posibilidad de obtener una rentabilidad muy atractiva condicionada por la evolución de una cesta formada por tres materias primas como el azúcar, el café y el maíz. Es decir, el inversor destina un mínimo de mil euros a un fondo que logra beneficios en la medida en que suba el precio de estos tres productos que, como todo el mundo sabe, son básicos en la dieta y economía de millones de personas del Tercer Mundo. Así, si sube el precio del maíz, miles de personas pasarán hambre mientras el inversor de Caixa de Cataluña gana dinero. “Cómo hacerse rico con el hambre de los demás”, podría anunciar su publicidad.

Gonzalo Fanjul escribe en su blog de El País el post titulado “¿Juega tu banco con el hambre del mundo?” Allí recuerda que Michael Masters, en la actualidad administrador de fondos de Masters Capital Management,denunciaba hace unas semanas en The Guardian la especulación con los alimentos y afirmaba que "la gente muere de hambre mientras que los bancos hacen su agosto en los alimentos”. Según señala el editor de The Guardian de temas de medioambiente, John Vidal, “se piensa que los mismos banqueros, fondos de inversión y actores financieros cuya especulación en los mercados financieros globales causaron la crisis hipotecaria de las sub-prime están provocando la inflación y el comportamiento 'yo-yo' de los precios de los alimentos. La acusación contra ellos es que aprovechándose de las desregulación de los mercados globales de materias primas, están ganando miles de millones al especular con la comida y causar miseria en todo el planeta”. En su opinión, a mediados de los noventa, debido a las presiones de bancos y fondos de inversión sobre los políticos de Estados Unidos y Gran Bretaña, la normativa relativa a mercados de productos básicos fue abolida. De modo que contratos de compra y venta de alimentos se convirtieron en "derivados" que podían ser comprados y vendidos entre comerciantes que no tenían nada que ver con la agricultura. Así nació un nuevo mercado irreal, el de la "especulación alimentaria". Cacao, zumos de frutas, azúcar, alimentos básicos, la carne y el café son ahora productos del mercado mundial, junto con el petróleo, el oro y los metales. Después, en 2006, llegó en Estados Unidos el desastre de las hipotecas de alto riesgo y los bancos y especuladores huyeron en estampida a mover miles de millones de dólares en fondos de pensiones y acciones en mercancías exentas de riesgo, y en especial los alimentos.

Michael Masters declaró en el Senado de los EE.UU. que en 2008 comenzó la especulación con el objetivo de subir los precios mundiales de los alimentos. Según Masters, "cuando observabas los flujos financieros se mostraba una clara evidencia que conocían muy bien los inversores, que la mayor parte del negocio [alimentario] es especulación; yo diría que entre un 70 y un 80 por ciento".

Pues bien, ahora ya sabemos que esos especuladores no están tan lejos de nosotros, puede ser nuestro vecino o nosotros mismos y en nuestro mismo barrio puede estar la entidad financiera que utiliza el dinero para lograr que suba el precio de los alimentos básicos a costa de la vida de millones de personas. Eso sí, Caixa de Catalunya tiene también un Depósito Solidario, en el cual se destina el 50% de los intereses que debe cobrar el inversor a un proyecto de su obra social. Es decir, ponen en marcha su obra social con los beneficios de sus clientes no con los del banco.

lunes, 11 de abril de 2011

SEMILLAS SECUESTRADAS

Esther Vivas, en  Público

¿Quién ha oído hablar alguna vez del tomate bombilla, la berenjena blanca o la lechuga lengua de buey? Difícil. Se trata de variedades locales y tradicionales que han quedado al margen de los canales habituales de producción, distribución y consumo de alimentos. Variedades en peligro de extinción.

Nuestra alimentación actual depende de unas pocas variedades agrícolas y ganaderas. Tan solo cinco variedades de arroz proporcionan el 95% de las cosechas en los mayores países productores y el 96% de las vacas de ordeño en el Estado español pertenecen a una sola raza, la frisona-holstein, la más común a nivel mundial en producción lechera. Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), un 75% de las variedades agrícolas han desaparecido a lo largo del último siglo.

Pero esta pérdida de agrodiversidad no sólo tiene consecuencias ecológicas y culturales, sino que implica, también, la desaparición de sabores, principios nutritivos y conocimientos gastronómicos, y amenaza nuestra seguridad alimentaria al depender de unos pocos cultivos y ganado. A lo largo de los siglos, el saber campesino fue mejorando las variedades, adaptándolas a las diversas condiciones agroecológicas a partir de prácticas tradicionales, como la selección de semillas y los cruces para desarrollar cultivos.

Las variedades actuales, en cambio, dependen del uso intensivo de productos agrotóxicos, pesticidas y fertilizantes químicos, con un fuerte impacto medioambiental y que son más vulnerables a sequías, enfermedades y plagas. La industria mejoró las semillas para adaptarlas a los intereses de un mercado globalizado, dejando en segundo lugar nuestras necesidades alimenticias y nutritivas con variedades saturadas de químicos y tóxicos, como recoge el documental ‘Notre poison quotidien’ de Marie-Monique Robin, estrenado recientemente en Francia.

Hasta hace cien años, miles de variedades de maíz, arroz, calabaza, tomate, patata… abundaban en comunidades campesinas. A lo largo de 12.000 años de agricultura, se manejaron unas 7.000 especies de plantas y varios miles de animales para la alimentación, pero hoy, según datos del Convenio sobre Diversidad Biológica, sólo quince variedades de cultivos y ocho de animales representan el 90% de nuestra alimentación.

La agricultura industrial e intensiva, a partir de la Revolución Verde, en los años sesenta, apostó por unos pocos cultivos comerciales, variedades uniformes, con una estrecha base genética y adaptadas a las necesidades del mercado (cosechas con maquinaria pesada, preservación artificial y transporte de largas distancias, uniformización en el sabor y en la apariencia). Unas políticas que impusieron semillas industriales con el pretexto de aumentar su rentabilidad y producción, desacreditando las semillas campesinas y privatizando su uso.

De este modo, y con el paso del tiempo, se han ido emitiendo patentes sobre una gran diversidad de semillas, plantas, animales, etc., erosionando el derecho campesino a mantener sus propias semillas y amenazando medios de subsistencia y tradiciones. Mediante estos sistemas, las empresas se han adueñado de organismos vivos y, a través de la firma de contratos, el campesinado depende de la compra anual de semillas, sin posibilidad de poder guardarlas después de la cosecha, plantarlas y/o venderlas la siguiente temporada. Las semillas, que representaban un bien común, patrimonio de la humanidad, han sido privatizadas, patentadas y, en definitiva, “secuestradas”.

La generalización de variedades híbridas, que no pueden ser reproducidas, y los transgénicos fueron otros de los mecanismos utilizados para controlar su comercialización. Estas variedades contaminan las semillas tradicionales, condenándolas a su extinción e imponiendo un modelo dependiente de la agroindustria. El mercado mundial de semillas está extremadamente monopolizado y sólo diez empresas controlan el 70% del mismo.

Como señala La Vía Campesina, la mayor red internacional de organizaciones campesinas, “somos víctimas de una guerra por el control de las semillas. Nuestras agriculturas están amenazadas por industrias que intentan controlar nuestras semillas por todos los medios posibles. El resultado de esta guerra será determinante para el futuro de la humanidad, porque de las semillas dependemos todos y todas para nuestra alimentación cotidiana”.

Del 14 al 18 de marzo se celebró, precisamente, la cuarta sesión del Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura, en Bali, un tratado fuertemente criticado por movimientos sociales como La Vía Campesina, al considerar que reconoce y legitima la propiedad industrial sobre las semillas. A pesar de que su contenido reconoce el derecho de los campesinos a la venta, al intercambio y a la siembra, el Tratado, según sus detractores, no impone estos derechos y claudica frente a los intereses industriales.

Hoy, más que nunca, en un contexto de crisis alimentaria, es necesario apostar por otro modelo de agricultura y alimentación que se base en los principios de la soberanía alimentaria y la agroecología, al servicio de las comunidades y en manos del campesinado local. Mantener, recuperar e intercambiar las semillas campesinas es un acto de desobediencia y responsabilidad, a favor de la vida, la dignidad y la cultura.