jueves, 30 de octubre de 2008

LA VENTANA DE JOHARI Y EL CRISTIANISMO

Mario Cervera
    Alguien se escandalizó de que ATRIO iniciara un curso sobre OTRO cristianismo. Pues sí. Hay un cristianismo inédito. No podemos ser adoradores de esa gran construcción, con zonas claras y oscuras, que es el cristianismo histórico. No debemos ser “cristianistas” sinoaprendices de cristiano, seguidores de Jesús. Hay que “abrir ventanas“, incluidas las de Johari…

Probablemente alguna vez hemos oído hablar de la ventana de Johari. Es un modelo útil que describe el proceso de la interacción humana. Describe el conocimiento personal en cuatro tipos, representado por sus cuatro cuadrantes o ventanas: abierta, oculta, ciega y desconocida.

  • La ventana “abierta” representa las cosas que ambos conocemos. Las que uno sabe sobre sí mismo y que el otro también conoce. (Yo sé-tú sabes)
  • La ventana “oculta” representa aquello que yo conozco sobre mí, y que mi interlocutor desconoce completamente. (Yo sé-tú no sabes)
  • La ventana “ciega” representa las cosas que mi interlocutor sabe sobre mí, pero de las cuales yo soy inconsciente. (Yo no sé-tú sí sabes)
  • La ventana “desconocida” representa aquello que yo no conozco sobre mí mismo, y tampoco puede conocerlas mi interlocutor. (No sabemos)

Os invito a aplicarlo a la vida cristiana.

  • La ventana ‘abierta’ podría ser lo que todos conocemos. Todos: cristianos de base, pastores, miembros de otras religiones, sociedades en las que vivimos,… conocemos abiertamente muchas cosas sobre la vida cristiana y su mensaje fundamental: el amor hasta el extremo, la centralidad de los pobres, una vida desde el Reinado de Dios y la paternidad-maternidad de Dios, la esperanza cristiana. Lo conocemos y transmitimos abiertamente, siendo conocido y reconocido por todos.
  • La ventana ‘oculta’ podría ser lo que los cristianos conocemos bien, pero no hemos sabido transmitir por el motivo que sea: falta de testimonio, otras insistencias que ocultan el núcleo del mensaje, falta de interés por parte de otros, desconocimiento real de algunos por falta de contacto con la vida cristiana, etc
  • La ventana ‘ciega’ es lo que los demás conocen de nosotros, desde fuera: la imagen que damos, tanto en los aspectos positivos como en los negativos. La sociedad, otros cristianos, otras religiones tienen una “imagen” de nosotros que completa la realidad de lo que somos. No sólo somos eso, pero también somos eso.
  • La ventana ‘desconocida’ podría ser ‘el otro cristianismo posible’ que no conocemos (aunque lo podemos intuir y soñar). Sería ese “otro modelo” del que estaríamos gozando si la historia nos hubiera llevado por otros derroteros: más metafóricos que metafísicos, más carismáticos que estructurales, más democráticos que jerárquicos, más prácticos que teóricos, más sugerentes que dogmáticos, más multiformes que uniformes, más optimistas que ‘terroristas’, más liberadores que amenazantes, más experienciales que doctrinales, más del “disfruta” que del “merece”, más del ‘sí’ que del ‘no’, más del ‘espíritu’ que de ‘la letra’, más del ‘ya’ que del ‘todavía no’, más del pobre que del templo, más del ‘desde abajo’ que del ‘desde arriba’, más de la ‘presencia’ que del ‘intervencionismo’ de Dios, más del amor que del temor, más de la ayuda que de la censura, más del silencio que del juicio, más del ‘creo’ que del ‘es’, más del ‘te doy de comer’ que del ‘Señor, Señor’…

Mirar por la ventana desconocida sería mirar por ese “otro cristianismo posible”, que evidentemente tiene trazas abundantes en la realidad actual. Por eso, al hablar de los derroteros por los que nos ha llevado la historia, me refiero a ‘derroteros institucionales’, ‘oficiales’, porque sabemos que todos los elementos han estado siempre presentes en la historia del cristianismo: no los hemos inventado nosotros. La cuestión es “configurar el cristianismo desde ellos, y no desde otra cosa. Aunque podemos intuir ese otro cristianismo, no deja de ser un cristianismo ‘desconocido’ hoy, al menos en su lado institucional.

Esta descripción de las ventanas estaría, de algún modo, cambiando según lugares y épocas (engrosando la lista de lo ‘oculto’ hoy).

Es evidente que el modelo nos propone una visión multiforme de la realidad cristiana, en la que cada ventana explica lo que “somos”, lo que “también somos” y lo que “podríamos ser”.

Para terminar, basándome en el modelo, me atrevo a sacar las siguientes conclusiones:

  • Tenemos que intentar ser más abiertos con el mensaje, para que todos puedan conocer el tesoro que tenemos. Para ello debemos insistir en lo positivo, lo que une, lo que otros cristianos de otras confesiones también viven, lo que construye humanidad, lo que es buena noticia. Y sobre todo, hemos de seguir dando testimonio, contagiando.
  • No tenemos que ocultar nuestro tesoro cristiano, mediante insistencias que hacen “desconectar” a la gente de hoy, y desnaturalizan la propuesta cristiana. Debemos ir a lo fundamental, a lo más evangélico, a lo compartido desde los orígenes, sin maquillajes y deformaciones posteriores que comprometen la unidad (y el sentido común).
  • Ojalá evitemos estar ciegos. Tenemos que ver lo que nos están diciendo la sociedad, otras iglesias, otras religiones (y por supuesto otros cristianos, especialmente mujeres y laicos). Ojalá estemosdispuestos a escuchar de verdad, a perder cegueras, a quitarnos orejeras, a ser curados, a convertirnos de corazón (y de estructuras), para poder completar la visión de la maravilla de ser cristiano sin artefactos ideológicos y estructurales que consideramos intocables.
  • Arriesguémonos, entremos en el mundo del cristianismodesconocidoProbemos otros caminos, desde otros paradigmas, desde otros lenguajes, desde otras insistencias, desde la praxis del amor, desde la locura de un evangelio que no necesita tantos aparatos institucionales. Sacudámonos el polvo del camino, y andemos descalzos por senderos desconocidos, guiados por la fe, por la constatación de un “algo está fallando”, por el deseo de “otro cristianismo posible”, por la intuición de que “algo nuevo está viniendo”…

Y hablando de ventanas, ¡gracias Juan, por recordarnos que tenemos que “abrir las ventanas de la Iglesia para que entrara aire fresco”!. Hacen falta, al menos, XXIII cristianos como tú. Menos mal que hay muchos más, que intentan abrir tantas ventanas para que siga entrando aire fresco en el mundo y en la Iglesia.



martes, 28 de octubre de 2008

OTRO CRISTIANISMO ES POSIBLE 02

02. DESPEDIRSE DEL MUNDO DE ARRIBA. De la heteronomía a la autonomía. 

(abrir este enlace para leer el capítulo 2)


Efectivamente, para Lenaers, la Modernidad representa un punto clave de inflexión en la marcha histórica y, en este impasse eclesial, no cabe retorno. Es obligado, pues, “atreverse a pensar”; para esto sugiero como tela de fondo del curso dejar abiertas un par de reflexiones:

    a causa de las iglesias surgió el ateísmo; a pesar de ellas se abre paso el ideal democrático. El ateísmo saneará la historia destronando al Dios falso y la caída de éste abrirá paso a una Humanidad nueva abierta a la plenitud. Queda para la reflexión.

Abordamos, pues, el basamento de este libro como es la revolución ilustrada, gozne de la historia y que tiene mucho que ver con el humanismo evangélico.

El fenómeno de la Ilustración es un proceso complejo y potente, dilatado en el tiempo, tan dilatado que todavía no ha sido aceptado (‘convertido’) a las iglesias alejadas del Evangelio. Heredera del Renacimiento humanista, la Ilustración se ofreció a las iglesias ya que los principales promotores, (Descartes, Leibniz, Kant…) eran profundamente cristianos. Pero la iglesias, lejos de recibirla -insistiendo en orientarla hacia el respeto a la dignidad suprema de la persona humana-, la combatieron sañudamente. Y en eso están. Ver si no el último episodio de ensañamiento del papa Ratzinger contra la secularización. La gran iglesia ha fallado a la decisiva cita histórica y la piedra rueda ya hacia los pies de su estatua colosal.

Lenaers desgrana su capítulo en torno al binomio heteronomía/autonomía. La primera se supera en la segunda y ésta encontraría su consistencia última sólo en Dios (teonomía).

1.- HETERONOMÍA. La heteronomía (=norma ajena, advenidiza) supone que las claves de funcionamiento del cosmos (naturaleza, historia, conciencia) se hallan ‘por encima’ o ‘fuera’ de él; son etimológicamente sobre-naturales. El mundo de arriba, el que Dios habita, maneja las riendas de nuestro mundo como mueve el mago oculto entre bambalinas los hilos de los personajes escénicos. Cada astro es asistido por un ángel; ricos y pobres responden al designio de Dios; éste delega en el monarca su autoridad y, por encima de él, en el Papa, monarca universal; las leyes naturales son extensión de las divinas y modificables por ellas (milagros); fuera de la verdad y el orden de Dios, cualquier otro es in-tolerable y perseguible con todos los medios (tortura y muerte incluidos): no existen más derechos humanos que la ley de Dios; ningún pensamiento posee consistencia sin el aval de la autoridad divina; nada escapa a su providencia, si no llueve a tiempo recurrimos a la oración ‘para pedir la lluvia’; las palmas bendecidas protegen nuestra vivienda, el agua bendita nuestros campos y ganados; en la batalla…”detente, bala, el Corazón de Jesús está conmigo”, rezaba un ‘detente’ (así se llamaba), estampa sobre fieltro cosido a la guerrera de soldados franquistas… Antiguas o actuales estas perlas son testigos vivos de nuestro mundo heterónomo colgado ‘del de arriba’.

Lenaers explica que esta cosmovisión multisecular de dos mundos paralelos se funda inconscientemente en una convicción axiomática, es decir, en un presupuesto que no es evidente pero que durante toda la historia ha explicado el cosmos.

Y no sirve ridiculizarlo, ni siquiera tal vez despabilar a los buenos parroquianos. Desde los orígenes el ser humano busca explicación y amparo en medio de la realidad misteriosa y tremenda que lo envuelve, lo desborda y asusta. Sin otras claves a mano se remite a un mundo superior del que cree depender. Esta cosmovisión parece común a las culturas de todos los tiempos. Razón por la cual la Modernidad, surgida coyunturalmente en Europa, las interpela a todas sin excepción. Al margen de que ciertos retoños espurios -sobre todo el individualismo egoísta que es a lo que el cristianismo habría tenido que corregir de la ilustración- hayan hecho estragos, y por ende, indispuesto contra ella, por ejemplo, a las más genuinas culturas populares latinoamericanas, la convergencia de todas las culturas con lo nuclear de la Modernidad es insoslayable.

2.- AUTONOMÍA. Contra la cosmovisión heterónoma chocó el axioma del movimiento ilustrado. Igualmente, sin evidencia empírica la razón crítica no soporta el sobre-naturalismo heterónomo. El humanismo renacentista combinado con la eclosión de las ciencias de la naturaleza (el telescopio descubre leyes físicas donde había ángeles) han permeado la cultura de autonomía, cual discreta levadura, pese a casi tres siglos de acérrima oposición de la más poderosa de las iglesias.

Baste un ejemplo resaltado por Lenaers. Las ciencias naturales alumbraron primero la hipótesis, hoy tesis segura, del proceso evolutivo multisecular del cosmos. Pues no, rotundamente no, clama Roma. Para el más reciente Catecismo de la Iglesia católica[1] (¡700 páginas!) no existe evolución y lleva razón la letra del Génesis: hubo una primera pareja creada santa e inmortal. Perdió estos dones por un pecado que se ha transmitido genéticamente a sus descendientes[2]. Pero ‘o felix culpa’ que nos mereció la venida de Yahvé Hijo cuyo sacrificio nos rescató. En la negación de la evolución asienta Roma toda la secuencia dogmática. Muy sintomático a estas alturas.

Pero hay más. El pensamiento tradicional disimuló el agujero de su ignorancia mediante el axioma hererónomo del ‘mundo de arriba’ cuyos derechos inviolables juzgaron nefastos y sacrílegos los recién emergentes “derechos humanos”. ¿Por qué no fueron éstos proclamados hasta que no rodó por tierra la sagrada cabeza de Luis XVI?

Roma se sobresaltó ante las libertades democráticas que nada bueno auguraban a su poder y, así, emplea todo el siglo XIX en estigmatizar la “peste” de…la libertad de conciencia, de expresión, de asociación, de cultos religiosos, etcétera. Aún no ha firmado el Vaticano la Declaración Universal de los Derechos Humanos, desterrados por supuesto de puertas adentro. ¡De nuevo, muy sintomático!

Lenaers no tiene tiempo de explicar que el mundo europeo del siglo XVIII se mantuvo cristiano y hasta católico (así Diderot, prohombre de la Enciclopedia). No explicita por qué más que el fuerte racionalismo de la Modernidad fue la chata y desmedida intransigencia de las iglesias el caldo de cultivo del ateismo: el dios infantilizante y absurdo de aquellas se hizo intolerable. Algunos, creyentes sinceros, construyeron un sistema bastante razonable de creencias, el llamado teísmo. Pero no advirtieron su insuficiencia para la tradición evangélica de un Dios que no está ‘arriba’ pero sí en la ‘hondura’ de los seres.

3.- TEONOMÍA. La autonomía del cosmos no es absoluta porque en tal caso se desvanecería la consistencia honda y la ultimidad de sentido de lo real. “La autonomía, lejos de conducir a la muerte de Dios, lleva irrecusablemente a la muerte de aquel insuficiente dios-en-el-cielo, pues era ésta una representación humana del Dios que se revela en Jesús”. Representación “demasiado humana, en todo caso, inútil para la modernidad”, añade el autor.

Lo que sí es claro para Lenaers -por más que, añado yo, los teólogos más progresistas no parecen consecuentes con la Ilustración- es que Dios NO INTERVIENE desde fuera en la realidad, ni de forma extraordinaria (milagros) ni de forma alguna. No puede intervenir el que está dentro, en el corazón de lo real haciendo que sea lo que es.

Parecería que Lenaers hubiera estado de alguna manera ‘mareando la perdiz’ en tema tan espinoso. Mas, por fin, parece que no puede más y al fin de capítulo suelta la andanada:

“Si las intervenciones en el orden del cosmos se han vuelto impensables (…) entonces una concepción de Jesús sin padre humano tampoco es pensable, y por lo tanto quedan en desuso expresiones y artículos sagrados de la fe como ‘concebido por obra del Espíritu Santo, nacido de la Virgen María’. Pero también ‘al tercer día resucitó de entre los muertos’. Porque también esto supone [¿seguro que sí? pregunto] una intervención de Dios en el orden cósmico. Y lo que vale del Credo, también hay que decirlo de la Sagrada Escritura desde la cual cristalizaron estos artículos”.

De nuevo alguien se queda sin respiración… Quien no ‘se atreva a pensar’ que abandone el curso.

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Algunos interrogantes:

  • - Lenaers distingue entre lo “correcto” o coherente dentro de un axioma determinado y lo “verdadero” (lo auténtico, lo de valor existencial, enriquecimiento de vida), es decir, lo válido con independencia del axioma adoptado. ¿Afirma Lenaers el relativismo de la ‘doxa’ mientras se mantenga la ‘práxis’?
  • - En la misma línea de preocupación: En matemáticas es tan válido operar dentro del sistema decimal como del binario. Lenaers lo equipara al doble axioma, el heterónomo y el autónomo. En estos últimos ¿vale tanto uno como otro? ¿Sería la explicación del aparente ‘desfase’ del autor en su pastoral rural?
  • - Lo cual nos lleva a preguntarnos por qué es preciso abandonar el axioma heterónomo y adoptar el autónomo ¿sólo para que nos entienda la gente (lenguaje) o también porque el heterónomo es menos verdadero (contenido)?
  • - Más explícitamente: ¿qué más da militar en el Opus Dei, neocatecumenales, Legionarios de Cristo, o en las comunidades de la Teología de la Liberación si todos dan frutos de piedad y caridad? ¿Quién se aproxima más a la verdad de Dios [¡!] (no quién es más santo [¿?]), Ratzinger o Juan XXIII, Madre Teresa u Oscar Romero, Escrivà o el abbé Pierre?

[1] Puede consultarse este Catecismo y el Compendio en la páginaVatican.va.

[2] Como ejemplo de lo dicho véase el número 390 del Catecismo: “El relato de la caída (Gn 3) utiliza un lenguaje hecho de imágenes, pero afirma un acontecimiento primordial, un hecho que tuvo lugar al comienzo de la historia del hombre (cf. GS 13,1). La Revelación nos da la certeza de fe de que toda la historia humana está marcada por el pecado original libremente cometido por nuestros primeros padres (cf. Cc. de Trento: DS 1513; Pío XII: DS 3897; Pablo VI, discurso 11 Julio 1966). Se reconoce el uso de imágenes (serpiente, manzana…). Pero se habla de hechos históricos, de un pecado “libremente cometido” por la primera pareja.



jueves, 23 de octubre de 2008

RETOS DE LA DEMOCRACIA A LA IGLESIA


Benjamín Forcano

La Iglesia, a pesar de todo, es más que una democracia
No hay que haber vivido mucho para entender que este tema ha sido tabú en la conciencia cristiana, en el sentido de que a casi nadie se le ocurría relacionar la Democracia con la Iglesia. La Iglesia no es evidentemente una democracia y, sobre todo, no tiene hacia dentro, en su estructura y funcionamiento, experiencia de funcionar como una democracia. 
Sin embargo, nadie dudaría en afirmar que, si atendemos a la enseñanza y vida de Jesús, él convoca a sus seguidores a un radical espíritu democrático y a una práctica de los valores democráticos. Entonces, ¿qué ha sucedido, se pregunta Andrés T. Queiruga, para que se pueda seguir afirmando por muchos -por demasiados- que la Iglesia no es ni puede ser democrática? (Latinoamericana 2007, La democracia en la Iglesia, pg. 46). 
En un hermoso artículo de J. Sobrino, (Concilium, Crítica a las democracias actuales y caminos de humanización, Septiembre 2007, pp. 83-97), describe las ideas e ideales que la tradición bíblico-jesuánica aporta para humanizar la democracia. Según él, el Vaticano II, fiel a tradiciones de la primera Iglesia e inspirada por los mejores valores de la democracia, marcó una nueva dirección, al entenderse como “Pueblo de Dios” y, posteriormente en Medellín, como “Iglesia de los pobres”. 
La marca de “pueblo de Dios” fue calificada por el propio cardenal Ratzinger como peligrosa por llevar a comprender la Iglesia sociológicamente y la de “Iglesia de los pobres” no tuvo viento a favor de parte de la Institución. Superando deficiencias seculares, “Se trataba de superar la desigualdad, el autoritarismo de los señores de este mundo, la concentración del poder en pocas manos, la marginación de los laicos, sobre todo de la mujer, la imposibilidad de apelación, que la autoridad no tenga que rendir cuentas...Era y es innegable el deseo de una Iglesia más humana, más consecuente con lo que desencadenó Jesús y más parecida a Jesús. Eso es lo que estaba en juego en una Iglesia “pueblo de Dios”, con sus analogías en lo mejor de la democracia” (Idem, p. 94).
Es bueno, por tanto, dejar bien claro que la Iglesia no sólo es y puede ser una democracia, sino mucho más que una democracia: “Si alguien sigue pensando que usar la palabra “democracia” respecto de la Iglesia, puede amenazar u oscurecer la confesión de su misterio, que no lo haga nunca rebajando la llamada de Jesús hacia los valores de humildad y servicio... El cambio solo puede ser apostando a la alta: si no “democracia”, entonces mucho más que democracia” (Idem, pg. 47). 
No sería justo, en este sentido, que la Iglesia se erigiera en guardiana de la democracia, señalando las deficiencias, contradicciones y abusos que le acompañan, sin vivir “en casa” las mejores tradiciones que ella predica a los de fuera. “Si, como afirma Casaldáliga, la democracia que conocemos es una democracia que empalaga e indigna” (Latinoamericana 2007, Exigimos y hacemos otra democracia, pg.10), ¿Qué no habrá de hacer la Iglesia para que no aparezca más como enemigo de la democracia y deje de perder credibilidad? Responde Casaldáliga: “hasta Dios debe ser democratizado de otro modo y la respectiva vivencia religiosa de la fe se debe abrir al diálogo en el pluralismo y debe compartir en la acción volcada hacia las grandes causas comunes de la vida y de todo el ser del universo” (Idem, pg. 11).
La cuestión, para no recaer en confusión ni contradicciones, requiere un tratamiento claro: ¿De qué hablamos cuando decimos democracia e Iglesia? 

Nuestro modelo de democracia 
Seguramente, en nuestro mundo occidental, son mayoría los que presumen de la forma de vida democrática. No sólo presumen, están orgullosos de ella y, en todo caso, la consideran como la forma menos mala. 
Afortunadamente, comienzan a sonar -y fuerte- las voces de quienes cuestionan nuestra forma de democracia. No se trata de negar los logros y avances propios de nuestra democracia occidental. 
Con base en la democracia griega, se comenzó a ordenar la convivencia de manera que las decisiones fueran tomadas por todos y no por uno sólo (rey) o por una minoría (aristocracia). Fue un avance, pero en el avance de esas primeras decisiones no tomaban parte los esclavos, los extranjeros y las mujeres; una gran parte que quedaba fuera del poder.
En las democracias modernas hubo un intento progresivo de que el poder fuera participado por todos, única manera de acabar con la exclusión, el privilegio y el dominio de unos sobre otros. Para ello, bastaría con establecer unas Constituciones, unos Tribunales, unos Representantes elegidos y unas Leyes que asegurasen la igualdad de todos, mediante una justicia rigurosamente aplicada. Desaparecida la Monarquía y las clases privilegiadas, todos serían iguales y libres.
Hubo progreso y conquistas muy positivas en las clases trabajadoras. Pero, los antiguos actores del poder –clero y nobleza- fueron reemplazados por otros: los señores de la industria, del comercio y, mas cerca de nosotros, las multinacionales: “La modernidad había imaginado el Estado como fuerza independiente, autónoma, encargada de crear la justicia y la prosperidad mediante la colaboración de todos los ciudadanos, considerados iguales gracias al imperio de la ley, aplicadas a todos por igual, y que defendían los derechos todos. Ya no habría víctimas de la dominación, porque todos podrían contar con el amparo de la ley aplicada por un sistema judicial imparcial” ( J. Comblin, Crisis de la democracia, Latinoamericana 2007, p. 323).

La dictadura económica dentro de la democracia
Desde nuestro nivel de vida confortable seguimos manteniendo el mito de que la democracia es el mejor sistema de vida para la convivencia. Lo es, ciertamente, mejor que la tiranía. Pero sería iluso desconocer el poder inimaginable que las nuevas fuerzas económicas han adquirido y la forma en que lo ejercen e imponen en nuestras democracias. 
Entre los miles y miles de sociedades privadas inventariadas, las 200 más poderosas controlan en 2002 más del 23 % del producto mundial bruto (más de toda la riqueza producida en el planeta a lo largo de un año). Es importante subrayar las características de estas nuevas fuerzas económicas: 
- Están en manos de unos grupos mundiales.
- Su riqueza ha ido creciendo y concentrándose.
- Los Estados han ido perdiendo la posibilidad de controlarlas.
Cada vez más, les imponen su voluntad.
- Las multinacionales mueven y controlan el comercio, las más fuertes conquistan a las más débiles, cuentan con la exención de impuestos y otras ventajas y acaban constituyéndose en monopolios.
- Su mayor éxito ha sido hacer creer a la conciencia pública que el Estado no puede tomar iniciativas económicas y debe entregarlas a empresas privadas. De esta manera, los partidos políticos se convierten en divulgadores de la ideología neoliberal y en funcionarios de las multinacionales. 
Desde lo dicho, está claro que la democracia pierde su contenido desde el momento en que los Estados conceden autonomía a las multinacionales. Estas mueven sus capitales por el mundo entero. Los ciudadanos y la clase obrera apenas pueden actuar eficazmente contra ellas: “La globalización de los intercambios de servicios, de capitales, de patentes ha llevado durante los diez últimos años al establecimiento de una dictadura mundial del capital financiero. Las reducidas oligarquías transcontinentales, que detentan el capital financiero, dominan el planeta... Sobre miles de millones de seres humanos, los señores del capital financiero mundializado ejercen un derecho de vida y muerte. Mediante su estrategia de inversión, sus especulaciones bursátiles, las alianzas que organizan , deciden día a día quién tiene derecho a vivir en este planeta y quién está condenado a morir” (J. Ziegler, Derechos Humanos y democracia mundial, Latinoamérica 2007, p. 26). 
“Los pueblos no eligieron sus gobiernos para que los “llevasen” al Mercado, sino que es el Mercado el que por todos los modos posibles condiciona a los gobiernos para que les “lleven” los pueblos. El Mercado es hoy más que nunca, el instrumento por excelencia de auténtico, único e incontrovertible poder, el poder económico y financiero multinacional, ése que no es democrático porque no fue elegido ni es regido por el pueblo ni apunta a su felicidad” (J. Saramago, Sobre la democracia, en Latinoamérica 2007, pg. 35).
Las consecuencias son las que todos vemos y sufrimos: la dictadura neoliberal nos invade con la industria de la diversión, hace que nos olvidemos de los derechos humanos, nos llega a convencer de que no hay nada que se pueda hacer, no hay alternativa posible. ¿Cómo podemos entender el hecho de que, desde el comienzo de la guerra de Irak, una potencia que se proclama y se la reconoce como la primera y más importante del mundo, pueda justificar y mantener, ante la complicidad de otras demo- cracias, como normal e inevitable, la prolongación de una invasión que provoca más de cien asesinados y muertos diarios?
¿En qué quedan, pues, las Constituciones? ¿Para qué sirven las elecciones? ¿Cuántos creen aún en ellas? ¿No es normal que crezca la conciencia de que el sistema democrático actual no funciona? 
Pero, para cambiar el sistema, habrá que destruir el poder de los nuevos señores feudales. ¿Quimera o utopía? 

Democracia y derechos humanos
No creo equivocarme al afirmar que una democracia política es bien poca cosa si no es, al mismo tiempo, una democracia económica y cultural. Identificar la democracia con la mera forma política es dejarla sin contenido. Los elegidos por el pueblo están en los partidos, en el parlamento y en el gobierno para algo más. Partidos y otras instituciones son necesarios, pero con la conciencia de que el poder que les ha sido otorgado proviene del pueblo y debe ser utilizado para los fines y derechos del pueblo. El poder, si proviene del pueblo y debe ser ejercido para el bien del pueblo, debe ser administrado en beneficio suyo. No lo es así, seguramente porque los gobernados no lo hacen por sí mismos ni para sí. Cambios políticos de partido y de gobierno que no vayan acompañados de cambios económicos y culturales no responden mucho a lo que el pueblo desea cuando vota. 
Si, como ha dicho Boutros Boutros- Ghali “los Derechos Humanos son, por definición, la norma última de toda la política, son absolutos y localizados y por lo mismo constituyen una irreductibilidad humana, la quintaesencia de los valores que nos permiten afirmar que somos una sola comunidad humana” (J. Ziegler, idem, pg. 27). 
¿La democracia sirve para asegurar la igualdad y la fraternidad o para encubrir la imposición capitalista, con su modelo de una sociedad egoísta y sin ideales? 
Pese a todas las deficiencias e insuficiencias deberemos insistir en que se hagan realidad los derechos humanos, conscientes de que, también dentro de la democracia, son utilizados ideologizadamente para los intereses de unos u otros grupos y no del bien y de los derechos de los ciudadanos. Resulta inicuo que los derechos humanos puedan convertirse en privilegios de minorías y poderosos y puedan ser usados incluso en contra de los derechos de las mayorías. Esto es lo que hay que desenmascarar. Cuando una minoría tiene el poder de imponer las condiciones comerciales en el mercado, tiene el poder de dominar la vida: impiden las condiciones reales para que se pueda vivir biológicamente. 
Para lograr que todos los ciudadanos gocen de los derechos humanos, no basta con la afirmación abstracta de que eso es un derecho de todo ser humano; eso es ya un derecho en muchos países democráticos, pero no lo es en otros, también formalmente democráticos. Puedo y debo tender utópicamente a la consecución del ideal (es un derecho de todo ser humano), pero debo incidir en la verificación y lucha concreta de si ese derecho se da en la realidad cotidiana de otros países. Entonces, la lucha y tarea decisiva se concretan en ponerse no del lado de quienes disfrutan esos derechos sino de quienes carecen de ellos, de quienes son débiles u oprimidos y no de quienes son fuertes u opresores. 

La Iglesia y sus modelos diferentes 
Lo mismo que hemos dicho de la democracia, cabe decir de la Iglesia: no se la puede mitificar reduciéndola a un solo modelo. La Iglesia tiene su proceso histórico - magnífico y terrible, dialécticamente esclarecedor- dentro del cual se ha dado fidelidad al origen y alejamiento de él.

.Modelo tridentino
Sin extenderme ahora más de la cuenta, quiero recalcar la tendencia y modelo de Iglesia que en siglos anteriores prevaleció y fue dominante hasta vísperas del Vaticano II. Me refiero al momento de la Iglesia reformada de Gregorio VII y postridentina. Sus rasgos fundamentales serían: 
1. La Iglesia es como un Estado, en cuya cumbre está el Papa, asistido por las congregaciones romanas y que justifica su hegemonía sobre los demás Estados.
2. El estatuto constituyente de la Iglesia se caracteriza por la desigualdad, a base de dos géneros de cristianos: los clérigos y los laicos.
3. En ella, lo básico es la jerarquía clerical con sus diversos rangos. La desigualdad se despliega de arriba abajo, en una visión piramidal y estamental: la pirámide tiene un vértice, el papa: de él deriva el poder de los obispos, la nobleza eclesiástica; y, más abajo, está el bajo clero, los llamados propiamente “sacerdotes”. Estos grados agotan el derecho y la autoridad. Finalmente, está el estamento laical, base inmensa de la pirámide: vasallos, siervos de la gleba, gente menuda.
4. Esta estructura eclesiástica sería de derecho divino y, por lo tanto, inmutable. Como también el poder que ella tiene y de ella deriva.
5. Esta Iglesia realiza el Reino de Dios desde el “poder eclesiástico”, que desciende piramidalmente hasta los mismos fieles. El pueblo no tiene más que recibir y poner en práctica lo que reside en las altas esferas.
6. Para esta Iglesia el reino de Dios es cosa del “más allá”, “asunto de la otra vida”, no un proyecto histórico con exigencias de transformación para la sociedad presente, sino un símbolo de resignación histórica y de evasión de la historia.
7. Esta Iglesia olvida las característica fundamental del Reino de Dios que anuncia Jesús: un Reino de los pobres y para su liberación. Es decir, mientras en las altas esferas se libran batallas por la dominación del mundo, la inmensa base eclesial no tiene más condición, y ésta querida por Dios, que someterse y no contar para nada. 

. Modelo del Vaticano II
Comparar simplemente la eclesiología tridentina con la del Vaticano II da una clave para entender los conflictos intraeclesiásticos actuales y todas las actuaciones que se están dando en contra de quienes se empeñan en exigir el camino trazado por el Vaticano II y que tiene su punto vivo en la democratización de la Iglesia. El cambio operado aparece sobre todo en la “Lumen Gentium” y la “Gaudium et Spes”. Podemos concretarlo en los siguientes puntos:
1. El punto de gravitación en la Iglesia es la comunidad (pueblo de Dios) y no la jerarquía. “Pueblo de Dios” es para el concilio esa realidad englobante de la Iglesia, que remite a lo básico y común de nuestra condición eclesial, es decir, nuestra condición de creyentes. Y, en esa condición, estamos todos, sin excepción. La división de clérigos/ laicos queda superada con un planteamiento nuevo: lo sustantivo en la Iglesia es la comunidad, la jerarquía lo relativo, que no tiene razón de ser en sí y para sí, sino en referencia y subordinación a la comunidad. 
2. La función de la jerarquía es redefinida con relación a Jesús, siervo sufriente y no pantocrátor (señor de este mundo); solo desde un crucificado por los poderes de este mundo se puede fundar y justificar la autoridad de la Iglesia. La jerarquía es un ministerio (diakonia=servicio) que exige reducirse a la condición de siervo. Ocupar ese lugar (el de la debilidad e impotencia) es lo suyo, lo verdaderamente propio. 
3. Desaparece la Iglesia como “sociedad de desiguales”: “No hay por consiguiente en Cristo y la Iglesia ninguna desigualdad” (LG, 12). 
Ningún ministerio puede ser colocado por encima de esta dignidad común. La mayor dignidad está en la igualdad común. Los clérigos no son los “hombres de Dios” y los laicos “los hombres del mundo”. Esa dicotomía es falsa. Hablamos correctamente si, en lugar de clérigos y laicos, hablamos de comunidad y ministerios. 
4. Todos los bautizados son consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo (LG, 10). No sólo, por tanto, los curas son “sacerdotes” sino que, junto al ministerio de ellos, el sacerdocio es común. Este cambio en el concepto de sacerdocio es fundamental: “En Cristo se ha producido un cambio de sacerdocio” (Hb 7,12). En efecto, el primer rasgo del sacerdocio de Jesús es que “se hace en todo semejante a sus hermanos”: es compasivo, prueba el sufrimiento, ofrece en su vida mortal oraciones a gritos y lágrimas, es decir, se identifica con su pueblo, sin avergonzarse de llamarlos hermanos. 
Jesús, pues, para ser sacerdote no se retira al ámbito de lo sagrado, de los ritos, sino que sigue siendo laico aun constituido como sacerdote. El sacerdocio original de Jesús es el que hay que proseguir en la historia Y es la base para entender todo otro sacerdocio dentro de la Iglesia y, por supuesto, el sacerdocio común. 
Según esto, la Iglesia entera, pueblo de Dios, prosigue el sacerdocio de Jesús, sin perder la laicidad, en el ámbito de lo profano y de lo inmundo, de los “echados fuera”; sacerdocio no centrado en el culto sino en el mundo real. Este sacerdocio pertenece al plano sustantivo, el otro -el prebisteral- es un ministerio y no puede entenderse desentendiéndose del común. Y el sacerdocio común es superior y el presbiteral, como ordenado al común, es inferior.
En el primer milenio, el ministerio presbiteral es entendido con referencia a la comunidad, y el pueblo expresaba su participación con la mano alzada. Prescindir de la participación del pueblo, hacía nulas e inválidas las ordenaciones. En el segundo milenio, el ministerio se entiende por referencia a Cristo que actúa en la Iglesia a través del sacramento. El gesto es de imponer las manos, que es posterior y es expresión del sacramento del Orden.
El poder sacerdotal tuvo una evolución -expresada en los gestos- hasta llegar a configurarse como un poder aislado de la comunidad, sustantivizado en sí, en pura verticalidad.

Papel de la Iglesia en la democracia desde la tradición original, 
recuperada en el Vaticano II
Lo dicho sobre la evolución de la democracia y sobre los dos modelos de Iglesia, nos permiten sacar algunas consecuencias:
Primera: en todo tipo de ordenación y gobierno de la convivencia humana, la Iglesia de Jesús aporta valores fundamentales que delatan su identidad y la hacen incompatible con aquellas formas de convivencia que no cultivan o se muestran ausentes con esos valores.
Segunda: Teniendo en cuenta los principales problemas que hoy agobian a nuestra democracia, sabiendo que ella ofrece propuestas para la solución de esos problemas, que no hay proceso económico-político disociado de un determinado tipo de cultura (filosófica, ética, religiosa), que la cultura de la democracia ha sido invadida y pervertida por la ideología especifica del neoliberalismo, que la democracia necesita para sobrevivir y regenerarse unos valores esenciales, ¿Cuáles serían esos valores energías base, que la Iglesia, desde lo mejor de sí misma , podría aportar?
Quiero señalar cuatro: 
1. Primacía de los últimos. La Iglesia debiera proclamar y testimoniar que como criterio de organización sociopolítica y de educación debiera adoptarse el criterio de que todos los hombres son hermanos y, si hermanos, hay que luchar para que las relaciones sean de igualdad y desaparezcan los obstáculos que más lo imposibilitan: el dinero y el poder. Hay que establecer como prioridad el que esas mayorías, que se encuentran en la miseria y exclusión (los últimos) sean los primeros, de modo que sea desde las carencias de sus derechos y necesidades como comience a organizarse la sociedad. Si Jesús llama a los pobres bienaventurados es porque les asegura que su situación va a cambiar y para ello es preciso crear un movimiento que sea capaz de lograrlo, devolviéndoles la dignidad y la esperanza. Hay que dar la primacía a los últimos: 
"El cristianismo originario se enfrenta al reinado del dinero y del poder como mecanismo de dominación e introduce una pasión en la historia: que los últimos dejen de serlo, que se adopten comportamientos y se organicen políticas y economías que les den la primacía para construir una sociedad sin últimos ni primeros o, al menos, con la menor desigualdad entre los seres humanos convocados a ser hermanos” (R. Díaz Salazar, La Izquierda y el cristianismo, Taurus, 1998, p354.
2. Detectar las causas de la desigualdad. De acuerdo con esta pasión por los últimos, tener sensibilidad y criterio para saber detectar dónde se encuentran en nuestro mundo las causas y mecanismos que producen los primeros y mayores problemas de desigualdad e injusticia.
3. Anteponer las necesidades de los últimos. Crear una voluntad colectiva que sea capaz de anteponer las necesidades de los últimos y que articule políticas y comportamientos sociales solidarios, con la consiguiente adopción de esfuerzos y renuncias comunes. Si la pasión por los últimos se convierte en idea y fuerza moral movilizadora, tendremos entonces la posibilidad de políticas internacionales de solidaridad, de democracia económica, de asunción de la pobreza evangélica, llegando a crear nuevos sujetos sociales, con una nueva escala de valores antropológicos y una nueva finalidad para la vida personal y colectiva.
4. Cultura del samaritano. Hacer propia la cultura del samaritano ante el prójimo necesitado: sentir como propio el dolor de los oprimidos, aproximarse a ellos y liberarlos. Sin este compromiso, toda la religiosidad es falsa: 
"El cristianismo originario presenta unos valores de fondo que vistos en su conjunto configuran un determinado espíritu o fuerza socio-vital muy importante para la izquierda. La primacía de los últimos, la pasión por su liberación, la crítica de las riquezas, la cercanía a las víctimas de la explotación, el anhelo por construir la fraternidad desde la justicia y más allá de éste, la apuesta por un estilo de vida centrado en la desposesión y comunión de bienes, la unión entre el cambio de la interioridad del hombre y la transformación de la historia, etc. son propuestas vitales muy valiosas para la cultura socialista.(R. Díaz Salazar, Idem, p. 399).
Jon Sobrino, por su parte, en el artículo citado, teniendo en cuenta la tradición bíblica cristiana y, a la vista de lo que está hoy sucediendo en nuestras democracias, expone las siguientes propuestas que pueden ayudar a humanizar la democracia: 
. La compasión ante el pueblo crucificado 
. La justicia 
. La parcialidad ante el pobre
Partir de la cruz de los pueblos es partir de quienes no tiene poder y, como tales, sufren todas las penalidades. A ellos nuestras democracias -eurocéntricas- les arrebatan todo: vida, cultura, dignidad y libertad. Y ante esos pueblos crucificados no hay otra postura honesta que la de “bajarlos de la cruz” porque en ellos hay presencia de Dios.
La injusticia hace que muchos seres humanos mueran de hambre, sean asesinados. La bondad de Dios, que es bueno con todas sus criaturas, tiene que aparecer en la concreta transformación de un mundo injusto en otro justo. La justicia se opone al desprecio, la violencia, la mentira, la esclavitud, la muerte. En la medida en que eliminemos eso la vida será justa y será humana.
En la práctica una política democrática, de cuño cristiano, se decanta por los pobres. Seguir hablando en nuestras democracias de igualdad es una falacia real, porque no es así; hay que introducir el criterio de la parcialidad. El pobre sufriente es el que tiene que resultar primero. Se debe partir no de la igualdad sino de los pobres como centro de la política democrática.
Hay una advertencia de Jesús de Nazaret –y quiero que sea mi conclusión- con la que debieran confrontarse todos los poderes: civiles y religiosos, democráticos, monárquicos, socialistas, de cualquier signo: “Sabéis que los jefes de las naciones gobiernan como señores absolutos y los grandes oprimen con su poder. No sea así entre vosotros. Que el primero sea el último y el señor sea servidor” (Mc 10,41: Mt 20,25).


miércoles, 22 de octubre de 2008

OTRO CRISTIANISMO ES POSIBLE 01

HABLAR SIN DARSE A ENTENDER


Si tú hablas y yo no te entiendo, si yo hablo y tú no me entiendes… ¡no nos entendemos! La constatación es de Perogrullo ¿no? Sí, pero ¡qué lamentable drama cuando los interlocutores son la iglesia y la sociedad que no entienden sus respectivos lenguajes y cada día se dan más la espalda. El desastroso desenlace de tal desencuentro es la ruina de la estatua del sueño de Nabucodonosor, la iglesia, que pronostica nuestro autor.

Para colmo, la incomunicación por defecto del lenguaje se ha trasladado al interior de las comunidades cristianas. Conservadores y progresistas, las dos principales tendencias de la iglesia, son los dos mellizos a la greña en el vientre de la bíblica abuela Rebeca. El mellizo conservador nos acusa de traicionar la gran tradición, nosotros le reprochamos ese ‘idioma oculto’ que ni se entiende ya ni interesa a la sociedad. El problema del lenguaje es decisivo y transversal en este libro de Lenaers.

1.- LENGUAJE. Para el autor el lenguaje se entiende de modo muy amplio: desde las expresiones litúrgicas a los conceptos doctrinales, es decir, todo lo que sirve a la iglesia para comunicarse y transmitir un mensaje. Si la comunicación es buena se transparenta a Dios, si es deficiente Dios queda secuestrado.

Transmitir con lenguaje actual, sí, pero ¿comunicar qué? Porque la relación entre envoltorio y contenido varía en el tiempo y con el cambio de cultura. Así ¿no resulta sospechosa nuestra pretendida compresión a dos mil años de distancia cultural de tantos textos bíblicos? “Quien me ve a mi (Jesús) ve al Padre”… ¡J…, maestro cómo te explicas! decía el chascarrillo.

En un grupo de jóvenes, apenas cristianos, mencionamos el concepto de Reino de Dios ¿qué tipo de rey les sugiere ese término, el rey de España, el déspota Luis XIV o Jesús de Nazaret? “Las palabras pierden el contenido antiguo, pues adquieren un nuevo significado [con lo cual) se vuelven completamente incomprensibles”, dice el autor.

No se favoreció la adaptación del lenguaje, primero manteniendo insensatamente el latín, luego diciendo hoy lo mismo que oían los primeros cristianos.

2.- Los CONTENIDOS, es decir, las verdades expresadas, los dogmas ¿Es verdad que éstos no pueden cambiar? Es lo que parece asegurar la tradición. Los conservadores aceptan que lo implícito de la Biblia se explicite como emerge la encina de una bellota. Engañosa imagen de la evolución dogmática. La verdadera evolución ¿no es aquella en que de las amebas originarias llegan a producirse monos y homínidos? Sin esta perspectiva realista de evolución doctrinal ¡hay que ver a qué malabarismos mentales fuerza la doctrina tradicional! Hasta hace cuatro décadas se aseguraba que “fuera de la Iglesia no hay salvación”, hoy se acepta que todas las religiones son caminos de salvación (ver Teología del pluralismo religioso, de J.M.Vigil, en Atrio). Lenaers va a revisar, pues, en capítulos sucesivos varios dogmas, uno tras otro.

3.- Un SEÍSMO. En esta evolución el mundo cristiano occidental ha soportado un seísmo descomunal, un período singular que arranca en el siglo XV con el renacimiento humanista, continúa con la Ilustración (con el núcleo buena de ella, claro) y…aún no ha concluido (la postmodernidad ¡no niega la Modernidad!). Se la ha calificado de revolución copernicana, cambio de época, tiempo axial, se la ha equiparado en importancia a la revolución del neolítico. Y semejante mutación cultural ¿no afectaría al cristianismo? La jerarquía católica aún no lo ha digerido, es bien consciente de sus consecuencias y juega a avestruz. Lenaers reconoce a la Modernidad una importancia decisiva: las ciencias modernas, la cultura, la política autónoma, el pensamiento racional comienzan a emerger emancipados de la teología. De esta mutación han derivado grandes males pero sus beneficios son irrenunciables. Despunta, pues, ya un nuevo mundo de pensamiento al margen de la Iglesia en la cual “su imagen del mundo y de la humanidad, así como la imagen de Dios mismo, se han quedado en la Edad Media, mientras que la sociedad occidental se aleja de ésta a una velocidad cada vez mayor”, dice Lenaers concluyendo que el lenguaje cristiano ha quedado como “idioma extranjero para la gente que siente y piensa de acuerdo a los tiempos modernos”.

De aquí nacen las tensiones internas en la iglesia entre conservadores y progresistas, los dos mellizos que se pelean en el seno de la abuela Rebeca.

Sin desvelar más de su pensamiento Lenaers nos pone en guardia: la mutación de la Modernidad exigirá bastante más que revisar “el centralismo romano, la democratización del autoritarismo eclesiástico, el acceso de la mujer al sacerdocio, el derecho a votar en la elección de obispos o la supresión del celibato obligatorio…” Será preciso revisar la visión total del mundo, “el mundo de los pensamientos y representaciones”. “Sin esta renovación (de la modernidad) la iglesia no tiene ningún futuro en el mundo moderno”. ¿Tenían alguna conciencia de esto sus feligreses rurales del Tirol?

El viejo y prudente Lenaers percibe que a más de uno se le entrecorta la respiración y, por ello, le aconseja “no lo leas (este libro), si no tienes ningún problema con la Iglesia católica romana, con su manera de pensar y de hablar… De lo contrario te vas a enojar y no poco” (¡Caray! ¡el que avisa no es traidor!) Nos preguntamos de nuevo ¿cómo actuaría nuestro simpático párroco en el pueblito montañés? ¿habló o se calló? Y si habló ¿cómo crees tú que lo haría? ¿cómo lo harías tú según vas leyendo el curso?

De nuevo nuestro amigo deja clara su intención dirigiéndose a aquellos que están a punto de tirar al bebé con el agua del baño y a aquellos que, como él mismo, han vivido las formas de la iglesia de antes pero ahora “viven una postura ambivalente respecto a ésta, en una mezcla de amor y rechazo”.

Uuuuuuf ¡qué fuerte! ¿qué hacemos, cerramos el libro o seguimos con él?

Responde antes, por favor, a una pregunta: ¿has percibido en este capítulo algún punto de inflexión de especial importancia?



lunes, 20 de octubre de 2008

SIENTA A UN POBRE EN TU MESA

Reflexiones sobre la crisis

Los que “peinamos canas”, nos hemos educado moralmente con este eslogan navideño: “sienta un pobre en tu mesa”.  Nos hemos conmovido con la voz aguda y rasgada de Pepe Isbert llamando desesperadamente a Chencho en la Plaza Mayor de Madrid, cuando se pierde en el mercadillo navideño de figuritas de Belén, en celuloide de blanco y negro.

         Era el comienzo de los 60 cuando un padre podía mantener a duras penas una familia numerosa (la gran familia) de 15 hijos y abuelo. Y lo podía hacer porque vino Mr. Marshall en los años 50 y nos trajo la mantequilla, el queso y la leche en polvo con ese cuño que no entendíamos y nos traducían: “ayuda del pueblo americano”.

         Luego vino el “turista un millón”, las multinacionales, las suecas, el 600, la vendimia en Francia, el trabajo en Alemania, etc. Y así sobrevivíamos en la dictadura con el pluriempleo y debiendo en la tienda del barrio. Pero nos sentíamos felices cuando sonaba el “picú”. Unos en los “guateques” y otros soñábamos que las canciones de Paco Ibañez, de Raimón, Lluis Llach se hicieran realidad.

         Llegó la democracia y aquello de Jarcha de “libertad, libertad sin ira…”  se iba haciendo verdad. Volvían los emigrantes españoles con un mercedes y compraban la casa del pueblo para arreglarla.

         Transición, Democracia y ya lo decía Aznar: “España va bien” . La Economía, el País crecía pese a Alianza Popular y luego PP. Pese a PSOE marxista y luego sólo PSOE, claramente socialdemocrata. Pertenecemos a los Paises del 1º Mundo y si alguien lo duda que le pregunte al que llegó en Patera.

        Nuestro bipartidismo discutía hace unos meses si había crisis económica o no y el PP nos asustaba con el lobo feroz. Hoy ya nadie duda que sí hay CRISIS, que posiblemente vamos hacia una Regresión económica y que como venga el lobo, igual nos lo comemos.

        En los últimos años las ciudades han cambiado. Hemos visto cómo se elevaban torres inmensas, cómo aparecían barrios nuevos, cómo los latinoamericanos, africanos, europeos del Este y algún español que otro rompían las calles, campos en inmensas obras públicas. Ya estábamos en el Euro, en Europa y mirábamos con asombro, y recelo a la emigración.

         Nos hemos hipotecado en deudas que nadie veremos terminar de pagar y aparentemente todos tenemos la tarjeta dispuesta a deslizarla eróticamente por la caja registradora. Y de repente ese idilio entre la deuda y el consumo se rompe. Nos dicen que la economía mundial esta en CRISIS. Y ya sabemos que cuando en America del Norte estornudan en Europa cogemos la gripe y en el Sur se mueren.

         Vemos como inmensas cantidades con muchos ceros imposibles de imaginar salen de los gobiernos para evitar que los bancos se derrumben.

        Empezamos a entender que la Economía financiera es diferente de la Economía real (del ciudadano de a pie). Los expertos nos dicen: “Mientras el maniacodepresivo mercado de valores domina los titulares, la historia más importante son las lúgubres noticias que llegan sobre la economía real. Ahora está claro que rescatar a los bancos es sólo el principio: la economía no financiera tiene también una desesperada necesidad de ayuda.

Y para proporcionar esa ayuda vamos a tener que dejar de lado algunos prejuicios. Está políticamente de moda despotricar contra el gasto estatal y pedir responsabilidad fiscal. Pero ahora mismo, un mayor gasto estatal es justo lo que el doctor receta, y las preocupaciones sobre el déficit presupuestario deben ser dejadas en suspenso.”[1]  

         Nos entra una terrible impotencia cuando vemos cómo sale el “dinero” de la chistera del Estado y pasa a los Bancos y no sirve de nada porque se desploman los mercados financieros y la economía real sigue sufriendo heridas mortales: desempleo, impagos, desahucios, mendicidad, marginalidad, delincuencia a la desesperada, ilusiones frustradas en los de aquí y en los que vinieron… con las consecuencias de aumento de violencia familiar, de genero, drogodependencias, enfermedad mental, suicidio, etc.

Nos dicen que “la especulación es el virus que ha contagiado al mercado mundial”. Que el capitalismo se ha colapsado desde que descubrió que podía convertir la deuda en dinero y tanto quiso acaparar que la deuda se hizo impagable. Dejó de pensar en el oro como moneda de cambio para usar el crédito y tanto se ha especulado, se ha crecido sin fundamento, que los pies del barro del gigante capitalista ha desmoronado el Baal sagrado de la Economía financiera.

        Y nosotros ¿qué podemos decir? ¿qué podemos hacer?.

         Francisco Güeto Moreno (presidente de la H.O.A.C.) dice[1]: “si miramos la actual crisis económica desde la comprensión del ser humano y de su vida social que nos ofrece la Doctrina Social, Por ejemplo: Necesitamos recuperar la vinculación entre economía y ética. La economía es actividad humana, y por eso, no es, como algunos pretenden, algo que esté más allá de la moral. Es moral o inmoral (humaniza o deshumaniza) según los fines que persigue y los medios que utiliza. Por tanto, no vale todo para la obtención de mayores beneficios monetarios”

        También la catedrática de Ética en Valencia, Adela Cortina aboga por extraer lecciones de la crisis: “Se puede aprender que la prudencia es necesaria en las finanzas, porque la buena economía no persigue el beneficio máximo, sea cual fuere el riesgo, sino el beneficio suficiente en el medio y largo plazo. También responsabilidad, porque quien tiene tanta influencia en las vidas humanas ha de evitar el daño que puede hacerles… / … Las fiebres descontroladas destruyen la confianza, sin la que el sistema no funciona”.

        Está claro que nosotros podemos decir más ética, más justicia, más control del Estado sobre la Banca. Más claridad y honestidad en los que nos gobiernan, los que votamos y los que no votamos y mandan por encima de los elegidos democráticamente. Pero ¿qué podemos hacer?. ¿Habrá que volver a “sentar un pobre en nuestra mesa por navidad”?. O ¿esperar que alguien nos invite a su mesa?.

        Ante los problemas universales siempre cabe soluciones parciales, ante los problemas globales siempre cabe soluciones locales, que son pequeños gestos que unidos significan líneas de cambio, tendencias rectificadoras, terapia dirigida a sanar poco a poco nuestra sociedad enferma.

 El Evangelio es buena noticia para los pobres[2] y, al propio tiempo, mala noticia para los ricos[3]. El mensaje de Jesús está en la línea de los profetas, defensores de los pobres. Los profetas denuncian los atentados contra el prójimo, inspirados en el afán de dinero: las diferencias escandalosas entre ricos y pobres, la opresión que sufren los débiles, la rapacidad de los poderosos, la tiranía de los acreedores sin entrañas, los fraudes de los comerciantes, la venalidad de los jueces, la avaricia de los sacerdotes y falsos profetas. Una sociedad así no puede subsistir[4].

 En la Parábola del “administrador injusto”[5] se enfrenta el juicio del mundo y el juicio del Evangelio. Si, ante el dinero, me sitúo como dueño, entonces, cuando doy algo, doy lo que es mío. Sin embargo, si me sitúo como administrador, cuando doy algo, doy lo que no es mío. Por eso dice el Señor: Haceos amigos con el injusto dinero, para que, cuando se acabe, os reciban en las moradas definitivas[6]. Es una invitación a compartir los bienes, a dar (en buena gestión) lo que supera la propia necesidad.

No se trata de “sentar a ningún pobre por navidad”, se trata de revisar nuestras cuentas superfluas navideñas, nuestros gastos e “invertirlos” en solidaridad.

         Nosotros no vamos a solucionar la crisis económica, ahora bien estaremos actuando en la línea de la solución a los problemas de una economía de mercado y es: una economía solidaria y de justa equiparación. Estaremos resolviendo la crisis económica.

         Hay una Buena Noticia por Navidad. Tú lleva el incienso, que yo llevaré mirra. Seguro que alguien traerá oro para el niño.

Jesús Giménez Company



[1] Las siguientes opiniones son extraídas de “Vida Nueva” nº 2.632

[2] Mt 11, 5;Lc 4,18

[3] Lc 6, 24; St 5,1-6

[4] Is 3, 15; 5, 8; Am 2, 6-8; 8, 4-6; Ne 5, 1-5; Mi 3, 11; Jr 7, 9

[5] Lc 16, 1-13

[6] Lc 16, 9