Los cristianos no somos seguidores de un líder religioso, sino que seguimos a un Profeta laico. Jesús fue un laico. Ni fue sacerdote, ni funcionario de la religión, ni nada parecido. Es más, Jesús vivió y habló de tal manera que pronto entró en conflicto con los dirigentes de la religión de su tiempo, los sacerdotes y los funcionarios del Templo, que eran los representantes oficiales de “lo religioso” y “lo sagrado”.
1.- JESUS ERA UN HOMBRE CREYENTE:
Jesús era judío, practicó su religión judía, vivió y murió como judío invocando a Dios con el salmo 22. Era un creyente que creía en Dios, en el Dios de Israel. Para Jesús, Dios no es una teoría ni una doctrina es una experiencia viva que lo transforma y le hace vivir buscando una vida más digna y dichosa para todos. La diferencia con los hombres de la religión de su tiempo está en que los dirigentes religiosos de aquella sociedad asocian a Dios con su sistema religioso y no con la vida y la felicidad de la gente La postura de Jesús era todo lo contrario, el centro de su religiosidad no era Dios sino la vida y la felicidad de la gente. Jesús era profundamente religioso, pero su religiosidad no se acomodó al modelo de religiosidad establecida y aceptada en aquella sociedad. No observó muchas de las normas de la religión oficial: el descanso del sábado, los ayunos, las purificaciones rituales, se hizo amigos de publicanos y pecadores, samaritanos y mujeres de mala fama. La fe de Jesús no se basaba en la Ley, sino en la experiencia de Dios. Descubre el plan de Dios, el Proyecto divino: es decir, que todos los seres humanos somos iguales, todos somos hermanos e hijos de Dios, y podemos ser felices. Jesús cree de verdad en ese Dios-Padre lleno de amor para todos los humanos Rompió con las normas y prácticas religiosas, porque para él lo importante no son los ritos sagrados que le relacionan con Dios, sino la relación humana solidaria entre los hombres y mujeres en la vida. Lo importante en cualquier religión, no es Dios, sino la gente, las personas. Dios no necesita nuestra adoración, ni nuestra alabanza ni nuestro servicio, ni nuestros ritos. En cambio, las personas que nos rodean sí necesitan nuestra ayuda, nuestra cercanía, nuestra comprensión. Fue un creyente laico que vivió su fe en al horizonte de su libertad. Jesús fue condenado a muerte por motivos políticos, no por motivos religiosos (por nuestros pecados!). Y murió no entre dos ladrones, sino entre dos rebeldes políticos (lestai, palabra griega).
2.- JESUS PROFETA
Insisto en que Jesús no es un líder religioso, al estilo de Martín Lutero King, o Gandhi, o Dalai Lama. (Aunque sean también profetas de nuestro tiempo).
El líder es una persona que es seguida por otros que se someten a su autoridad. Suelen tener un indiscutible peso moral o político o espiritual entre la gente. Jesús hablaba como quien tiene autoridad y no como los escribas y fariseos. En su tiempo, las masas le seguían. Hoy, Jesús, para nosotros no es un líder en el sentido que he descrito. Eso está claro.
Jesús cita frecuentemente a los profetas de Israel y explica su misión como cumplimiento de la profecía de Isaías: “El Espíritu del Señor descansa sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a dar la buena noticia a los pobres, a proclamar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a proclamar el año favorable del Señor”.
Un profeta no es el que adivina el porvenir, el profeta no es un adivino. “Es un hombre llamado por Dios para trasmitir su palabra, para orientar a sus contemporáneo el camino a seguir.” Jesús es el último de los profetas de Israel. Es el que anuncia el Reino de Dios, aunque no lo define, es el que anuncia la liberación de los pobres.
Para ser profeta no hace falta pertenecer a estamentos de la religión o del culto. Puede ser lo mismo hombre que mujer, ni hace falta mucha cultura, ni ser de una clase social ni intelectual. Es todo aquel que está despierto, con los ojos bien abiertos a la realidad. La principal característica del profeta es su inserción en el pueblo y su preocupación por la suerte de los más pobres y excluidos.
Tres características esenciales de Jesús como profeta:
1) Jesús es un profeta itinerante: no es un hombre que se queda en su casa de Nazaret, tampoco se instala en Cafarnaún, sino que recorre las aldeas de Galilea donde está el pueblo más pobre y desheredado Al llegar a una aldea Jesús busca el encuentro con los vecinos. Se acerca a las casas deseando paz a las madres y a los niños. Recorrió casi todos los pueblos situados en torno al lago. El profeta es un hombre público: su lugar es la calle, la plaza pública, los senderos, el monte. Se halla en contacto directo con su mundo, con los vecinos, con los campesinos pobres. Va a la sinagoga donde los vecinos se reúnen los sábados. Conoce el desencanto de la gente, la opresión de los políticos, el lujo de los poderosos.
2) Es un profeta subversivo. Lo que la gente percibe es que Jesús pone en cuestión la soberanía absoluta y exclusiva del emperador romano. Pare entrar en el Reino hay que salirse del imperio de Roma. No es posible servir a dos señores. No es posible aceptar el Reino acogiendo a Dios Padre, defensor de los pobres y seguir al mismo tiempo acumulando riquezas a costa de ellos. Por eso, entrar en el Reino, aceptar los valores del Reino, es salirse de ese imperio donde tratan de imponerse los jefes de las naciones y los poderosos del dinero.
En el Evangelio de Lucas, cuando narra el interrogatorio ante Pilatos, las masas le gritan tratando de acusarle: “Este subvierte (solivianta) al pueblo enseñando por todo el país empezando en Galilea” (Lc.23,5). Jesús está por el cambio, no puede dejar las cosas como están, porque el mundo que él vivía era injusto: unos vivían muy bien a costa de otros que lo estaban pasando mal. Lo cómodo es seguir como siempre sin cambiar nada. Jesús no puede quedarse impasible, mirando para otro lado, al ver las masas arrastrándose por la pobreza y la miseria. “Se me conmueven las entraña al ver a esta gente” (Mc. 8,2).Soliviantar significa mover el ánimo de la gente para inducirle a adoptar una actitud rebelde u hostil en orden a cambiar el orden público y moral, dice el Diccionario de Lengua. La manera de soliviantar no es violenta, es “enseñando”. La enseñanza es una forma de subvertir el orden establecido: poner las cosas patas arriba.
3) Es un hombre amenazado: despojado de todo poder no pertenece a ningún partido o secta. Es amenazado porque no invita a la gente a la resignación, sino a la lucha esperanzada. La actual situación tiene que cambiar. Lo que anuncia es el Reino que tal y como él lo presentaba tenía que ser algo muy sencillo al alcance de aquellas gentes. Lo primero de todo y lo más importante es la Vida y la felicidad de la gente, luego vendrá la religión. No quiere que se hagan falsas ilusiones, sino que recuperen su dignidad. Jesús comunica su propia experiencia de Dios, no la que se venía repitiendo en todas partes de modo convencional. Eso no satisface a nadie. El anuncio del Reino es una denuncia de la injusticia y la opresión. Hoy el anuncio del Reino es anunciar una sociedad alternativa, proclamar que “otro mundo es posible”, otro mundo donde no reinen los imperios, ni los césares, ni los falsos dioses como el Dinero y el Mercado. Jesús anuncia la liberación de los pobres, una vida humana digna para todos. Los poderes políticos y religiosos no podían soportar semejante lenguaje y le perseguían y amenazaban de muerte constantemente.
Jesús era un hombre indefenso. Ningún estamento sacerdotal o comité del Templo le defendió, ante las acusaciones falsas de la plebe y de los poderosos. Fue sentenciado y ejecutado por un tribunal político-religioso sin que nadie le defendiera
La gran revolución religiosa llevada a cabo por Jesús consiste en haber abierto a los seres humanos otro camino de relación con Dios, distinta de lo sagrado. Es decir, el camino sencillo de la relación con el prójimo que no pasa por la Ley. Y la relación ética, no religiosa, vivida como servicio al prójimo y llevada hasta el sacrificio de uno mismo. Jesús abrió otra vía de acceso a Dios a través de su propia persona, aceptando pagar con su vida al combatir esa creencia de que el culto religioso de los sacerdotes tenía el monopolio de la salvación. La salvación venía de otra parte. Jesús denunció los abusos del poder religioso y del poder político. “Jesús dejó sentado que el camino hacia Dios no pasa por el Poder, ni por el Templo, ni por el Sacerdocio, ni por la Ley. Pasa por los excluidos de la historia.” (González Faus.). Los seguidores de Jesús tenemos el camino abierto de la relación con Dios, por el compromiso con los pobres, y los excluidos de este mundo.
3.- JESUS, PROFETA LAICO
Jesús no pertenecía a familia sacerdotal alguna, ni al stablishment religioso. No fue funcionario del Templo ni tenía el reconocimiento de intérprete de la Ley. No legitimó la alianza de las autoridades religiosas del judaísmo con las autoridades políticas del Imperio romano invasor.
- Adoptó una actitud crítica frente a los pilares en que descansaba la religión, siguiendo la tradición de los profetas de Israel y adelantándose en muchos siglos a la crítica moderna de la religión.
Cuestionó en su raíz la configuración sagrada de la realidad: los lugares sagrados (el Templo, lugar del culto, de la presencia de Dios y de recaudación de impuesto: espacio de alianza con el poder Imperial; absolutizado por sus correligionarios fundamentalistas). Criticó los tiempos sagrados (el sábado, fiesta judía por excelencia: “el sábado está hecho para el ser humano, y no el ser humano para el sábado”); cuestionó las acciones sagradas (el culto, que no va acompañado de la práctica de la justicia) y propone como alternativa la misericordia, la compasión como virtud radical, la solidaridad con las personas que sufren; cuestionó las personas sagradas (crítica a los sacerdotes por su exceso de celo en el culto y su insensibilidad hacia la injusticia, hacia el sufrimiento ajeno), y pone como ejemplo a seguir a un samaritano, considerado hereje, por su ayuda al prójimo malherido; también cuestiona a las autoridades religiosas: que se presentaban como representantes y portavoces de Dios y no predicaban con el ejemplo; lo mismo hizo con la propia Ley, Torá, cuando cae en legalismo, atreviéndose a corregirla, a incumplirla y justificando su incumplimiento, y colocando al ser humano y sus necesidades por delante de la ley.
La religión se siente más cómoda poniendo a Dios en las ceremonias y en la observancia de los rituales sagrados que en la relación con los seres humanos, en el respeto a todos, en el amor a todos y en el compromiso de solidaridad con los pobres y, en general, con los más débiles.
La actividad de Jesús fue ciertamente profética, pero no tuvo nada de sagrada. El laicismo de Jesús fue escandaloso: su independencia de la normativa religiosas y política vigente, era un desafío constante a las autoridades religiosas. No fundó un templo, ni celebró ceremonias religiosas en ningún lugar sagrado, ni dictó normativa alguna relacionada con lo sagrado. La última cena fue eso, una cena de despedida entre amigos antes de morir. No era una “Misa”, Nada de culto eucarístico. Eso es anacrónico completamente.
Se puede deducir que el Cristianismo es una religión laica. Porque,
- La libertad y la dignidad de los seres humanos constituye el centro del mensaje, de la vida y de la práctica de Jesús, no los ritos y ceremonias religiosas.
- Para Jesús era más importante “lo humano” que “lo religioso” y “lo sagrado”. Lo humano es “lo laico”, lo común a todos los seres humanos. “Laico” viene del término griego “laos”, es decir, el “pueblo”. Y está claro que Jesús antepuso lo laico a lo religioso.
- Llama la atención el carácter tan poco “religioso”, en términos de aquella época, que Jesús atribuye al Reino-Reinado de Dios. No gira en torno al templo, ni se prescriben sacrificios o actos de culto. Tampoco existen funciones sacerdotales ni personas que actúen como intermediarias. Sin duda que Dios está muy en el centro de este mensaje que lleva su nombre. Pero es un Dios desplazado de los lugares sagrados. Ahora se encuentra en plena vorágine de la vida, sobre todo de personas y colectivos marginados: los chiquillos, los enfermos, los recaudadores, las prostitutas, los pobres, lisiados, ciegos y cojos.... Y se identifica con las tareas corrientes que hace la gente en su vida diaria: el sembrador, el pastor, la pesca, la mujer que amasa la harina o que limpia su casa... Esa identificación con el ser humano, con su felicidad, con su sufrimiento y con su marginación, permite al Reinado de Dios superar los límites culturales y religiosos en que vivió el propio Jesús. Por eso, mantiene una universalidad, una modernidad y una “laicidad” actual. Ser laico significa entre otras cosas no achacar a Dios el Mal y los problemas del mundo. Jesús no atribuía a Dios la causa de las enfermedades o la muerte.
Alguna conclusión:
Los cambios que se están produciendo en esta sociedad nos llevan a la aceptación de un pluralismo religioso, a un laicismo propio de un Estado democrático, laico, no confesional. La convivencia pacífica ciudadana es posible en una sociedad que admite la libertad religiosa y la libertad de conciencia. La religión es un componente y una manifestación cultural, y como todo lo cultural es un hecho social y público, y tiene sus expresiones públicas Pero, ninguna religión debe tener privilegios, ni políticos, ni sociales ni económicos. Hay diversidad de creencias y de no creencias. Caben lo mismo el grupo no confesional de los agnósticos, ateos o indiferentes que cualquier otro grupo que tenga su propio credo. Los creyentes haremos muy bien en desmitificar la figura de Jesús y presentarla como hombre laico un ciudadano de a pie, que no fundó una Iglesia, sino un movimiento de fe al alcance de todos los seres humanos.
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