Para la presentación de un jugador se reúnen setenta mil personas en un estadio, y para un acto religioso cuesta reunir a mil. ¿Sufre Dios cada día una derrota por goleada?
En estos pensamientos andaba yo cuando leí “La ola es el mar” deWilligis Jäger, benedictino, Maestro Zen y Director del Centro de Espiritualidad de la Abadía de Münsterschwarzach. Me impresionó sobre todo aquello de que “Dios no desea ser adorado; desea ser vivido”.
Esta frase me ha hecho reflexionar. Dios es energía desbordante, Bonum est difusivum sui (la naturaleza del Bien es darse). Vemos a Dios en la hierba del campo que hoy es y mañana se seca, ¿por qué nos cuesta verlo en la habilidad del deportista o en el entusiasmo de los espectadores? Ellos viven intensamente la vida; Dios es vivido intensamente en ellos.
Dios es como la semilla. Su naturaleza es dar flores y frutos. Nosotros alabamos la flor y gustamos del fruto… sin acordarnos de la semilla; pero la semilla está satisfecha, no ha sido derrotada por la flor ni por el fruto. La flor y el fruto son la manifestación de la semilla. La semilla es vivida en la flor y en el fruto.
“Si el grano de trigo no muere, no produce frutos”. La teología de la cruz nos ayuda a entender los momentos en que la pujanza de la creación se eclipsa a nuestra mirada; pero si nos quedamos anclados en la cruz, no apreciaremos la sobreabundancia de la creación. La cruz no anula la creación; no es el punto final. Lo que llamamos muerte sólo es transformación. La teología de la cruz no se entiende sin la teología de la resurrección.
La obra de Dios permanece; la creación no fue un momento histórico, la creación es continua. Dios sigue creando los lirios del campo y se está manifestando en el entusiasmo de los espectadores.
Ese entusiasmo no es consciente de que es una manifestación divina. A veces será irrespetuoso u ofensivo con el Dios al que desconoce. Ser conscientes de la energía divina que nos sostiene pertenece a la plenitud del Reino.
Es nuestra miopía la que ve la derrota de Dios. El Dios que se manifiesta en la creación quiere ser vivido y reconocido. Esa es nuestra misión: reconocerle y colaborar para que todos le reconozcan, para anticipar la plenitud del Reino.
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