Pedero M Lamet, en Rs
A unos días de la presentación de mi biografía del padre Llanos, Azul y rojo, os ofrezco una perla, un artículo inédito del “cura del Pozo” sobre la mujer. Lo escribió en 1981 y lo envió a muy pocas personas, entre ellas a Gloria, “su enfermera”, que le ponía inyecciones en sus últimos años en la casita de cabo Machichaco y a quien se lo dedicó. Él, que confiesa que siempre guardó el celibato, aunque era afectivamente como un niño indefenso y platónicamente enamoradizo, sensible a los encantos femeninos, como buen poeta, escribió estos hermosos párrafos dedicados a la mujer en los que ataca al machismo, considera a la mujer centro de la humanidad, “lo social”, frente al hombre, que es “lo belicoso”, “madre e inventora de la sociedad”. Todo un canto profético a la mujer
LA MUJER
(A vista de viejo)
Y de viejo que no «la conoció» como dice el Libro, que amar si amó pero ayer y de lejos, que entonces tiene perspectiva, pero apenas más. Es decir, posiblemente que atine, porque los varones que ejercen o han ejercido meten tanta oscuridad en su pasión…
La Mujer como centro de la humanidad, como su progenitora y fundamento, defensora y «futuridora» ¿de esto que decimos sociedad humana? Hay que explicarse porque tal como lo digo puede parecer demassié. Y no, la estampa de su centrismo y «socialitismo» viene dada en comparanza con la del varón. En resumen, si este inventó lo que de veras le gusta, toda guerra y sus formas varias (desde Abel y Caín para acá), ella fue dando pasos en alumbramiento no solo de hijos, sino de sociedad, de colectividad humana que se entiende y trabaja a una. La mujer es lo social, el varón lo belicoso.
De aquí y de sus raíces —la mujer engendra, el varón viola—, de aquí que con la mujer nos llegase la paz y el entendimiento entre hombres, y con el varón la guerra y sus derivados como la política. La mujer sabe besar, el varón morder. Y como el que muerde es el que más fácilmente gana, pues lo recorrido en la historia del matriarcado tuvo que durar poquísimo, el machismo casi siempre, por lo del poder, que es más que la fuerza, por lo del ambicionar que es más que llevar el ritmo a la vida.
La mujer no ha mandado casi nunca, pero ha podido siempre «sin», y precisamente porque no tenia esa utópica meta del todo-poder a la que ambiciona el varón. Ella ha ido pudiendo porque no era el Poder; tal aparente contradicción centra el misterio de las relaciones entre varón erguido, apasionado, mandamás, y hembra «esperante», entrañable y dispuesta a todo.
Y por eso también hermosa. Toda mujer lo es en un grado u otro más que el hombre y no solo corporal, sino psíquicamente. Su hermosura es como la venganza de la naturaleza contra el poderío masculino. Y es curioso, en no sé cuántas especies el hermoso es el macho, con más plumas y mas colores, la hembra solo a engendrar. En la especie humana por su peculiar destino casi toda la belleza se centró en la que tenía que hacer lo que no hacen las especies inferiores: sociedad, cuidado, abrazo.
La hermosura de la mujer tiene pues su duende social y gracias a ella, (porque los hombres, más «listorros» quizás, pero menos finos, mas sexuales pero menos sensibles, los varones poseen otro duende más idiota), gracias a este podemos gozar de una especie que progresa en vez de pelearse, que en el fondo es lo que nos gusta de mil maneras a los de pantalones con raya.
La mujer madre e inventora de sociedad, por ello hermosa, atractiva (atrae a todos y por ello da lugar primero a la tribu, al fin a la metrópoli), la mujer centro pues de una historia que nos ha ido saliendo mal por aquello del dichoso machismo, el varón que encabeza lo que gusta destruir con hachas y misiles en tanto ellas a la rueca o al besito.
Y sufre más, tiene que sufrir más, dada la dificultad de su cometido y su desarme y afán por hacer que haya familia, pareja, lo que sea pero sin mordiscos. La mujer comienza a sufrir en sus periodos, en sus partos, sufre más, está para que el hombre entonces la compadezca, cosa que suele intentar torpemente y de paso no sufre porque lo del poderío droga y tan solo si se afemina va hacia el reino del sufrimiento, que es el de la mujer, fecunda, lacrimosa, tierna y armada de su desarme.
No resta más seria y definitiva revolución que la de vuelta a que ella no solo sea en derechos igual al varón, sino en su papel por delante. ¡Ah! y que también las hay feas y tontas. Por supuesto, el varón le gusta tanto poder que ha conseguido a veces dar lugar a eso intermedio e insípido de la mujer que se parece a él y que al no alcanzarlo del todo es tonta. Excepciones dolorosas.
miércoles, 22 de mayo de 2013
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