¿Fue Jesús célibe? Empezaré por decir que la cuestión no me parece importante. O, mejor, que no me parece que la cuestión sea importante por sí misma, sino por el significado que queramos darle, por los intereses que se implican, por las emociones que nos provoca.
Si Jesús fue célibe o estuvo casado o tuvo pareja es una pregunta histórica que sólo la historia y sus métodos pueden responder. El creyente como tal no tiene nada que decir al respecto: no es la fe la que permite establecer o desmentir hechos históricos. No es mi afición al Athletic la que decide si ganó o perdió el domingo pasado. No es mi amor a Jesús el que determina si fue concebido sin varón o con varón, o si su amado cuerpo desapareció del sepulcro sin que nadie se lo llevara de allí, o si después de su muerte María de Magdala, la amiga, volvió a abrazarlo.El mismo criterio se aplica en el caso que me ocupa: a uno le encantaría que Jesús hubiese compartido su vida y su cuerpo con una compañera (o un compañero); a otro le horroriza la mera hipótesis y no puede ni siquiera imaginar un Jesús con pareja. Pero ni el uno ni el otro tienen nada que decir sobre el hecho histórico en cuanto tal. Y has de preguntarte, y he de preguntarme: ¿Qué interés me mueve cuando me pregunto por el celibato de Jesús? Lo que ocurre, simplemente, es que nuestro conocimiento está lleno de prejuicios y deseos, y querríamos que los hechos los confirmaran. Somos inseguros como una hoja de álamo que el otoño desprende, y necesitamos un suelo firme mira cuán libremente, cuán suavemente, se cierne la hoja del álamo mientras cae, y aprende de ella. Pero los hechos históricos son lo que son; son resistentes como la tierra en que se posa la hoja, o tan poco resistentes como el aire en que se mece. Sin embargo, a la hoja le da lo mismo, y su indiferencia es el secreto de su belleza, y el secreto de nuestra sabiduría.
¿Qué nos dice, pues, la historia acerca del celibato de Jesús? Todo parece indicar dicen los exégetas histórico-críticos que Jesús fue célibe, o al menos no tuvo una pareja estable. En efecto, sería muy extraño que no se nos hubiera transmitido ninguna noticia sobre su mujer, si la tuvo, ni sobre sus hijos, si los tuvo, ni sobre su pareja masculina, si la hubiera tenido (¿y por qué te escandalizas de esta mera conjetura infundada? Sé libre como la hoja caediza del álamo). Bien es verdad que, en textos cristianos del s. I y II, se repite que María era la “compañera” de Jesús y que Jesús “la amaba más que a los demás discípulos” e incluso que “la besaba en la boca”. Pero dicen los entendidos que son expresiones metafóricas usuales en los escritos gnósticos y no constituyen ninguna prueba de que Jesús y María fuesen pareja, pasajera o estable. Y así será, si así fue, y seguramente fue así.
Ahora bien, más allá del hecho histórico, si me preguntas sobre el celibato de Jesús, te respondo: “¡Qué más me da!” No, no es que yo esté libre de “intereses” en esta cuestión, pero me gustaría que me diera igual si Jesús tuvo mujer o no la tuvo, si tuvo compañera o no la tuvo, si tuvo compañero o no lo tuvo. No me da igual el que Jesús haya dicho o no haya dicho algo muy parecido a “¡Bienaventurados vosotros, los pobres, porque Dios está a vuestro favor!”, o “Al que te golpea en una mejilla, preséntale la otra”, o “Misericordia quiero, y no religión”, o “Yo no te condeno, vete en paz”. Ahí y en otras cosas semejantes se juega lo verdadero de Jesús, ahí se juega su divinidad, al igual que la tuya. No me importa si Jesús tuvo relaciones sexuales, ni con quién. Pero me importa que, de haberlas tenido, hubieran sido abrazos profundamente carnales y profundamente divinos, y pienso que, si las tuvo, así fueron. Y me importa que si Jesús, ocasionalmente o siempre ¿qué más da?, renunció a tener relaciones sexuales, no fue porque pensara que Dios prefiera el celibato a las relaciones sexuales, o que la continencia acerca más a Dios, o que quien se da corporalmente al compañero/a no puede darse enteramente a Dios.
¿Por qué, entonces, Jesús fue célibe, si lo fue y mientras lo fue? Porque vio que ésa era la mejor opción para él, simplemente, por unas razones que no tienen por qué valer para otros. Era la mejor manera para él de darse y de ser libre. La mejor para él, no la mejor en sí, quede esto claro. Y hay un dato revelador: aun cuando, como es probable, Jesús haya sido célibe, nunca recomendó el celibato, cosa que sí hizo Pablo y tantos después hasta hoy, con razones casi siempre más que dudosas.
Y aquí seguimos, obsesionados y obstinados con nuestra pobre sexualidad, más temblorosa que la hoja del álamo. Es una gran pena que nos hayamos ensañado tanto con ella, y hayamos hecho sufrir tanto a los cuerpos y a las almas, como si los cuerpos y las almas no tuvieran ya bastantes sufrimientos. Es una pena que hayamos condenado tanto en los templos y en las calles, en vez de pronunciar una palabra de consuelo, en vez de tender una mano amiga a tantos cuerpos encallados, a tantas almas náufragas en las aguas turbulentas de la sexualidad. Es una gran pena que la apertura en cuestiones relativas al sexo y al género (ordenación de mujeres, matrimonios homosexuales…) sea la razón principal por la que muchos anglicanos quieren abandonar su iglesia y piden ser acogidos en la iglesia católica romana. Y es una pena que la iglesia católica romana, con tal de ganárselos, se muestre dispuesta incluso a replantear el celibato de los sacerdotes, pero solamente en el caso de los anglicanos disidentes.
Es triste pensar que, si el acto sexual no estuviera acompañado de placer intenso, sí, pero tan inseguro y tan indigente y tan efímero, el celibato nunca hubiese sido elevado a rango espiritual y teológico superior. ¿Pero cómo imaginar a un Dios enemigo de ese placer? ¿Cómo imaginar a un Dios sin placer? ¿Cómo imaginar a un Jesús sin placeres, sin el placer de la mesa, el placer de la palabra, el placer de la mirada, el placer de la caricia? Y ¿y qué más da si gustó o no gustó el placer sexual, cuando es el amor el que, de una manera u otra, da a la vida su máximo placer y su máxima libertad?
¡Que el amor te dé paz y te haga libre!
- Para orar
“Te amo con dos amores: uno de pasión
y otro del cual Tú solo eres digno.
El amor de pasión consiste
en ocuparme con el recuerdo de Ti
excluyendo cualquier otra cosa.
El amor del cual Tú sólo eres digno es
que Tú apartes el velo de modo que yo te vea.
No es para mí la alabanza en este amor o en aquel,
sino para Ti la alabanza tanto en éste como en aquél”
y otro del cual Tú solo eres digno.
El amor de pasión consiste
en ocuparme con el recuerdo de Ti
excluyendo cualquier otra cosa.
El amor del cual Tú sólo eres digno es
que Tú apartes el velo de modo que yo te vea.
No es para mí la alabanza en este amor o en aquel,
sino para Ti la alabanza tanto en éste como en aquél”
(Rabi’a, mística y poeta sufí iraní, del s. VIII)
1 comentarios:
Pues yo creo que enamorarse alguna vez tuvo que hacerlo.Todas las personas normales pasan por esta prueba en algún momento de su vida.Algunos varias veces.
A lo mejor no se quiso atar a nadie para tener más libertad, vaya usted a saber. No creo que él pensase que de una opción suya personal se montase todo el tema del celibato y diese lugar a la mala prensa que tiene la sexualidad en la iglesia . En una cosa más de esas que se inventaron con posterioridad los Padres de la Iglesia.
Le sonará raro, pero me da mucha pena Jesús, llegó hasta la muerte por defender su idea de la vida. Al principio se entendió su mensaje. Pero luego lo hacen Dios y todo se fastidia.Le arrebatan su humanidad. A veces creo que se tiene que sentir muy solo,como todos.¿y esto es lo que han entendido ? se preuntará una y otra vez. Soy maestra, conozco ese sentimiento.
Carmen.
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