viernes, 16 de noviembre de 2012

MÁRTIRES DE LA UCA

El recuerdo de los jesuitas muertos en San Salvador

Cipriano Díaz Marcos, en lne.es

No hay que cerrar los ojos ante nada, hay que «enfrentarse» a esta terrible época e intentar encontrar una respuesta para todas las preguntas sobre la vida y la muerte? Quiero ser la cronista de muchas cosas de esta época. (Etty Hillesum, desaparecida en el campo de concentración de Auschwitz)
El recuerdo de aquellos jesuitas muertos hace ya 22 años en la Universidad Centroamericana de San Salvador sigue presente entre nosotros por su legado. Desde sus cátedras universitarias y sus plataformas de investigación social se hicieron cronistas de su época, compartiendo análisis y ensayando respuestas, siempre desde la perspectiva de los más indefensos. Jon Sobrino, superviviente de aquella masacre, calificaba de «razón compasiva» ese ejercicio intelectual. Porque estos profesores sabían que cualquier análisis sociopolítico, por riguroso que fuera, es insuficiente si no incluye la preocupación por los más vulnerables y la defensa de su derecho al pan y la alegría.

Ese fue el sentido de su existencia y la herencia que nos dejaron. Un talante que se afana en la reflexión especulativa y hunde sus raíces en el amor al prójimo y el apoyo mutuo. Porque para ellos vivir con espíritu no fue una suma de prácticas piadosas, sino un conjunto de ejercicios apasionados que incluían la contemplación y el análisis, el diálogo crítico y la espiritualidad para desvelar la realidad que se oculta y descubrir a Dios en el corazón de las cosas.

Precisamente, se sabían en alianza con un Dios que permanece atareado por la causa de la humanidad. Un Dios que dice: «Vete y dile a faraón que he visto la opresión de mi pueblo; que he escuchado su clamor». Un Dios que invita a imaginar una nueva posibilidad para el mundo de los hombres -de los pobres especialmente- en momentos en que los sistemas se pervierten y producen un dolor planetario. Nuestros mártires fueron expertos en ciencias sociales y místicos inspirados por una sabiduría evangélica que los alejaba de la aflicción estéril y del relato de calamidades, convencidos de que su época, como la nuestra, llena de urgencias, requería además de la determinación y el convencimiento de que hay futuro.

Lo expresaba, como un grito, esa extraordinaria mujer citada más arriba: «Tenemos que rezar efusivamente para que llegue algo mejor, siempre que tengamos en nosotros la disposición para algo mejor. Si por nuestro odio nos hemos convertido en unos perros tan salvajes como ellos (los nazis), entonces todo esto ya no tiene sentido». Orar y obrar con disposición interna para alejar de sí la resignación y la amargura, negándose al odio. Un espíritu para construir lo nuevo.

Estos hombres y mujeres asesinados en 1989 dejaron una estela que alumbró la vida y la muerte de muchos otros después. Precisamente, hace unos meses despedíamos en Valladolid a Catalina Montes, hermana de uno de ellos, que agotó sus días en un esfuerzo continuado por poner en pie la Ciudad de Retornados Segundo Montes, en el departamento de Morazán (El Salvador), y en octubre se enterraba al P. Joseph Dean Brackley SJ, norteamericano, que llegó a El Salvador en 1990, cuando se ofreció como voluntario para continuar la labor académica de sus colegas y hermanos religiosos de la Compañía de Jesús. Ambos fueron también escritores y universitarios con un permanente sueño de justicia y de verdad. Recordar a unos y a otras es seguir celebrando lo mejor de la vida; la vida que se entrega por la causa de la cultura, la belleza y la solidaridad.



1 comentarios:

carmen dijo...

Pues sí.

Tiene toda la razón.

Un recuerdo justo.
Y alentador.