martes, 8 de enero de 2013

MARÍA Y JOSÉ HICIERON AL NIÑO QUE EL ESPÍRITU LES DIÓ

Juan Masiá, teólogo, en Redes Cristianas 

Sueño de Benedicto con Gabriel: sacra familiaridad
Paz a quienes adoran con amor infante, esperanza adolescente y fe adulta
Nacer de María y José, y por obra de Espíritu Santo, no niega al Hijo que muestra el rostro encarnado de Abba, el Dios Padre y Madre

Quebraba Benedicto el sueño, dando unas cabezaditas durante el telediario de sobremesa, en el día de la Sacra Familia…. Una pálida luz azulada difuminaba la sala cuando se dibujó en el ambiente onírico la figura del arcángel Gabriel.

-Alégrate, Benedicto, el Señor también está contigo.

-Agradable sorpresa, Gabriel. Llegas en un buen momento. Necesito que me eches una mano para acabar de redactar el capítulo de la Anunciación.

-Bien, ya sabes, maestro, haz hermenéutica, que algo queda.

-Sí, ya he explicado que los peregrinos de la estrella ni eran tres, ni eran reyes, ni eran magos, que la mula entra en escena por alusión a Isaías; que hay música de salmos de liberación para armonizar el magnifcat del abrazo entre las dos primas embarazadas, telón de fondo de Emmanuel para los nacimientos y gloria en el mutis de los pastores. Ah, y que traduzcan bien lo de la eu-dokía: paz a hombres y mujeres, que por algo son todos y todas objeto de la buena voluntad del Altísimo, que por algo los quiere a todos y a todas la eu-dokía y benevolencia del Señor.

-¿Qué más quieres, Benedicto? Tú tienes muchas tablas para clases magistrales. Tu libro será un best seller. ¿Qué te voy añadir yo?

-Pues justo lo que te decía: el tema de lo vuestro, quiero decir, lo tuyo con María y José cuando irrumpe el Espíritu.

-Escribe bien ese capítulo. Cuando lo pongan en teleserie, la máxima audiencia será para la aparición de Gabriel, susto para la niña: una estéril embarazada y una virgen concibiendo; sendos mensajeros tranquilizan en sueños al esposo de una y al novio de la otra, que el Altísimo, al fin al cabo, bendice a quienes se aman en tiempos revueltos…

-Pero es muy delicado aclarar eso. Ahí sí que no me atrevo como con la mula y el buey…

-Tú, buen teólogo, puedes hacerlo. Aclara lo esencial.

- Sí, eso ya lo he escrito. Mateo y Lucas saben lo que hacen: narrativa de promesa, identidad y vocación con mensaje salvífico. Francisco lo popularizó en los belenes: Paz a quienes adoran con amor infante, esperanza adolescente y fe adulta. Yo les repito el mensaje en el Año de la Fe, medio siglo después de Juan XXIII, el Bueno. Que entiendan bien el mensaje de paz en la tierra por la Encarnación de la Palabra de Gracia. Y que vean, como veía el Papa Juan, la clave del misterio en el rostro de cada bebé, que viene al mundo por la unión amorosa de sus progenitores y por obra y gracia de Espíritu de Vida.

-Perfecto, Benedicto.

-Ya, pero no basta, porque van a preguntar por la concepción y… si les digo, como hay que decir, que la estrella de Oriente no es tema de astronomía, ni la concepción mesiánica es cuestión de biología, lo van a entender mal. Si me descuido, me denuncian a la Inquisición.

-De ningún modo. Llámame a mí por testigo, yo velaba en el umbral mientras María y José dormían su primera noche. Irrumpió el Espíritu Santo. María y José hicieron al niño que el Espíritu les dió. El Espíritu les dió el niño que hicieron ellos.

-Ya lo sé, Gabriel, ya lo sé. Pero el pueblo, falto de catequesis adulta, no lo va a entender. Mira la que se armó cuando dije lo del buey y la mula; van a pensar que lo de Mateo y Lucas es cuento de hadas y que no es propio de mí desmitificar tu Anunciación. Tengo que decirles claramente que esas narraciones no son mito, sino historia.

-Entonces te criticarán tus colegas de teología, que defienden la verdad mitopoética.

-Pero si te desmitifico, Gabriel, el pueblo creyente sencillo se desconcertará.

-Y si no lo haces, no pasarán a fe adulta y se quedarán creyendo al pie de la letra, como cuando decían que a los bebés los trae de París una cigüeña.

-Calla, Gabriel, calla, por Dios, no mientes a “Cigoñas y cigoñinos”, que trae mala suerte a Religión Digital.

-Entonces díselo con palabras de magisterio papal, que eso tranquiliza mucho a los fundamentalistas. Cítales a tu mentor y predecesor: Juan Pablo II, el Firme, acuñó una de las mejores fórmulas para hablar de Anunciación y Concepción virginal. Dice al comienzo de la encíclica Evangelium vitae que “la Navidad manifiesta el sentido profundo de todo nacimiento humano”. Es decir, que si virginidad es culmen de receptividad y donación mutua, María y José no pierden la virginidad al unirse para procrear, sino que se hacen vírgenes al unirse para hacerse padre y madre del fruto de su amor. Hay que ser poeta, como Lucas y Mateo, para plasmar tan bellamente en sus evangelios el misterio: la encarnación de lo divino en lo humano se consuma cuando una mujer y un varón se dan y reciben por completo convirtiéndose en vírgenes por hacerse engendradores de vida.

* * *

A Benedicto se le cayó de las manos el libro entreabierto y así se despertó. El libro era del filósofo Paul Ricoeur, que hablaba de verdad e identidad narrativa. Los sofistas, decía el filósofo francés, usan metáfora y mito para persuadir de la mentira; los retóricos usan metáforas y mitos para adornar la argumentación. En cambio, la poética dice la verdad por medio de la narración.

Las narraciones evangélicas ni son crónica histórica, ni cuento de hadas. Ni verdad histórica literal, ni mera ficción para entretener, sino verdad profunda por medio de ficción poética. Toda criatura humana nace de sus progenitores y, a la vez, por obra de Espíritu de Vida. Nacer de María y José, y por obra de Espíritu Santo, no niega al Hijo que muestra el rostro encarnado de Abba, el Dios Padre y Madre.

Sonó un estrépito de cristales rotos. Una cigüeña, que voló desde los Madriles, picoteaba enfadada la ventana del aposento papal y saltaban añicos sobre la plaza de san Pedro…

Juan Masiá acaba de publicar “Cuidar la vida” (RD-Herder)

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