Honesto, íntegro y encantador en el trato personal; tímido, huidizo y con dificultades para dirigir. Capaz también de una encantadora ironía sutil, que debió reprimir cuando comenzó a ponerse capisayos. La timidez le hizo actuar demasiado duramente cuando tuvo que hacer de “inquisidor”; su sensibilidad le volvió más afable cuando pasó a ser pastor. De su historia personal habría que indagar más sobre su evolución hacia posturas conservadoras. De su pontificado temo que el punto más ambiguo no sea el “Vatikileaks” ni la pederastia, sino la sombra de Marcial Maciel que ha resultado ser más alargada que la del ciprés.
He contado en otra ocasión lo que le escuché en una clase en Tübingen hacia fines de 1966: hablando de dos grandes escuelas teológicas antiguas (Alejandría más espiritualista y más conservadora, Antioquía más humanista y más abierta), continúa preguntando: ”¿y en Roma?”. Se detiene un momento, se abotona la chaqueta y se queda mirándonos: “en Roma, ya saben Uds, no se hace buena teología”. La sonora ovación del alumnado todavía retumba en mis oídos. Dicen que Wojtila lo nombró para la congregación de la fe, tras leer su “Introducción al cristianismo”, porque vio en él un teólogo “abierto y seguro”.
¿Por qué posteriormente fue sacrificando la apertura a la seguridad? Se habla de susto ante los excesos del 68 (que en Alemania fue peor que en Francia y evocó a muchos intelectuales los momentos previos a Hitler). También de la prepotencia de Hans Küng su compañero de cátedra en Tübingen; y del influjo de su hermano mayor. No sé. Es tarea para los historiadores.
En Roma quizá comenzó una evolución inversa, como si, tras la decepción del progresismo, tropezara ahora con la decepción del conservadurismo; pero ya era demasiado tarde para acabarla. Cuando el viernes santo del 2005, siendo aún cardenal, pronunció aquellas palabras: “cuánta suciedad en la iglesia… la traición de los discípulos hiere más a Jesús”, muchos creyeron que se refería a los casos de pederastia. Sin excluir esto, creen otros que aludía indirectamente a cosas que estaban pasando en la Curia.
Las intrigas, empujones y afanes de hacer carrera; los sobres con dinero que repartía Maciel y que él se negó siempre a aceptar; la obsesión del Vaticano por encubrir los escándalos de pederastia… le fueron abriendo los ojos. Por eso, al ser elegido papa, pudo parecer que, por su honestidad y porque conocía el paño, quizás conseguiría reformar la Curia (conviene recordar cómo había exigido esa reforma el Vaticano II, y cómo la Curia se negó siempre a ella).
Quizás ésta ha sido la desilusión de su pontificado y una de las razones que han debilitado sus fuerzas. Dio pasos significativos: ordenó a Maciel que desapareciera de la vida pública. Hizo sonoras y sentidas peticiones de perdón por los casos de pederastia: que aún parecen insuficientes a algunos, pero que resultaban de una valentía inaudita ante el modo de proceder encubridor, típico del Vaticano. Desaparecieron otros nombres que prefiero no citar y que parecen ser los que están detrás de los famosos papeles del mayordomo (pues en todos aquellos correos no hay nada sensacional ni de interés, fuera de críticas constantes a Bertone: como si fuesen una venganza o maniobra de aquellos a quienes Bertone había sustituido).
Cuando su viaje a Valencia decepcionó al episcopado español que anhelaba una condena sonora del gobierno socialista. En su primera encíclica quiso decirnos que Dios es Amor antes que cualquier otra cosa. Tuvo el episodio desafortunado de Regensburg pero luego lo arregló relativamente bien.
De todo este panorama saldría un balance de empate. Pero hay otra espina que puede no haberle dejado en paz: y se llama Marcial Maciel. La historia de este pequeño monstruo o enfermo es de las más increíbles y escandalosas de los veinte siglos de cristianismo. Y el problema es que Ratzinger sabía: cuando estaba en la congregación de la fe le hicieron llegar, por procedimientos complicados, pruebas irrebatibles. Y cuando luego los remitentes acudieron a él, cuentan que les dijo: “lo siento mucho pero no puedo hacer nada porque Juan Pablo II tiene gran aprecio a este hombre”.
Así lo narran los autores en un libro titulado “La voluntad de no saber”, editado por Mondadori con la condición de que sólo circulara en México. ¿Le faltó valor a Ratzinger para encararse con Wojtila, o tuvo miedo de escandalizar al mundo? Déjeseme decir que son cosas que tocan sólo al juicio de Dios. Pero esto explica la rápida decisión con que apartó de en medio a Maciel nada más llegar a la sede de Pedro. Aunque haga más difícil entender la tibia política que parece estar llevando el Vaticano con los legionarios.
Por mi parte, prefiero quedarme con la recomendación hecha por Benedicto XVI de que todos los papas deberían leer y meditar la célebre carta que escribió san Bernardo al papa Eugenio III, donde está aquella frase: “no pareces sucesor de Pedro, sino de Constantino”. Agradezco este consejo al dimitido papa y me permito recomendar efusivamente esa carta a su sucesor. Aunque debo reconocer que, por lo que hace a un futuro inmediato de la Iglesia, no soy precisamente optimista.
1 comentarios:
Es un texto sorprendente, al menos para mí. Claro que yo no entiendo de intrigas vaticanas, n i de teología ni de nada,pero como estoy bautizada y me considero miembro de la iglesia , en la que creo que todo el mundo debería poder expresar libremente su opinión, pues me voy a a atrevera hacerlo.
Por lo que he poco que he leído del papa Benedicto, creo entender que es un hombre muy preparado teológicamente, sabe muy bien lo que hace. Tambien creo recordar que partició en el Vaticano II, eran tiempos de apertura eclesial. quizás el 66 estaría dentro de esa tendencia.
Al suceder Pablo VI a Juan XXIII , por las causas que sean, la iglesia empezó otra vez encerrarse en sí misma.
Parece ser que el siguiente Papa, Juan Pablo II, no era un hombre con grandes conocimiento teológicos y sí un hombre con mucho carisma personal y claramente conservador.
Me cuesta trabajo creer que eligiese a una persona como máximo representante de lo que antes era llamado Santo Ofico, por su caracter progresista, mucho trabajo.
Y tambien me resulta ficicil aceptar que no se fiara plenamente de su asesoramiento teológico.
Si a eso se le une determinadas actuaciones que han trascendido hasta a las personas ignorantes como yo en estos temas, no da la sensación de que el papa que va a dejar de serlo tuviese un marcado caracter progresista.
En su derecho está, pero progresista... no me lo parece.
¿valiente? para mí la valentía es otra cosa. Para ser valiente no basta la intención de hacer algo y luego decir: no me han dejado ¿ dónde está entonces la valentía? eso no pasa de ser una declaración, a puerta muy cerrada, de intenciones.
¿Que se refugió en los conservadores y estos tambien le han defraudado? No sé, para mí él es un conservador a ultranza. Quizás loque sucede es que ha recogido algo de lo que sembró.
Entiendo perfectamente que renuncie. Lo entiendo. Le alabo por ello.Creo que va a hacer un bien a la Iglesia como institución.
Quizás va siendo hora de pensar que la iglesia está diseñada, gobernada por hombres , y como muchas personas que no entendemos nada de teología, estamos empezando a razonar por nuestra cuenta, quizás es un buen momento para que los que sí saben de todo estas cosas de política vaticana, vayan diseñando otro modelo de iGLESIA mucho más cercana a nosotros. Porque , en definitiva, la Iglesia la formamos ' el pueblo de Dios'. El pueblo, no los gobernantes .
Así que creo que ha sido un paso decisivo que el Papa actual haya decidido que ha llegado el momento de su relevo.
¿Se acuerda de la caída del muro de Berlín en el 89?
Fíjese lo fuerte que está ahora Alemania...
Un cordial, saludo.
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