sábado, 23 de febrero de 2013

SER SEGUIDOR DE JESÚS ES SER ATEO DE MUCHAS IMÁGENES DE JESÚS QUE EXISTEN EN LA SOCIEDAD Y EN LA MISMA IGLESIA

ENTREVISTA A JUAN ANTONIO ESTRADA QUE ACABA DE PUBLICAR EL LIBRO 'DE LA SALVACIÓN A UN PROYECTO DE SENTIDO. POR UNA CRISTOLOGÍA ACTUAL (Desclée)

 Jesús Bastante, en Religión Digital

Juan Antonio Estrada es jesuita, teólogo, cristólogo, profesor de Filosofía en la Universidad Pública de Granada, y autor del libro "De la salvación a un proyecto de sentido, Por una cristología actual", que acaba de publicar con Desclée.

En esta obra reflexiona sobre el tradicional debate en torno a la humanidad y a la divinidad de Jesucrito: "Creer o no creer en la filiación divina de Jesús es una materia de fe, mientras que creer en su condición humana es de sentido común", afirma, y critica que la Iglesia haya adoptado "una manera de entender lo humano que es extraña a lo que encontramos en los Evangelios y en el proceso de Jesús".

Entre la vida y la resurrección de Jesús (otra de las tradicionales oposiciones de la fe cristiana) Juan Antonio se inclina por la vida: "las Bienaventuranzas siguen valiendo la pena, aunque no hubiera resurrección después de la muerte", dice, y lamenta que "desgraciadamente el Evangelio tiene 2000 años, y se ha ido desarrollando paralelamente una línea que ha puesto en primer plano la meritocracia y el valle de lágrimas".

Concluye con la misma idea: "Ser seguidor de Jesús es ser ateo de muchas imágenes de Jesús que existen en la sociedad, también dentro del mismo cristianismo y de la misma Iglesia".


¿No hay oposición, a día de hoy, entre Cristo y la actualidad?

Bueno, ése es el meollo del libro. El libro tiene un antecedente que puede explicar el título, y es un libro que escribí hace años y que se titulaba "El sentido y el sinsentido de la vida". En él me planteaba por qué en la sociedad en la que estamos viviendo, que ha alcanzado un nivel material muy alto, hay tanto descontento, tanta conciencia de sinsentido, de falta de alicientes y de entusiasmo por vivir, que luego se manifiesta en una serie de cosas, como por ejemplo, algo que la gente no sabe: que en España hay por lo menos 10 suicidios al día, y no son suicidios que estén precisamente encardinados en las clases sociales que tienen más problemas económicos, sino que es algo transversal.

¿Gente cansada de vivir?

Sí, y gente desesperada, que no encuentra sentido a su vida. Aquel libro fue más bien de reflexión sobre la sociedad actual, con un enfoque de filosofía. Pero después de escribirlo me planteé qué podía decirle Jesús de Nazaret al hombre de hoy. Y para saber qué puede decirnos a nosotros había que plantearse el proyecto de sentido de Jesús. De ahí viene el título de mi libro.
Cuando pensamos en salvación, pensamos siempre en Jesús y en el más allá, en algo después de la muerte. Pero la tesis del libro es que no, que la salvación empieza en el aquí y ahora de la historia. Y la salvación en el aquí y ahora se traduce en vivir la vida de una forma que merezca la pena.

En el Evangelio parece bastante claro que Jesús defiende esta idea del Reino que se hace en la tierra, día a día. ¿Cuándo se olvidó esto, en qué momento se cambió el discurso por el del juicio final y el "pórtate bien es esta vida para que en la próxima obtengas tu recompensa"? 

Eso es lo que intento transmitir, recordando que Evangelio significa "buena noticia", y que Jesús vino a darnos esa buena noticia para la historia. Desgraciadamente, este libro tiene 2000 años, y se ha ido desarrollando poco a poco una línea que ha puesto en primer plano la meritocracia, es decir, vivir mal en este valle de lágrimas donde lo que tenemos que hacer es mérito para luego alcanzar nuestra salvación.

¿Algo parecido al karma? 

De alguna manera. Ésa ha sido la teología que ha imperado en buena parte del catolicismo.

¿Y el resto es heterodoxia? 

Bueno, como es lógico, hay diversidad de corrientes. Tampoco es sólo una cuestión de los católicos, creo que es algo que se ha dado bastante en el cristianismo en general. Si nos fijamos en la liturgia, los cánones repiten muchas veces "que por tu muerte y resurrección nos has dado la vida". Yo pienso que debería ser "por tu vida, por tu muerte y por tu resurrección". No debemos dejar en un segundo plano la vida.

¿Está la Iglesia más volcada en el Jueves y en el Viernes Santo, que en las Bienaventuranzas y el resto del mensaje de vida de Jesús?

Sí. Tenemos que comprender que las claves de la muerte y la resurrección de Jesús están en su vida. Esto es un problema muy viejo. Rahner, uno de los teólogos más determinantes del siglo XX, y quizá el más importante, decía que "la herejía oculta de los católicos es el monofisismo". Es decir, que acentuamos de tal manera la divinidad de Jesús y la filiación divina de Jesús que nos olvidamos de que es un hombre y que, por tanto, está sometido a todos los condicionamientos humanos.

¿Y al contrario, apostar por la rotunda y profunda humanidad de Jesús, no puede llevar a que se pierda su divinidad? 

Por un lado, tenemos que tener en cuenta el contexto histórico en el que vivimos. La sociedad de cristiandad se ha acabado, aunque quedemos las generaciones mayores que nos hemos educado en esa sociedad. Pero ya no existe. Hoy vivimos en una sociedad secularizada, laica, en la que crecientemente el cristianismo va perdiendo su posibilidad y capacidad de influencia.

¿Se va convirtiendo en algo indiferente? 

Sí, y también minoritario. En ese contexto que estamos viviendo, tenemos que plantearnos que creer o no creer en la filiación divina de Jesús es una materia de fe, mientras que creer en la condición humana de Jesús es de sentido común. No hay duda de que fue un hombre. Un judío del siglo I, influido por su código cultural y religioso, viviendo en una familia muy marcada por las tradiciones, etc. Lo que tenemos que ir viendo es cómo desde la humanidad de Jesús se va progresivamente generando una dinámica de toma de conciencia de filiación. La evolución de Jesús es muy importante.

¿Cuándo se da cuenta Jesús de que es el Hijo de Dios? 

Es difícil de determinar, porque es un proceso. A mí me parece que tiene mucha importancia un versículo que está al final del Evangelio de la infancia de Lucas, donde Lucas dice "Jesús crecía en sabiduría, en conocimiento y en gracia ante Dios y ante los hombres". Es decir, que él iba viendo cosas que en otro momento no veía, que es lo que nos ocurre a todos los seres humanos. La relación de Jesús con Dios va desarrollándose. Nosotros no entendemos de la misma manera lo que es ser madre, ser padre o ser hijo cuando tenemos 8 años que cuando tenemos 20 o cuando tenemos 50. Evidentemente, en las distintas etapas de la vida va habiendo una toma de conciencia. Y en los Evangelios hay una serie de datos que dejan ver esa toma de conciencia de Jesús, a través de la cual a Jesús se le va abriendo un nuevo horizonte, que le obliga a lo que es típico en la evolución humana: aprender del libro de la vida e ir creciendo en santidad. Porque Jesús no lo sabía todo, no era un superhombre. Así se va perfilando su conciencia de Dios, cada vez más madura, más adulta y más honda, que va a tener momentos clave. Yo le doy mucha importancia al bautismo. Por poner un paralelismo, salvando las distancias, diría que el bautismo para Jesús es lo que fue la caída del caballo de Damasco para Pablo: un antes y un después. Hay una manifestación de Dios padre al pueblo, una epifanía de Dios que se comunica con Jesús, que experimenta una conciencia nueva en su vida, que le obliga a cambiar de práctica.

¿Por eso comienza su vida pública? 

Claro, comienza cuando él tiene conciencia de ser el enviado de Dios para construir el Reino, que es el proyecto de sentido de Jesús. El Reino de Dios en medio de los hombres.

¿Y qué sentido tiene ese proyecto en la sociedad actual? 

Jesús luchó por unos valores, valores humanos. Cuando se habla, por parte de Jesús, de lo que Dios quiere para el ser humano, nunca se habla de prácticas religiosas. El pasaje tan conocido de Mateo que dice "tuve hambre, tuve sed, estuve enfermo..." es un ejemplo. O cuando Juan el bautista le envía un mensajero a Jesús y él le dice que cuente lo que ha visto: cómo los ciegos recobran la vista y los pobres son evangelizados. Jesús lucha por los valores humanos. Por eso yo digo siempre que Jesús ha venido a enseñarnos a ser personas, y a cumplir el plan de Dios a cerca del ser humano. En tanto en cuanto nosotros somos personas, vamos profundizando y nos vamos humanizando. Yo creo que el proceso de la vida humana es un proceso de humanización, y lo novedoso y lo nuclear del cristianismo es que, a medida que nosotros nos vamos humanizando con el paso de los años, nos vamos también asemejando más a Dios, y santificando. Es decir, no es que la salvación sea una supraestructura y que la humanización es la estructura, como la naturaleza o la sobrenaturalaza, sino que, a medida en que nosotros nos vamos haciendo cada vez más personas, reaccionando ante los acontecimientos con cada vez mayor hondura, en la medida en que se van traduciendo en nuestra vida una serie de valores (justicia, misericordia, verdad, capacidad de perdón, etc.), y en la medida en que vamos perfilando una forma de vivir, nos vamos haciendo Hijos de Dios. Por tanto, el proceso de humanización y el proceso de santificación es el mismo. No es que tengamos que ser humanos primero, y después santos; sino que siendo humanos, somos santos.

¿No choca eso con la propia configuración de la Iglesia como humana y divina, pareciendo que lo humano es lo mundano? 

Ése es el problema, que la Iglesia, en ese sentido, ha adoptado una manera de entender lo humano que es extraña a lo que nosotros nos encontramos en los Evangelios y que es extraña al mismo proceso de Jesús. Jesús fue un ser profundamente humano, que se fue abriendo cada vez más a la miseria humana, dando una respuesta cada vez mayor, a través de la cual Dios se va haciendo cada vez más presente en la sociedad.

¿La institución eclesiástica, entonces, se ha olvidado en parte de los Evangelios? 
Sí, la institución y también los cristianos. Los cristianos hemos tenido la desgracia (y la institución católica ha pecado de eso) de que hemos dejado durante varios siglos la Biblia en un segundo plano, lo cual nos ha alejado de las fuentes del cristianismo. Eso nos ha obligado a replantearnos ciertas cosas que hemos construido a los largo de varios siglos, fuera de las fuentes evangélicas. Ésa es una referencia crítica para nosotros, como lo intenta ser también el libro.
Es muy interesante ver cómo la filiación divina de Jesús va recorriendo diferentes estadios, en la puesta a prueba, la oración del huerto... y ver cómo Jesús iba creciendo también en fe, en conocimiento y cercanía a Dios. Todo eso está implicado en el desarrollo humano de Jesús, que tiene que servirnos a nosotros de modelo, porque, en el fondo, a Dios no lo conocemos. Dios siempre es un misterio para nosotros, siempre podemos preguntarnos si Dios realmente existe. Ésa es una pregunta que atraviesa todas las religiones, todos los orígenes de la humanidad. Si no podemos responder con absoluta seguridad, ni demostrar que Dios existe, es mucho más difícil revelar la naturaleza de Dios dando la última palabra. Pero a través de Jesús sí podemos encontrarnos con todo esto. Mi manera de comprender la encarnación me lleva a pensar que nosotros no creemos en Dios en abstracto. Nosotros creemos en el Dios de Jesús. Por lo tanto, cualquier manera de entender la divinidad que sea contradictoria con la vida de Jesús no es aceptable para nosotros. Me da igual quién lo diga y las palabras que utilice. El criterio último para conocer a Dios es la vida de Jesús. Por otro lado, esto es lo que nos encontramos en los Evangelios. En el prólogo del Evangelio de San Juan lo dice de manera radical: "A Dios no lo conoce nadie más que aquél al que su Hijo se lo quiere revelar". O lo que dice Mateo: "Padre del cielo y de la tierra, te doy gracias porque enseñas estas cosas a los humildes y sencillos, mientras pasan de largo los que lo saben todo y los que son muy sabios".
En ese marco podemos entender lo que es la encarnación. Nosotros los cristianos, en el campo de la divinidad, hemos hecho algo que para otras religiones puede ser chocante: todo lo que no encaje con los parámetros de la vida de Jesús no puede ser divino para nosotros. En ese sentido, ser seguidor de Jesús es ser ateo de muchas imágenes de Jesús que existen en la sociedad, y que desgraciadamente existen también dentro del mismo cristianismo y de la misma Iglesia. Imágenes que no son posibles de compatibilizar con la vida de Jesús.

Por ejemplo, ¿seguir creyendo en el Dios del Antiguo Testamento? 

Ésa fue una de las revelaciones que nos hizo Jesús: que Dios es padre y que no tenemos que tener miedo de él. Por eso hay que revisar muchas de las imágenes salvajes de Dios que están presentes en la Biblia judía.
La Biblia no es un libro, es una biblioteca, porque es una serie de libros distintos, escritos por distintos autores en fechas muy diversas y en sitios geográficos muy distanciados. Pero en esa biblioteca lo que se nos va contando es la experiencia religiosa de un pueblo. Cómo desde unas imágenes primitivas y muchas veces genocidas y antimorales de la divinidad, se va poco a poco, por el trabajo de los profetas y de los enviados de Dios, refinando, cambiando y espiritualizando esa divinidad, preparando el camino para que llegue la plenitud de la revelación de la humanidad de Jesús.

¿Jesús resucitó? 

En el libro voy analizando los distintos pasajes de las Escrituras y las interpretaciones actuales, teniendo en cuenta además que nos encontramos siempre con un problema que no podemos resolver fácilmente: que los Evangelios, que son los relatos que nos hablan a cerca de la resurrección de Jesús, son escritos que se escribieron aproximadamente unos 30 o 40 años después de su muerte. El más próximo puede ser el de Marcos, pero no sabemos cuándo se escribió. Yo siempre he sido de la opinión de que había un "proto-Marcos" anterior al Evangelio de Marcos que tenemos ahora. En ese contexto, nos encontramos con una paradoja, y es que los relatos que nos narran algo sobre la vida de Jesús son los más tardíos; mientras que las afirmaciones más primarias sobre la resurrección, que son las que tenemos a través de Pablo, no nos cuentan el cómo de la resurrección, sino que intentan darnos su significado a partir de la teología. Entonces, ahí hay un conflicto.
Yo he intentado establecer cómo cada evangelista tiene su propio horizonte de la resurrección, al igual que Pablo.

¿El que triunfó fue el de Pablo? 


Sí, pero los otros siguen estando ahí. Yo creo que si nos hubiéramos quedado en el Nuevo Testamento sólo con los relatos de Pablo, y no hubiéramos tenido el Evangelio, el cristianismo no sería hoy lo que es. Porque yo creo que la teología más adecuada para hablar de Jesús, de su muerte y resurrección, es la teología narrativa, el relato. Y el relato no se encuentra en Pablo.
La resurrección es la que va a arrojar luz sobre la vida de Jesús, es decir, que la reflexión sobre la encarnación del Hijo de Dios viene después de la resurrección. No es anterior. Yo creo que los discípulos estaban convencidos de que era el Mesías, el profeta del tiempo mesiánico (por eso se le compara a veces con Elías); pero realmente la filiación divina es un elemento que va a surgir después de la resurrección. Lo que pasa es que los Evangelios están escritos desde el prisma de la resurrección.

¿Entonces, la vida de Jesús tiene sentido por la resurrección? 

Yo digo que no, porque, si la vida de Jesús por sí misma no valiera, a mí no me valdría con decir que ha resucitado. Yo creo que la vida de Jesús tiene un valor por sí misma, y evidentemente la resurrección es la confirmación por parte de Dios, a pesar del fracaso histórico de Jesús, que acaba en la cruz.
La vida de Jesús, o tiene sentido en sí misma, o no tiene sentido en absoluto.

¿Es decir, que si Jesús no hubiera sido el Jesús de los Evangelios, aunque hubiera resucitado no estaríamos hablando de lo mismo? 
Exactamente. Incluso más. Yo diría que, si ahora mismo nos encontráramos con que la muerte es realmente el fin del ser humano y que no hay resurrección posible, aún así seguiría valiendo la pena la vida de Jesús. Las Bienaventuranzas siguen valiendo la pena, aunque no hubiera resurrección después de la muerte. Lógicamente, el que haya resurrección después de la muerte agranda todavía más la vida de Jesús, pero la vida de Jesús tiene un significado en sí misma, que no depende solo de la resurrección.

¿Cuál es la "oferta" de sentido que puede hacer el cristianismo hoy? ¿Da respuesta la Iglesia a esa oferta? 
Creo que estamos en un cambio de época. Hay filósofos (no teólogos) que dicen que estamos en un nuevo "tiempo eje". El tiempo eje, del que se habla mucho en filosofía, fue aproximadamente hace 2.500 años, hacia el siglo VI a. C., que es cuando surgen los profetas en Israel y están apareciendo Buda en Asia y Confucio en China, el Tao, Zaratustra... grandes constelaciones de sentido y grandes ideología que van a dar lugar a los grandes sistemas de pensamiento y a las grandes religiones. Algunos dicen que hoy estamos viviendo un cambio que a lo mejor es el comienzo de una época nueva. Con la globalización el mundo se hace pequeño, la cultura empieza a ser mundial... y eso, de alguna manera, descoloca a todas las grandes instituciones y a todos los sistemas de pensamiento. También en filosofía hay hoy una gran crisis global. Y, lógicamente, esto afecta también a las grandes religiones, que se encuentran hoy con un nuevo desafío: responder a una nueva situación histórica, a una nueva sensibilidad y a las nuevas demandas que tienen hoy los ciudadanos, para las que no basta con tener respuestas antiguas.
A mí me gusta mucho un libro que en su época tuvo un gran éxito, que fue la "Introducción al cristianismo" de Ratzinger, de la década de los 60. Es un libro que sigue siendo muy válido, donde ya en la introducción Ratzinger dice algo muy pertinente: que cuando uno oye hablar de teólogos o de teología, antes de oír las respuestas sabe lo que van a decir. Porque se contentan con repetir viejas respuestas, a pesar del peligro de que las viejas respuestas ya no puedan responder a las nuevas demandas y a los nuevos interrogantes.

¿O sea que hace tiempo que no se hace teología? 

Bueno, hay de todo. Hay intentos de responder a la sensibilidad del mundo de hoy, pero evidentemente se sigue haciendo mucha teología obsoleta y anacrónica, que no responde a la sociedad secularizada y laica en la que vivimos.