domingo, 12 de mayo de 2013

EL PAPA FRANCISCO A LAS MONJAS: "SED MADRES Y HERMANAS, NO SOLTERONAS"

en Religión Digital

El Papa Francisco ha advertido del "daño que ocasionan al pueblo de Dios los hombres y mujeres de la Iglesia que son 'carreristas', escaladores, que usan al pueblo, a la Iglesia, a los hermanos y a las hermanas --a quienes deberían servir-- como trampolín para los intereses propios y las ambiciones personales".

Así lo ha indicado este miércoles durante una audiencia en el Aula Pablo VI con más de 800 monjas que han participado en la Asamblea Plenaria de la Unión Internacional de las Superiores Generales (UISG) que se ha celebrado bajo el lema 'El servicio de la autoridad según el Evangelio'. A ellas se ha referido para pedirles que sean "madres" y "no solteronas".

El Papa Francisco ha agradecido a las religiosas "todo lo que hacen" y ha deseado que la vida consagrada sea siempre "una luz en el camino de la Iglesia". Así, ha recordado que "la vocación es siempre una iniciativa de Dios" y significa "centrar la existencia sobre Cristo y sobre su Evangelio, sobre la voluntad de Dios, dejando los propios proyectos para poder decir, como San Pablo: 'no soy yo que vivo, sino Cristo vive en mí'".

En esta línea, el Pontífice ha precisado que esta vocación lleva a "un camino de adoración del Señor y de servicio a Él en los hermanos y hermanas" en la obediencia, la pobreza y la castidad. Concretamente, ha destacado que "la obediencia es escuchar la voluntad de Dios, en las mociones interiores del Espíritu Santo" y, en este sentido, ha invitado a las religiosas a aceptar que "la obediencia pasa también a través de las mediaciones humanas".

Además, se ha referido a la pobreza como "superación de cada egoísmo en la lógica del Evangelio que enseña a confiar en la Providencia de Dios" y que se aprende "con los humildes, pobres, enfermos y todos aquellos que están en las periferias existenciales de la vida". De hecho, ha subrayado que "la pobreza teórica no sirve, la pobreza se aprende tocando la carne de Cristo pobre en los humildes, pobres, enfermos, niños".

Asimismo, ha hablado de la castidad "como carisma precioso que alarga la libertad del don a Dios y a los otros, con la ternura, misericordia, cercanía de Cristo" y ha pedido "por favor" que tengan "una castidad fecunda, una castidad que genera hijos espirituales en la Iglesia". "La consagrada es madre, debe ser madre y no solterona", ha reiterado.

Finalmente, el Papa se ha dirigido a sus "queridas hermanas" y les ha asegurado que las sigue con afecto, que reza por ellas. No obstante, les ha pedido que también recen por él, que saluden a sus comunidades de su parte, sobre todo a las enfermas y a las jóvenes y les ha animado ha seguir "con alegría" el Evangelio de Cristo. "Sed alegres porque es bello seguir a Jesús, es bello convertirse en icono viviente de la Virgen y de la Madre Iglesia jerárquica", ha subrayado. (RD/Ep)

Texto completo del discurso del Papa a las monjas
¡Queridas hermanas!

Estoy muy contento de encontraros hoy y deseo saludar a cada una de vosotras, agradeciéndoos por lo que hacéis para que la vida consagrada sea siempre una luz en el camino de la Iglesia. Queridas hermanas, antes que nada agradezco al querido hermano cardenal João Braz de Aviz, por las palabras que me ha dirigido y también me complace la presencia del Secretario de las Congregaciones. El tema de vuestro congreso me parece particularmente importante para el deber que se os ha confiado: "El servicio de la autoridad según el Evangelio". A la luz de esta expresión quisiera proponeros tres sencillos pensamientos, que dejo a vuestra profundización personal y comunitaria.

1. Jesús, en la Última Cena, se dirige a los Apóstoles con estas palabras: "No me habéis elegido a mí, yo os he elegido a vosotros" (Jn 15, 16), que nos recuerdan a todos, no solo a los sacerdotes, que la vocación es siempre una iniciativa de Dios. Es Cristo el que os ha llamado a seguirlo en la vida consagrada y esto significa realizar continuamente un "éxodo" de vosotras mismas para centrar vuestra existencia en Cristo y en su Evangelio, en la voluntad de Dios, despojándoos de vuestros proyectos, para poder decir con San Pablo: "No soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí" (Gal 2,20). Este "éxodo" de uno mismo es ponerse en un camino de adoración y de servicio. Un éxodo que nos lleva a un camino de adoración del Señor y de servicio a Él en los hermanos y hermanas. Adorar y servir: dos actitudes que no se pueden separar, sino que deben ir siempre unidas. Adorar al Señor es servir a los demás, no teniendo nada para sí: esto es el "despojarse" de quien ejercita la autoridad. Vivid y recordad siempre la centralidad de Cristo, la identidad evangélica de la vida consagrada. Ayudad a vuestras comunidades a vivir el "éxodo" de uno mismo en un camino de adoración y de servicio, sobre todo a través de los tres pilares de vuestra existencia.

La obediencia como escucha de la voluntad de Dios, en la moción interior del Espíritu Santo autentificada por la Iglesia, aceptando que la obediencia pasa también a través de las mediaciones humanas. Recordad que la relación entre la autoridad y la obediencia se coloca en el contexto más amplio del misterio de la Iglesia y constituya una particular actuación de su función mediadora (cfr. Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, El servicio de la autoridad y de la obediencia, 12).

La pobreza como superación de todo egoísmo en la lógica del Evangelio que enseña a confiar en la Providencia de Dios. Pobreza como indicación a toda la Iglesia de que no somos nosotros quienes construimos el Reino de Dios, no son los medios humanos los que hacen crecer, sino que es en primer lugar el poder, la gracia del Señor, que actúa a través de nuestra debilidad. «Te basta mi gracia; la fuerza de hecho se manifiesta plenamente en la debilidad", afirma el Apóstol de los gentiles (2Cor12,9). Pobreza que enseña la solidaridad, el compartir y la caridad, y que se expresa también en una sobriedad y gozo de lo esencial para poner en guardia contra los ídolos materiales que ofuscan el sentido auténtico de la vida. Pobreza que se aprende con los humildes, los pobres, los enfermos y todos aquellos que están en las periferias existenciales de la vida. La pobreza teórica no nos sirve. La pobreza se aprende tocando la carne de Cristo pobre, en los humildes, en los pobres, en los enfermos, en los niños.

Y después la castidad como carisma precioso, que engrandece la libertad del don a Dios y a los demás, con la ternura, la misericordia, la cercanía de Cristo. La castidad por el Reino de los Cielos muestra cómo la afectividad tiene su lugar en una libertad madura y se convierte en un signo del mundo futuro, para hacer resplandecer siempre la primacía de Dios. Pero por favor, una castidad "fecunda", una castidad que engendre hijos espirituales en la Iglesia. La consagrada es madre, debe ser madre y no "solterona" Perdonadme si hablo así pero es importante esta maternidad en la vida consagrada, esta fecundidad. Que esta alegría de la fecundidad espiritual anime vuestra existencia: sed madres, como figura de María Madre y de la Iglesia Madre. No se puede entender a María sin su maternidad, no se puede entender a la Iglesia sin su maternidad, y vosotras sois iconos de María y de la Iglesia.

2. Un segundo elemento que quisiera subrayar en el ejercicio de la autoridad es el servicio: no debemos olvidar nunca que el verdadero poder a cualquier nivel es el servicio, que tiene su culmen luminoso en la Cruz. Benedicto XVI, con gran sabiduría, recordó muchas veces a la Iglesia que si para el hombre, a menudo, la autoridad es sinónimo de posesión, de dominio, de éxito, para Dios autoridad es siempre sinónimo de servicio, de humildad, de amor; significa entrar en la lógica de Jesús que se inclina a lavar los pies a los Apóstoles (cfr Angelus, 29 enero 2012), y que dice a sus discípulos: "Sabéis que los que gobiernan las naciones las dominan... no sea así entre vosotros; - precisamente el lema de vuestra asamblea, ¿no? ‘que no sea así entre vosotros' - sino que quien quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y quien quiera ser el primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo" (Mt 20,25-27). Pensemos en el daño que acarrean al Pueblo de Dios los hombres y mujeres de la Iglesia que quieren hacer carrera, subir, que "usan" al pueblo a la Iglesia, a los hermanos y hermanas- aquellos a quienes deberían servir -, como trampolín para sus propios intereses y las ambiciones personales. Estos hacen un daño grande a la Iglesia.
Que sepáis ejercer siempre la autoridad acompañando, comprendiendo, ayudando, amando; abrazando a todos y todas, especialmente a las personas que se sienten solas, excluidas, áridas, las periferias existenciales del corazón humano. Tengamos la mirada dirigida a la Cruz: allí se coloca toda autoridad en la Iglesia, donde Aquel que es el Señor se hace siervo hasta la entrega total de sí.

3. Finalmente, la eclesialidad como una de las dimensiones constitutivas de la vida consagrada, dimensión que debe ser constantemente retomada y profundizada en la vida. Vuestra vocación es un carisma fundamental para el camino de la Iglesia, y no es posible que una consagrada o un consagrado no "sientan" con la Iglesia. Un "sentir" con la Iglesia, que nos ha engendrado en el Bautismo: un "sentir" con la Iglesia que encuentra su expresión filial en la fidelidad al Magisterio, en la comunión con los Pastores y el Sucesor de Pedro, Obispo de Roma, signo visible de la unidad. El anuncio y el testimonio del Evangelio, para cada cristiano, nunca son un acto aislado. Esto es importante, el anuncio y el testimonio del Evangelio para cada cristiano nunca son un acto aislado o de grupo, y ningún evangelizador actúa, como recordaba muy bien Pablo VI, "en base a una inspiración personal, sino en unión con la misión de la Iglesia y en nombre de ella" (Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 80). Y proseguía Pablo VI: Es una dicotomía absurda pensar en vivir con Jesús sin la Iglesia, seguir a Jesús fuera de la Iglesia, amar a Jesús sin amar a la Iglesia (cfr ibid., 16). Sentid la responsabilidad que tenéis de cuidar la formación de vuestros institutos en la sana doctrina de la Iglesia, en el amor a la Iglesia, y en el espíritu eclesial.

En resumen, centralidad de Cristo y de su Evangelio, autoridad como servicio de amor, "sentir" en y con la Madre Iglesia: tres indicaciones que deseo dejaros, a las que uno una vez más mi gratitud por vuestra obra no siempre fácil. ¿Qué sería de la Iglesia sin vosotras? ¡Le faltaría maternidad, afecto, ternura! Intuición de Madre.

Queridas hermanas, estad seguras de que os sigo con afecto. Rezo por vosotras, pero vosotras también rezad por mí. Saludad a vuestras comunidades de mi parte, sobre todo a las hermanas enfermas y a las jóvenes, A todas va mi aliento a seguir con parresia y con gozo el Evangelio de Cristo. Sed alegres, porque es bonito seguir a Jesús, es hermoso convertirse en icono viviente de la Virgen y de nuestra Santa Madre Iglesia jerárquica. Gracias.

2 comentarios:

carmen dijo...

Pues bueno,seguimos como estábamos.
Para mí que el papel de la mujer en la iglesia mucho no va a cambiar.

Para mí que va a cambiar poco todo.

Excepto la imagen de que la iglesia quiere replantarse el tema de la pobreza.

Hay que reconocer que en eso está pniendo todo su empeño.

En fin...

carmen dijo...

Por favor, les ruego que cuando en algún tipo de acto público el flamante Papa les diga a los religiosos: frenciscanos, dominicos, jesuitas, maristas, salesianos,capuchinos... que no se comporten como solterones, por favor lo publiquen en este blog. Quizás entonces empezaré a pensar que efectivamente las cosas empiezan a cambiar porque el trato a las mujeres y los hombres dentro de la iglesia empieza a ser el mismo.