viernes, 15 de mayo de 2009

LOS OBISPOS EUROPEOS Y LAS ELECCIONES EUROPEAS

El domingo 7 de junio tendrán lugar, en España, las elecciones al Parlamento Europeo. Con el fin de responder a quienes demandan alguna orientación de los Obispos ante esta convocatoria, difundimos, en versión española, la Declaración de la Comisión de los Episcopados de la Comunidad Europea (COMECE), publicada el pasado 20 de marzo bajo el título: “Construir una mejor casa europea”.

La lectura de esta Declaración será, sin duda, una buena ayuda para actuar responsablemente en el ejercicio del derecho al voto y en el cumplimiento de la obligación de acudir a las urnas.



Declaración de los obispos de la COMECE ante las elecciones para El Parlamento europeo de 4-7 de junio de 2009

Las elecciones europeas: Una oportunidad para construir una Europa mejor

Después de 64 años de desarrollo pacífico,y a los 20 años de la caída del Telón de acero, que puso término a la división del continente, el proceso de integración europea merece ser apreciado, a pesar de algunas lagunas. Por este motivo, los Obispos de la COMECE apoyamos y promovemos la Unión Europea como proyecto de esperanza para todos los ciudadanos.

Incluso en este tiempo de incertidumbres debidas a la crisis financiera y económica, la Unión Europea ha demostrado que es una casa segura que se esfuerza por preservar la estabilidad y la solidaridad entre sus miembros. Hoy, en 2009, la Unión Europea tiene la capacidad y los medios para responder a los retos más urgentes y apremiantes de nuestro tiempo.

Participando en la elección del Parlamento Europeo, todos los ciudadanos tienen la posibilidad de contribuir al desarrollo y a la mejora de la Unión Europea.

La participación en las elecciones: un derecho y una responsabilidad 
La Iglesia católica ha apoyado desde el principio el proyecto de integración europea y continúa apoyándolo hoy. Todo cristiano tiene, no solamente el drecho, sino también la responsabilidad de comprometerse activamente en este proyecto ejerciendo su derecho de voto.

La participación de los cristianos es esencial para redescubrir el “alma de Europa” que es vital para responder a las necesidades fundamentales de la persona humana y para el servicio del bien común.

El Parlamento Europeo, a través de sus poderes y sus competencias (que serán todavía reforzadas cuando concluya el proceso de ratificación del Tratado de Lisboa), debe contribuir a responder a estas aspiraciones y objetivos.

Lo que esperan los cristianos del Parlamento Europeo

Los principios fundamentales de toda sociedad son la dignidad humana, la promoción del bien común. Por este motivo, estos principios deben encontrarse en el corazón mismo de todas las políticas de la Unión Europea.

Teniendo en cuenta el importante papel desempeñado por el Parlamento Europeo, esperamos de sus miembros que participen y contribuyan activamente en lo siguiente:

Respetar la vida humana de la concepción a la muerte natural, como parte integrante de las legislaciones, programas y políticas de la Unión Europea en su conjunto.

Apoyar a la familia fundada sobre el matrimonio, -entendido como la unión entre un hombre y una mujer- como unidad básica de la sociedad.

Promover los derechos sociales de los trabajadores procurándoles condiciones de trabajo respetuosas de su salud, de su seguridad y de su dignidad.
Promover una gobernabilidad económica fundada en valores éticos dirigida a un desarrollo humano duradero, en el seno de la Unión Europea y a nivel mundial.

Promover la justicia en las relaciones de la Unión Europea con los países en vías de desarrollo mediante una asistencia financiera y unas relaciones innovadoras.

Demostrar la solidaridad mediante la elaboración de políticas de ayuda para con los más débiles y más necesitados en nuestras sociedad (en particular, los discapacitados, los que demandan asilo, los inmigrantes).

Proteger la Creación mediante la lucha contra el cambio climático y animando a tener un estilo de vida basado en la moderación.

Promover a la paz en el mundo mediante una política exterior de la Unión Europea coordenada y coherente.

Iluminados y guiados por la enseñanza de Cristo, los cristianos están dispuestos y deseosos de contribuir a la satisfacción de estas aspiraciones, en el espíritu de la declaración de Su Santidad el Papa Juan Pablo II: “La inspiración cristiana puede transformar la integración política, cultural y económica en una convivencia en la cual todos los europeos se sientan en su propia casa” (Ecclesia in Europa, 121).




jueves, 14 de mayo de 2009

¿Y SI EL VATICANO NO EXISTIERA?

Alfredo Tamayo Ayestarán
Doctor en filosofía y teología

Considero que la pregunta propuesta tiene por referente el Vaticano como un Estado soberano, con su territorio, con el Papa como autoridad absoluta, con su gobierno de cardenales, su constitución, sus tribunales, un cuerpo diplomático acreditado. Entiendo en consecuencia que el término Vaticano no tiene como referencia al Papa como portador de lo que llamamos “carisma de Pedro”. Estaría por tanto justificado que un creyente puede afirmar que cree en el Papa pero no en el Vaticano. 
Para poder responder de modo adecuado a la pregunta es indispensable mirar a la historia. Nos dice que el obispo de Roma –reconocido ya desde los primeros tiempos de la comunidad cristiana como “pastor universalis”, como instancia suprema de la fe y de la unidad de la Iglesia– no dispuso en cambio al principio de un patrimonio territorial ni reivindicó poder político alguno. Tuvo que llegar el derrumbe del Imperio Romano y el feudalismo medieval para que el obispo de Roma revistiera la figura de un soberano también temporal al modo de los otros señores y príncipes y se hiciera con un territorio y una superestructura política.
Como acontecimiento capital en la historia del papado hay que recordar la pérdida de los Estados Pontificios a mediados del siglo xix en la guerra en pro de la unidad italiana por obra de los Victor Manuel, Cavour y Garibaldi y siendo el pontífice romano Pío IX. Los pactos de Letrán en 1929 entre Pío XI y Benito Mussolini darían carta jurídica a este estado de cosas. Si una inmensa mayoría del pueblo católico vio en este acontecimiento una inmensa desgracia para la Iglesia y promovieron movimientos de masas al grito de “Viva el Papa Rey”, los años que siguieron pusieron en evidencia que esta pérdida de poder temporal había traído consigo un incremento notable del prestigio de la institución del primado romano. Papas como León XIII, Pío X, Benedicto XV, Pío XI, Pío XII, gozaron de una autoridad moral desconocida. Si bien el Concilio Vaticano I quiso compensar la pérdida de poder temporal con una afirmación de poder espiritual, proclamando el dogma de la infalibilidad pontificia en 1870.
En el siglo xx el papa Juan XXIII, el Concilio Vaticano II y el primer Pablo VI quisieron llevar adelante esa reducción de la estatura secular del pontificado romano y a la vez alejar de la institución papal el carácter de soberano espiritual absoluto heredado del Concilio Vaticano I. A ello obedeció la insistencia en la colegialidad episcopal llamada a mitigar la inflación de la institución papal. El Papa debía ejercer su carisma en comunicación y gestión con el resto de los obispos del orbe católico y no sólo con la curia. Pablo VI fue el iniciador de esta doble tarea de ir aligerando el apartado secular vaticano y un poder espiritual inflacionado desde los días de Pío IX. Como dijo un eminente teólogo, “hemos llegado a un punto que hasta otorgamos infalibilidad al discursito que pronuncia el Papa los miércoles ante los fieles reunidos en la plaza de San Pedro”. Pablo VI eliminó la tiara o triple corona pontificia, redujo la ostentación cardenalicia, internacionalizó la curia y, sobre todo, puso en juego aquello que creyó Congar era el avance más importante del Concilio Vaticano II, la colegialidad episcopal. Convocó en Roma el primer sínodo de obispos. Fue un buen paso adelante. Pero nada más. El carácter hamletiano del papa Montini, la angustia por las defecciones sacerdotales y la edad vencieron en él. Juan Pablo I, el papa Luciani, quiso continuar la reforma del aparato iniciada por su predecesor, sobre todo en lo que a las finanzas vaticanas atañe, pero murió en el intento.
Ya con Juan Pablo II se abre un claro tiempo de contrarreforma en que el pontificado como poder es reforzado. Se apuesta por una Iglesia triunfalista, si bien en un momento de sinceridad el papa Woytila confesara que el modo de concebir el ministerio de Pedro necesitaba ser sometido a revisión ya que constituía el obstáculo máximo para la unión de las Iglesias. El papa Ratzinger parece seguir la línea de contrarreforma del papa polaco.
Hoy no miramos ya a los sucesos de 1870 para aprender su lección. El aparato secular en el que se movía el Papa reducido a mínimos redundó en un aumento de calidad evangélica. Si el primado romano dejara de ser un jefe de Estado con todo el lastre secular que implica y se acercara al modelo de los primeros siglos, la Iglesia católica daría un paso decisivo para ser de veras Iglesia de Cristo sin necesidad de que un nuevo Garibaldi lo imponga.



miércoles, 13 de mayo de 2009

LOS COMUNISTAS NO SON QUIENES PARA DAR LECCIONES

Entrevista con Martínez Camino


–Han pasado unos días desde que la Mesa del Congreso admitió a trámite la propuesta de reprobación del Papa. 
Es lamentable que se haya admitido algo así, y más aún a instancias de un grupo político pequeño, los comunistas, una ideología que no puede dar lecciones de respeto a los Derechos Humanos. No son quiénes. Admitir a trámite en el Parlamento una valoración de las palabras del Papa, en positivo o en negativo, es algo que no tiene sentido. Resulta hiriente y chocante que el Parlamento crea ser juez y valorador de la actividad del Santo Padre. Esto que ha pasado es triste, es lamentable y no pueden justificarlo con excusas reglamentarias.

–La Iglesia objeta que el preservativo sea un método anticonceptivo y tenga un efecto de barrera. ¿Qué pasaría si se inventase un método preventivo contra el Sida sin estas características? Por ejemplo, se investiga con la posibilidad de geles vaginales. 
–Si se diera esa hipótesis, si hubiese un método que no fuese anticonceptivo y no tuviera otros problemas de tipo moral, no veo ninguna objeción. Pero el juicio moral trata de hechos concretos, no de hipótesis.

–¿Hay cristianofobia en la sociedad española? 
No en la sociedad, pero sí en ciertos ámbitos. Hay sectores influyentes del poder político y económico que dirigen y crean pautas de opinión pública. Confluyen en crear ciertos consensos sociales, dando forma a una visión de las cosas centrada en la satisfacción de los deseos cambiantes, como criterio último de la conducta humana. Esto es relativismo. Estos sectores saben que la Iglesia es la única realidad, o casi la única, que no se va a plegar ante su visión de las cosas. Ven a la Iglesia como un adversario, con cierta razón. Y por eso la combaten con diversas armas. 

–Se acercan las elecciones europeas. ¿Qué partidos en España cumplen con los «principios no negociables» enumerados por Benedicto XVI? Es decir, la defensa de la vida desde la concepción, la defensa del matrimonio, la libertad religiosa, los derechos de los padres a educar a sus hijos... 
–La Conferencia Episcopal ha declarado en numerosas ocasiones que los principios del Evangelio deben dar forma a la acción de los católicos cuando participan en política. Lo que pasa es que luego esto es algo difícil de cumplir en toda su integridad.

–Yo no preguntaba sobre «toda la integridad» de la doctrina católica. Preguntaba sobre esos puntos mínimos, que Benedicto XVI llama «principios no negociables». 
–Es cierto que resulta difícil encontrar hoy, en España, una fuerza política que los cumpla. En la práctica, tenemos en este país leyes muy injustas, leyes que atentan contra la vida y el matrimonio. Hay unos partidos que se acercan más al ideal, y otros que se acercan menos. Pero, en la práctica, ¿quién los realiza?

–¿Habrá un documento de la Conferencia Episcopal para orientar el voto de los españoles en las próximas elecciones al Parlamento Europeo? 
–Puede que sí. Es algo que se ha hecho en otras ocasiones. Pero todavía no lo hemos debatido. 

–En Estados Unidos hay obispos que niegan la comunión a políticos que dicen ser católicos pero votan a favor del aborto. Se remiten a un documento de 2004 de la Congregación de la Doctrina de la Fe, presidida por el Cardenal Ratzinger. El texto dice que a «un político católico» cuya «cooperación formal se hace manifiesta», mediante «campapaña consistente y voto por leyes permisivas de aborto y eutanasia» no se le puede dejar comulgar «hasta que acabe con su situación objetiva de pecado». ¿Qué pasará con los políticos españoles que dicen ser católicos pero que apoyan o votan a favor de la nueva ley del aborto? 
–La eliminación de seres humanos inocentes, como es el caso del aborto, es incompatible con la conciencia cristiana. Quien hace eso, ya no está en comunión con la Iglesia. Ahora bien, en la práctica concreta de los sacramentos, la medida a tomar no se puede generalizar. Depende de cada caso. Es el obispo y el párroco quien conoce el caso concreto y el estado real de la conciencia del feligrés. Ellos son los que han de discernir si se le da o no de comulgar. Hay que evitar el escándalo, pero también hay que atender a cada situación.

–¿Es suficiente para la conciencia católica que un político se abstenga de votar la ley del aborto? Imaginemos, por ejemplo, que se ausenta del hemiciclo durante la votación. 
–Si el político en cuestión ha declarado públicamente que estaba en contra de esa ley injusta, si se ha manifestado expresamente contra esa acción concreta de su partido, entonces sí puede ser suficiente que se abstenga. De hecho, ha habido varios casos así en la política española.

–En 2001 se legalizó la «píldora del día después», que tiene efectos abortivos. En 2003 se aprobó la primera ley de experimentación con embriones. La Conferencia Episcopal protestó ante estas leyes con documentos oficiales y muy elocuentes, pero ¿por qué no sacó gente a la calle en protesta, como sí haría en 2005 con la gran manifestación en defensa de la familia y el matrimonio? 
–Primero hemos de puntualizar que la Conferencia Episcopal nunca ha sacado gente a la calle, no en el sentido político. La Conferencia Episcopal no convoca a manifestaciones políticas. Sí que puede sacar gente a la calle en actos de oración. Por ejemplo, es el caso de los dos grandes encuentros de oración en la Plaza de Colón de Madrid, en el Día de la Familia. Hay que tener en cuenta que en 2003 no había una legislación tan radical contra la familia como la que hay actualmente. Desde 2003, ha empeorado mucho.

–Hablemos de las recientes campañas publicitarias de la Iglesia: la del lince, la del IRPF... ¿Ha descubierto la Iglesia española el poder de la publicidad? ¿Es realmente eficaz?

–No hemos hecho estudios demoscópicos para evaluar el resultado de estas campañas, pero creemos que han sido positivas. La campaña de vallas y carteles de la Jornada por la Vida expresa nuestra preocupación por leyes que van a desproteger aún más la vida del que va a nacer, del que no tiene voz. Decían que era un debate cerrado, del pasado, pero hemos demostrado que no lo era. La defensa de la vida preocupa realmente a la sociedad y la gente responde cuando ve que hay un debate real. Ahora tenemos prevista otra campaña para animar a católicos y no católicos a aportar libremente el 0,7 por ciento de sus impuestos a los fines de la Iglesia católica a través de la cruz en la casilla del IRPF.

–¿Y campañas como las de la Iglesia en EE UU, para animar a volver a los sacramentos en Cuaresma, o para invitar a la práctica a católicos alejados? 
–Por Cuaresma y en otros momentos ya hacemos muchas campañas de otro estilo, más regulares, cada año, y por eso, más eficaces. Los tiempos litúrgicos en España se viven con mucha fuerza, son muy visibles.

–Las estadísticas dicen que sólo un 11 por ciento de jóvenes de 15 a 29 años va a misa. Hay 6,4 millones de jóvenes que se declaran católicos pero la religión no les dice nada. Y hay 2,1 millones que dicen que la religión, lo espiritual, les parece importante, pero no practican. ¿Qué piensan hacer los obispos ante esa deserción masiva? 
–Entre los obispos hay preocupación, pero que no quiere ser obsesión. No aceptamos tópicos como el que dice que la juventud se ha apartado de la Iglesia. Claro, esos porcentajes nos preocupan. Pero que aún vaya a misa un 11 por ciento es un dato interesante. No hay ninguna otra implicación social, regular, con un grado de exigencia similar, que atraiga a tantos jóvenes. Es poco, pero no debe desfigurar la imagen de la Iglesia. Para llegar a más jóvenes se está renovando la pastoral juvenil donde se puede. Por ejemplo, la Jornada Mundial de la Juventud 2011 en Madrid es una ocasión para estimular esta renovación. Por otra parte, la pastoral juvenil forma parte de la pastoral normal, la de toda la familia.

–¿A qué llama usted renovar la pastoral juvenil? 
–A colocar acentos en aspectos como el anuncio de Jesucristo, ser humano en quien Dios se nos comunica. Y en la relación personal con Jesucristo y en la vida en la Iglesia, lugar de encuentro con Cristo. Estos temas antes quizá estaban más diluidos.

–Los medios de comunicación y muchos fieles católicos ven dos corrientes en conflicto en la Conferencia Episcopal, una encabezada por el cardenal Rouco y otra por el cardenal Cañizares. Puesto que ambos son ortodoxos en doctrina y evangelizadores... ¿cómo explicar esta división al católico de a pie? 
–No tengo noticia de que exista esa imagen de dos corrientes. La CEE no tiene por misión gobernar la Iglesia de España. Está para ayudar a cada obispo a cumplir con su misión en su diócesis, coordinar la ayuda a sus tareas. En la CEE los obispos se ayudan mutuamente y expresan sus opiniones. No es un gobierno ni un parlamento. A veces se le aplican plantillas propias del mundo político y parlamentario, y se habla de bloques o partidos, pero no funciona así. Y sería legítimo, si la CEE fuese otra cosa. En ella no hay bloques ni corrientes

Portavoz en tiempos de laicismo 
El 26 de noviembre los obispos españoles renovaban su confianza en Juan Antonio Martínez Camino, su secretario general y portavoz desde junio de 2003. En este tiempo ha tenido que dar voz a una Iglesia que intenta ofrecer un anuncio de esperanza y se encuentra con un bombardeo de leyes hostiles a los valores culturales y familiares cristianos, a su sentido de la dignidad humana y de la justicia. Este jesuita, que se formó en la Universidad de Comillas y en Alemania, ejerció sobre todo responsabilidades como profesor de teología y formador. En noviembre de 2007 se hacía público su nombramiento como obispo auxiliar de la Archidiócesis de Madrid.



martes, 12 de mayo de 2009

BUSCAR ALTERNATIVAS A LA CRISIS ACTUAL

Foro andaluz Diamantino García: Buscar alternativas

José Sánchez Luque

Somos Iglesia Andalucía

El pasado 18 de abril nos reunimos en Antequera cerca del centenar de personas pertenecientes al Foro andaluz Diamantino García para hacer una reflexión sobre la actual crisis económica. Nos acompañaron en nuestra reflexión el catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla Juan Torres López y el teólogo Pope Godoy. Los allí reunidos, soñadores convencidos de que ser humanos significa luchar por la plenitud de la vida, manifestamos a la opinión pública lo siguiente:

1. Partiendo de las aportaciones del profesor Juan Torres que nos describió el funcionamiento del capital financiero, su codicia, su avaricia y su insaciable voracidad que han sido los causantes de la actual crisis económica global, queremos poner mente y corazón en la búsqueda de caminos que hagan posible un mundo nuevo donde sean eliminados tantos “activos tóxicos” que nos envenenan, y sean reconocidos y defendidos los derechos de los empobrecidos del planeta

La crisis financiera que nos envuelve y que ha evaporado en pocos días 15 trillones de dólares para reflotar a los ricos ha dejando atrás, en medio de las frías estadísticas, los despidos en masa, el desempleo, el hambre, la desesperación y las lágrimas. Una crisis que asola no sólo la periferia sino el corazón del imperio, nos está haciendo ver las artimañas sutiles del capitalismo haciéndonos creer que esta es una crisis más de las muchas que ha padecido el sistema.

2. No obstante, pensamos que la crisis actual es terminal. El sistema actual, regido por el capitalismo y por las leyes del mercado, es voraz, acumulador, destructor del medio ambiente, creador de desigualdades y sin sentido de solidaridad, certifica su propia defunción. Un sistema donde cada 4 minutos una persona pierde la visión como consecuencia de la carencia de vitamina A, declara su propia defunción. Un sistema donde cada 5 segundo un niño muere de hambre o desnutrición, certifica su propia defunción. Un sistema que sabe con toda seguridad que con los gastos militares y de la industria bélica mundial de sólo 15 días se podría erradicar el hambre durante un año y no lo hace, está certificando su propia defunción.

3. El sistema actual, que tiene como pilar un individualismo avasallador, ha demostrado que es incapaz de asegurar el bienestar de la humanidad. Un individualismo que se revela en el lenguaje cotidiano: mi empleo, mi salario, mi casa, mi coche.. En este sistema no somos llamados a construir nada en común, sino que la competencia, la acumulación y la ostentación predominan sobre la solidaridad, la fraternidad y la compasión. Un sistema que endiosa los bienes materiales y que defiende la cultura del consumismo como la única fuente de felicidad. Por eso el sistema desconoce el amor, la igualdad y la compasión y nos hace sordos y ciegos ante el grito de los excluidos y necesitados. Lo opuesto al amor no es el odio sino la indiferencia.

4. ¿Por qué hemos permitido llegar a este punto? ¿Cuánto tiempo tendrá que pasar todavía hasta que recobremos nuestra humanidad perdida? Pero además de la crisis financiera nos encontramos también con una crisis ambiental. El ansia por el crecimiento económico que alimenta el consumismo compulsivo ha machacado ferozmente a nuestra madre Tierra. El bienestar de todos y la preocupación por la Tierra son sacrificados para el lucro de unos pocos.

Y hemos contaminado ríos, mares y acuíferos hasta tal punto que cerca de dos millones de personas carecen de agua limpia. El desarrollo técnico y científico disociado de la conciencia ecológica nos ha hecho saquear los recursos naturales en una escalada sin precedentes. El universo caminó 15 billones de años para producir el planeta que habitamos: esta admirable obra que nosotros hemos recibido como herencia para que la cuidemos con ternura. Pero como no pongamos pie en pared la vamos a destruir en poco más de un siglo.

5. La crisis financiera, climática, energética, alimentaria y otras nos remiten a la crisis del modelo dominante. Necesitamos un nuevo paradigma, un nuevo modelo de civilización, el actual llegó a su fin, ha agotado sus posibilidades. Lo expertos nos dicen que si el consumo sigue al ritmo actual en el año 2.050 necesitaremos dos planetas Tierra. Es urgente que cultivemos la solidaridad, buscar nuevos valores, alimentar nuevas esperanzas, nuevos retos, nuevos modelos, nuevos paradigmas, la cultura de la austeridad y del decrecimiento solidario. Necesitamos una nueva imagen de Dios, como nos reveló el profeta de Nazaret. Necesitamos un nuevo comienzo.J




domingo, 10 de mayo de 2009

CRECE EL NÚMERO DE SACERDOTES DIOCESANOS Y DISMINUYE EL DE RELIGIOSOS

Patricia Navas (Zenit)

El número de sacerdotes diocesanos ha evolucionado de manera divergente al de sacerdotes religiosos en los últimos años, creciendo el primero y disminuyendo el segundo. 

Es uno de los datos que se desprende del Annuarium Statisticum Ecclesiae, publicado en estos días, según informa este jueves la edición diaria italiana de L'Osservatore Romano. 

El Anuario, preparado por la Oficina Central de Estadística de la Santa Sede y editado por la Librería Editora Vaticana, ofrece datos estadísticos y gráficos que muestran los principales indicadores sobre la acción de la Iglesia en los cinco continentes en el periodo 2000-2007.  

El total de sacerdotes diocesanos en el mundo ha crecido un 2,5% -pasando de 265.781 en el año 2000 a 272.431 en 2007- y el de sacerdotes religiosos ha descendido un 2,73%, llegando a algo más de 135.000 en 2007. 

Respecto al descenso de sacerdotes religiosos, el informe destaca su disminución, además de en Europa y Oceanía, en el continente americano, donde han pasado de 45.000 en el año 2000 a menos de 42.000 en 2007. 

En términos porcentuales, los sacerdotes sólo están claramente en declive en Europa, donde en siete años han pasado de representar el 51% del total mundial a menos del 48%.  

No obstante, existe un fuerte impulso en algunos países de Europa del Este, sobre todo en Polonia. 

Italia, Francia y España representan todavía, a pesar de la disminución, casi la mitad de los sacerdotes europeos; y de éstos, casi la mitad son sólo de Italia. 

Continúa aumentando el número de sacerdotes en Asia y África. En África, casi la mitad proviene de cuatro países: República Democrática del Congo (que en 2007 acogía el 16% de los sacerdotes africanos), Nigeria, Tanzania y Uganda. 

América y Oceanía tienden a mantener estable su cuota de sacerdotes. Los de América representan poco menos del 30% de sacerdotes de todo el mundo y los de Oceanía, poco más del 1%.  

El Anuario Estadístico de la Iglesia 2007 muestra una "significativa y esperanzadora dinámica evolutiva" del número de diáconos permanentes, según el diario vaticano, que, de 2000 a 2007 aumentó en un 29% y ascendió a 35.942. 

Respecto a los religiosos profesos no sacerdotes, el estudio refleja un descenso de 55.057 en el año 2000 a 54.956 en 2007. 

Por continentes, ha descendido el número de religiosos en Europa (un 13,82% en 7 años) y Oceanía (un 15,80¨%), se ha mantenido en América y ha aumentado en Asia (un 31,10%) y en África (un 9,16%).  

De todas maneras, los religiosos de Europa representan todavía el 34% de los de todo el mundo. Concretamente, el estudio destaca una tendencia positiva en Ucrania, Rumanía, Hungría y Austria.

El número de religiosas descendió de 800.000 a 750.000 en ocho años. Casi el 42% de ellas residen en Europa, y el 60% de éstas, en Francia, España e Italia.  

Sin embargo, en términos evolutivos, es en Asia y en África donde más ha aumentado el número de religiosas de 2000 a 2007. 

Respecto a los seminaristas, el aumento del 4,83% de 2000 a 2007, pasando de 110.583 a 116.000, es atribuible también a África y Asia, con un ritmo de crecimiento del 21,32% y 20,35% respectivamente.  

Destaca el número de seminaristas en Nigeria, República del Congo, India y Filipinas. 

Por el contrario, el número de candidatos al sacerdocio en Europa ha descendido un 17% de 2000 a 2007. Destaca la disminución de seminaristas en España y Bélgica, pero también en Europa Oriental (Hungría, Lituania, Rumanía y Eslovenia). 

Por ello, los sacerdotes europeos han pasado de representar el 24% de sacerdotes del mundo en 2000 a poco más del 19% en 2007. 

El número de católicos bautizados se mantiene estable en el mundo, en torno a un 17,3% de la población. En 2007, había 1.147 millones de católicos, frente a los 1.045 millones del 2000. 

Europa acoge casi el 25% de la comunidad católica mundial, pero aparece como el área menos dinámica, con un crecimiento del número de fieles ligeramente superior al 1%.  

Un 40% de la población de Europa es católica bautizada, aunque en algunos países como Italia, Malta, Polonia y España, los bautizados superan el 93% de la población residente. 

De 2000 a 2007, los fieles bautizados en América y Oceanía han crecido menos que la población (un 9,5% y un 10,1% respectivamente), pero no así en Asia y menos en África.



sábado, 9 de mayo de 2009

DISCULPEN LA MOLESTIA

Página 12


Quiero compartir algunas preguntas, moscas que me zumban en la cabeza.

¿Es justa la justicia? ¿Está parada sobre sus pies la justicia del mundo al revés?

El zapatista de Irak, el que arrojó los zapatazos contra Bush, fue condenado a tres años de cárcel. ¿No merecía, más bien, una condecoración?

¿Quién es el terrorista? ¿El zapatista o el zapateado? ¿No es culpable de terrorismo el serial killer que mintiendo inventó la guerra de Irak, asesinó a un gentío y legalizó la tortura y mandó aplicarla?

¿Son culpables los pobladores de Atenco, en México, o los indígenas mapuches de Chile, o los kekchíes de Guatemala, o los campesinos sin tierra de Brasil, acusados todos de terrorismo por defender su derecho a la tierra? Si sagrada es la tierra, aunque la ley no lo diga, ¿no son sagrados, también, quienes la defienden?

Según la revista Foreign Policy, Somalia es el lugar más peligroso de todos. Pero, ¿quiénes son los piratas? ¿Los muertos de hambre que asaltan barcos o los especuladores de Wall Street, que llevan años asaltando el mundo y ahora reciben multimillonarias recompensas por sus afanes?

¿Por qué el mundo premia a quienes lo desvalijan?

¿Por qué la justicia es ciega de un solo ojo? Wal Mart, la empresa más poderosa de todas, prohíbe los sindicatos. McDonald’s, también. ¿Por qué estas empresas violan, con delincuente impunidad, la ley internacional? ¿Será porque en el mundo de nuestro tiempo el trabajo vale menos que la basura y menos todavía valen los derechos de los trabajadores?

¿Quiénes son los justos y quiénes los injustos? Si la justicia internacional de veras existe, ¿por qué nunca juzga a los poderosos? No van presos los autores de las más feroces carnicerías. ¿Será porque son ellos quienes tienen las llaves de las cárceles?

¿Por qué son intocables las cinco potencias que tienen derecho de veto en las Naciones Unidas? ¿Ese derecho tiene origen divino? ¿Velan por la paz los que hacen el negocio de la guerra? ¿Es justo que la paz mundial esté a cargo de las cinco potencias que son las principales productoras de armas? Sin despreciar a los narcotraficantes, ¿no es éste también un caso de “crimen organizado”?

Pero no demandan castigo contra los amos del mundo los clamores de quienes exigen, en todas partes, la pena de muerte. Faltaba más. Los clamores claman contra los asesinos que usan navajas, no contra los que usan misiles.

Y uno se pregunta: ya que esos justicieros están tan locos de ganas de matar, ¿por qué no exigen la pena de muerte contra la injusticia social? ¿Es justo un mundo que cada minuto destina tres millones de dólares a los gastos militares, mientras cada minuto mueren quince niños por hambre o enfermedad curable? ¿Contra quién se arma, hasta los dientes, la llamada comunidad internacional? ¿Contra la pobreza o contra los pobres?

¿Por qué los fervorosos de la pena capital no exigen la pena de muerte contra los valores de la sociedad de consumo, que cotidianamente atentan contra la seguridad pública? ¿O acaso no invita al crimen el bombardeo de la publicidad que aturde a millones y millones de jóvenes desempleados, o mal pagados, repitiéndoles noche y día que ser es tener, tener un automóvil, tener zapatos de marca, tener, tener, y quien no tiene, no es?

¿Y por qué no se implanta la pena de muerte contra la muerte? El mundo está organizado al servicio de la muerte. ¿O no fabrica muerte la industria militar, que devora la mayor parte de nuestros recursos y buena parte de nuestras energías? Los amos del mundo sólo condenan la violencia cuando la ejercen otros. Y este monopolio de la violencia se traduce en un hecho inexplicable para los extraterrestres, y también insoportable para los terrestres que todavía queremos, contra toda evidencia, sobrevivir: los humanos somos los únicos animales especializados en el exterminio mutuo, y hemos desarrollado una tecnología de la destrucción que está aniquilando, de paso, al planeta y a todos sus habitantes.

Esa tecnología se alimenta del miedo. Es el miedo quien fabrica los enemigos que justifican el derroche militar y policial. Y en tren de implantar la pena de muerte, ¿qué tal si condenamos a muerte al miedo? ¿No sería sano acabar con esta dictadura universal de los asustadores profesionales? Los sembradores de pánicos nos condenan a la soledad, nos prohíben la solidaridad: sálvese quien pueda, aplastaos los unos a los otros, el prójimo es siempre un peligro que acecha, ojo, mucho cuidado, éste te robará, aquél te violará, ese cochecito de bebé esconde una bomba musulmana y si esa mujer te mira, esa vecina de aspecto inocente, es seguro que te contagia la peste porcina.

En el mundo al revés, dan miedo hasta los más elementales actos de justicia y sentido común. Cuando el presidente Evo Morales inició la refundación de Bolivia, para que este país de mayoría indígena dejara de tener vergüenza de mirarse al espejo, provocó pánico. Este desafío era catastrófico desde el punto de vista del orden racista tradicional, que decía ser el único orden posible: Evo era, traía el caos y la violencia, y por su culpa la unidad nacional iba a estallar, rota en pedazos. Y cuando el presidente ecuatoriano Correa anunció que se negaba a pagar las deudas no legítimas, la noticia produjo terror en el mundo financiero y el Ecuador fue amenazado con terribles castigos, por estar dando tan mal ejemplo. Si las dictaduras militares y los políticos ladrones han sido siempre mimados por la banca internacional, ¿no nos hemos acostumbrado ya a aceptar como fatalidad del destino que el pueblo pague el garrote que lo golpea y la codicia que lo saquea?

Pero, ¿será que han sido divorciados para siempre jamás el sentido común y la justicia?

¿No nacieron para caminar juntos, bien pegaditos, el sentido común y la justicia?

¿No es de sentido común, y también de justicia, ese lema de las feministas que dicen que si nosotros, los machos, quedáramos embarazados, el aborto sería libre? ¿Por qué no se legaliza el derecho al aborto? ¿Será porque entonces dejaría de ser el privilegio de las mujeres que pueden pagarlo y de los médicos que pueden cobrarlo?

Lo mismo ocurre con otro escandaloso caso de negación de la justicia y el sentido común: ¿por qué no se legaliza la droga? ¿Acaso no es, como el aborto, un tema de salud pública? Y el país que más drogadictos contiene, ¿qué autoridad moral tiene para condenar a quienes abastecen su demanda? ¿Y por qué los grandes medios de comunicación, tan consagrados a la guerra contra el flagelo de la droga, jamás dicen que proviene de Afganistán casi toda la heroína que se consume en el mundo? ¿Quién manda en Afganistán? ¿No es ese un país militarmente ocupado por el mesiánico país que se atribuye la misión de salvarnos a todos?

¿Por qué no se legalizan las drogas de una buena vez? ¿No será porque brindan el mejor pretexto para las invasiones militares, además de brindar las más jugosas ganancias a los grandes bancos que en las noches trabajan como lavanderías?

Ahora el mundo está triste porque se venden menos autos. Una de las consecuencias de la crisis mundial es la caída de la próspera industria del automóvil. Si tuviéramos algún resto de sentido común, y alguito de sentido de la justicia ¿no tendríamos que celebrar esa buena noticia? ¿O acaso la disminución de los automóviles no es una buena noticia, desde el punto de vista de la naturaleza, que estará un poquito menos envenenada, y de los peatones, que morirán un poquito menos?

Según Lewis Carroll, la Reina explicó a Alicia cómo funciona la justicia en el país de las maravillas:

–Ahí lo tienes –dijo la Reina–. Está encerrado en la cárcel, cumpliendo su condena; pero el juicio no empezará hasta el próximo miércoles. Y por supuesto, el crimen será cometido al final.

En El Salvador, el arzobispo Oscar Arnulfo Romero comprobó que la justicia, como la serpiente, sólo muerde a los descalzos. El murió a balazos, por denunciar que en su país los descalzos nacían de antemano condenados, por delito de nacimiento.

El resultado de las recientes elecciones en El Salvador, ¿no es de alguna manera un homenaje? ¿Un homenaje al arzobispo Romero y a los miles que como él murieron luchando por una justicia justa en el reino de la injusticia?

A veces terminan mal las historias de la Historia; pero ella, la Historia, no termina. Cuando dice adiós, dice hasta luego.




jueves, 7 de mayo de 2009

¿REZAR POR LAS VOCACIONES?

 José Arregi

Hola, amigas, amigos:

El cuarto domingo de Pascua se conoce en la iglesia católica romana como el “domingo del Buen Pastor” y se celebra la jornada mundial de oración por las vocaciones. Fue el domingo pasado: leímos el evangelio del buen pastor y rezamos por las vocaciones. Miento, yo no recé por las vocaciones. No al menos en el sentido habitual del término “rezar” y del término “vocaciones”.

¿Qué se entiende en general por “rezar”? Se entiende pedir a Dios, como si Dios necesitara ser informado de nuestra necesidad; pedir a Dios, como si su dar dependiera de nuestro pedir insistente; pedir a Dios, como si Dios fuera un pequeño señor que gusta de hacerse rogar para así crecer. Así solemos pedimos entre los humanos: un niño pide chuches a su madre, un súbdito pide permiso al patrón, un mendigo pide limosna al que pasa. Pero a Dios no le podemos pedir así.

De modo que yo no “recé” por las vocaciones. Y no sólo porque pienso que, por muy humano que sea pedir, no necesitamos pedir nada a Dios -El se da enteramente, El es puro don, y orar es recibirlo y ofrecerlo a los demás-, sino también porque considero que la Iglesia no necesita “vocaciones” en el sentido habitual del término. Es que, al decir “vocaciones”, la inmensa mayoría de los cristianos católicos piensa en sacerdotes, monjas, religiosos…, gente que posee un estatus especial y un rango superior en la Iglesia. Si no, mírese de qué se habla enwww.vocacion.org . O léase la definición de “vocación” en el Diccionario Real de la Academia Española, fiel reflejo de la enseñanza tradicional y de la praxis mayoritaria de la Iglesia: “Inspiración con que Dios llama a algún estado, especialmente al de religión”. No es, pues, casual que se haya puesto la jornada de oración por las vocaciones en el “domingo del buen pastor”. Se sigue pensando en una Iglesia de ovejas y pastores. La Iglesia necesita ovejas, y las ovejas necesitan pastores.

Es verdad que el lema de la jornada de este año podía entenderse de otra forma: “La vocación al servicio de la Iglesia comunión”. Pero no, seguía significando lo mismo de siempre, y Benedicto XVI se encargó de dejarlo muy claro en su homilía: Todos los bautizados están llamados a contribuir en la obra de la salvación. Ahora bien, en la Iglesia hay algunas vocaciones especialmente dedicadas al servicio de la comunión. El primer responsable de la comunión católica es el Papa, sucesor de Pedro y obispo de Roma; con él son también custodios y maestros de unidad los obispos, sucesores de los apóstoles, ayudados por los presbíteros. Pero también están al servicio de la comunión las personas consagradas y todos los fieles“. “Todos los fieles” también, por supuesto, pero al final y en montón. Los que no tienen vocación especial que reseñar son simplemente “fieles”, o “laicos”, y son los de abajo, son los últimos, no son nadie. O son ovejas. Y conviene que sean muchas, para que así clérigos y religiosos sigan teniendo una tarea “sagrada”, un “estado” especial, un rango superior. Para que los sacerdotes sean pastores del rebaño y los religiosos, “consagrados a Dios” por sus votos, sean sus modelos.

Pues bien, yo no quiero una iglesia de ovejas y pastores. Jesús no la quiso. Yo no quiero vocaciones para seguir manteniendo una Iglesia de clérigos pastores y de laicos pastoreados, ni una iglesia de “religiosos” dedicados a Dios y “seglares” dedicados al mundo. De modo que, si hubiera que pedir, pediría que no hubiese tales vocaciones que dividen la Iglesia en tres, que separan a Dios del mundo y segregan a los clérigos de la masa de los “laicos” y a los religiosos del montón de los “seculares”.

Pienso que a Jesús no le gustaría hoy pedir a Dios vocaciones de pastor. ¿Pero acaso no habló Jesús de ovejas y pastores? Seguramente lo hizo. Jesús era albañil, pero Nazaret era una pobre aldea campesina, situada en una ladera a veces verde y a veces reseca, y la estampa del pastor que cuida unas pocas ovejas le era tan familiar como la del sembrador que siembra a voleo, y todo le sugería parábolas de la vida, parábolas de Dios. Y Jesús sabía que la oveja es un animal gregario y que a donde va la primera siguen las demás y que, en cualquier caso, no tienen más remedio que someterse a la vara o al perro del pastor. Y sabía también que todo pastor, por bueno que sea, vive de sus ovejas y tarde o temprano las sacrifica. Sí, pero por eso mismo tantas veces corrigió la imagen, diciendo que sólo es buen pastor el que da la vida, no el que la quita, y diciendo también: “No llaméis a nadie padre (¡cuánto menospapa”!), no llaméis a nadie señor (ni “monseñor”), no llaméis a nadie maestro. Todos vosotros sois hermanos” (Mt 23). No sois ovejas, no necesitáis pastores. Sólo Dios es pastor, pero muy diferente de los pastores.

Pienso, pues, que la iglesia católica romana debiera superar de una vez el concepto clerical o gregario-pastoril de iglesia y de vocación, y haría bien en suprimir la Jornada de oración por las vocaciones o, cuando menos, trasladarla al domingo de las Bienaventuranzas o al de la mujer samaritana, para celebrar la secreta llamada que atrae e impulsa a todos las personas y a todos los seres: la mujer interina que no tiene otra cosa, la que vende periódicos cada mañana para sacar adelante a sus pequeños, el maestro que enseña y ayuda a crecer, la flautista que hace hablar al Indecible, el bombero, la médico, la catequista, el párroco, el monje de monasterio, la monja misionera, el mirlo que canta, el haya que verdea al sol bajo el cielo azul…

Pienso que las Congregaciones Religiosas debieran dejar de gastar tantas energías -de gastarlas inútilmente o de gastarlas mal-, y debieran dedicar sus “agentes liberados” y sus mejores equipos no a buscar y atraer “vocaciones” para sobrevivir -¿no resulta patético?-, sino a algo más estimulante: a dar aliento y consuelo a las gentes allí donde están y como son, a enseñarles no solamente a ser lo que elijan sino también a elegir lo que son, a ayudarles a vivir lo que viven y hacen como vocación santa de Dios, a animarles -como dice Jesús- a “entrar y salir por la puerta“, a entrar para sentirse seguros y salir para ser libres.

¿Y qué hago entonces yo, “religioso franciscano” y además “sacerdote”? Me lo he preguntado muchas veces. Cuando “profesé los votos” y “fui ordenado”, a mis 26 años, yo tenía todavía los esquemas eclesiales del pasado (a pesar de que ya corría el año 1978 y habían pasado tantas cosas). Diez años más tarde, mis esquemas habían sufrido (más bien gozado, aunque no sin sufrir) una profunda transformación. ¿Por qué sigo, pues, siendo “religioso franciscano” y “sacerdote”? No tengo ninguna razón contundente, y tengo algunas razones ambiguas para seguir siendo lo que soy, estando donde estoy, haciendo lo que hago. Cuando celebro la eucaristía con casulla desde lo alto del altar mayor, cuando comparto la vida con 34 frailes -de virtudes y defectos muy normales casi todos, de extraordinaria calidad humana unos pocos: más o menos como en todas partes-, cuando miro el convento-santuario en que vivo con 34 varones, me siento una extraña reliquia de tiempos remotos. Pero aquí me ha conducido mi historia, y no tengo otra, ni sé cuál hubiera podido ser. Y amo mi presente con sus luces y sus dudas, y no reniego de nada del pasado, pues forma parte del presente que soy y quiero amar. Ciertamente, no me reconozco en la definición que la teología y el Derecho Canónico siguen ofreciendo del “sacerdocio” y de la “vida religiosa” y de sus “votos”, pero ahora mismo no me parece lo más importante. Soy en gran parte una forma caduca, pero en ella puedo vivir -en parte, no del todo- lo que realmente me gusta y me llena por dentro. Yo en esta forma, cada uno en la suya.

De modo que tampoco tengo razones importantes para colgar los hábitos y cambiar de rumbo, porque quiero seguir viviendo -vivir más- aquello lo que vivo y me hace vivir, y creo que puedo vivirlo estando donde estoy y siendo lo que soy: hermano de mis buenos hermanos de fraternidad, amigo de mis buenas amigas y amigos, mediocre profesor de teología, y hasta “sacerdote” y “franciscano” con tres votos y muchas contradicciones. Quiero asumir en paz todas mis contradicciones y seguir caminando libre, y estar abierto. Allí donde esté, quiero poder decir: “Dios es mi pastor, nada me falta. Me conduce hacia fuentes tranquilas, y repara mis fuerzas”.

Y donde digo “Dios”, ponga cada uno el nombre que quiera, o no ponga ninguno. Más allá de todos los nombres, Dios lo llena todo, y todo lo ensancha. Dios es intimidad y anchura. Quiero respirar a Dios e infundir algo de su aliento. Quiero inspirar y expirar el Espíritu de Dios que, como escribía san Justino en el s. II, “es la alegría de Dios y el adorno de las criaturas”. Quiero decir, como Francisco de Asís: “Mi claustro es el mundo”. Quiero seguir a Jesús aunque sea a enorme distancia. Quiero pronunciar con mis palabras y ojalá también con mi vida algo de sus Bienaventuranzas. Quiero vivir en la Gran Comunión y aportar un granito de trigo y un granito de uva para la inmensa comunión divina de todos los seres. Y me alegra pensar e incluso sentir de alguna forma que ésa es la vocación de todos los seres humanos con religión o sin ella, en una iglesia u otra. Y la vocación de los animales de la tierra y de las aves del cielo y de los peces del mar, en todos los planetas, en todas las galaxias. Todos los seres son hermosas palabras que Dios pronuncia. “Dios dijo y existieron”. Y a todas las atrae con su secreta vocación y las va transformando de forma en forma. Que sigan existiendo, siendo lo que son, viviendo lo que viven, dejándose llamar y pronunciar por Dios. Son sacramento de Dios cada una en su forma.

Amigo, amiga: vive lo que eres y lo que haces como vocación divina. Vive en la paz de Dios.