Entrevista con Martínez Camino
–Han pasado unos días desde que la Mesa del Congreso admitió a trámite la propuesta de reprobación del Papa.
–Es lamentable que se haya admitido algo así, y más aún a instancias de un grupo político pequeño, los comunistas, una ideología que no puede dar lecciones de respeto a los Derechos Humanos. No son quiénes. Admitir a trámite en el Parlamento una valoración de las palabras del Papa, en positivo o en negativo, es algo que no tiene sentido. Resulta hiriente y chocante que el Parlamento crea ser juez y valorador de la actividad del Santo Padre. Esto que ha pasado es triste, es lamentable y no pueden justificarlo con excusas reglamentarias.
–La Iglesia objeta que el preservativo sea un método anticonceptivo y tenga un efecto de barrera. ¿Qué pasaría si se inventase un método preventivo contra el Sida sin estas características? Por ejemplo, se investiga con la posibilidad de geles vaginales.
–Si se diera esa hipótesis, si hubiese un método que no fuese anticonceptivo y no tuviera otros problemas de tipo moral, no veo ninguna objeción. Pero el juicio moral trata de hechos concretos, no de hipótesis.
–¿Hay cristianofobia en la sociedad española?
–No en la sociedad, pero sí en ciertos ámbitos. Hay sectores influyentes del poder político y económico que dirigen y crean pautas de opinión pública. Confluyen en crear ciertos consensos sociales, dando forma a una visión de las cosas centrada en la satisfacción de los deseos cambiantes, como criterio último de la conducta humana. Esto es relativismo. Estos sectores saben que la Iglesia es la única realidad, o casi la única, que no se va a plegar ante su visión de las cosas. Ven a la Iglesia como un adversario, con cierta razón. Y por eso la combaten con diversas armas.
–Se acercan las elecciones europeas. ¿Qué partidos en España cumplen con los «principios no negociables» enumerados por Benedicto XVI? Es decir, la defensa de la vida desde la concepción, la defensa del matrimonio, la libertad religiosa, los derechos de los padres a educar a sus hijos...
–La Conferencia Episcopal ha declarado en numerosas ocasiones que los principios del Evangelio deben dar forma a la acción de los católicos cuando participan en política. Lo que pasa es que luego esto es algo difícil de cumplir en toda su integridad.
–Yo no preguntaba sobre «toda la integridad» de la doctrina católica. Preguntaba sobre esos puntos mínimos, que Benedicto XVI llama «principios no negociables».
–Es cierto que resulta difícil encontrar hoy, en España, una fuerza política que los cumpla. En la práctica, tenemos en este país leyes muy injustas, leyes que atentan contra la vida y el matrimonio. Hay unos partidos que se acercan más al ideal, y otros que se acercan menos. Pero, en la práctica, ¿quién los realiza?
–¿Habrá un documento de la Conferencia Episcopal para orientar el voto de los españoles en las próximas elecciones al Parlamento Europeo?
–Puede que sí. Es algo que se ha hecho en otras ocasiones. Pero todavía no lo hemos debatido.
–En Estados Unidos hay obispos que niegan la comunión a políticos que dicen ser católicos pero votan a favor del aborto. Se remiten a un documento de 2004 de la Congregación de la Doctrina de la Fe, presidida por el Cardenal Ratzinger. El texto dice que a «un político católico» cuya «cooperación formal se hace manifiesta», mediante «campapaña consistente y voto por leyes permisivas de aborto y eutanasia» no se le puede dejar comulgar «hasta que acabe con su situación objetiva de pecado». ¿Qué pasará con los políticos españoles que dicen ser católicos pero que apoyan o votan a favor de la nueva ley del aborto?
–La eliminación de seres humanos inocentes, como es el caso del aborto, es incompatible con la conciencia cristiana. Quien hace eso, ya no está en comunión con la Iglesia. Ahora bien, en la práctica concreta de los sacramentos, la medida a tomar no se puede generalizar. Depende de cada caso. Es el obispo y el párroco quien conoce el caso concreto y el estado real de la conciencia del feligrés. Ellos son los que han de discernir si se le da o no de comulgar. Hay que evitar el escándalo, pero también hay que atender a cada situación.
–¿Es suficiente para la conciencia católica que un político se abstenga de votar la ley del aborto? Imaginemos, por ejemplo, que se ausenta del hemiciclo durante la votación.
–Si el político en cuestión ha declarado públicamente que estaba en contra de esa ley injusta, si se ha manifestado expresamente contra esa acción concreta de su partido, entonces sí puede ser suficiente que se abstenga. De hecho, ha habido varios casos así en la política española.
–En 2001 se legalizó la «píldora del día después», que tiene efectos abortivos. En 2003 se aprobó la primera ley de experimentación con embriones. La Conferencia Episcopal protestó ante estas leyes con documentos oficiales y muy elocuentes, pero ¿por qué no sacó gente a la calle en protesta, como sí haría en 2005 con la gran manifestación en defensa de la familia y el matrimonio?
–Primero hemos de puntualizar que la Conferencia Episcopal nunca ha sacado gente a la calle, no en el sentido político. La Conferencia Episcopal no convoca a manifestaciones políticas. Sí que puede sacar gente a la calle en actos de oración. Por ejemplo, es el caso de los dos grandes encuentros de oración en la Plaza de Colón de Madrid, en el Día de la Familia. Hay que tener en cuenta que en 2003 no había una legislación tan radical contra la familia como la que hay actualmente. Desde 2003, ha empeorado mucho.
–Hablemos de las recientes campañas publicitarias de la Iglesia: la del lince, la del IRPF... ¿Ha descubierto la Iglesia española el poder de la publicidad? ¿Es realmente eficaz?
–No hemos hecho estudios demoscópicos para evaluar el resultado de estas campañas, pero creemos que han sido positivas. La campaña de vallas y carteles de la Jornada por la Vida expresa nuestra preocupación por leyes que van a desproteger aún más la vida del que va a nacer, del que no tiene voz. Decían que era un debate cerrado, del pasado, pero hemos demostrado que no lo era. La defensa de la vida preocupa realmente a la sociedad y la gente responde cuando ve que hay un debate real. Ahora tenemos prevista otra campaña para animar a católicos y no católicos a aportar libremente el 0,7 por ciento de sus impuestos a los fines de la Iglesia católica a través de la cruz en la casilla del IRPF.
–¿Y campañas como las de la Iglesia en EE UU, para animar a volver a los sacramentos en Cuaresma, o para invitar a la práctica a católicos alejados?
–Por Cuaresma y en otros momentos ya hacemos muchas campañas de otro estilo, más regulares, cada año, y por eso, más eficaces. Los tiempos litúrgicos en España se viven con mucha fuerza, son muy visibles.
–Las estadísticas dicen que sólo un 11 por ciento de jóvenes de 15 a 29 años va a misa. Hay 6,4 millones de jóvenes que se declaran católicos pero la religión no les dice nada. Y hay 2,1 millones que dicen que la religión, lo espiritual, les parece importante, pero no practican. ¿Qué piensan hacer los obispos ante esa deserción masiva?
–Entre los obispos hay preocupación, pero que no quiere ser obsesión. No aceptamos tópicos como el que dice que la juventud se ha apartado de la Iglesia. Claro, esos porcentajes nos preocupan. Pero que aún vaya a misa un 11 por ciento es un dato interesante. No hay ninguna otra implicación social, regular, con un grado de exigencia similar, que atraiga a tantos jóvenes. Es poco, pero no debe desfigurar la imagen de la Iglesia. Para llegar a más jóvenes se está renovando la pastoral juvenil donde se puede. Por ejemplo, la Jornada Mundial de la Juventud 2011 en Madrid es una ocasión para estimular esta renovación. Por otra parte, la pastoral juvenil forma parte de la pastoral normal, la de toda la familia.
–¿A qué llama usted renovar la pastoral juvenil?
–A colocar acentos en aspectos como el anuncio de Jesucristo, ser humano en quien Dios se nos comunica. Y en la relación personal con Jesucristo y en la vida en la Iglesia, lugar de encuentro con Cristo. Estos temas antes quizá estaban más diluidos.
–Los medios de comunicación y muchos fieles católicos ven dos corrientes en conflicto en la Conferencia Episcopal, una encabezada por el cardenal Rouco y otra por el cardenal Cañizares. Puesto que ambos son ortodoxos en doctrina y evangelizadores... ¿cómo explicar esta división al católico de a pie?
–No tengo noticia de que exista esa imagen de dos corrientes. La CEE no tiene por misión gobernar la Iglesia de España. Está para ayudar a cada obispo a cumplir con su misión en su diócesis, coordinar la ayuda a sus tareas. En la CEE los obispos se ayudan mutuamente y expresan sus opiniones. No es un gobierno ni un parlamento. A veces se le aplican plantillas propias del mundo político y parlamentario, y se habla de bloques o partidos, pero no funciona así. Y sería legítimo, si la CEE fuese otra cosa. En ella no hay bloques ni corrientes.
Portavoz en tiempos de laicismo
El 26 de noviembre los obispos españoles renovaban su confianza en Juan Antonio Martínez Camino, su secretario general y portavoz desde junio de 2003. En este tiempo ha tenido que dar voz a una Iglesia que intenta ofrecer un anuncio de esperanza y se encuentra con un bombardeo de leyes hostiles a los valores culturales y familiares cristianos, a su sentido de la dignidad humana y de la justicia. Este jesuita, que se formó en la Universidad de Comillas y en Alemania, ejerció sobre todo responsabilidades como profesor de teología y formador. En noviembre de 2007 se hacía público su nombramiento como obispo auxiliar de la Archidiócesis de Madrid.
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