martes, 24 de enero de 2012

REACCIÓN DE INTERMON OXFAM AL ANUNCIO DEL PRESIDENTE DE GOBIERNO DE APOYO A UNA TASA A LAS TRASACCIONES FINANCIERAS

Marisa Kohan, Intermón Oxfam

España debe continuar en el vagón de cabeza que impulsa la implantación de una tasa a las transacciones financieras tasa en la UE y a nivel global

Intermón Oxfam considera coherente y responsable que el nuevo Gobierno de España respalde una Tasa a las Transacciones Financieras (TTF) tal como anunció ayer Mariano Rajoy durante la visita del presidente francés. España debe continuar en el vagón de cabeza que impulsa la implantación de esta tasa en la UE y a nivel global, especialmente después de los recortes de las últimas semanas, que han dejado sin la financiación necesaria a las políticas sociales y de desarrollo. Es esencial que el sector financiero, en el origen de los desequilibrios del sistema económico, soporte también el esfuerzo y contribuya a la recuperación.

Sin embargo, a la organización le sorprende que el Presidente Rajoy no haya definido si España se sumará a la iniciativa de Sarkozy de llevarla a la práctica inmediatamente si no se alcanza el acuerdo definitivo a nivel de la UE próximo 30 de enero.

“Las dos cuestiones clave que Rajoy ha dejado sin responder son: si el Gobierno se va a escudar en un futuro acuerdo global para no actuar ahora; y si los abundantes recursos que se pueden conseguir con la implantación de esta tasa se van a destinar a la lucha contra la desigualdad y la pobreza, con el fin de beneficiar a quienes más sufren las consecuencias de la crisis económica en casa y en los países en desarrollo”, afirma Ariane Arpa, directora general de Intermón Oxfam.

Es importante recordar que el documento final de la pasada cumbre del G20 en Francia ya recogía la necesidad de ligar esta tasa al compromiso de uso para políticas sociales y que nuestro país fue uno de los mayores impulsores de esta medida junto con Francia y Alemania.

Una tasa Robin Hood (tal como la hemos bautizado cientos de organizaciones de todo el mundo que nos hemos movilizado a favor de su aplicación) de tan sólo un 0,05% en las transacciones financieras internacionales, podría recaudar unos 300.000 millones de euros adicionales para luchar contra la pobreza y las consecuencias del cambio climático.

viernes, 20 de enero de 2012

EL GRAN MIEDO

Javier Malagón

En 1789, a causa de la carestía de alimentos y de la injusticia reinante, tuvo lugar en Francia un fenómeno social, sobre todo campesino, al que los historiadores denominaron El Gran Miedo y que, entre otros efectos, contribuyó a la caída del feudalismo.

Me pregunto si a la época actual no se la debería llamar de forma parecida.

Porque vivimos con miedo a no poder pagar las hipotecas y a que los bancos se queden con nuestra casa; miedo a perder el puesto de trabajo y no volver a encontrarlo; miedo caer en la indigencia; miedo a que nuestros hijos no encuentren empleo y se tengan que marchar del país; miedo a la competencia, a que otros nos tomen la delantera y perdamos oportunidades; miedo a que los bancos no nos concedan créditos; miedo a nos expulsen del euro; miedo a Hacienda, al cáncer, al SIDA, a engordar, a envejecer, al fracaso, al qué dirán; miedo a perder posición social y poder adquisitivo; miedo a tener una pensión escasa o no tenerla; miedo a dejar a los niños jugar solos en la calle; miedo a los inmigrantes, al Islam, al terrorismo; miedo a los accidentes de tráfico, al alcohol, a las drogas; miedo al cambio climático, a los desastres naturales…; y, espero equivocarme, si se desencadena la guerra con Irán pronto volverá -y no sin razón- el miedo al holocausto nuclear.

Se trata de un miedo estructural. Este tipo de miedo no es fruto de un acontecimiento brutal que llega de forma inesperada, sino de una lluvia fina de informaciones que nos cae encima desde que nacemos, que nos empapa casi sin que nos demos cuenta y que nos cala hasta los genes; un miedo que se nos transmite a lo largo de la vida a través de los medios de comunicación y que se replica y redistribuye a través de la familia, la escuela, los amigos, la vecindad, los compañeros de trabajo….

Es un miedo que consumimos a menudo como entretenimiento y por el que, incluso, pagamos. Es un miedo sin el que, muchas veces, no sabemos vivir o nos sentimos incómodos (porque tener miedo facilita delegar en otros, en los fuertes, en los seguros de sí mismos, en los que saben… la posibilidad de salvación).

¿Es el miedo un factor psicológico consustancial al modelo económico capitalista, especialmente en la época de la globalización neoliberal? Creo que la respuesta es afirmativa y que es, en esencia, el miedo a no poder apropiarnos para nuestro beneficio de los bienes escasos de los que, supuestamente, depende la felicidad y por los que hay que pagar a quienes son sus propietarios.

Los movimientos especulativos del Capital financiero no son solo producto de sujetos y organizaciones sin escrúpulos -que también-, sino consecuencia de una lógica competitiva según la cual lo que no ganes para ti, lo hará otro para él y tu te convertirás en un perdedor porque el otro se quedará con todo o con la mayor parte.

Dicen algunos sociólogos que en España no se levantan barricadas en las calles porque la economía sumergida y la familia constituyen un importante colchón que amortigua los efectos del desempleo. Sin embargo, me pregunto si no será el miedo también un factor explicativo de esta parálisis. No es para menos, nuestra historia es rica en quiebras de la convivencia social que dejaron muchos muertos en las cunetas.

De hecho, el mensaje que estamos recibiendo es muy claro: si oponemos resistencia, si nos aceptamos las reformas que los mercados financieros nos exigen, todo será peor y cuanto peor, más duras e impopulares tendrán que ser las medidas.

Por tanto, debemos confiar en nuestros gobernantes, que son los que saben lo que hay que hacer, aunque se resistan a decírnoslo hasta el último momento, para evitar que no les votemos o que nuestras reacciones les impidan hacerlo con mayor comodidad.

¿Somos realmente conscientes de la violencia que encierra el mensaje que nos están transmitiendo?

Por eso la gestión del miedo es una competencia que los sujetos y los grupos sociales debemos aprender para salir adelante de forma cooperativa y fortalecer la democracia. He aquí una gran tarea para lo que podríamos denominar “coaching social”. Quienes no lo consigan tendrán muchas menos oportunidades y serán más vulnerables. Hay que gestionar el miedo para recuperar la confianza en nuestras capacidades y aprender a decir no a lo que no queremos que nos impongan; y sí al tipo de sociedad que queremos, pero que sólo nacerá del esfuerzo que hagamos cada día por construirla.

Gestionar el miedo no es dejar de sentirlo, sino aprender a regularlo, a obtener de él información útil y a evitar sus peores efectos, los efectos “in”: incapacidad para hacer frente a los problemas, indolencia hacia el sufrimiento ajeno, indefensión frente a los abusos e injusticiaejercida sobre los más débiles.

Y un añadido más: gestionar el miedo implica aprender a no sentirse culpable por tenerlo, porque no es un defecto ni un déficit personal, sino una reacción inducida de forma continua y sistemática por la cultura dominante y sus instrumentos de difusión; porque el miedo mueve el dinero, nos proporciona medios de vida a casi todos, aunque sólo a algunos les permite acumular pingües beneficios.

La Sociedad de Consumo te ofrece la posibilidad de olvidarte por un momento de tus miedos comprando viajes, ropa, coches, marcas, estilos de vida… Si esto parece exagerado, recomiendo observar el contraste entre la felicidad negada que nos ofrecen los telediarios y lafelicidad afirmada que nos ofrece la publicidad y sus derivados: el mundo de la moda, de los famosos, de las estrellas…

Sin embargo, para la mayoría de la gente la felicidad a la que se accede a través de la Sociedad de Consumo es una felicidad volátil, poco duradera. El resultado es un comportamiento social ansiógeno, una neurosis colectiva para la que cualquier cosa es insuficiente, porque todo cae en un saco sin fondo y el miedo vuelve a surgir una y otra vez.

¿Vivir atemorizados es condición necesaria “para recuperar la senda del crecimiento”? Pues habrá que pensar hasta qué punto nos compensa.



jueves, 19 de enero de 2012

EL AÑO DE LA FE

Jose Arregi

Quiero saludar desde mi fe este año 2012 de nuestro calendario solar gregoriano, pero ponga cada uno la cifra que corresponda en su propio calendario, sea lunar o solilunar, judío o musulmán, chino o hindú, inca o maya. Y haya empezado ya o esté aún por empezar, que nunca se sabe.

Este año, la ONU lo ha declarado Año Internacional de la Energía Sostenible para Todos y también Año Internacional del Cooperativismo. ¡Ojalá sea ambas cosas, que son la misma! Y no pase en este 2012 lo que en 2011, que fue declarado por la misma ONU Año Internacional de los Bosques, pero siguieron cayendo los bosques y siguió faltándonos el aire, y acabó el año con una ley propuesta por el Gobierno brasileño que, en caso de aprobarse, hará que se reduzca más aún la selva del Amazonas, pulmón principal de la tierra y de la vida que respira. Todos los vivientes respiran el mismo oxígeno, les mueve la misma energía, forman juntos el mismo cuerpo vivo y cooperante. El planeta entero es, sin saberlo, un organismo viviente en cooperación. Nosotros, los humanos, que nos gloriamos de saberlo, somos en este momento la gran amenaza de ese cuerpo viviente y único. ¿Seremos precisamente nosotros quienes rompamos ese misterioso tejido cooperativo de la vida? Traicionaríamos a nuestra conciencia y a toda la Tierra.

Mi fe dice: "Traicionaríamos a Dios". Sí, sé que abuso de esta palabra sagrada: "Dios", que tanto utilizamos en vano, que tan en vano utilizamos. Pero es mi manera de decir el Misterio supremo y más íntimo. Es mi fe. ¿Qué es la fe? Es mirar la Realidad como bella, agradecerla como buena, compadecerla como sufriente, escucharla como llamada, confesarla como promesa, acogerla como gracia. Traicionando la vida, traicionamos a Dios, pues "Dios" es esa chispa, ese calor, esa pasión, ese espíritu, esa voluntad que habita en todo, también en aquello que llamamos materia inerte. "Dios" es la llama que late en el color y el sonido, la melodía y la danza. "Dios" es la energía que sostiene y anima todo: el átomo y el árbol, la palabra y la mirada. "Dios" es el corazón de cuanto es, hecho de cooperación y cuidado, de respeto y libertad. "Dios" es la fe del creyente. "Dios" es también su empeño, incluso su lucha. El empeño del creyente brota del consuelo, su lucha emana de la paz.

El papa Benedicto XVI ha anunciado justamente que este año, allá por octubre, se abrirá en la Iglesia el "Año de la fe". Me gusta este nombre: "Año Internacional de la Fe". Sí, pero que sea una fe que abra, no una fe que cierre. Que sea para abrir fronteras y puertas, para abrir los corazones a la confianza que transforma, para sostener juntos la energía de la vida, para cooperar en la lucha de la paz verdadera. Todo depende, una vez más, de lo que el papa entienda cuando dice "fe". Visto lo visto, y leída su declaración, me temo que quiera abrir el Año de la Fe para seguir cerrando puertas y erigiendo fronteras. Ya no sería el año de la fe. ¡Qué pena!

La cosa es que, en el Motu Propio en que anuncia el Año de la Fe, Benedicto XVI afirma, entre otras cosas, que quiere "dar un renovado impulso a la misión de la Iglesia de conducir a los hombres fuera del desierto en el que se encuentran con frecuencia". Es decir, el desierto son los otros. En el desierto vagan sedientos todos los que no están en la Iglesia, incluidos los católicos que no se someten a la jerarquía vaticana, y han de ser tomados paternalmente de la mano y reconducidos al único redil donde hay vida y verdad. Como si la Iglesia no caminara en el desierto con todos los demás. Como si ella no necesitara dejarse tomar de la mano por los "otros" y dejarse reconducir humildemente a las aguas que no le pertenecen. Como si ella, la Iglesia, y de modo particular la jerarquía, no fuera responsable del inmenso desierto, sin bosques verdes ni aguas frescas, que se extiende dentro y fuera de ella. Como si su primera misión no fuera dejarse evangelizar por los hombres y las mujeres de hoy y buscar junto con ellos verdor y frescura, espíritu de vida, Energía sostenible para todos.

Esa es la visión, bastante maniquea, del mundo y de la Iglesia que tiene este papa desde mucho antes de ser papa. En su homilía del pasado día 6, fiesta de la Epifanía, fiesta de la luz universal, volvió a la carga. "El mundo -dijo-, con todos sus recursos, no es capaz de dar a la humanidad la luz para orientar sus caminos. Lo comprobamos también en nuestros días: la civilización occidental parece haber perdido la orientación, navega sin rumbo. Pero la Iglesia, gracias a la Palabra de Dios, ve a través de estas nieblas". Está claro: fuera de la Iglesia reinan las tinieblas. Los mayores males del mundo son la increencia, el relativismo y el pluralismo religioso. Por eso el mundo naufraga, va a la deriva. Y solo la Iglesia, es decir, solo aquellos que creen lo que enseña la jerarquía -al fin y al cabo el papa-, conoce la luz y el rumbo seguro.

Eso no sería celebrar el Año de la Fe como Jesús lo haría. Una vez, en Nazaret, su pueblo, dijo en la Sinagoga: "He sido enviado a anunciar una buena noticia, a curar enfermos y liberar prisioneros. Queda abierto el Año de la gracia". ¿Qué otra cosa sino eso puede ser el Año de la Fe para quienes se reclaman de Jesús de Nazaret? La fe de Jesús no era creer en dogmas, que todavía no había. La fe de Jesús no era someterse a una jerarquía, que no solamente no existía aún, sino que él dijo alto y claro que nunca debía existir. La fe de Jesús era un sentimiento vital profundo de que Dios es eterna Ternura en acción, que la Gracia es la Realidad primera de todo cuanto es, que en todo momento somos amados tal como somos, que siempre puede haber consuelo y curación, y que nosotros, en Dios, podemos hacer que todo ese mundo nuevo sea ya en este mundo. Él lo hizo.

Eso mismo sería hoy el Año de la Fe que Jesús proclamaría: la fe inquebrantable de Dios en el mundo, y nuestra fe en nosotros mismos y nuestro futuro común, por quebradiza que sea. La Buena Noticia de que nada es fatídico: ni que los Derechos Humanos sean sustituidos por los derechos del mercado, ni que Europa sucumba a los dictados de la especulación, ni que los Bancos nombren a los ministros de economía y sigan prestando a los Estados al 6% el dinero que reciben de los Estados al 1%, ni que aumenten los pobres cuando crece la economía, ni que 30 millones de personas mueran de hambre al año mientras cada día se invierten 4.000 millones de dólares en armas y gastos militares, ni que mueran los bosques, ni que 20 toneladas de peces aparezcan muertos cualquier día como el pasado 3 de enero en una playa de Noruega o que miles de pájaros perezcan como perecieron en Arkansas (EEUU) el mismo día. La Buena Noticia de que podemos construir granito a granito una auténtica democracia basada en la justicia fraterna y universal, desde la plaza de Tahrir hasta la Plaza del Sol y Wall Street.

Ese sería el Año de la fe de Jesús: el Año de la Gracia en acción.


 

TELÉMACO

Julián Mellado

No nos damos cuenta lo que le debemos a nuestros antepasados en la fe, y damos por sentado muchas cosas sin ser conscientes de cómo se consiguieron las libertades que disfrutamos. Los cristianos deberíamos ser sensibles a ese pasado ya que afirmamos que nuestra fe se originó hace 2000 años y se ha mantenido a lo largo de los siglos.

Es verdad que en ese largo camino ha habido episodios de mucha oscuridad, de locura humana, de negación de lo más auténtico del mensaje cristiano. Conocemos de sobra todas esas cosas. Pero a lo largo de los siglos no solo hubo oscuridad, también hubo luz, que sigue alumbrando hoy a la humanidad.

Porque cuando esa luz está relacionada directamente con la persona de Jesucristo, tiene esa capacidad de atravesar los tiempos, y resplandecer en nuestro medio. Y siempre es una luz encarnada, hecha realidad a través de un hombre o una mujer, no una mera especulación metafísica.

En esta ocasión quisiera que recordásemos a un hombre, un cristiano, un monje, que encarnó esa verdad, que hizo presente a Cristo en medio de unas circunstancias terribles, en un tiempo en que los cristianos participaban de una locura universal: el disfrute de ver cómo un ser humano es aniquilado por otro. Pero veamos el contexto histórico y quién era ese cristiano que alumbró el mundo, y que en cambio, casi nadie conoce.

Nos encontramos en el siglo V. Oficialmente el Imperio Romano es cristiano. En realidad, el cristianismo se había convertido en un consenso social, en una religión de Estado. Se nacía cristiano por el hecho de ser aceptado en la Iglesia por medio del bautismo. El gran problema fue que muchas personas bautizadas como cristianos, mantenían sus costumbres paganas, que venían de antiguas tradiciones. Una de esas costumbres que se habían mantenido, era el combate de gladiadores. Las multitudes asistían con entusiasmo a ese espectáculo degradante. Se suponía que por ese tiempo, esos espectadores eran cristianos.

Un día, en medio de uno de esos combates, apareció una persona. Un monje llamado Telémaco. El también asistió al espectáculo, pero con otra intención. Quería detenerlo. Durante uno de los enfrentamientos entre dos gladiadores, Telémaco saltó a la arena del circo romano. Quiso impedir tal violencia entre seres humanos en el nombre de Cristo. La multitud enfurecida lo mató ahí mismo.

Pero aquel hecho significó un cambio en la sociedad. A partir de ese acontecimiento y en respuesta a la acción de Telémaco, el emperador Honorio prohibió los combates de gladiadores. Este monje reivindicó la dignidad humana en nombre del Evangelio, y mostró la falsedad de una religión oficial que sabe cómo sedar las conciencias.

 Quizás miremos estas cosas con la sonrisa complaciente de sabernos lejos de esos tiempos. Que estas barbaries no son nuestra realidad, que los hombres de hoy no participaríamos de esos espectáculos, que no aprobamos la humillación o la destrucción de nadie. Hasta somos conscientes que en nuestra sociedad hay violencias que todos desaprobamos y condenamos. No nos deleitamos en ello.

Y es cierto. Creo que hay cosas que hemos avanzado, es verdad. Pero no deja de ser curioso que los programas de televisión con más audiencia sean aquellos donde unos famosos, u otros en vía de serlo, se enfrentan con una violencia verbal impresionante. Se trata de vencer al contrario, de humillarlo, en medio de gritos e insultos. Eso sí, previo pago. Y todo esto para el deleite de los tele-espectadores que seguirán el desarrollo de estos "combates" durante muchas semanas. El efecto es el mismo: la sedación de nuestras consciencias.

Podríamos poner más ejemplos, desde esos héroes del cine, que lo son por su violencia, hasta el "morbo" que produce ver la humillación de personas en diferentes situaciones recogidas por los medios.

¿Necesitamos hoy un Telémaco? ¿Alguien que en nombre de la dignidad humana se oponga a esa despersonalización? Alguien que en Nombre del Evangelio despierte las conciencias?

Si somos aquellos que han decidido seguir a Jesús de Nazaret, entonces debemos encarnar como él, la compasión, la dignidad y la justicia. Y así mismo, debemos denunciar la crueldad, la violencia (de todo tipo), todo lo que mata o despersonaliza. En el fondo, lo que hizo Telémaco fue manifestar en qué consiste El Reino de Dios. ¿Lo haremos nosotros?














martes, 17 de enero de 2012

DILEMA

Manuel Vicent, en 'El País'

Debajo de esta Europa dividida en dos por la religión, una protestante y otra católica, hay una división más profunda que atañe a la actitud moral con que los habitantes del norte y del sur se enfrentan a la vida. 

Puede que en Estocolmo o en Hamburgo a las tres de la tarde en invierno, cuando ya se halla oscura la calle, muchos obreros y ejecutivos piensen que a esa hora, mientras ellos trabajan de forma absolutamente rentable para su empresa, la gente morena y manirrota del sur esté tocando la guitarra con palmas de alegría ante una ración de gambas bajo la dulzura de un sol de 25 grados, cuya fiesta sospechan que se pagará a su costa con la moneda única. 

Por otro lado puede que en contrapartida muy pocos habitantes de la orilla del Mediterráneo estén dispuestos a renunciar al placer de vivir al día en medio de un caos creativo para cambiarlo por el orden, la eficacia y racionalidad en el trabajo de los países bálticos. Se está tan poco rato en este planeta que basta con el sonido de una tarantela durante una larga y placentera sobremesa con amigos a la sombra de una parra para justificar toda la existencia. 

Esta moral filosófica del sur ante la vida, el hecho de que aquí la razón exija ir en busca del placer a como dé lugar, no es compatible con la idea de que a este mundo se ha venido a trabajar y a ser responsable. La moral calvinista es una forma muy dura de salvación frente a la laxitud con que en el confesonario católico se perdonan todos los pecados, incluso los más execrables. 

Recibida la absolución el pecador puede irse al bar a tomar un par de cañas como si no hubiera pasado nada; en cambio el protestante boreal se adentra cada noche en la oscuridad con la culpa pegada a la nuca como una niebla por no haber sido recto y eficiente del todo durante el día. Bajo la creencia de que el éxito económico era una prueba de la gracia divina los calvinistas fundaron su dicha en el ahorro y en la contabilidad. 

Ellos desarrollaron un capitalismo muy recio, mientras los católicos contemplaban el paso de unas nubes cargadas de oro por la veleta del campanario. De hecho el dilema que divide a los países del norte y del sur en Europa hoy todavía es el mismo que se plantea en cualquier atraco a mano armada: elegir entre la bolsa o la vida.



lunes, 16 de enero de 2012

LOS GRIEGOS QUE ABANDONAN A SUS HIJOS POR LA CRISIS

Chloe Hadjimatheou, BBC, Atenas

Desesperadas por la crisis, muchas familias han optado por dejar atrás lo más preciado que tienen: sus hijos.

"Hoy no vendré a buscar a Ana porque ya no puedo mantenerla", decía el mensaje. "Por favor, hazte cargo de ella. Lo siento. Su madre".

En los últimos dos meses, el Padre Antonios, un cura joven ortodoxo que dirige un centro para jóvenes sin recursos, encontró cuatro niños abandonados a las puertas de su institución. Uno de ellos era un bebé de apenas pocos días.

Otra organización de caridad recibió la visita de una pareja, cuyos gemelos fueron internados en un hospital por malnutrición. La madre sufría desnutrición y por ende no estaba en condiciones de amamantarlos.

Cambios

Casos como estos han causado conmoción en un país donde los lazos familiares son importantes y donde no poder cuidar de los hijos es socialmente inaceptable.

Muchos griegos no pueden creer que estas historias "del tercer mundo" estén ocurriendo en su propio país.

Uno de los menores a cargo del Padre Antonios es Natasha, una niña de dos años que su madre trajo al centro hace dos semanas.

La mujer estaba desempleada, no tenía donde vivir y necesitaba ayuda. Pero antes de que el personal la pudiese ayudar desapareció, abandonando a su hija.

"Durante el último año hemos visto cientos de casos de padres que quieren dejarnos a sus hijos, ellos saben que pueden confiar en nosotros", dice el Padre Antonios.

"Dicen que no tienen dinero, hogar o comida para sus hijos, por eso esperan que nosotros podamos brindarles lo que necesitan".

Antes de la crisis también se registraban pedidos similares, pero el Padre Antonios nunca fue testigo de lo que está sucediendo ahora: padres que sencillamente abandonan a sus hijos.
Separación temporal

Una mujer a la que la pobreza obligó a separarse de su niña es María, una madre soltera que perdió su trabajo y estuvo desempleada durante más de un año.

"Lloraba todas las noches, ¿pero qué podía hacer? Me partió el corazón, pero no tenía otra opción", dice.

María se pasaba el día buscando empleo. Muchas veces regresaba ya entrada la noche y eso significaba que su hija de ocho años, Anastasia, pasaba todo el día sola.

Las dos se alimentaban de la comida que les daba la iglesia. María perdió 25 kilos.

Al final, decidió entregar a Anastasia a una organización de caridad.

"Yo puedo aguantar, pero ella no tiene por qué hacerlo", dice.

María ahora trabaja en un café, gana sólo US$25 al día. A Anastasia la ve una vez al mes, pero espera llevársela consigo cuando mejore su situación económica.

Stergios Sifnyos, uno de los directores de SOS Children's Villages, la organización de ayuda que recibió a Anastasia, comenta que no está acostumbrado a recibir niños que las familias entregan por motivos económicos.

"La relación entre María y Anastasia es muy fuerte. Uno podría decir que no hay una razón por la que Anastasia deba estar lejos de su madre. Pero es muy difícil para la madre llevársela, cuando no sabe si va a tener trabajo en los próximos días", dice Sifnyos.
Acto de violencia

En el pasado SOS Children's Villages recibía niños porque sus familias no podían cuidarlos por problemas de drogas y alcoholismo. Hoy, el motivo es la pobreza.

Smile of a Child, otra ONG, también solía recibir niños víctimas de abusos y negligencia. Ahora, el foco está puesto en los destituidos de Atenas.

Stefanos Alevizos, psicólogo de la organización, dice que cuando un padre entrega a su hijo, éste siente que se le derrumban todas sus estructuras.

"Viven la separación como un acto de violencia, porque no pueden entender las razones por las que los abandonan", explica el experto.

Pero para Sofia Koui, de Smile of a Child, la tragedia radica en que aquellos padres que entregan a sus niños son, a veces, quienes más quieren a sus hijos.

"Es muy triste ver cómo sufren, pero saben que es lo mejor, al menos en este momento", añade.

El Padre Antonios no coincide con Koui.

"Estas familias serán juzgadas por abandonar a sus hijos", sentencia.

"Nosotros podemos brindarles alimentos y un techo, pero la verdad es que lo que más necesitan los niños es sentir el amor de su padres".

Los nombres de los niños fueron cambiados para proteger sus identidades.



domingo, 15 de enero de 2012

QUITÓ LA SED A MEDIO MILLÓN DE AFRICANOS

Ryan nació en Canadá en mayo del 91, es decir que a día de hoy tiene 18 años De pequeño, en la escuela, cuando tenía tan solo seis añitos su maestra les habló de cómo vivían los niños en África.

Se conmovió profundamente al saber que algunos hasta mueren de sed, que no hay pozos de dónde sacar agua, pensar que a él le bastaba dar unos pasos para que el agua saliera del grifo durante horas…

Ryan preguntó cuánto costaría llevarles agua. La maestra lo pensó un poco y recordó una organización llamada WaterCan dedicada al tema y le dijo que un pequeño pozo podía costar unos 70 dólares.

Cuando llegó a su casa fue directo a su madre Susan y le dijo que necesitaba 70 dólares para comprar un pozo para los niños africanos. Su madre le dijo que debía ganárselos él mismo y le fue poniendo tareas en casa con las que Ryan se ganaba algunos dólares a la semana. Finalmente reunió los 70 dólares y pidió a su madre que lo acompañara a la sede de WaterCan para comprar su pozo para los niños de África. Cuando lo atendieron le dijeron que lo que costaba realmente la perforación de un pozo eran 2000 dólares. Susan le dejó claro que ella no podía darle 2000 dólares por más que limpiara cristales para toda la vida, pero Ryan no se rindió. Le prometió a aquel hombre que volvería… y lo hizo.

Contagiados por su entusiasmo, todos se pusieron a trabajar : sus hermanos, vecinos y amigos. Entre todo el vecindario lograron reunir 2000 dólares trabajando y haciendo mandados y Ryan volvió triunfal a WaterCan para pedir su pozo.

En enero del 99 se perforó un pozo en un pueblo al norte de Uganda. A partir de ahí empieza la leyenda. Ryan no ha parado de recaudar fondos y viajar por medio globo buscando apoyos.

Cuando el pozo de Angola estuvo hecho, el colegio comenzó un carteo con niños del colegio que estaba al lado del pozo, en África.

Así Ryan conoció a Akana; un chico que había escapado de las garras de los ejércitos de niños y que luchaba por estudiar cada día. Ryan se sintió cautivado por su nuevo amigo y pidió a sus padres ir a verle. Con un gran esfuerzo económico por su parte, los padres pagaron un viaje a Uganda y Ryan en el 2000 llegó al pueblo donde se había perforado su pozo. Cientos de niños de los alrededores coreaban su nombre formando un pasillo.
- ¿Saben mi nombre? -preguntó Ryan a su guía
- Todo el mundo a 100 kilómetros a la redonda lo sabe, le respondió.

A día de hoy Ryan –con 18 años- tiene su propia fundación y lleva logrados más de 400 pozos en África. Se encarga también de proporcionar educación y de enseñar a los nativos a cuidar de los pozos y del agua. Recoge donaciones de todo el mundo y estudia para ser ingeniero hidráulico. Ryan se ha empeñado en acabar con la sed en África.