domingo, 5 de febrero de 2012

CÓMO DEJAR DE SER UN EXITOSO BANQUERO DE INVERSIÓN PARA CONVERTIRSE EN MONJE BUDISTA

María Igartua 

Dinero, éxito, popularidad… Wall Street parece que puede dárselo todo a cualquier joven con ambición, talento, ilusión y ganas de trabajar duro. Sin embargo, las Gran Manzana puede resultar una cárcel de oro y, de vez en cuando, alguno de sus habitantes para un instante para darse cuenta de esa realidad. Es entonces cuando suceden cosas tan inverosímiles como la historia deRasanath Das, que siendo una incipiente estrella de los negocios en Nueva York, prefirió abandonarlo todo para convertirse en monje budista.

A sus 36 años se ha convertido en uno de los guías espirituales del la ‘Occupy Wall Street’, la misma corriente que se inició en España con el 15M. Desde la meditación combate lo mismo de lo que hace no mucho tiempo fue parte: la agresiva voracidad del sistema financiero.

Das trabajaba como banquero de inversión en Bank of America, especializado en el sector de las tecnología, medios y telecomunicaciones, vendía productos estructurados. No en vano cursó sus estudios superiores en el Indian Institute of Thechnology antes de llegar al país de los sueños en el 2000 para cumplir su mayor ilusión desde adolescente: trabajar en Wall Street.

Estudió un MBA en Cornell y entró a trabajar en Deloitte como consultor. Poco después firmó con Bank of America. Sólo por firmar, cuenta a CNNMoney, ganó 60.000 dólares y su primer año su sueldo pasó a ser de 170.000 dólares al año.

Pero este joven natural de Munbai pronto se dio cuenta de que ese mundo no estaba hecho para él. “Quería darle el sentido a mi vida que el dinero no da”, explica en la entrevista. “En 2008 mi jefe me pidió ideas de M&A para la compañía Playboy. Pensé entonces que estaba ganando dinero vendiendo sexo y justo cuando la economía estaba cayendo… Entonces entré en el monasterio”.

Ha pasado de tener un apartamento con cuatro suites y su propio ropero en el que sólo tenía que pulsar un botón para encontrar sus camisas a dormir en el frío suelo de un monasterio al que donó todo su patrimonio y en el que pasa las horas meditando y tratando de promover su religión por la comunidad. No echa nada de menos de su vida anterior salvo a la gente. De hecho, defiende que pese a todo “trabajé con gente muy, muy buena en Wall Street”.



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