José Manuel Vidal , en 'Religión Digital'
Algunos españoles iban a "hacer las Américas". Alfredo de la Fuente se fue a hacer las Américas, pero las de los pobres. Lleva toda una vida trabajando por el Reino, permaneciendo en la lucha. Primero en Colombia, y ahora en Ecuador, donde es delegado de Cáritas de la diócesis de Portoviejo (Manabí), y presidente y fundador de la Fundación Santa Marta y de la Asociación Manabí.
¿Cuántos años llevas en Latinoamérica?
No me acuerdo. Desde el 67 del siglo pasado.
¿Cómo se resiste tanto tiempo en la militancia? ¿No es cierto lo que suelen decir de que acaba quemando? ¿Cómo se aguanta sin desfallecer?
Lo primero es vivir, y la lucha no es sino reafirmación de la propia vida. De lo contrario, sería una lucha sin sentido, sin peso y sin fundamento. Cuando uno lucha, lo primero que hace es formar el propio espacio en el cual se da su vida (el medio, las personas del entorno). Al luchar, uno crea nuevas formas de vida, un nuevo estilo de vida. Así se crece. Por eso uno no se quema. Cambia de espacios, de estilos... pero si es uno mismo, trabaja con honestidad. Si no está convencido de lo que hace, y no ha hecho suyas las razones, ciertamente se puede quemar, tirar la toalla y largarse fuera del camino.
¿O sea que la labor que usted hace es, al mismo tiempo, una realización personal? ¿No es un sacrificio?
No, no. cuando a mí me dicen: "¡Oye tú, qué amor a los pobres tienes!", digo que no. Yo me amo a mí mismo. Y he descubierto que al trabajar para que los demás sean es lo máximo que puedo hacer por mí mismo. Creo que ésa es la esencia fundamental del estilo de vida de ese señor Jesús. Darse al otro es lo máximo que uno puede hacer por uno mismo. Así es como las propias potencialidades, la alegría de vivir, el llorar y el reír (que son partes integrantes de la propia vida), son a la par fortalezas para seguir en la lucha. Y, en definitiva, esto es lo que queremos comunicar. Lo que hacer, uno lo va encontrando en el mismo camino. Uno es, como decía Ortega y Gasset, "yo y mis circunstancias". Pero las circunstancias hay que moldearlas, no hay que dejarlas estáticas. Al actuar, uno está cambiando constantemente las circunstancias.
Tras tantos años manteniendo esa actitud, ¿ve los frutos?
Si uno mira la construcción de un edificio cada día, no se da cuenta. Pero si aguarda tres o cuatro meses, se sorprende. Es algo parecido, pero con más tiempo. La historia se mide en más tiempo. Para nosotros el cambio social significa que el pobre surja. Y eso se ve a largo plazo. Claro que se ve. Por eso sigue uno en la lucha.
¿En estos momentos, en Latinoamérica y en Ecuador en concreto, se ve?
No sólo ahora. Ya desde mucho tiempo acá. Ahora se ve con mayor fuerza que el pobre ha irrumpido en la sociedad. Por lo pronto, los ricos ya no pueden hacer nada, políticamente, sin hablar del pobre. Si no lo hacen, están fuera de la acción política. Eso es una imposición del pobre en la historia, porque, no hace mucho tiempo, ni voz ni voto le daban. Pero nosotros no queremos sólo el voto, sino el poder de decisión. O sea, crear poder. Antes hablábamos de tomar el poder. Pero eso ha cambiado: hay que crear el poder. El Reino no es algo que yo voy a conquistar, sino algo que tengo que vivir. Por eso cambiamos las metodologías de trabajo. Y, por ejemplo, a la hora de hacer salud, creábamos proyectos. Creábamos salud en las comunidades. La educación también se crea.
El otro día me puse a revisar las estadísticas que tenemos de la Organización de Mujeres, comparando las del principio con las actuales. En todas tiene que figurar el número de cédula y la firma. Y en las primeras me encontré cantidad de huellas dactilares. Sin embargo, en las actuales, alguna que otra. Pero muy pocas. Eso significa que hoy por hoy quedan pocas mujeres que no sepan escribir. En esa línea ha habido un cambio, y nos gustaría poder medirlo. Eso es en lo que estamos ahorita. Queremos desarrollar un proyecto, un trabajo para recabar bien la experiencia que se tiene. Y, así, poderla replicar, y poder mostrarla a los demás, para que les quede más fácil hacer lo que a nosotros nos ha costado tanto tiempo. Estamos viendo a ver quién nos quiere echar una mano. Tiene que ser un antropólogo que quisiera irse para allá unos 3 o 4 meses. Un sociólogo que quiera investigar.
En este cambio, en esta construcción del Reino, ¿se está implicando la Iglesia y la sociedad civil también?
Para mí, personalmente, que trabajo desde la Vicaría de Pastoral Social (Cáritas), no hay división. La construcción del Reino no se puede dar sino en la sociedad. Se trata de organizar la sociedad de acuerdo al estilo de vida de ese señor Jesús. Lo primero es la igualdad, la equidad. Lo principal es aminorar la brecha que hay entre ricos y pobres. Y en eso se ha ganado bastante ya, a partir sobre todo de la Revolución Ciudadana. Luego, también son fundamentales la participación y la compasión, el estar junto al otro. Ver la realidad desde el dolor del otro. No desde arriba, sino desde el que sufre. Así es como las cosas van cambiando. En ese sentido, se ha avanzado mucho. A nivel civil están creciendo mucho, ahora, las organizaciones propias del pueblo: organizaciones campesinas y barriales, que son las que pueden ir desarrollando los proyectos de desarrollo local. Ésa es la línea de la Revolución de participación ciudadana. En definitiva, todo se resumiría en lograr el Buen Vivir. Así hablamos allá. Lograr el Buen Vivir, no el bienestar. ¿El bienestar, quién lo mide? El bienestar siempre quiere más, más, más... Jamás para. El Buen Vivir significa que, si mi hermano no está viviendo bien, yo no puedo vivir bien. No puede ser. Cuando los de arriba hablan de inseguridad, no es eso. Lo que hay es una injusticia de equidad. No hay inseguridad.
Todo esto suena a Teología de la Liberación viva y aplicada, no muerta y desactivada, como se dice en Europa.
Cuando a nosotros nos presentan esa plática, esa manera de decir, decimos que no creemos en Dios, sino en un Dios encarnado que se llama Jesús. La validación de la teología, como todas las ciencias, está en la práctica. La especulación por especulación no sirve, si no se confronta con la realidad. Toda teoría me tiene que dar cuenta de la realidad. En la medida en que lo haga, será verdad o no será verdad. Me liberará o no me liberará, porque la verdad es la que libera. Nosotros lo practicamos, y vemos que sí, que es así. Si algo les llena el corazón, les llena de alegría, crean gracia entre los demás (y, por lo tanto, no son desgraciados)... entonces, háganlo. Vívanlo, y ahí verán si es verdad o no. Yo creo que las verdades verdaderas son muy pocas. Pero hay que hacerlas verdad haciéndolas de uno.
¿O sea que ustedes no encuentran la clásica dicotomía entre espiritualidad y acción?
No, en nuestro movimiento no. En la realidad que estamos cambiando, sí. Pero en verdad no tiene por qué haberla. Si Jesús ha resucitado, quiere decir ya fuerza de la resurrección está ya en toda la realidad. El Espíritu de Dios ya está actuando, lo que yo hago es ser testigo para que los demás, al descubrir esa luz, intenten imitarla, intenten vivirla. Si no, de nada sirve mi palabra o mi acción social. No es tan difícil.
¿Hay futuro para la dinámica de su movimiento? ¿Hay personas jóvenes que puedan continuar la trayectoria, gente que se esté sumando a los proyectos?
Claro. El futuro es nuestro presente, pero se acerca lentamente. En todo movimiento hay una multitud de fuerzas, tendencias sociales. Todas quieren fortalecerse. Entonces, lo que nosotros tenemos que hacer es fortalecer nuestra propia fuerza, pero no podemos negar a las demás, que también están ahí. Por lo tanto, hay una dialéctica interna y externa, estructural, espiritual... a todo nivel. La magia consiste en saber cómo moverse para que un nuevo estilo de vida, basado en la participación y la equidad, crezca. Lo que queremos es que seamos hermanos, que nos miremos como hermanos.
Pero en esas tendencias, tendrá que haber también conflictos.
Todos los días. Todos los días hay choques, hay que resolver conflictos.
¿También conflictos de poder?
En definitiva, todo son conflictos de poder. En cuanto uno se sienta en un sitio, ya considera suyo ese espacio. Y si viniera otro, en seguida pensaría: "¡Cómo este pendejo se viene a sentarse acá, en mi silla!". En ese sentido, el mundo entero es un espacio. Un espacio donde hay que crear un nuevo estilo de vida. Los que conquistan no suelen largarse. Si uno se empotra en el poder, tenemos un problema. Y ya son siglos de poder en una misma familia, en un mismo grupo social. Es como si les hubieran salido raíces, y se hubieran hecho uno con el sillón. ¿Cómo se les mueve, si ellos mismos no pueden moverse?
¿O sea que el poder tiene nombre y apellidos? ¿Tiene cara, o es un poder muy diluido?
Es un poder reducido. La clase dominadora es minoritaria, cada vez más, debido al neoliberalismo y la concentración de capital. No solamente allí, sino a nivel internacional. Es por la globalización.
Hay quien dice, desde Europa, que ese neoliberalismo está a punto de explotar. ¿Se ve así la crisis desde Latinoamérica?
Yo estoy recordando ahora a Eduardo Galeano, la entrevista que le hicieron en Barcelona. Él cree que un nuevo ser se está creando en el interior de esta sociedad maldita, maldita porque ha creado maldición y muerte. Se está creando ya un nuevo ser, y ahí están los signos, en Latinoamérica.
¿Qué signos concretos? ¿Se puede hablar de Correa como un signo, o de Evo Morales, o de Lula?
Todo junto. El hecho de que se haya constituido ya la sociedad de naciones suramericanas y del Caribe, el hecho de que existan UNASUR y el Banco del Sur, que todo esto esté ya en marcha, quiere decir que un nuevo estilo de hacer se está haciendo. Y es un estilo muy diferente de la banca del neoliberalismo. Con las nuevas formas que vamos creando no anulamos cosas, pero las relacionamos de forma diferente, poniendo siempre como centro la persona. Lo primero es la persona y sus núcleos primarios: la familia, la comunidad... lo local. Y de ahí, para arriba. En cambio, el neoliberalismo es imposición. ¿Quién ha consultado a quién para dar alternativas a lo que llaman "crisis"? Nadie. Es imposición total. Por eso la democracia ha perdido el sentido: yo doy un voto, y después hacen lo que quieren de mi voluntad. Allí esto estaba pasando también, pero ha habido una serie de cambio radicales, y ahorita se está dando el poder a la organización popular. Aunque cuando decimos "dar", en realidad es crear. Porque el espacio ya está copado. Lo que hay que hacer es cambiar las estructuras, empezando por la misma mente. Para que poder vivir sea más fácil. Nunca vamos a llegar a la plenitud, pero sí a una mayor alegría. Que vivamos en un mundo donde sea posible vivir. Y que no lo destruyamos. Podemos organizarnos de otra manera. El trabajo es lo único que la persona tiene para poder desplegar sus potencialidades. Al negarle al otro la posibilidad de trabajo, le estoy negando el poder ser, le estoy anulando, le estoy convirtiendo en un parásito. Porque no tenemos otra cosa. Pero, claro, la mentalidad que se nos daba era otra cosa: que si vas a la universidad, es para no trabajar. Porque "harto trabajé yo como burro", que decían nuestros padres. Por eso hay que hacer un cambio en la mentalidad que llevamos. El capital no es capital, es sólo un instrumento de trabajo. No puede servir más que para eso, no como instrumento de especulación. Entonces, esa serie de países que llaman "paraísos fiscales" son un robo directo a todo el mundo. Así lo vemos los de la Teología de la Liberación. Lo vemos así desde allá, desde el pobre. Porque si el pobre es pobre, es porque otros le han robado la posibilidad de ser. Y si le han robado, yo puedo cambiar la estructura para hacerla más favorable a todos. ¿O es que es eterna? Si la estructura ha sido hecha por hombres, yo también la puedo hacer. La puedo cambiar, y la cambio.
Todo esto suena a Bienaventuranzas, a Doctrina Social de la Iglesia, pero también a Marx. ¿Les han acusado alguna vez de ser marxistas?
El Espíritu de Dios está en todas las partes y en todas las personas. Y sin necesidad de pedir permiso, y aunque algunos lo nieguen. Dios actúa en todos, también en Marx. ¡Claro! Por supuesto. Y en Eloy Alfaro, en Manabí, que es el exponente número uno de la revolución en Ecuador, y sin embargo se enfrentó a su obispo y le "excomulgó", e hizo que el obispo se tuviera que salir para Colombia. En nuestra catedral está toda la historia de la Salvación puesta en grandes retablos, muy bonitos y muy bien hecho técnicamente. Y en uno de ellos te encuentras a Eloy Alfaro, entre los evangelizadores de Manabí. ¿Acaso Eloy Alfaro no luchó para que hubiera igualdad? Muchos de los derechos que tenemos hoy día son fruto de su lucha.
Cuando hablamos de una realidad única, estamos mintiendo. Porque el Espíritu de Dios no está encerrado. ¿Quién soy yo para determinar dónde está el Espíritu de Dios? Yo sólo puedo dejarme influir por el Espíritu, que nunca crea muerte. Si es vida lo que se está creando, allí está el Espíritu de Dios. Gracias a Dios, la luz tiene muchos colores y ribetes. La alegría de vivir viene, precisamente, de alegrarnos de la diferencia. Si no, ni la vida familiar se puede llevar a cabo.
¿O sea que la construcción del Reino tiene que contar con la lucha social y con las fuerzas políticas, pero no es sólo política?
Todo junto. Si yo actúo políticamente y hago una política para que la persona crezca, desde el poder y en el poder estoy creando espacios. Estoy creando un nuevo estilo de vida más cercano al corazón de la persona. En definitiva, la clave es sentir amor por el otro, aprecio por el otro. Es así como uno se afirma en sí mismo. El amor es la clave de la política, de la filosofía, de la educación, de todo.
Eso que usted está sosteniendo aquí suena a utopía. Son bueno deseos, buenos ideales, pero sabemos que, en estos momentos, aquí son irrealizables. ¿Actualmente están ustedes, en Latinoamérica, más cerca de esa utopía que nosotros?
Sí. Allí ya se está realizando.
Luego, ¿los pobres nos llevan la delantera en ese sentido?
Así es. Y es que siempre ha sido así. Los cambios sociales siempre han sido hechos desde el movimiento de los pobres. Y cuando no ha sido hecho así, ha engendrado mayor injusticia.
Los sociólogos de la Liberación decimos que la realidad vista desde el poder, siempre es mentirosa. Siempre tienen que falsearla, siempre justifican el dolor ajeno. Hasta dicen "primer mundo, segundo mundo, tercer mundo, cuarto mundo" para estar sentados en el mundo que quieren, a costa de los demás. Y no es así: estamos todos en la misma mesa. El mundo es una sola familia. No hay raza negra o blanca. La misma ciencia va tumbando todos esos mitos y supersticiones, ahí no hay contradicción. Estamos más coloridos o menos coloridos, pero todos partimos de una sola raza. Y el mundo es de todos, no de unos pocos. La ley del sálvese quien pueda va contra el Reino radicalmente. Es asesina. Por eso, a todo aquel que se pone al frente, hace unos años lo asesinaban. Con el señor Jesús, los poderes de su tiempo hicieron exactamente lo mismo.
¿Como con Ellacuría, Romero...?
Claro.
¿Y aquí en Europa, hay también signos de cambio? ¿Quizá en los movimiento juveniles, en los indignados, el 15-M...?
Tengo una imagen en mi cabeza de hace años, cuando estaba el movimiento del 0,7%. Recuerdo que en la Castellana se pusieron cantidad de carpas, de todo estilo, ideología y pensamiento. Realmente variopinto. Y yo me pegué la gran alegría, la gran risotada: "¡Hay que ver! Un 0,7 que no soluciona ninguno de los problemas del Tercer Mundo, la menos se ha convertido en un signo de unidad por un cambio social, en el que todos están de acuerdo". Lo demás no importa. ¿Quién le va a preguntar a una semilla de un gran árbol, cuando está enraizándose y haciéndose una con la tierra, qué es lo que va a ser después o si dará fruto? Ésa es la actitud de los medios de comunicación: preguntarle a la semilla que, si no va a dar fruto, para qué está creciendo. Y el cacareo que he estado escuchando estos días (a cantidad de "doctos") sobre la crisis, es eso. Por un lado, decimos que no creemos en los brujos y que ahorita ya no vamos a que nos lean el futuro, pero, en cambio, somos perfectos brujos. Y queremos que los movimientos nos digan ya qué van a hacer, cómo lo van a hacer... No, mijo. Ni siquiera a mis niños les he podido dar yo la línea de ser de ellos. Yo les he dado aportes para que ellos vean a ver por qué línea van. Y por eso me quieren.
En cuanto al 0,7%, me llegó por allá en una revista de la HOAC una viñeta que representaba una barra de pan. En el cucurucho ponía 0,7: "¡Coño, lo mejor!". Estaba muy bien expresado. Peor yo creo que sí se ven signos, realmente. Me he cruzado con personas y con grupos que están ya en un nuevo tratamiento con la tierra y en un nuevo tratamiento de sí mismos. Ya pretender comer "no químicamente", sino adecuadamente a lo que somos. Porque, cuando yo era profesor de filosofía, explicaba que la vida humana no es reflejo de la naturaleza, como suele decirse. Es la evolución de toda la vida de la naturaleza. Entonces, si yo no vivo la vida vegetal, no puedo ser humano. Y si no vivo la vida animal, tampoco es posible. La idea principal de la naturaleza es muy fácil, aunque yo la he tenido que aprender a golpes porque allí era extranjero: Figúrese un árbol que hemos cogido de un vivero, y que llevamos a Andalucía y lo plantamos. Preguntémosle de dónde es. Solamente puede ser de esa tierra, en tanto en cuanto se haga uno con esa tierra. Si no se hace uno con esa tierra, muere. Así nos pasa humanamente, idéntico. Pero el liberalismo es la insatisfacción: nadie quiere estar donde está ni estar feliz con lo que tiene. Yo soy de donde estoy. No puedo ser en otra parte. Y si no siento en mis venas el golpe en la mejilla de mi hermano, ¿qué sangre corre por mí? ¿Humana?
Pero también se siente nostalgia por donde uno ha nacido.
Claro. Yo a mis hermanos los recuerdo, es decir, los paso todos los días por mi corazón. Porque están en mí, son mi ser. La persona humana es demasiado rica como para describirla en cuatro cositas. No podemos imaginarnos lo que somos y lo que podemos ser.
¿Cómo funciona la Fundación? ¿A cuánta gente llega?
Empezamos actuando a la par en 415 comunidades (pueblos pequeños) de toda la provincia de Manabí. Empezamos con un proyecto completamente asistencialista: dar el desayuno en las escuelas, con el objetivo de que los niños pudieran trabajar dos o tres horas más después. Porque normalmente van a la escuela desde muy lejos, malnutridos, y no rinden. Entonces, hubo un programa nacional de la conferencia episcopal con apoyo de gobierno, para dar desayunos escolares. A partir de ahí, vimos cómo podíamos ir cambiando la interrelación de las personas y los grupos. Aprovechamos para crear un espacio comunitario dentro de la escuela, que hasta entonces era propiedad del profesor. De esa forma, la comunidad entró en la escuela. Ya no se quedaba en la puerta esperando a que el maestro le recibiera. Y además, al ir a la escuela, las mujeres podían salir de su casa, sin necesidad de permiso del marido. Porque iban a la escuela a hacer lo mismo que estaban haciendo en la casa: cocinar y repartir comida. Así creamos un espacio de encuentro de mujeres. Y empezamos a dar talleres de nutrición, de autoestima... Ya se les habrán dado miles de talleres, con apoyo del voluntariado de acá, porque desde un principio para nosotros el voluntariado fue principal. Porque, políticamente hablando, según la organización internacional en la que vivimos ahora, un pueblo solo no puede hacer nada. Hay que interrelacionar los pueblos, y para eso hay que crear la solidaridad internacional. Los voluntarios son una rama muy buena para ir creando esa mentalidad. Entonces, con apoyo de ellos, se logró todo esto.
Esos voluntarios de ida y vuelta, que van a prestar un servicio, ¿vuelven, de alguna manera, convertidos? ¿O al menos tocados?
Tocados, sí. Nosotros decimos "la semillita ya la lleva".
A partir de ahí se fue organizando la mujer. Porque la mujer es, en Manabí en concreto, el sector más vulnerable entre los pobres. Entonces, si queríamos ver, hacer, planificar y celebrarlo, tenía que ser desde ahí. La ayuda se la dábamos a la familia, porque el padre y la madre tienen el derecho, para poderse realizar como padres, de dar de comer a sus hijos. Si no se deja que les den de comer, se está anulando su paternidad. De nada sirve hablar luego de la familia. La familia se construye. Por eso eran los padres de familia los que daban el desayuno escolar a sus hijos.
¿Por qué se llama Fundación Santa Marta?
Es casual. Cuando nos reunimos con las mujeres en la organización, después del saludo leemos una parte de la Palabra de Dios, y la analizamos para sacar conclusiones para la propia vida. Una vez estábamos comentando el pasaje de las hermanas María y Marta, y alguien preguntó: "¿Será María?". Y todos dijimos: "¡Marta!". Ahí quedó.
¿Qué se puede hacer desde aquí para colaborar con sus proyectos?
Tenemos que revisar nuestros criterios, pensar en cómo suceden las cosas allá. No decir directamente, "La Repsol, tal y tal...", sin pensar antes qué hace la Repsol allá, a nivel político y económico. Nosotros no negamos la presencia de multinacionales españolas allá, todo lo contrario. Pero queremos que estén parlamentando entre iguales, no desde el poder. Los recursos son del país, y por tanto el país es el que debe controlar el manejo de los recursos, no una fuerza exterior. Todo eso hay que tenerlo en cuenta desde acá.
Concienciación básica, ¿y también ayuda?
Sí, en este momento la ayuda solidaria es más urgente, porque a nivel de instituciones se ha cerrado. El voluntariado, en este momento, nos aportaría mucho más que en otros tiempos, porque nos ahorraría realmente recursos a la hora de cerrar los programas. Es una necesidad que ya tendríamos cubierta, porque el recurso principal es el talento humano.
¿Una página web donde la gente pueda entrar y contactar con ustedes?
www.asociacionmanabi.com
www.casadelamujermanabita.com
Trabajamos en red desde estas dos direcciones, con la organización de Francia, Guatemala, donde el año que viene ya comenzamos a recibir voluntarios para los programas; y Ecuador. Esto, en definitiva, es demasiado sencillo: consiste en ser uno mismo. Allí se suele decir: yo soy mango, y daré mangos esté donde esté.
Parece usted un profeta, pero un profeta sonriente y alegre.
Lo bueno de Latinoamérica es la alegría de vivir.
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