miércoles, 24 de octubre de 2012

¿ADIÓS A DIOS?

Miguel Lorente Acosta, en 'Autopsia' (El País)


La juventud, acostumbrada a ir dejando atrás cosas, personas y momentos (dice adiós a la infancia para llegar a la adolescencia, a la escuela para ir el instituto, a la familia cuando marcha a la universidad, a muchos amigos y amigas al separarse sus caminos…),también ha dicho adiós a Dios. Al menos es lo que se deduce de los datos de la encuesta que presentó (17-10-12) el obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, en la rueda de prensa que anunciaba la celebración del próximo Congreso Nacional de Pastoral Juvenil.

Los datos son objetivos y la situación evidente, no hacen falta muchas encuestas para comprobarlo, las iglesias se han despoblado de jóvenes, y a pesar de las Jornadas Mundiales de la Juventud, la juventud de cada jornada está lejos del mundo parroquial. Lo que sorprende es por qué se ha producido este distanciamiento en un tema tan particular, habitualmente presente como parte del comportamiento de muchos jóvenes, precisamente en un momento en el que una parte significativa de la juventud se ha replegado sobre elementos y valores tradicionales. Ahora, por ejemplo, se muestran con actitudes más machistas en las relaciones de pareja, han abandonado el cuidado y lo saludable para regresar al alcohol y al tabaco, se han alejado del medio ambiente y de la ecología, han aumentado el consumo de prostitución… y aunque no se trata de unas conductas generalizadas entre los jóvenes, sí se han incrementado durante estos últimos años.

Y llama la atención que todos estos elementos se hayan hecho más frecuentes después de prácticamente haber desaparecido durante un tiempo, sin que, por el contrario, haya regresado ese interés por la religión y la fe en Dios.

Ante una situación de este tipo es fácil mirar hacia fuera y achacar la responsabilidad a circunstancias como el individualismo, el hedonismo, el materialismo… e incluso culpabilizar a determinadas medidas, políticas e ideas de lo ocurrido.

Sinceramente, y con todo respeto, no creo que la esencia del problema esté ahí. Ha habido iniciativas ciudadanas y medidas políticas mucho más directas y proactivas para modificar determinadas situaciones y corregir algunos problemas, y su repercusión ha sido escasa hasta el momento, sin embargo, el cambio respecto a las creencias es evidente y extendido, tal y como señala la encuesta mencionada, con más de un 50% de jóvenes que no cree en Dios.

La Iglesia debe mirar para dentro y plantearse cómo está presentando a Dios ante la sociedad y frente a la juventud, más allá de palabras edulcoradas y de una esperanza situada al otro lado del futuro. Y creo que se equivoca al presentar la fe y la creencia comoun pack impuesto y ajeno a la propia persona, cargado de prohibiciones y condiciones que son más producto de una elaboración humana que de un mensaje divino.

Para un joven que le digan que creer en Dios significa, entre otras cosas, estar en contra de la homosexualidad, no aceptar que una profesora de religión se case con un divorciado, no admitir las relaciones sexuales fuera del matrimonio, ni el sexo sin el objetivo de la procreación, o el uso de anticonceptivos. Tampoco, en otro orden de cosas, permitir que se practique el aborto a una niña violada de 10 años, o escuchar que no se puede votar a algunos partidos por determinadas políticas que hayan puesto en marcha… le resultará difícil entender el mensaje y, por lo tanto, aceptar esa idea de Dios. En esas circunstancias, no es de extrañar que llegue a preguntarse sobre qué clase de Dios se está hablando, y cómo creer en un Dios que no sólo no vive en este mundo, sino que lo hace de espaldas a él, tal y como deduce de las palabras que transmiten sus representantes en la Tierra. Y todas esas dudas se agravan aún más cuando, después, ese joven comprueba cómo quienes apoyan públicamente la religión católica, entre ellos algunos medios de comunicación, luego se comportan de manera opuesta a los valores que defienden y predican, y ve cómo arremeten con odio hacia determinadas personas, mienten en los argumentos que utilizan, son vengativos en su estrategia... o comprueba cómo se olvidan de perdonar y cómo se mueven por envidia para alcanzar bienes terrenales y poder, entre otras cosas.

La Iglesia y su doctrina han cambiado a lo largo de estos 2000 años, y aunque con esfuerzos, retraso y distancia, se han ido adaptando a unos cambios sociales que han facilitado que quienes vivían esa necesidad de darle un sentido a su vida sobre un elemento trascendental, lo encontraran en la idea y en el sentimiento de Dios.

Ahora que los cambios sociales son más rápidos, acelerados e intensos, la Iglesia sigue con la misma actitud distante, pero su reacción ha sido tratar de imponer un criterio rígido de sociedad sobre las creencias y la fe cristiana, como ocurrió en una época anterior y ya alejada. Esa situación, más añorada que factible, resulta imposible de recuperar, pero no tiene por qué estar en contra de vivir la fe de una forma diferente por parte de las personas que así lo sientan. La rigidez y la inflexibilidad que muestra la Iglesia para las cuestiones de este mundo, alejan cada vez más su otro mundo del presente y a las personas de sus parroquias.

Al menos es lo que ocurre en esa juventud que manifiesta haber dejado de creer en Dios, y en tantas otras personas, jóvenes y mayores, que no dicen nada sobre si creen o no, pero que también han dejado de ir a las Iglesias y de creer las palabras de los hombres de Dios.



1 comentarios:

carmen dijo...

Tiene toda la razón. al menos así me lo parece.
Excepto en la última frase.
Ni los jóvenes, ni los medianos, ni los viejos hemos dejado de creer en las palabras de los hombres de Dios. Hemos dejado de creer en las palabras de los hombres de la Iglesia.
No es lo mismo. No lo es.

Me gusta su artículo.