martes, 20 de diciembre de 2011

50 ANIVERSARIO DE LA CONVOCATORIA DEL CONCILIO VATICANO II


Leandro Sequeiros

Fue el 25 de enero del año 1959, cuando Juan XXIII —sólo llevaba tres meses ocupando la Silla de Pedro—al finalizar las oraciones del Octavario por la unidad de los cristianos, en el día de la conversión del apóstol san Pablo, comunicaba por sorpresa a los allí presentes la convocatoria de un concilio ecuménico para toda la Iglesia católica. Convocatoria que el propio Papa hizo efectiva a los dos años, el día de Navidad de 1961, mediante la Bula PapalHumanae salutis (de 25-12-1961).

Con ella se ponía así en marcha un nuevo Concilio cuando oficialmente no se había aún clausurado el Vaticano I. En estas Navidades recordamos y celebramos la santa locura del que decían ser un Papa de transición. De la Bula seleccionamos una serie de párrafos más salientes.

1.- La Bula Humanae Salutis de Juan XXIII (25 diciembre 1961)
Convocar un Concilio Ecuménico no es una tarea sencilla. Exige una serie de formalidades legales para su validez. Pero además, lleva consigo una solemne proclamación dirigida a toda la cristiandad. Ese día nace el Salvador, pero también nacía una ilusión para todos aquellos deseaban aire fresco en la Iglesia tras el difícil pontificado de Pío XII.
Este es el título de la Bula: “Constitución Apostólica Humanae salutis de nuestro santísimo señor Juan por la divina providencia Papa XXIII, por la que se convoca el Concilio Vaticano II”. Consta de 24 párrafos numerados, en los que se expresan los motivos de esta convocatoria, los objetivos del Concilio y algunos de los medios para llevarlos a cabo.

El Papa inicia el texto de la Bula con un reconocimiento de que Dios es el Señor de la historia. Y prosigue:


“3. La Iglesia asiste en nuestros días a una grave crisis de la humanidad, que traerá consigo profundas mutaciones. Un orden nuevo se está gestando, y la Iglesia tiene ante sí misiones inmensas, como en las épocas más trágicas de la historia. Porque lo que se exige hoy de la Iglesia es que infunda en las venas de la humanidad actual la virtud perenne, vital y divina del Evangelio. La humanidad alardea de sus recientes conquistas en el campo científico y técnico, pero sufre también las consecuencias de un orden temporal que algunos han querido organizar prescindiendo de Dios. Por esto, el progreso espiritual del hombre contemporáneo no ha seguido los pasos del progreso material. De aquí surgen la indiferencia por los bienes inmortales, el afán desordenado por los placeres de la tierra, que el progreso técnico pone con tanta facilidad al alcance de todos, y, por último, un hecho completamente nuevo y desconcertante, cual es la existencia de un ateísmo militante, que ha invadido ya a muchos pueblos”.

2.- Los signos de los tiempos son semillas de futuro
La Bula papal prosigue con un texto precioso en el que se vislumbran algunas ideas que más tarde emergerán en la Gaudium et Spes:


“4. La visión de estos males impresiona sobremanera a algunos espíritus que sólo ven tinieblas a su alrededor, como si este mundo estuviera totalmente envuelto por ellas. Nos, sin embargo, preferimos poner toda nuestra firme confianza en el divino Salvador de la humanidad, quien no ha abandonado a los hombres por Él redimidos. Mas aún, siguiendo la recomendación de Jesús cuando nos exhorta a distinguir claramente los signos... de los tiempos (Mt 16,3), Nos creemos vislumbrar, en medio de tantas tinieblas, no pocos indicios que nos hacen concebir esperanzas de tiempos mejores para la Iglesia y la humanidad. Porque las sangrientas guerras que sin interrupción se han ido sucediendo en nuestro tiempo, las lamentables ruinas espirituales causadas en todo el mundo por muchas ideologías y las amargas experiencias que durante tanto tiempo han sufrido los hombres, todo ello está sirviendo de grave advertencia. El mismo progreso técnico, que ha dado al hombre la posibilidad de crear instrumentos terribles para preparar su propia destrucción, ha suscitado no pocos interrogantes angustiosos, lo cual hace que los hombres se sientan actualmente preocupados para reconocer más fácilmente sus propias limitaciones, para desear la paz, para comprender mejor la importancia de los valores del espíritu y para acelerar, finalmente, la trayectoria de la vida social, que la humanidad con paso incierto parece haber ya iniciado, y que mueve cada vez más a los individuos, a los diferentes grupos ciudadanos y a las mismas naciones a colaborar amistosamente y a completarse y perfeccionarse con las ayudas mutuas. Todo esto hace más fácil y más expedito el apostolado de la Iglesia, pues muchos que hasta ahora no advirtieron la excelencia de su misión, hoy, enseñados más cumplidamente por la experiencia, se sienten dispuestos a aceptar con prontitud las advertencias de la Iglesia”.

3.- La Iglesia no ha estado dormida
Juan XXIII, con su espíritu positivo, valora esperanzadoramente la presencia histórica del mensaje de Jesús:


“5. Por lo que a la Iglesia se refiere, ésta no ha permanecido en modo alguno como espectadora pasiva ante la evolución de los pueblos, el progreso técnico y científico y las revoluciones sociales; por el contrario, los ha seguido con suma atención. Se ha opuesto con decisión contra las ideologías materialistas o las ideologías que niegan los fundamentos de la fe católica. Y ha sabido, finalmente, extraer de su seno y desarrollar en todos los campos del dinamismo humano energías inmensas para el apostolado, la oración y la acción, por parte, en primer lugar, del clero, situado cada vez más a la altura de su misión por su ciencia y su virtud, y por parte, en segundo lugar, del laicado, cada vez más consciente de sus responsabilidades dentro de la Iglesia, y sobre todo de su deber de ayudar a la Jerarquía eclesiástica. Añádense a ellos los inmensos sufrimientos que hoy padecen dolorosamente muchas cristiandades, por virtud de los cuales una admirable multitud de Pastores, sacerdotes y laicos sellan la constancia en su propia fe, sufriendo persecuciones de todo género y dando tales ejemplos de fortaleza cristiana, que con razón pueden compararse a los que recogen los períodos más gloriosos de la Iglesia.

4.- “Estamos ya maduros… para un Concilio”
Este párrafo nos parece central en la argumentación y propuesta:


“6. Ante este doble espectáculo, la humanidad, sometida a un estado de grave indigencia espiritual, y la Iglesia de Cristo, pletórica de vitalidad, ya desde el comienzo de nuestro pontificado —al que subimos, a pesar de nuestra indignidad, por designio de la divina Providencia— juzgamos que formaba parte de nuestro deber apostólico el llamar la atención de todos nuestros hijos para que, con su colaboración a la Iglesia, se capacite ésta cada vez más para solucionar los problemas del hombre contemporáneo. Por ello, acogiendo como venida de lo alto una voz intima de nuestro espíritu, hemos juzgado que los tiempos estaban ya maduros para ofrecer a la Iglesia católica y al mundo el nuevo don de un Concilio ecuménico, el cual continúe la serie de los veinte grandes Sínodos, que tanto sirvieron, a lo largo de los siglos, para incrementar en el espíritu de los fieles la gracia de Dios y el progreso del cristianismo”.

5.- Un Concilio, ¿para qué?

El Papa Roncalli, en la Bula, ofrece una serie de motivos sociales, teológicos y espirituales para convocar el Concilio:


“7. Así, pues, el próximo Sínodo ecuménico se reúne felizmente en un momento en quela Iglesia anhela fortalecer su fe y mirarse una vez más en el espectáculo maravilloso de su unidad; siente también con creciente urgencia el deber de dar mayor eficacia a su sana vitalidad y de promover la santificación de sus miembros, así como el de aumentar la difusión de la verdad revelada y la consolidación de sus instituciones.

Y prosigue:


“8. En un tiempo, además, de generosos y crecientes esfuerzos que en no pocas partes se hacen con el fin de rehacer aquella unidad visible de todos los cristianos que responda a los deseos del Redentor divino, es muy natural que el próximo Concilio aclare los principios doctrinales y dé los ejemplos de mutua caridad, que harán aún más vivo en los hermanos separados el deseo del presagiado retorno a la unidad y le allanarán el camino”.

La última razón:


“9. Finalmente, el próximo Concilio ecuménico está llamado a ofrecer al mundo, extraviado, confuso y angustiado bajo la amenaza de nuevos conflictos espantosos, la posibilidad, para todos los hombres de buena voluntad, de fomentar pensamientos y propósitos de paz; de una paz que puede y debe venir sobre todo de las realidades espirituales y sobrenaturales, de la inteligencia y de la conciencia humana, iluminadas y guiada por Dios, Creador y Redentor de la humanidad”.

0 comentarios: