martes, 18 de diciembre de 2012

LA LECHUZA EN EL PESEBRE DE UN BELÉN JAPONÉS

Juán Masiá, en RD 

La imaginación del evangelista iba más lejos: no era por falta de sitio en una posada, sino para evocar el simbolismo bíblico del alimento

(Juán Masiá).- Llevamos un mes sonriéndonos ante la operación de marketing montada con el buey y la mula para promover la difusión de escritos sobre belenes. Cobra actualidad de repente la narración del mito de Año Nuevo que conté la pasada Navidad para el público mediterráneo. Puede ser de interés su refundición aquí.

Los recuerdos legendarios de la cultura aborigen de los "ainu" en la isla de Hokkaido, al norte de Japón, conectan admirablemente con la temática cristiana de los evangelios de la infancia de Jesús. Muy oportunos para cuento de Navidad, los mitos de las tribus "ainu" facilitan la inculturación de la homilía.

El folclore de los primitivos habitantes de la isla de Hokkaido rezuma encanto de convivencia con la fauna y flora del norte de Japón. Ciervos y lobos, águilas y lechuzas, cedros, pinos y abetos protagonizan la personificación del politeísmo protector que cobijaba su vida cotidiana.

A diez bajo cero, acumulándose la nieve hasta el dintel, la familia en torno al fuego de hogar narra historias tradicionales que abrigan y enseñan a vivir. Con tamborina de piel de oso, la abuela marca el compás y acompaña el padre con la flauta. Hace de juglar el abuelo, recitando la cantilena de año nuevo coreada por los nietos mientras la madre atiza el fuego. Escuchan embobados el cuento de la lechuza que bajó de los cielos para que en la aldea nevada todo el mundo cante al unísono y viva en paz.

La estrofa suena así: "Siro kanipe, siro kanipe, ranran..." Que se traduce: "Flechas de oro pasan rozando, saetas de plata pasan silbando". La puntería no atina, porque el vuelo raudo de la lechuza esquiva los tiros. Revoloteba el ave divina avizorando desde los cielos los alrededores de la aldea. "¡Cómo cambia la vida!, se admira la lechuza, hoy son ricos los antiguos pobres, los ricos de antaño se han empobrecido".

En la playa juega la turba infantil del barrio de los ricos. Les regalaron por Año Nuevo juguetes caros: arcos y flechas lujosos para su iniciación. ¿Quién será el primero que logre derribar a la lechuza, haciendo méritos para llegar a jefe de clan el día de mañana? Mas el pájaro celestial no cae en sus manos.

Hay un niño del barrio pobre que quiere jugar con ellos y no le dejan. Su arco barato de caña es tosco, la punta de flecha mal sujeta con tiras de trapo, dispara sin llegar lejos. La pandilla se mofa: "Tú no llegarás, nunca llegarás..." La lechuza se percata y se enternecen sus entrañas. Vuela a ras de tierra cerca del niño pobre y se pone a tiro. La lechuza se deja derribar, herida en un ala.

Ahora es el niño quien se enternece, la toma en brazos y la lleva a casa. "Abuelita, hay que curarla". "Pero, hijo mío, si es el ave divina, qué honor tenerla en casa". La familia se inclina reverente ante el pájaro mensajero de los dioses. La colocan entre pajas en el lugar más caliente de la choza, que era el pesebre.

A media noche, mientras la familia duerme, el pájaro se metamorfosea, convertido en artesano transforma la choza pobre en mansión confortable y, además, les multiplica el vino en sus ánforas, mientras les hace ver en sueños la venida de los dioses a morar en la choza rústica. Al despertar ven que el sueño es realidad.

"No nos lo merecemos" dicen. "No es solo para vosotros, dice la lechuza, invitad a toda la aldea y compartid esta bebida". Los vecinos se extrañan. "¿De dónde han sacado tan buen vino los pobres?" Fueron los dioses, que enviaron desde los cielos a su mensajero para enseñar a los humanos a convivir repartiendo y compartiendo.

"Quédate con nosotros en esta aldea", canta a coro la familia. Pero la lechuza tiene que partir de nuevo a los cielos. Les deja un encargo antes de su ascensión: "Cada vez que bebáis este vino acordáos de mi visita y que ya no haya diferencia de ricos y pobres en la aldea".

Así rezaba desde antiguo la leyenda en sus versos finales: pero el abuelo, al concluir el canto, añadía por su cuenta: "Eso era antiguamente, ahora son otros tiempos, hoy la gente se ha olvidado de la lechuza". Y ofrendaba un cuenco de arroz ante el icono de la lechuza entronizado entre las pajas de un pesebre, con que adornaba la sala de estar en Año Nuevo.

También el evangelista Lucas sitúa el nacimiento de Jesús en un pesebre. La vivienda pobre aldeana solía ser de aposento único, a un lado la familia, en el otro los animales domésticos y, en medio, el pesebre, lugar apropiado para dar a luz.

La escenificación de los belenes exageró el presunto rechazo de un posadero para obligar a la joven pareja a refugiarse en un establo. Pero, en realidad, la imaginación del evangelista iba más lejos: no era por falta de sitio en una posada, sino para evocar el simbolismo bíblico del alimento: el lugar de la comida es el apropiado para quien vivirá dándose y se dejará comer para dar vida.

En cuanto al buey y la mula que "conocen a su amo y su pesebre" son un eco alusivo al poeta y profeta Isaías (1,3), como nos han explicado hace ya más de un siglo los exegetas bíblicos cuyos estudios no deja de consultar el teólogo Benedicto.



1 comentarios:

carmen dijo...

¿ Hay muchos libros que se hayan publicado recientemente que hablen de belenes?

Pienso exactamente lo mismo que dice usted, pero fíjese, voy a atreverme a hacer una referencia al libro que su santidad el Papa Benedicto ha publicado hace poco tiempo.

Honestamente no pienso que él sea consciente de la oportunidad de publicar el libro en fechas cercanas a la Navidad, pero quizás otros sí lo hayan sido

Me molesta profundamente que si de alguna manera el Papa actual quiere compartir un ' bosón' de su conocimiento sobre las escrituras con el resto de los que no tenemos su preparación teológica, haya empezado por semejante nimiedad cuando muchas de las interpretaciones de textos del evangelio que las autoridades eclesíasticas mantienen , que nos repercuten en nuestra vida diaria y no solo a la hora de montar el belén, esas ni se planteen.

Pero siempre queda la esperanza de que poco a poco lo haga en la cuenta que se acaba de abrir en una red social

Me gusta la historia que ha contado aunque personalmente prefiero la de la mula y el buey.¿Sabe? cada uno con sus tradiciones... pero sabiendo que lo son.