Amelia Sánchez, en Eclesalia
En el preciso momento en que el pasado lunes 15 de abril, el Presidente del Gobierno, obsequiaba al Obispo de Roma con la entrega de la camiseta de la “Roja”, por cierto, será por lo de la “Marca España”; en Madrid, Monseñor Rouco Varela abría la asamblea plenaria de los obispos españoles, mostrando su descontento con el Gobierno, por su supuesta indolencia para resolver las cuestiones del aborto. “No es fácil entender que todavía no se cuente ni siquiera con un anteproyecto de Ley que permita una protección eficaz del derecho a la vida de aquellos seres humanos inocentes… sangrante problema social que está teniendo efectos palpables en la demografía. España envejece y se debilita”.
Del matrimonio entre parejas del mismo sexo, que atañe, dijo: “a la estructuración básica de la vida social. Se trata de proteger adecuadamente un derecho tan básico de los niños como es el de tener una clara relación de filiación con un padre y una madre, o el de ser educados con seguridad jurídica como futuros esposos o esposas. “
De la formación ética y religiosa,” demasiado permeable al relativismo y la ideología de género “.
Permítanos solo tres reflexiones a sus palabras, Monseñor.
En primer lugar, que consideramos que está en su perfecto derecho de hacer tales manifestaciones, a título personal, o en representación de la Conferencia Episcopal si es el caso, y no solo eso, sino que también lo está en pedir al Gobierno, con todos los medios que le otorga el estado de derecho, la plasmación de lo que pide en el papel del B.O.E. ¡Faltaría más! Puede hacerlo al igual que cualquier ciudadano o cualquier otro grupo, puede pedir lo contrario.
Ahora bien, Monseñor, lo que no debe olvidar, es que la modulación de la estructura jurídica del estado de derecho, corresponde en exclusiva al poder civil, mediante las leyes que elabora o convalida el parlamento como expresión de la voluntad general de la ciudadanía, nunca al poder religioso, expresión de una parte de esa ciudadanía. Ya sabe, aquello de “A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”.
Por último Monseñor, nos gustaría oírle a Vd., y en general a la jerarquía de la Iglesia Católica (alguna excepción sí que hay), un discurso claro y alto y una denuncia profética ante determinadas actuaciones del poder civil, que entendemos dañan brutalmente, a esos niños, a esas familias y en general a los más desprotegidos de la sociedad.
Pongamos unos ejemplos:
¿Por qué no dijo nada, cuando se les retiró el pasado año “la tarjeta sanitaria”, a los 150.000 sin papeles, o inmigrantes “irregulares”, que quedaron fuera del sistema sanitario común, salvo en determinadas situaciones o urgencia?
¿Por qué no se oye su rotunda voz, ni en general la de la jerarquía, cuando según la última E.P.A., el número de los desempleados bordea los seis millones de personas, de las que más de 2.600.000 no perciben ninguna prestación, y mas de 1.800.000, perciben un subsidio de 426 € mensuales o los 400 € del Plan Prepara?
¿Por qué no hemos oído una sola palabra cuando la reforma laboral de febrero de 2.012, posibilita el despido de trabajadores a través de un E.R.E., sin necesidad de autorización administrativa, conlleva el riesgo de desaparición del convenio colectivo, establece contratos indefinidos con un período de prueba de un año, y su resultado es que ha generado una subida en el número de parados, de 380.000 en un solo año?
¿Dónde está la defensa de los jóvenes, cuando el desempleo entre dicho colectivo supera el 55% de su población y muchos de ellos ya han tenido que emprender el camino de la emigración, a Inglaterra, Alemania, Países Nórdicos, Arabia Saudita, Emiratos árabes…?
¿Y cuando ya, esos hogares, que tienen a todos sus miembros activos en desempleo, son más de 1.750.000? ¿Por qué este sangrante silencio?
¿Y cuando tenemos el 27% de los ciudadanos del estado viviendo por debajo del umbral de la pobreza (menos de 7.300 € año) y también hay silencio...?
Qué poco se dice, por parte de de esa jerarquía eclesiástica, de todos los que han perdido su única vivienda como consecuencia de los desahucios.
Cuando a causa de la crisis el 25% de los niños españoles menores de de 16 años sufre malnutrición y sin embargo se quitan las becas comedor sabiendo que la dieta diaria en la escuela es la única garantía para muchas familias de alimentar de forma equilibrada a sus hijos ¿Tampoco esto merece una palabra de denuncia?
Cuando sabemos que el 30% de de los hijos de familias que subsisten con menos de 640€ al mes no consigue el graduado escolar. ¿Acaso no es tampoco momento adecuado para defender a los niños?
¿Acaso, todas las situaciones relatadas no son un atentado a la familia? ¿O el atentado a la familia, sigue pensando, Monseñor, que está en el matrimonio de personas del mismo sexo? Ante estas situaciones y tantas otras que se están dando, también, queremos Monseñor, que alce su grave voz y diga de una vez por todas que un sistema económico que pone el beneficio de unos pocos por encima de la dignidad de las personas es inmoral, intrínsicamente malo, e incompatible con la moral cristiana, y que otra economía es posible y hay que emprender ya su búsqueda.
domingo, 28 de abril de 2013
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