lunes, 20 de octubre de 2008

SIENTA A UN POBRE EN TU MESA

Reflexiones sobre la crisis

Los que “peinamos canas”, nos hemos educado moralmente con este eslogan navideño: “sienta un pobre en tu mesa”.  Nos hemos conmovido con la voz aguda y rasgada de Pepe Isbert llamando desesperadamente a Chencho en la Plaza Mayor de Madrid, cuando se pierde en el mercadillo navideño de figuritas de Belén, en celuloide de blanco y negro.

         Era el comienzo de los 60 cuando un padre podía mantener a duras penas una familia numerosa (la gran familia) de 15 hijos y abuelo. Y lo podía hacer porque vino Mr. Marshall en los años 50 y nos trajo la mantequilla, el queso y la leche en polvo con ese cuño que no entendíamos y nos traducían: “ayuda del pueblo americano”.

         Luego vino el “turista un millón”, las multinacionales, las suecas, el 600, la vendimia en Francia, el trabajo en Alemania, etc. Y así sobrevivíamos en la dictadura con el pluriempleo y debiendo en la tienda del barrio. Pero nos sentíamos felices cuando sonaba el “picú”. Unos en los “guateques” y otros soñábamos que las canciones de Paco Ibañez, de Raimón, Lluis Llach se hicieran realidad.

         Llegó la democracia y aquello de Jarcha de “libertad, libertad sin ira…”  se iba haciendo verdad. Volvían los emigrantes españoles con un mercedes y compraban la casa del pueblo para arreglarla.

         Transición, Democracia y ya lo decía Aznar: “España va bien” . La Economía, el País crecía pese a Alianza Popular y luego PP. Pese a PSOE marxista y luego sólo PSOE, claramente socialdemocrata. Pertenecemos a los Paises del 1º Mundo y si alguien lo duda que le pregunte al que llegó en Patera.

        Nuestro bipartidismo discutía hace unos meses si había crisis económica o no y el PP nos asustaba con el lobo feroz. Hoy ya nadie duda que sí hay CRISIS, que posiblemente vamos hacia una Regresión económica y que como venga el lobo, igual nos lo comemos.

        En los últimos años las ciudades han cambiado. Hemos visto cómo se elevaban torres inmensas, cómo aparecían barrios nuevos, cómo los latinoamericanos, africanos, europeos del Este y algún español que otro rompían las calles, campos en inmensas obras públicas. Ya estábamos en el Euro, en Europa y mirábamos con asombro, y recelo a la emigración.

         Nos hemos hipotecado en deudas que nadie veremos terminar de pagar y aparentemente todos tenemos la tarjeta dispuesta a deslizarla eróticamente por la caja registradora. Y de repente ese idilio entre la deuda y el consumo se rompe. Nos dicen que la economía mundial esta en CRISIS. Y ya sabemos que cuando en America del Norte estornudan en Europa cogemos la gripe y en el Sur se mueren.

         Vemos como inmensas cantidades con muchos ceros imposibles de imaginar salen de los gobiernos para evitar que los bancos se derrumben.

        Empezamos a entender que la Economía financiera es diferente de la Economía real (del ciudadano de a pie). Los expertos nos dicen: “Mientras el maniacodepresivo mercado de valores domina los titulares, la historia más importante son las lúgubres noticias que llegan sobre la economía real. Ahora está claro que rescatar a los bancos es sólo el principio: la economía no financiera tiene también una desesperada necesidad de ayuda.

Y para proporcionar esa ayuda vamos a tener que dejar de lado algunos prejuicios. Está políticamente de moda despotricar contra el gasto estatal y pedir responsabilidad fiscal. Pero ahora mismo, un mayor gasto estatal es justo lo que el doctor receta, y las preocupaciones sobre el déficit presupuestario deben ser dejadas en suspenso.”[1]  

         Nos entra una terrible impotencia cuando vemos cómo sale el “dinero” de la chistera del Estado y pasa a los Bancos y no sirve de nada porque se desploman los mercados financieros y la economía real sigue sufriendo heridas mortales: desempleo, impagos, desahucios, mendicidad, marginalidad, delincuencia a la desesperada, ilusiones frustradas en los de aquí y en los que vinieron… con las consecuencias de aumento de violencia familiar, de genero, drogodependencias, enfermedad mental, suicidio, etc.

Nos dicen que “la especulación es el virus que ha contagiado al mercado mundial”. Que el capitalismo se ha colapsado desde que descubrió que podía convertir la deuda en dinero y tanto quiso acaparar que la deuda se hizo impagable. Dejó de pensar en el oro como moneda de cambio para usar el crédito y tanto se ha especulado, se ha crecido sin fundamento, que los pies del barro del gigante capitalista ha desmoronado el Baal sagrado de la Economía financiera.

        Y nosotros ¿qué podemos decir? ¿qué podemos hacer?.

         Francisco Güeto Moreno (presidente de la H.O.A.C.) dice[1]: “si miramos la actual crisis económica desde la comprensión del ser humano y de su vida social que nos ofrece la Doctrina Social, Por ejemplo: Necesitamos recuperar la vinculación entre economía y ética. La economía es actividad humana, y por eso, no es, como algunos pretenden, algo que esté más allá de la moral. Es moral o inmoral (humaniza o deshumaniza) según los fines que persigue y los medios que utiliza. Por tanto, no vale todo para la obtención de mayores beneficios monetarios”

        También la catedrática de Ética en Valencia, Adela Cortina aboga por extraer lecciones de la crisis: “Se puede aprender que la prudencia es necesaria en las finanzas, porque la buena economía no persigue el beneficio máximo, sea cual fuere el riesgo, sino el beneficio suficiente en el medio y largo plazo. También responsabilidad, porque quien tiene tanta influencia en las vidas humanas ha de evitar el daño que puede hacerles… / … Las fiebres descontroladas destruyen la confianza, sin la que el sistema no funciona”.

        Está claro que nosotros podemos decir más ética, más justicia, más control del Estado sobre la Banca. Más claridad y honestidad en los que nos gobiernan, los que votamos y los que no votamos y mandan por encima de los elegidos democráticamente. Pero ¿qué podemos hacer?. ¿Habrá que volver a “sentar un pobre en nuestra mesa por navidad”?. O ¿esperar que alguien nos invite a su mesa?.

        Ante los problemas universales siempre cabe soluciones parciales, ante los problemas globales siempre cabe soluciones locales, que son pequeños gestos que unidos significan líneas de cambio, tendencias rectificadoras, terapia dirigida a sanar poco a poco nuestra sociedad enferma.

 El Evangelio es buena noticia para los pobres[2] y, al propio tiempo, mala noticia para los ricos[3]. El mensaje de Jesús está en la línea de los profetas, defensores de los pobres. Los profetas denuncian los atentados contra el prójimo, inspirados en el afán de dinero: las diferencias escandalosas entre ricos y pobres, la opresión que sufren los débiles, la rapacidad de los poderosos, la tiranía de los acreedores sin entrañas, los fraudes de los comerciantes, la venalidad de los jueces, la avaricia de los sacerdotes y falsos profetas. Una sociedad así no puede subsistir[4].

 En la Parábola del “administrador injusto”[5] se enfrenta el juicio del mundo y el juicio del Evangelio. Si, ante el dinero, me sitúo como dueño, entonces, cuando doy algo, doy lo que es mío. Sin embargo, si me sitúo como administrador, cuando doy algo, doy lo que no es mío. Por eso dice el Señor: Haceos amigos con el injusto dinero, para que, cuando se acabe, os reciban en las moradas definitivas[6]. Es una invitación a compartir los bienes, a dar (en buena gestión) lo que supera la propia necesidad.

No se trata de “sentar a ningún pobre por navidad”, se trata de revisar nuestras cuentas superfluas navideñas, nuestros gastos e “invertirlos” en solidaridad.

         Nosotros no vamos a solucionar la crisis económica, ahora bien estaremos actuando en la línea de la solución a los problemas de una economía de mercado y es: una economía solidaria y de justa equiparación. Estaremos resolviendo la crisis económica.

         Hay una Buena Noticia por Navidad. Tú lleva el incienso, que yo llevaré mirra. Seguro que alguien traerá oro para el niño.

Jesús Giménez Company



[1] Las siguientes opiniones son extraídas de “Vida Nueva” nº 2.632

[2] Mt 11, 5;Lc 4,18

[3] Lc 6, 24; St 5,1-6

[4] Is 3, 15; 5, 8; Am 2, 6-8; 8, 4-6; Ne 5, 1-5; Mi 3, 11; Jr 7, 9

[5] Lc 16, 1-13

[6] Lc 16, 9

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