–¿Cómo estaba organizado el movimiento de los curas obreros?
–Nacimos a la luz del trabajo y experiencia que se había producido en Francia, donde se puso en marcha en los años 50 para acercarse al mundo del trabajo, el mundo real. En España se inició en el final de los años 50 y la eclosión del 65 en adelante y en Vigo donde llegó en 1970.
–¿Estaba politizado ese mundo?
–No. Estaba muy sensibilizado para dar respuestas desde el sentido cristiano de una interpretación de la Biblia y de los Evangelios, en el sentido de que la Iglesia está para servir y para iluminar la vida y no para tradicionalismos y beneficios de unas determinadas clases sociales, que es lo que había anquilosado un poco a la Iglesia. No hubo politización, pero a lo mejor se produjo un cierto mesianismo por parte de la izquierda, sobre todo del Partido Comunista. La realidad es que creo que íbamos bastante centrados para aprender del mundo del trabajo y de su vida precaria y a hacer aportaciones desde nuestro sentido crítico y desde nuestro compromiso.
–¿Cuál fue su actividad concreta en este campo?
–Llevaba años mentalizándome para aterrizar en el mundo laboral, lo que hice a principios de los años 70. Mientras estudiábamos en Comillas la Filosofía y la Teología mostramos interés en conectar con los movimientos católicos que estaban muy boyantes entonces, como la HOAC, la JOC y las Hermandades del Trabajo. Oíamos a líderes obreros para estar en contacto el resurgir de ese ambiente concienciado de la transformación que se estaba produciendo en España en la última etapa del franquismo. Todo ese trabajo culminó en la decisión de un grupo de tres compañeros de trasladarnos a Vigo, uno se empleó en el Grupo Álvarez, otro en La Metalúrgica y yo que estuve en dos empresas pequeñas en un período corto de tiempo. Mientras tanto, hice cursillos de soldadura, porque me gustaba la actividad laboral en los astilleros, donde había colectivos numerosos. Accedí al naval a través de una empresa auxiliar y después entré en Ascón.
–¿Cómo recuerda el largo conflicto de Ascón?
–Fue muy singular, muy especial, tanto por el largo tiempo que duró, entre el 2 de febrero y 7 de octubre de 1978, como por las circunstancias en que se produjo. Ascón era el astillero con mejores perspectivas por sus instalaciones en Rios (Vigo) y Meira-Moaña y por su plantilla, sin embargo fue al que más le afectó la situación de crisis que se produjo a mediados de los 70.
–¿Cuáles fueron los motivos?
–La muerte del propietario Davila, que era un hombre auténtico de empresa, ya que también poseía Aycasa y Censa, empresas que habían crecido rápidamente. Con su muerte se produjo un vacío que coincidió con el inicio de la crisis del naval. Entonces se vendió la empresa al grupo santanderino Pérez Maura, que trajo como responsable a Slinin, un argentino que planteó la necesidad de reducir la plantilla, que en aquellos momentos era de 2.450 trabajadores, con personal de las empresas auxiliares. La despótica actitud de Slinin fue creando una gran tensión en la empresa que desembocó en la más larga huelga que haya conocido una empresa española.
–¿Cuál fue la chispa que encendió la mecha?
–Fue el despido de un trabajador por insubordinación hacia un mando lo que provocó que los trabajadores nos encerráramos en las instalaciones de la empresa. Le dimos la disculpa para que los dos centros de trabajo pudieran permanecer cerrada durante ocho meses, al final de los cuales se produjo el despido de cinco trabajadores entre los que me encontraba. Tras este período se volvió a abrir la empresa, pero las relaciones estaban muy deterioradas y ya prácticamente no hubo opción de reanudar la actividad, aunque la empresa no se cerró definitivamente hasta el 1 de marzo de 1984. En esos momentos la plantilla era de 1.640 trabajadores. La lucha obrera de los ex trabajadores de Ascón aún siguió hasta 1989 en la búsqueda de una recolocación.
–¿Qué hechos destacaría de la huelga?
–Creo que se organizó bien. Tratamos de tener en cuenta todos los aspectos que fueran valiosos para dar luz, para negociar, para buscar salidas. Fue una resistencia bien organizada a base de comisiones que se encargaban de los contactos para conseguir recursos económicos y alimentos con los que ayudar a los huelguistas. Llamamos a todas las puertas, porque la plantilla era muy numerosa y tratábamos de que tuviera lo elemental para subsistir. Recibimos millones de pesetas y carros de comestibles aportados por supermercados y tiendas.
– ¿Se pudo haber evitado el cierre de la empresa?
–Si. En todo conflicto y en todo hecho histórico no hay direcciones únicas, siempre hay la posibilidad de hacer las cosas de otra manera, pero no resulta fácil. En el comité de empresa de Ascón tuvimos un debate fuerte y al final se impuso una línea de solución inmediata como fue el encierro inicial en la empresa, que no apoyaron todos. Las decisiones se toman por mayoría.
–¿Fue un experimento sindical?
–No. En el comité de empresas ganaron los que tenían una línea de actuar con un carácter fuerte, que tenían convicción y que se imponían al resto. Puede ser triste reconocerlo, pero es así.
“Sufrí tres despidos y un juicio del Tribunal de Orden Público”
–¿Cuáles son sus actividades en la actualidad?
–Me jubilé en la Sanidad como enfermero en 2006, tras más de 20 años de actividad en este sector. Ahora estoy trabajando como coadjutor en la Parroquia San Francisco Javier de los Jesuitas y desde la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica) estamos tomando el pulso a diversos grupos sociales con los que estamos comprometidos y trabajo sobre temas como el trabajo en precario, el paro, los inmigrantes, la mujer y la familia. Doy misas en gallego durante la semana y en castellano los fines de semana.
–¿Está satisfecho de lo que ha hecho?
–La mirada retrospectiva sobre mi vida de trabajo no puede ser más que profundamente agradecida. Seguro que pude hacer mejor las cosas, pero puedo afirmar que más allá del trabajo profesional y sindical, creo que siempre estuvieron orientados a crear un clima de cercanía y amistad, de corresponsabilidad y de participación en los problemas del colectivo, del ambiente y de las instituciones de referencia. Todo esto vivido y querido como creyente y como cura.
–¿Pasó por muchos problemas en la práctica de la actividad sindical?
–Sufrí tres despidos, uno de ellos no llegó a cumplirse, debido a la amnistía de 1976. En Ascón me sancionaron con seis meses de empleo y sueldo cuando era aún trabajador de una auxiliar. Sufrí un juicio en el Tribunal de Orden Público por asistir a una manifestación y defender a unos compañeros. Me hicieron varios requerimientos notariales por intervenciones en las asambleas de empresas. Además la Guardia Civil, en varias ocasiones, quiso verificar los términos en los que me había manifestado en las homilías de las misas dominicales.
0 comentarios:
Publicar un comentario