Gonzalo Haya Prats
En este primer capítulo Mancuso nos ha presentado ya su método: razón + sabiduría. También nos anticipa –sólo nos anticipa- los contenidos de lo que será su libro, es decir, el alma, su origen y su destino.
1. La naturaleza y la energíaEn los párrafos siguientes el autor presenta las ideas fuerza en las que basa sus reflexiones: los conceptos científicos y filosóficos de materia, energía, y forma (que equivale a organización, estructura). El alma es la forma –la estructura- que ha evolucionado con mayor complejidad, y es la organización de la energía que se manifiesta en el cuerpo humano. Estos conceptos, difíciles de definir con precisión, reaparecerán en cada capítulo siempre con nuevos matices; nosotros los trataremos en el próximo capítulo.
2. Evolución y evolucionismo
Mancuso defiende la evolución, no el evolucionismo.
El conjunto materia-forma ha evolucionado desde el primitivo corpúsculo subatómico hasta el ser humano, sin ninguna intervención especial de Dios. La intervención de Dios sólo se produjo en el principio, en el “impulso vital” que orientó la evolución de la forma. No se trata de negar el darwinismo sino de superarlo. El autor, basándose en el testimonio de diversos científicos, considera que la selección natural sólo es el aspecto negativo de una ley de orden y de relaciones (para los griegos el logos) que rige el universo.
Desde esta perspectiva el autor retoma el concepto de finalidad, la teleología de Aristóteles. El impulso inicial está orientado hacia un fin. Por el contrario, el evolucionismo niega que la evolución tenga un fin, se queda en la fórmula “casualidad + selección natural”. Mancuso cree que hay que superarlo porque con la fórmula evolucionista no hay manera de justificar los valores de justicia que hemos visto tan despreciados en el siglo XX. Si la naturaleza no lleva implícita esta ley de orden ¿de dónde procede este orden moral en nosotros? O sería una convención cultural sin fundamento o sería un don sobrenatural.
El autor apela a grandes filósofos cristianos, a teólogos del siglo XX como Teilhard y Bonhöffer, y a la misma ciencia actual, para afirmar que todo lo que tenemos procede de la naturaleza y de un modo natural.
Mancuso reconoce que su concepto de naturaleza ha evolucionado desde sus obras anteriores. La consideración del dolor y del mal en el mundo le presentaba a la naturaleza como una fuerza indiferente ante el bien o el mal; ahora la ve como un principio de orden. Explica cómo se ha convencido de que el bien es lo natural en el hombre, que lo ha heredado en su nacimiento; y la ética es la versión moral de la ley natural del orden. En otros capítulos explicará cómo se produce en el mundo el mal físico y el mal moral.
3.El destino después de la muerte
Tras unas reflexiones sobre los tanteos de las filosofías y de las religiones acerca del destino después de la muerte, el autor se sitúa “en el surco de la tradición metafísica del catolicismo”. Su reflexión parte de los conocimientos sobre la naturaleza ,y presenta el alma como principio de vida, porque “sólo investigando esta realidad del nacimiento y del principio del ser -la naturaleza-physis- se puede comprender legítimamente algo del sentido de nuestro existir”.
Sugerencias para comentar
- • El objetivo del libro es defender la existencia del alma y su destino. ¿Queda suficientemente asentada la existencia del alma? La identificación del alma como estructura (forma) del cuerpo ¿es un postulado válido para la ciencia, la filosofía, y la religión?
• “Los seres humanos vienen de la materia, no siendo la materia más que el primer producto fundamental de la energía”.
• Mancuso defiende la evolución pero supera el evolucionismo porque este sistema no justifica los valores morales
• ¿Existe una “ley de orden” que rige el universo? ¿Es compatible este orden con la “teoría del caos? ¿El hombre es bueno por naturaleza?
Selección de textos
- Aquí sólo podemos poner algunos textos antológicos del libro de Mancuso para quienes no lo tengan todavía.
ÍNDICE
1 LA TEOLOGÍA FRENTE A LA CONCIENCIA LAICA
1. Objetivo, interlocutor, método
2. Argumento
3. Caminamos a tientas
4. En el surco de la tradición metafísica del catolicismo
5. A la luz de la naturaleza
6. ¿Qué naturaleza?
7. Evolución y evolucionismo
8. Una evolución personal
9. Aclaraciones a la conciencia católica
10. La primacía del Logos
11. Evolución de la doctrina cristiana
12. El tesoro del tío Gilito
13. ¿Cuántos son los novísimos?
14. Vino y tortellini
15. ¿Dónde está el Cielo?
16. Teología universal
6. ¿Qué naturaleza?
En siglos pasados el pensamiento ha hecho uso del término ser para designar a la realidad fundamental. Hoy la física nos enseña que hace falta utilizar otro término para la realidad fundamental: energía. A partir de 1905, cuando Einstein formuló la célebre ecuación E = mc2 revolucionando nuestra imagen del mundo, sabemos que toda masa, todo cuerpo material que nosotros vemos ahí, firme, estático, impenetrable, duro, rocoso, compacto, en realidad no es en sí nada de eso. No es firme, no es estático, no es impenetrable, ni duro, ni rocoso, ni compacto, pero a nuestro nivel de ser llega a ser todo eso gracias a un movimiento vertiginoso, de una velocidad inimaginable, comparada con la cual un Ferrari es infinitamente más lento que un caracol. Esta mano mía que ahora escribe en el papel, la pluma que utilizo, el folio en blanco que se va llenando de tinta azul y también las cosas que veo fuera de la ventana, las rosas de mi mujer, el olivo que le regaló mi padre, el bosquecillo de acacias más allá de la valla y el cielo infinito que no me cansaré de mirar, maravillado y con amor, todo esto y todo lo que es real, es energía. Cada cuerpo de masa m viene de E y vuelve a E.
(…)
Los seres humanos son una parte del proceso de la energía primordial. Los seres humanos vienen de la naturaleza-physis, o aún más radicalmente hay que decir que los seres humanos vienen de la materia, no siendo la materia más que el primer producto fundamental de la energía. La energía ha producido en primer lugar la materia y la materia, cuyo nombre deriva precisamente del latín mater, nos ha producido a nosotros mediante un larguísimo proceso evolutivo. La materia es la madre de los elementos primordiales que están en la base de la vida, de la nuestra como de la de cualquier otra cosa dotada de movimiento propio.
Hay que liberar la mente del pobre concepto materialista que describe la materia como sustancia muerta e informe, concepto típico ya sea del positivismo científico y filosófico que del dualismo metafísico (no de la metafísica, sino del dualismo metafísico), más presente de lo que se piensa en el seno de la doctrina cristiana. Pero no es así, la materia no está muerta y si la vida ha surgido es porque viene de allí abajo, surge de abajo como fuente del trabajo cada vez más ordenado de la energía, que se convierte primero en materia-mater, luego en natura naturans, es decir, vida. Intuyendo esta realidad sorprendente, Teilhard de Chardin compuso uno de sus primeros escritos titulándolo La potencia espiritual de la materia, que termina con el célebre Himno a la materia . Uno de los más conocidos expertos en la vida de las células, el bioquímico Christian de Duve, Nóbel de Medicina en 1974, ha titulado su libro más famoso Vital Dust, «Polvo vital» . Tenemos que cambiar la perspectiva respecto al relato bíblico del Génesis 2, 7 según el cual Dios tomó polvo, formó al hombre y luego le infundió su soplo vital. Para recuperar la imagen mítica utilizada por el texto, hay que pensar más bien que Dios infundió su soplo vital antes, directamente en el polvo, en la materia-mater, la cual luego por sí misma, autónomamente, ha dado origen a la vida en todas sus formas, incluida la del ser humano. Se trata de una perspectiva legítima incluso a nivel bíblico a la luz de los relatos de creación de la tradición sapiencial, en particular Proverbios 8 y Eclesiástico 24.
7. Evolución y evolucionismo
Quisiera detenerme en el término evolución. Evolución no significa simplemente mutación. Las mutaciones suceden, son fenómenos singulares que ocurren y ocurren por casualidad. Pero un número creciente de científicos piensa que la casualidad es sólo uno de los factores que están en la base de las mutaciones que producen la evolución. Según el físico Fritjof Capra, mundialmente conocido por el best seller El Tao de la física, las investigaciones en el campo de la microbiología habrían revelado que las dinámicas sometidas a la evolución son tres y que de éstas las mutaciones casuales, es decir el motor del darwinismo, son las menos importantes . El proceso que la mente humana ha llamado evolución, queriendo señalar un crecimiento, un orden mayor, un aumento progresivo de la complejidad, ya no se puede explicar sólo sobre la base del paradigma clásico del darwinismo «mutación + selección natural».
Dentro de un organismo se produce una mutación y tiene lugar por casualidad. Si dicha mutación no es funcional para el aumento del orden, ya sea respecto al organismo en el que sucede, ya sea respecto al organismo en su relación con el entorno, no se destina a ser reproducida: la naturaleza-physis mediante la selección natural no la mantiene viva, es una desventaja y como tal es rechazada. Si por el contrario la mutación contribuye a un incremento del orden del organismo, en sí mismo y en relación con el entorno, se destina a ser reproducida y a permanecer en la naturaleza-physis, convirtiéndose en una forma de vida más evolucionada. Es evidente cómo la casualidad con la que aparecen las mutaciones está dominada por una ley superior. Para el modelo evolucionista ortodoxo ésta consiste en la selección natural, pero al decir selección natural sólo se denomina el aspecto negativo de esta ley general que tiende al orden y a la complejidad creciente, de la cual hay que saber nombrar también el lado positivo, mucho más fundamental en su capacidad de crear relaciones y sistemas organizados. Desde la Antigüedad la mente humana ha visto esta ley superior que opera en la organización del mundo y la ha llamado de diferentes maneras: los griegos Logos, los hebreos Hokmà, los egipcios Maat, los hindúes Dhamma, los chinos Tao, los japoneses Shinto. Esta ley cósmica fundamental es la que reúne los fenómenos dispares, haciéndolos vivir si están conforme a su lógica, morir (mediante la selección natural) si no lo están. Gobierna el mundo y también nuestra mente, la cual, no siendo más que un pedazo de mundo, reproduce la misma lógica tendente al orden.
(…)
Creo que, desde esta perspectiva, se puede y se debe volver a hablar de la finalidad de la naturaleza-physis, de una teleología inscrita en el ser natural, que coincida con el mismo presentarse del ser-energía, ya presente en ella desde siempre. El fin (en griego, telos) es intrínseco a la naturaleza-physis, como sabía Aristóteles que hablaba del cosmos como de una entelequia, de algo por tanto que tiene el telos en sí mismo, sin que necesitemos intervenciones sobrenaturales y milagrosas que lo introduzcan desde lo alto.
(…)
Si se piensa que la naturaleza es «una madre tan potente pero ‘privada de razón’» como escribe Orlando Franceschelli, ilustre representante del neodarwinismo italiano, ¿cómo es posible después construir esa «sabiduría humana» que tanto aprecia el mismo filósofo? Si la naturaleza está privada de razón, ¿de dónde procede en nosotros, que somos sólo naturaleza, la razón capaz de «sabiduría solidaria»? O tal sabiduría solidaria es una convención cultural sin fundamento in re y por tanto a expensas de la arbitrariedad, o por el contrario se trata de un don sobrenatural, como quiere el planteamiento religioso de sello agustiniano, que necesita rebajar al hombre para ensalzar a Dios. Yo no acepto ni una ni otra solución y pienso que es la misma naturaleza la que tiene en sí un principio de orden relacional que en la razón humana encuentra su zénit como «sabiduría solidaria». Pero si la naturaleza fuera la que describe Darwin, el único resultado lógico sería la voluntad de poder de Nietzsche (atento lector de Darwin), en absoluto la «sabiduría solidaria».
Si perdemos el sentido de la naturaleza-physis y de su orden, perdemos el único fundamento verdaderamente universal sobre el que construir el sentido de la justicia. Sin él lo que hay, como escribía Giordano Bruno en 1584, es «el triunfo de la Bestia». Atraviesa nuestros días un cínico triunfo de pequeñas bestias inmundas, a las que la razón ya no tiene argumentos que oponer.
13 ¿Cuántos son los novísimos?
Con el término latino novísimos se entienden en teología las realidades últimas a las que no seguirá nada más, el cumplimiento definitivo del ser. En griego se llaman esjata, de donde viene el término escatología para designar a la disciplina que se ocupa de ello. El mismo hecho de formular una doctrina sobre los novísimos demuestra la pretensión metafísica absoluta del cristianismo, su voluntad de contener la primera y última palabra sobre el mundo, de ser la verdad. El cristianismo pretende conocer el misterio del principio y también del final, como es lógico para quien se pone en el punto de vista de la racionalidad del cosmos, el mismo punto de vista de Aristóteles, Spinoza, Hegel.
Pero si mediante los novísimos el cristianismo pretende mostrar su conocimiento de los fines y por tanto representar la verdad del mundo, en la doctrina cristiana no puede menos que advertirse una cierta confusión al respecto. Los novísimos, de hecho, no se sabe con precisión ni siquiera cuántos son. El Compendio del Catecismo del año 2005, siguiendo el Catecismo de Pío X de 1912, dice que son cuatro: muerte, juicio, infierno, cielo. Pero no se entiende por qué falta en esta lista el purgatorio, que también es un dogma de fe. Alguien podría argumentar diciendo que no es una realidad última porque su destino es entrar en el paraíso, pero en este punto lo mismo tendría que decirse de la muerte y del juicio, que también entran en el cielo o en el infierno, con la consecuencia de que los novísimos tendrían que ser en rigor sólo dos.
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