martes, 19 de abril de 2011

LOS CRISTIANOS ANTE LA CRISIS

¿fermento en la masa o cochinos en la piara?

Nacho Dueñas, historiador. Miembro de CCP de Cádiz

“El hombre brilla por lo que dice, pero perdura por lo que h a c e ” . ( J o s é Ma r t í ) . Dentro de 2 ó 3 generaciones, los cristianos de entonces (y la gente más o menos crítica, activa y contracultural), cuando recuerden el estado de cosas de estas primeras décadas del siglo XXI, ¿cómo nos juzgarán a nosotros, minoría más o menos concientizada?

Me atrevo a pensar que nos perdonarán la vida con la excusa de que éramos hijos de nuestro tiempo, pero se sonreirán benévolos al advertir que, por más que pensábamos, escribíamos y nos planteábamos lo contrario, y por más libros que leíamos, charlas y jornadas a las que asistíamos, y mails que nos enviábamos, en el fondo, salvo una inmensa minoría de la ya inmensa minoría, todo seguía igual:

Se sorprenderán de la barbaridad de que el centro de nuestras casas seguía ocupado por el televisor, que era el destinatario de nuestras miradas y de nuestro tiempo. Se sorprenderán de que aún teníamos nuestro dinero en la banca convencional, por más que sabíamos que eso era invertir en trata de putas, en narcotráfico y en guerras, literalmente hablando.

Se sorprenderán de la cantidad de móviles, portátiles, y demás artefactos que usábamos de modo acrítico y compulsivo, por más que supiésemos la de millones de negros que debían morir en El Congo para que nos facilitasen otro aparatito nuevo en la tienda. Y no saldrán de su perplejidad al recordar que llevábamos ese trasto todo el día encima, y no lo apagábamos ni para dormir con la misma seriedad que quien lee un libro.

Se sorprenderán de cómo leíamos propaganda sistémica (El País, El Mundo, La Razón, ABC…) en lugar de leer prensa, como Dios manda (rebelion.org, Diagonal, Redes Cristianas,

Se sorprenderán de que aún cometíamos la aberración de tener coche privado, y de que lo usábamos en la ciudad, y apenas nos preocupábamos por usar el transporte público para contaminar menos (salud ecológica), hacer menos ruido (salud mental), disminuir los accidentes (salud física), gastar menos (salud económica), o evitar atascos (salud urbana).

Se sorprenderán incluso de que nos empeñábamos en tener nuestra vivienda en propiedad, con el agravante de que lo pagábamos durante hasta 40 años, y que apenas nadie apostara por el alquiler, la cooperativa, la autoconstrucción, la comuna, u otras fórmulas posibles.

Se sorprenderán de que cuando Zapatero se arrodilló ante la UE y la banca, haciendo que la clase trabajadora y los pensionistas pagasen una crisis que no habían creado (o sea, la víctima indemnizando al delincuente), nuestra gente no se echara a la calle, convocara una huelga general o abriese un debate sobre la nacionalización de la banca.

Se sorprenderán de los pocos que dejaron de trabajar y consumir para una multinacional; de los que hicieron boicot contra ésta, o del escaso número de gente que se declaró en objeción fiscal.

Y, sin embargo, todas esas son medidas que habrá que tomar necesariamente: ir dando pasos, pasos pequeños pero reales, de cara a convertir lo alternativo en alternativa, cosa que ocurre cuando una minoría se toma en serio su causa: gracias a inmensas minorías en su momento se consiguió el voto femenino, la jornada de 8 horas, la objeción de conciencia, el mes de vacaciones, la sensibilización ante el maltrato de género o ante fumar en público, y si se me apura, la revolución sandinista y hasta la francesa.

Sucede, además, que todos conocemos gente de nuestro alrededor que ha dado algunos de estos pequeños pasos, y quizá nosotros también hemos dado algunos. Y si analizamos, resulta que vale la pena. Veamos:

¿Qué complicación hay en cancelar la cuenta del BBVA, pongamos por caso, y abrirla en Triodos? No más de una mañana o dos de trámites y gestiones.

¿Qué sucede si se vive sin televisión? Que se gana en tiempo, en dinero, en silencio y en espacio. Y sólo es capaz de aburrirse sin ella el que es capaz de divertirse con ella, lo cual sería un triste síntoma.

¿Qué sucede si se deja el coche? Está estudiado que el taxi en ciudad es más barato, y existe el transporte público y, mire usted, las piernas. Y el autobús, y el tren, y el avión.

¿Qué sucede si se deja el móvil, o al menos aprendemos a dejarlo en casa y apagado? Que ahorramos tiempo, agobios, ruidos y dinero, y el 99% de las llamadas no son tan urgentes para que requieran ser respondidas al momento, y el 1% restantes, se reciben 1 vez cada 2 años.

¿Qué sucede si renunciamos a la casa en propiedad? De momento que nos quitamos una losa de hasta 40 años en función de hasta el 40% de nuestro sueldo. Sólo por esto, ya vale la pena dar el salto.

Ahora bien, todos estos pasos requieren un cambio de mentalidad: sin este factor es absurdo, de igual modo que es estéril una mentalidad abierta en una cotidianidad obsoleta. Éste, diría yo, es el gran pecado de la inmensa minoría de la que formamos parte. Así, ¿no llevamos años leyendo sobre decrecimento, anticonsumismo, austeridad, alternativas? Pues actuemos. Ya. Aquí. Ahora. Como dijo Leonel Rugama, seminarista nicaragüense implicado en la subversión sandinista contra Somoza: “Ya hemos platicado, ahora, a vivir como los santos”. Y al respecto escribió Aute: “Sólo es cuestión de unos pasos: esos que reprime el miedo”.

Sinceramente, creo que la salvación de la humanidad pasa por la integración entre lo macro y lo micro: lo macro será tomar tantas bastillas o palacios de invierno como sean necesarias; lo micro será llevar esa actitud combativa a la cotidianidad: los hábitos de ocio, producción y consumo.

La revolución que viene (porque llegará) será la de la cesta de la compra. O la “no cooperación con el mal” de Gandhi: no trabajar para los británicos ni consumir sus productos fue más radical y efectivo que todas las manifestaciones que hubo en esa lucha (por muy necesarias que sean las concentraciones). 

Por eso, creo firmemente que en pocas décadas, lo normal será que la gente “despierta” funcione sin coche, sin tele, sin móvil, y no produzca ni consuma para las multinacionales, sea objetor fiscal…

Pero alguna vez habrá que empezar. Einstein dijo que “los objetores son los pioneros de un mundo sin guerras”, y Hêlder Camara que “los audaces de hoy crean las actitudes cotidianas de mañana”.

Así, los cristianos “inquietos” (y los inquietos no cristianos) podemos elegir. Aquí y ahora podemos ser, según las palabras de Cristo en el Evangelio, fermento en la masa (aunque nos de miedo la puerta estrecha), o la comodidad del cochino que apaciblemente forma parte de la piara. Pero, no olvidemos, la piara acabó ahogada en el mar. Y si la “luz del mundo” pierde su sabor, no sirve para nada y hay que tirarla.

Quizá tengamos coraje de asumir que los pasos que no damos se deben en buena parte al miedo. Pero ya dijo Casaldáliga que “lo contrario a la fe no es la duda, sino el miedo”.


0 comentarios: