Parte de mis amigos y amigas encontramos en los jesuitas un referente para mantener la esperanza. No voy a relatar todas las circunstancias de aquel encuentro que marcó la vida de mucha gente de mi edad. Hoy solo quiero recordar la importante presencia de Vicente Santuc en mi memoria de aquel tiempo.
Éramos jóvenes y teníamos esperanza, pero también miedos. No sabíamos si el futuro podría abarcar toda nuestra energía. En ese escenario de inquietudes en ebullición cada encuentro con Vicente fue una oportunidad para sosegar la mirada y aprender, una y otra vez, a encontrarse con lo verdaderamente esencial: la centralidad de la vida humana y la necesidad de que toda acción colectiva – social, política, económica – respetara las condiciones para su desarrollo y felicidad.
En sus palabras, la reflexión filosófica se nos hizo familiar, absolutamente cotidiana. Nos confrontaba con lo que estamos viviendo con tanta intensidad y nos animaba a caminar hacia decisiones racionales y apasionadas a un tiempo. Y esta combinación caracterizó siempre sus bien fundamentados y articulados razonamientos. Sin esa intensidad no me es posible abarcar ni recordar a Vicente, la misma que le vimos al liderar el proyecto de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, la que seguramente mostró en sus tiempos en Piura, o la que mostraba con sus espontáneas e inmensas carcajadas en tantos momentos que sabía compartir.
Hoy Vicente ya no está entre nosotros. Falleció de manera repentina en París hace algunos días, adonde había regresado para una temporada de descanso bien merecida. En diversos diálogos y encuentros en los días que han seguido a su partida, he constatado cuanta huella ha dejado en la vida de muchas personas, y cuanto lo estamos empezando a echar de menos. Nuestro país ya no enfrenta la encrucijada sangrienta de hace algunas décadas, pero sigue siendo un territorio humano que nos deja perplejos, con inquietudes e incertidumbres. ¡Cuánta falta nos va a hacer Vicente para ayudarnos a entender lo que es verdaderamente importante en estos tiempos!
2 PALABRAS EN LA MISA POR VICENTE
Hace apenas 30 días vino Vicente al cambio de Dirección del Cipca, a respaldar con su autoridad moral la elección del nuevo director. Yo vine, desde Jaén, para hablar con él, porque Vicente era un hombre de consejo, como si Dios me hubiera traído para despedirme de él sin saberlo. Al día siguiente estando tomando desayuno, se presentó la Sra Chepa, y en la conversación Vicente le dijo a la Sra Chepa: prepárese para celebrar los 40 años del Cipca, que cumplimos en el 2012. La Sra. le respondió , comentando sobre los años pasados, que la única mujer del campo que vivía de su generación era ella y que lo atribuía al trabajo en el Cipca. Nadie esperaba, que al mes, íbamos a tener que estar acá juntos celebrando la suerte que hemos tenido por haberlo conocido, y por haber compartido con él muchos años de nuestra vida. Pero a la vez compartir el dolor por haber perdido a una persona tan capaz, tan positivo, tan profundamente alegre, tan amigo, tan compañero tan buen consejero, tan de Dios, compartir el dolor por estar extrañando su presencia. Porque además nos cuesta creerlo porque como dicen en el campo, cuando ocurren muertes así, se ha ido sin despedirse, de un momento a otro.
Me cuesta mucho hablar de Vicente, me da miedo hablar de su vida porque creo que la voy a estropear, me gustaría dejarla ahí, sin tocarla, y que cada uno de uds, escribiera o dijera lo que ha sido Vicente para cada uno y con eso hiciéramos como un mosaico de lo que ha sido su vida, pero me tocó y aunque me quede corto, quisiera con estas palabras dar gracias a Dios por haberlo conocido y a la Compañía de Jesús porque en los años 70 lo destinó a Piura a trabajar con los campesinos.
He dicho que era un hombre de Dios, pero al estilo de San Ignacio que quería que en todas las cosas encontráramos a Dios y a Dios en todas las cosas, pero mucho más en el hombre y la mujer pobre campesino/a que lucha por recobrar su dignidad de hijo de Dios y hermano de Cristo. Vicente con la fundación del Cipca, después de Radio Cutivalú y hace 20 años con la Universidad Ruiz de Montoya ha querido, nos ha enseñado a rescatar la única imagen viva de Dios que está en peligro; la del hombre y la mujer, del joven y de la joven que no encuentran los cauces para recuperar la dignidad de ser única imagen viva de Dios.
Qué cosas me llamaban a mi la atención de la personalidad de Vicente? Que era un filósofo, un intelectual, pero un intelectual y un filósofo, cercano a la vida, que sabía unir las ideas filosóficas con los problemas de la vida, y que esa característica no común, la unía a una cercanía a todos los que tratábamos con él. (Cuentan de sus clases de filosofía que a cada rato citaba a la Sra Chepa). Yo lo sentía cercano a mi, a los demás, a los campesinos, cercano a los intelectuales jesuitas latinoamericanos, que se reunían de vez en cuando, a los profesionales de la región, pero que al día siguiente desentrañaba los problemas políticos o sociológicos a nivel de los profesores del Cipca, y ese mismo día clausuraba un curso de alfabetización, o de administración cooperativista, pero siempre con la palabra adecuada.
Pero con todo eso le daba tiempo para ser tu amigo, para acogerte, para animarte con visiones más amplias que con las que nos movemos ordinariamente. ¡Cuántas ideas suyas plasmadas en nuestras vidas, en nuestros trabajos ¡ Cuántas dificultades y alegrías vividas juntos! Cuántas esperanzas en cada proyecto¡ Cuántas aspiraciones humanas y cristianas en cada actividad que se desarrollaba a su lado¡ Yo siempre decía con cariño y admiración, que los trabajos de promoción que hacíamos en los equipos, él les daba una lectura superior, un sentido mayor, los elevaba a una categoría superior, y nos los hacía leer más allá de lo que las acciones mismas decían en sí. Lo que aparecía es que se alfabetizaba, se enseñaba las operaciones matemáticas, pero Vicente abría mundos, símbolos, nuevas interpretaciones de la realidad, ponía en juego capacidades humanas, para el desarrollo. Y eso lo hacía a todos los niveles y además unido al Evangelio, que nos invita en cada momento a liberar, a abrir mundos y posibilidades a los pobres, a los ciegos, a los tullidos, como hacía Cristo cuando caminaba por Galilea. Le escuché decir muchas veces que no se trata de hablar de Dios, sino de decir cosas de Dios; que se puede hablar y hablar de Dios y no decir nada de lo que El es.
Todo esto le trajo y nos trajo dificultades y alegrías, y los 20 años de la Ruiz de Montoya además de traerle muchas gratificaciones, le trajo también dificultades y cansancios. Hacía tiempo que quería retirarse, que se sentía cansado de la dirección, pero terminó su tarea hasta el final, y a lo mejor animado por ese tiempo que se iba a tomar de descanso y renovación. Forzó demasiado la máquina y a sus 75 años la máquina no resistió. Qué lástima ¡ Se ha perdido un gran hombre y para muchos además un gran amigo y compañero, pero gracias Vicente por todo lo que has sembrado en cada uno de nosotros.
Piura día 6 de Abril del 2011 Capilla del Colegio San Ignacio
Paco Muguiro Ibarra S.j.
Hace apenas 30 días vino Vicente al cambio de Dirección del Cipca, a respaldar con su autoridad moral la elección del nuevo director. Yo vine, desde Jaén, para hablar con él, porque Vicente era un hombre de consejo, como si Dios me hubiera traído para despedirme de él sin saberlo. Al día siguiente estando tomando desayuno, se presentó la Sra Chepa, y en la conversación Vicente le dijo a la Sra Chepa: prepárese para celebrar los 40 años del Cipca, que cumplimos en el 2012. La Sra. le respondió , comentando sobre los años pasados, que la única mujer del campo que vivía de su generación era ella y que lo atribuía al trabajo en el Cipca. Nadie esperaba, que al mes, íbamos a tener que estar acá juntos celebrando la suerte que hemos tenido por haberlo conocido, y por haber compartido con él muchos años de nuestra vida. Pero a la vez compartir el dolor por haber perdido a una persona tan capaz, tan positivo, tan profundamente alegre, tan amigo, tan compañero tan buen consejero, tan de Dios, compartir el dolor por estar extrañando su presencia. Porque además nos cuesta creerlo porque como dicen en el campo, cuando ocurren muertes así, se ha ido sin despedirse, de un momento a otro.
Me cuesta mucho hablar de Vicente, me da miedo hablar de su vida porque creo que la voy a estropear, me gustaría dejarla ahí, sin tocarla, y que cada uno de uds, escribiera o dijera lo que ha sido Vicente para cada uno y con eso hiciéramos como un mosaico de lo que ha sido su vida, pero me tocó y aunque me quede corto, quisiera con estas palabras dar gracias a Dios por haberlo conocido y a la Compañía de Jesús porque en los años 70 lo destinó a Piura a trabajar con los campesinos.
He dicho que era un hombre de Dios, pero al estilo de San Ignacio que quería que en todas las cosas encontráramos a Dios y a Dios en todas las cosas, pero mucho más en el hombre y la mujer pobre campesino/a que lucha por recobrar su dignidad de hijo de Dios y hermano de Cristo. Vicente con la fundación del Cipca, después de Radio Cutivalú y hace 20 años con la Universidad Ruiz de Montoya ha querido, nos ha enseñado a rescatar la única imagen viva de Dios que está en peligro; la del hombre y la mujer, del joven y de la joven que no encuentran los cauces para recuperar la dignidad de ser única imagen viva de Dios.
Qué cosas me llamaban a mi la atención de la personalidad de Vicente? Que era un filósofo, un intelectual, pero un intelectual y un filósofo, cercano a la vida, que sabía unir las ideas filosóficas con los problemas de la vida, y que esa característica no común, la unía a una cercanía a todos los que tratábamos con él. (Cuentan de sus clases de filosofía que a cada rato citaba a la Sra Chepa). Yo lo sentía cercano a mi, a los demás, a los campesinos, cercano a los intelectuales jesuitas latinoamericanos, que se reunían de vez en cuando, a los profesionales de la región, pero que al día siguiente desentrañaba los problemas políticos o sociológicos a nivel de los profesores del Cipca, y ese mismo día clausuraba un curso de alfabetización, o de administración cooperativista, pero siempre con la palabra adecuada.
Pero con todo eso le daba tiempo para ser tu amigo, para acogerte, para animarte con visiones más amplias que con las que nos movemos ordinariamente. ¡Cuántas ideas suyas plasmadas en nuestras vidas, en nuestros trabajos ¡ Cuántas dificultades y alegrías vividas juntos! Cuántas esperanzas en cada proyecto¡ Cuántas aspiraciones humanas y cristianas en cada actividad que se desarrollaba a su lado¡ Yo siempre decía con cariño y admiración, que los trabajos de promoción que hacíamos en los equipos, él les daba una lectura superior, un sentido mayor, los elevaba a una categoría superior, y nos los hacía leer más allá de lo que las acciones mismas decían en sí. Lo que aparecía es que se alfabetizaba, se enseñaba las operaciones matemáticas, pero Vicente abría mundos, símbolos, nuevas interpretaciones de la realidad, ponía en juego capacidades humanas, para el desarrollo. Y eso lo hacía a todos los niveles y además unido al Evangelio, que nos invita en cada momento a liberar, a abrir mundos y posibilidades a los pobres, a los ciegos, a los tullidos, como hacía Cristo cuando caminaba por Galilea. Le escuché decir muchas veces que no se trata de hablar de Dios, sino de decir cosas de Dios; que se puede hablar y hablar de Dios y no decir nada de lo que El es.
Todo esto le trajo y nos trajo dificultades y alegrías, y los 20 años de la Ruiz de Montoya además de traerle muchas gratificaciones, le trajo también dificultades y cansancios. Hacía tiempo que quería retirarse, que se sentía cansado de la dirección, pero terminó su tarea hasta el final, y a lo mejor animado por ese tiempo que se iba a tomar de descanso y renovación. Forzó demasiado la máquina y a sus 75 años la máquina no resistió. Qué lástima ¡ Se ha perdido un gran hombre y para muchos además un gran amigo y compañero, pero gracias Vicente por todo lo que has sembrado en cada uno de nosotros.
Piura día 6 de Abril del 2011 Capilla del Colegio San Ignacio
Paco Muguiro Ibarra S.j.
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