viernes, 29 de abril de 2011

CARTA DEL PROFESOR FRANCIS DELPERÉE AL PRIMADO DE BÉLGICA


CARTA A MI OBISPO
Francis Delperée

Monseñor,

No está en nuestras costumbres el escribirnos. Desde hace cuarenta años, nuestros caminos se han cruzado. En la facultad de derecho de Lovaina o con ocasión de innumerables acontecimientos que salpican la vida política, cultural o social de nuestro país. Sin olvidar las emisiones de radio o de televisión de las cuales uno y otro somos aficionados.

Habitualmente es cara a cara que tenemos la ocasión de intercambiar nuestras opiniones. Cuando es necesario, nos decimos nuestras cuatro verdades. De manera cortés, por supuesto, e intentando comprender las observaciones o las maniobras del otro. En este día en que los cristianos celebran la Resurrección, me permito alterar nuestras costumbres. El tiempo primaveral, e incluso estival, habría podido incitarme a perderme en la muchedumbre de Pascuas. No lo hice. Preferí la compañía de un televisor. A las trece horas, en la RTBF, asistí, pasmado, a su entrevista con Thomas Gadisseux.

Mi sorpresa fue inmensa. Lo que me incitó a tomar la pluma. ¡Es más fuerte que yo! ¡Debo escribírselo! Me veo obligado a decirles – a usted, Monseñor, así como a sus colegas en el episcopado - tres cosas. Uno: el discurso que la Iglesia dirige hoy a los fieles y, más ampliamente, a Bélgica y al mundo, suena falso. Dos: dista mucho de responder a la expectativa legítima del común de los mortales. Tres: más grave aún, y peso mis palabras, no se inscribe en la perspectiva de una transmisión correcta del mensaje evangélico.

Como puede constatarlo, no me pongo guantes. Pero lo hago sabiendo que le gusta el debate, incluso rudo. Si el exordio no le ha movido a ignorar el resto de mi carta, permítame que desarrolle los argumentos.

1. El discurso suena falso

El domingo de Ramos, usted se había negado a todo comentario sobre el asunto Vangheluwe (Ex-obispo de Brujas, que abusó de un sobrino). No tenía en cuenta la presión mediática que llovía sobre sus espaldas. Hablaría, precisó usted, en el momento que elegiría usted mismo. Es decir: después del oficio pascual.

Algunos Maquiavelos, entre los cuales - lo confieso – me encuentro, se imaginaron inmediatamente que, ocho días más tarde, usted iba a ejecutar el “golpe infalible”. Y reducir así al silencio a los inoportunos. Se podía suponer que el Vaticano se habría expresado entretanto. Y que usted iba a poder referirse a decisiones sabias al mismo tiempo que firmes. Su silencio se explicaría después del golpe. A la justicia romana le era necesario un tiempo para deliberar con conocimiento de causa.

En realidad, absolutamente nada de esto sucedió. La entrevista de este domingo hace “paf”. Nada de nuevo, ni de Roma ni de otra parte. Su mutismo durante la Semana santa aparece como un capricho.

Añado que el método de argumentación que ha utilizado en ese momento no es digno de usted. “No he visto el conjunto de la entrevista. Tengo otras quehaceres.” Lo cual me hace pensar en las respuestas apuradas de los centenares de estudiantes que usted ha interrogado en Lovaina-la-Nueva y que creen salir de un aprieto pretextando no haber revisado una parte de la materia. ¿No hay ni magnetoscopios, ni ordenadores en Malinas? ¿Y no consulta nunca Youtube?

Y además, es doloroso decirlo así, ¿se ha dado cuenta usted, el favorito de los medios de comunicación, que la entrevista del 24, en la RTBF, se parecía, hasta en su puesta en escena, a la del 14, en la VT4? Un eclesiástico a la defensiva ante un periodista. El escenario sólo podía terminar mal.

2. El discurso es inadecuado

Le escribo también, Monseñor, para decirle que, en las circunstancias del momento, los católicos, y los no católicos, no esperan solamente palabras, bien o mal elegidas. En total franqueza, me atrevo a recordarle que el propio Verbo {divino} se hizo carne. Que, durante su vida terrestre, realizó actos. Y que éstos guardan sentido aún hoy.

Es necesario efectuar gestos, no por el placer de perderse en demostraciones, sino con el fin de hacerse comprender. Gestos proféticos. En el “Pequeño abecedario político” que publico estos días, me permito recordar este episodio. “Cuando en 1970, en Varsovia, Willy Brandt pone una rodilla, e incluso las dos, en tierra, delante del monumento creado en recuerdo de las víctimas del nazismo, no tiene que pronunciar un discurso. Su cuerpo y su espíritu hablan por él y por el país del que es el representante eminente.”

Con esta pregunta {sobre los gestos esperados}: ¿La Iglesia de Bélgica no está en condiciones de encontrar los comportamientos adecuados? Se me dirá “Eso es fácil, es cómodo. Yo digo solamente una palabra, mejor: hago solamente un gesto y seré curado, como se dice en el oficio”. Para tener en cuenta la pobreza de nuestras palabras y para expresar respeto por la amplitud del desastre, deberían efectuarse gestos particulares de arrepentimiento. Serían testimonio de los valores evangélicos que los cristianos, incluidos los de la base, persisten en compartir.

Es necesario también efectuar gestos humanos. Son los de la solidaridad, incluida la solidaridad financiera – hay que ser claro. La comisión constituida en la Cámara de Representantes les ha enviado sugerencias precisas y concretas. Deben ser examinadas con la debida serenidad. ¿Pero sus expertos no podrían adoptar el ritmo de los tiempos modernos y no dar la impresión de que tienen ante ellos la eternidad? En el medio de los juristas especializados, el consejero que pide dos meses antes de dar una opinión sobre un tema delicado es marginado de la profesión por incompetencia.

3. El discurso va en contra del mensaje evangélico

Como usted, seguramente, yo oigo a las puertas de algunas iglesias un mensaje asombroso. “Compasional”. No por las víctimas sino por los abusones. ¡A todo pecador misericordia! ¡Que el que nunca haya pecado le lance la primera piedra!

Supongo que usted no acredita semejantes discursos. El Evangelio de Mateo no tiene palabras bastante duras para los escribas y los fariseos. Les promete nada menos que el fuego de la gehena. No es una cuestión ni de derecho penal, ni de derecho canónico. Es un problema moral. Trátelo como tal. Con todas sus consecuencias, incluidas - lo repito - : las financieras. “El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”, dice la Biblia. No soy uno de sus exégetas más informados. Constato que, en un reflejo de realismo, Mateo deja entender que el hombre, en particular el hombre herido, vive también “de pan”, es decir, de las ayudas materiales y morales que los miembros de la comunidad deben garantizarle. Sin reserva.

No querría encontrarme en su lugar. Usted accede al cargo supremo en el seno del episcopado en un momento en que la Iglesia de Bélgica está prisionera en la tormenta. Y es sólo un eufemismo. Resitúese. Hable como Pastor y no como un “mánager”. Exprésese simplemente, sin dejarse tentar por el placer de la dialéctica. No haga derecho sino moral - es un jurista quien se lo dice.

Conjeturo que los días que vienen no serán de los más cómodos y que el hombre de Brujas atormentará aún algunas de sus noches. No dispongo de consejo que pueda darle. Pero me parece, al margen de toda consideración canónica, que dos normas de conducta se imponen: la firmeza frente a los descarriados y la solidaridad en favor de las víctimas.

Francis Delperée es miembro de la Academia real de Bélgica y del Instituto de Francia (Academia de ciencias morales y políticas); es también doctor honoris causa de las Universidades de Aix-en-Provence, Atenas, Ginebra, Ottawa, y Szeged.

Francis Delpérée es abogado honorario del Colegio de Abogados de Bruselas y fue asesor en la sección de legislación del Consejo de Estado de 1985 a 2004; ejerció numerosas responsabilidades y constituye, desde hace años, una de las figuras emblemáticas del derecho público belga. “La lista de sus títulos y funciones lo ilustra ampliamente: Francis Delpérée, cuyo acceso al emeritado celebró nuestra universidad el viernes 5 de octubre del 2007, es una personalidad fuera de norma”.

Es profesor emérito de la Facultad de derecho de la Universidad católica de Lovaina (UCL) y antiguo decano de esta Facultad. Pedagogo fuera de serie, ha dejado huella en varias generaciones de estudiantes y ha contribuido de manera excepcional a hacer progresar la ciencia del derecho constitucional, tanto en Bélgica como en el extranjero. Viajero científico infatigable, es iniciador y animador de múltiples proyectos jurídicos innovadores.

Es el autor de un Tratado sobre “El derecho constitucional de Bélgica”, de varias obras – entre ellas: Crónicas de crisis, Los derechos políticos de los extranjeros, El contencioso electoral, El planteamiento ciudadano, El federalismo en Europa, Cuaderno de campaña, La Constitución de 1830 a nuestros días, e incluso más allá - y de numerosos artículos sobre los problemas de organización y funcionamiento del Estado.

Además de las numerosas obras y artículos de las que es Autor, el profesor Francis Delpérée se aplicó, con el talento pedagógico que lo caracteriza, a ilustrar a sus conciudadanos sobre las cuestiones institucionales de actualidad. Lo hizo y lo sigue haciendo tanto a través de la radio, de la prensa escrita, de la télévisión y de las conferencias, “que no se ha negado nunca a dar”, como a través del lenguaje audiovisual de Internet.

Con ocasión de su emeritado en la UCL, en 2007, fueron muy numerosas las personalidades de los mundos jurídico, político y periodístico que respondieron a la invitación y que le rindieron homenaje en Lovaina-la-Nueva, al término de la rica carrera universitaria que fue la suya. La espléndida obra de homenaje (Ediciones Bruylant) que le ofrecieron sus colegas y amigos fue presentada durante esta fiesta, que tuvo lugar el viernes 05/10/2007.

El Miércoles 25 de marzo pasado, la República Francesa lo nombró “Comendador de la orden de las Palmas académicas”

En 1993, el Rey Balduino, que admiraba los talentos pedagógicos del profesor Francis Delpérée y le había confiado la formación jurídica del príncipe heredero, le otorgó concesión de nobleza y el título personal de barón.



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