martes, 17 de febrero de 2009

OTRO CRISTIANISMO ES POSIBLE - 14

14. LOS CINCO LLAMADOS RITUALES DE TRÁNSITO. Bautismo, Confirmación, Unción de los enfermos, ordenación sacerdotal y matrimonio. (En este vínculo aparece el texto del capítulo de Lenaers)

El lenguaje suave y moderado de R. Lenaers no puede llamarnos a engaño: respecto a estos 5 sacramentos el contenido del capítulo es demoledor: los símbolos han quedado reducidos a su caricatura; tal vez en tiempos apuntaban a altos misterios; hoy han perdido significatividad, pero ¿quién en la iglesia se atreve a sustituirlos por otros, como bien sería preciso?; son meros rituales de nuestra cultura occidental y se utilizan con especial lastre mágico, habitualmente sin compromiso personal. Esto es lo que se ha vivido y SE VIVE AÚN HOY. Y los párrocos no saben cómo salir del atolladero.

  • 1. El bautismo.
    • Casi sólo subsiste el de los niños, el menos justificado ya que se fundamenta en el dogma del ‘pecado hereditario’. Tan necesario se le creía para la salvación que se extendió su eficacia a posibles sustitutos, el bautismo de sangre (martirio), el de deseo, el de presunto deseo si hubiera sido conocido…Y si fallan todos, en la edad media se evitó la amenaza del infierno con el invento del ‘limbo’.
    • Dado que en los niños no cabe ‘renovación existencial’ consciente, se les sigue mojando con el agua bautismal “aunque sea como el agua que cae sobre un pato”, dice irónicamente Lenaers. [En tiempos la teología contempló la necesidad de un ‘jeringazo’ intrauterino].
    • El contexto simbólico del bautismo era por más sugerente: baño purificador y refrescante, injerto en Cristo, nuevo nacimiento, adhesión personal a Jesucristo, atracción del Espíritu de Dios, paso del Mar Rojo o del río Jordán para entrar en la tierra prometida… pero ¿qué sugiere esta simbología al espíritu moderno, aparte de que casi sólo existen bautizos de niños? Y en este caso se presume sacramento ‘válido’ con tal de que corran unas gotas sobre sus cabezas ¿Será porque el sacramento más bien que símbolo es una señal dirigida a lo alto para que Dios aporte la gracia que ha comprometido?
    • Sin duda…hay párrocos que se desviven por modernizar este ritual pero ¿no perciben que la clientela apenas valora y participa en tan bonita ceremonia (si no es larga)? ¿No se queda el sacerdote, en su sensibilidad, con una sensación de honda tristeza?
  • 2. La confirmación.
    • ¿algún confirmado podría decir cuál es el símbolo de este sacramento y lo que ‘significa creativamente’? ¿la imposición de las manos? ¿la unción que deja “una delgada capa de crisma” en la frente? ¿significan algo tales símbolos en nuestra cultura? O ¿son, de nuevo, meras señales para que Dios actúe? Y ¿para obrar qué? ¿Tienen estos niños o adolescentes (entre 8 y 14 años) “el menor propósito de cumplir lo que prometen”? ¿no es más bien “la ceremonia de la falta de verdad” aunque acompañada de una fiesta? [En nuestro país, se diría que lo viven como el momento preciso del adiós a toda práctica religiosa].
    • Sería más bien necesario retornar a la perspectiva ‘teónoma’, cosa que no se va a hacer ¿Refundir como antiguamente este sacramento con el del bautismo? O ¿dar más relieve a la ‘imposición de las manos’ que podría tener en nuestra cultura alguna significatividad? [¿Qué margen de maniobra va a tolerar el cardenal Cañizares?].
  • 3. La unción de los enfermos.
  • ¿Puede seguir teniendo este sacramento mayor sentido que el de un simple “rito consolador”?. Lo tiene “en cuanto encuentro en los signos rituales con un Jesucristo preocupado que viene en la forma de su comunidad a visitar al enfermo…” Entre el escuálido rito, imperceptible apenas, de la unción con óleo y la imposición de las manos, Lenaers prefiere el mayor valor significativo de ésta. El tacto afectuoso de una mano amiga simboliza mejor la ternura del Maestro tal como actuaba. Ninguna necesidad para ello de un ministro ordenado, “cualquier creyente”, como en el bautismo, podría practicar el símbolo. Ningún sentido tendría en ese caso el concepto jurídico de ‘sacramento inválido’.

  • 4. La ordenación sacerdotal.
    • Más que como rito de consagración para recibir el poder de ‘consagrar’ en la eucaristía (pura heteronomía) debería entenderse en la línea de que un hombre o una mujer “es colocada ritual y significativamente como presidentes de la asamblea, y esto por obra de la comunidad…”; más exactamente aún como servidor de todos… Esto sería aplicable a la mujer sin que tenga sentido entenderlo como si ésta pretendiera “enredarse…en la gran telaraña de la Iglesia clerical”.
    • Es un error, conforme a la mentalidad de Jesús y al N.T. hablar de ‘sacerdocio’ y más aún justificarlo tardíamente por el presunto carácter sacrificial de la eucaristía.
    • Estar capacitado para realizar el “sorprendente milagro de la transubstanciación” es ya moverse en pleno terreno de lo mágico.
    • Lenaers no parece muy favorable al concepto de “sacerdocio de los fieles”: “cabe poner en seria duda que este lenguaje simbólico que ya nada tiene que ver con nuestro mundo de experiencias sea realmente una ayuda…”
    • “Desde un punto de vista teónomo es más que lamentable la tozudez con la que Roma mantiene el celibato obligatorio para los sacerdotes”.
  • 5. Matrimonio.
    • Con muy buen criterio Lenaers da la clave del contenido hondo del matrimonio [incluso del no cristiano, se podría añadir].Del matrimonio como “imagen de la unidad entre Cristo y su Iglesia” de Efesios se puede concluir que en el amor real entre dos personas se verifica y encarna el amor de Dios a la criatura [De tal guisa se podría decir que el matrimonio existe, de por sí mismo, cuando existe ese amor, no cuando la Iglesia lo decide].
    • Desde esta consideración (implícita) de lo que el matrimonio es en sí, en profundidad, Lenaers se muestra muy severo respecto a la interpretación jerárquica de la indisolubilidad (existe matrimonio aunque haya desaparecido el amor) y de la declaración de nulidad(no existió matrimonio cuando los jueces eclesiásticos así lo consideran).
    • Se percibe constantemente en el autor la distancia entre el matrimonio QUE EXISTE y el que REC0NOCE O NO RECONOCE la jerarquía. ¿Por qué no lo sería el matrimonio civil? Este poder (heterónomo) la Iglesia lo va a perder ya inexorablemente (p.183).

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