13. El MUNDO DE LOS SIGNOS. Los sacramentos como rituales (En este vínculo aparece el texto del capítulo de Lenaers)
La primera impresión de este capítulo es, tal vez, que en él se manifiesta el ‘alma dividida’ de Lenaers: ¿No se manifiesta aquí la tensión entre lo que piensa y lo que vive entre sus gentes? ¿entre los capítulos anteriores, los dogmas fundamentales de los que se distancia, al parecer, sin que lo adviertan sus propios feligreses y los comportamientos cultuales y devocionales en los que él los acompaña sin que se advierta algún especial sentido crítico? La visita que le hizo su traductor nos sorprendió a más de uno. Confiamos que nos pueda aclarar todo el propio autor.
La realidad del mundo católico (en medio del cual él vive en las montañas del Tirol) presenta un desajuste desconcertante: la inmersión en prácticas rituales vacías de su mejor contenido. Cosa que no prejuzga de su vivencia evangélica. El autor-párroco, solidario hasta el detalle de tales prácticas, intenta, en este capítulo, recuperar algo de lo que los sacramentos hubieran debido ser. ¿No es ya partida perdida al cabo de quince años de estrecha connivencia? Porque en el culto popular…
En la maraña real de sus comportamientos rituales ¿dónde se manifiesta el discipulado o seguimiento de Jesús, en teoría alma de la vida cristiana?
Respecto a puntos más secundarios ¿por qué son exactamente 7 sacramentos no tres o diez? ¿Quién lo ha decidido así, Dios o la Iglesia histórica? Por los motivos que sea el autor no entra en el recorrido de la historia sacramental que sería bien poco edificante.
Los ritos son necesarios en el comportamiento humano. Aunque los sacramentos revisten un carácter singular: acciones humanas de escasa ‘inversión’ personal pero con efectos sobrenaturales desproporcionados. ¿Será que por una ‘armonía preestablecida’ Dios vincula su gracia celestial a unos ritos tan poco comprometedores?
- 3.1. En todo esto el parentesco con la magia es patente:
- En ambos, se impone la fidelidad milimétrica al rito para que surta efecto (como el abracadabra mágico). Han sido patéticas en algunos sacerdotes sus contorsiones hasta sudar en la pronunciación de las palabras de la ‘consagración’.
- El contexto vital entre rito y efecto resulta aberrante: eñ brujo pincha un muñeco y a kilómetros una persona siente el pinchazo en su cuerpo. Un niño, simplemente pasivo, recibe unas gotas de agua en su frente que de condenado en virtud del pecado hereditario se transforma en hijo de Dios.
3.2 No obstante, la teología ha marcado distancias con la magia:
- A diferencia del sacramento, el rito mágico actúa por su propia virtud; pero ¿no es también así, mágicamente, como el pueblo ha entendido el ‘ex opere operato’ sacramental, pese a todas las teologías?
- Se dice que en el sacramento Dios se ha vinculado libre y gratuitamente con él, con lo cual el cristiano no se siente demasiado; la gracia ¿no es gratis? Aquí entra en juego (¡hay que darle un papel!) Cristo de quien se dice haber instituído los 7 sacramentos (¡qué acrobacias mentales para probarlo!).
- los efectos del rito mágico son experimentables (los efectos del pinchazo en el muñeco, los del ‘mal de ojo’…) Los del sacramento no lo son, no son visibles, no dejan huellas…¿Quién distingue entre dos niños, uno bautizado, el otro ‘morito’? [Lo cual no deja de tener sus ventajas porque hace imprescindible el socorrido recurso a la fe…].
- Cristo ha instituido los sacramentos pero ha conferido a la cabeza suprema de la Iglesia, a sus sucesores y delegados, el derecho adeterminar con toda precisión los rito oportunos. Poder que gestiona la Sda. Congregación de los Sacramentos: ésta define hasta el detalle, como en la magia, los mínimos detalles para la validez sacramental, sin preocuparse demasiado por recuperar el valor creativo intrínseco del símbolo [¿ dónde está el ‘banquete eucarístico’ en la misa de un presbítero, en latín, contra la pared y de espaldas a una asamblea inexistente?]
- Estamos en la perfecta heteronomía: un ritual en este mundo produce efectos en el mundo superior, por disposición de Dios.
No es el mundo de arriba quien produce sus efectos en este mundo. Es nuestro propio mundo de signos y de símbolos humanos el que tiene una auténtica capacidad creativa: una carta de amor, un abrazo, no sólo expresan un sentimiento interior sino que le dan cuerpo, lo generan.
Es el rico mundo de lo simbólico que, en su nivel, construye lo religioso auténtico.
“Todo esto es consecuencia de la unidad íntima que existe en el ser humano entre el espíritu y la materia” (p.163) Siguen en el autor un par de frases un tanto oscuras en las que es difícil reconocer su verdadera antropología.
Sin embargo, vuelve a la comparación con la magia que es tan pobre en recursos y además desproporcionados con los efectos. También reconoce que algo semejante le ocurría a doctrina católica tradicional: “unas pocas palabras y gestos pueden decidir sobre gozo o condenación eterno” porque “palabra, gesto y materia cumplen sólo teóricamente con la función de un signo”. Son más bien como una señal convenida con la que Dios se ha comprometido a vincular su salvación (p. 163). En una perspectiva teónoma “el amor interior para con el Dios que lo salva se fortifica tanto más mientras más realmente ese gesto expresa laprofundidad existencial de la persona” (subrayado nuestro). Es decir, en los símbolos sacramentales se construye en parte también la existencia creyente.
- Una de las cosas en que el pensamiento heterónomo más traiciona la autenticidad vital de los sacramentos es que sus beneficios siguen muy ligados a la exactitud de los signos y a su repetición: más valen tres misas que una como nos acostumbraron los sacerdotes el día de difuntos.
- Sobre todo, como reacción contra la Reforma los sacramentos se constituyeron como pruebas de identidad y de pertenencia visible a la iglesia romana.
- Muy de pasada y a final de capítulo apunta Lenaers que los símbolos siendo solidarios de una cultura determinada pueden perder su significatividad y no habría que encontrar inconveniente en suplirlos por otros… Algo impensable en la praxis oficial.
- Restaría por analizar con más profundidad la razón de este capítulo del autor sobre los sacramentos en general (su común denominador) tan distintos todos entre si, pero no es éste el cometido de esta introducción.
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