martes, 26 de octubre de 2010

ESPIRITUALIDAD Y RELIGIÓN

Gonzalo Haya

Estoy ocupado con el tema de la relación entre espiritualidad y religión, y me gustaría compartir, y contrastar, con los lectores una síntesis de estas reflexiones.

Rudolf Otto en su libro de fenomenología religiosa “Lo santo”-escrito en l917, pero con continuas reimpresiones hasta nuestros días- constata que en la religión se dan elementos irracionales y elementos racionales.

Considera irracional “una oscura profundidad, a la que no hallan paso nuestros conceptos” y tiene que expresarse mediante símbolos o interpretaciones. Como principales características de esta irracionalidad religiosa presenta el sentimiento de criatura, la fascinación ante el “misterium tremendum” y la majestad de Dios. Entiende por racional, aunque no lo expresa claramente, las enseñanzas conceptuales y los preceptos.

Otto considera que primitivamente predominaba lo irracional, en Jesús encontró su punto de equilibrio con lo racional, y posteriormente se ha ido imponiendo lo racional.

Por mi parte creo que de tal manera se ha ido imponiendo lo racional que actualmente solemos considerar como religión casi exclusivamente los elementos racionales; y que consideramos espiritualidad los elementos irracionales que tienen relación con lo trascendente, ya sea empapando lo racional o prescindiendo de ellos. Obviamente estas distinciones son conceptuales, mientras que en la vida hay muchos matices intermedios.

Como caso extremo de espiritualidad no religiosa podría citar un libro reciente de André Compte-Sponville “El alma del ateísmo. Introducción a una espiritualidad sin Dios”; aunque yo dudaría de su ateísmo, y lo llamaría más bien panteísmo. Quizás el punto de confusión esté en considerar el término Dios como un concepto claramente diferenciado o como un término simbólico de una realidad absoluta y trascendente.

Como caso extremo de religión sin espiritualidad estaría este chiste de judíos, que corre entre ellos mismos. Un judío va a visitar a un amigo y lo encuentra haciendo sus oraciones rituales. ¿Cómo es que estás rezando?–le pregunta- ¿no decías que eres ateo?. Y el amigo le contesta: ¿y qué tiene esto que ver con Dios?

Entre estos dos extremos podríamos situar, por una parte, una religión interesada, rutinaria, farisaica, cumplidora de preceptos y dogmas con el fin de asegurar la salvación propia. Por otra parte, una religiosidad mística, como la de santa Teresa y san Juan de la Cruz, y también una mística laica, que prescinde de dogmas y preceptos, como el budismo.

Y al hablar de mística no hay que pensar en fenómenos extraordinarios. Yo considero mística, religiosidad irracional, el sentimiento de aquella madre que ante una desgracia familiar decía: “Taita diosito así lo ha querido”. Para mí, esta frase es un eco de aquel “Aquí tienes la esclava del Señor: que se cumpla en mí tu palabra” (Lc 1,38), y de aquella otra “pero no se haga mi voluntad sino la tuya” (Lc 22,42).

Mi referente religioso es Jesús y no puedo dejar de preguntarme cómo fue su espiritualidad. Yo creo que Jesús fue un místico laico. Laico, en el sentido de que no fue un clérigo de su religión judía, pero más aún en el sentido de que se salió de los cauces de su religión al dar un valor decisivo a la imagen de Dios como Padre y de todos los hombres como hermanos, y al relativizar gran parte de sus preceptos.

La gran experiencia mística de Jesús tuvo lugar durante su bautismo en el Jordán al sentirse hijo de Dios (Mc 1,11), enviado a proclamar el año de gracia del Señor (Lc 4,18-21), el Reinado de Dios, omitiendo intencionadamente mencionar, conforme al texto profético, “el día de la venganza del Señor” (Is 61,1-2).

Esta consecuencia de la compasión solidaria sería, en cuanto yo conozco, la clave para verificar la autenticidad de una espiritualidad.

Como cristiano me pregunto cuál es nuestra espiritualidad.

En mi iglesia, la jerarquía, públicamente –no entro en su vida personal- exige una religión predominantemente racional, de dogmas, mandamientos y ritos obsoletos. En teología, quizás haya una tendencia a explicar y racionalizar el misterio de Dios; entre el pueblo pobre cristiano probablemente predomine una religiosidad mística. El ideal sería tender a una espiritualidad mística, laica, sin necesidad de dogmas ni preceptos, con unos ritos basados en la cultura de cada iglesia local, y con una palpable fraternidad.

¿Qué pensáis vosotros sobre la religión y la espiritualidad?



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