Como es sabido, después de casi quinientos años de controversias y enfrentamientos, se ha llegado a un acuerdo entre católicos y protestantes en lo que se refiere a la justificación por la fe. Hoy estamos de acuerdo en que una fe, que no se traduce en un comportamiento coherente con esa fe, no es verdadera fe. Una fe sin obras, sería una fe muerta. El problema está en saber qué clase de conducta es que debe ser la correcta manifestación de que una persona tiene fe. La fe que corresponde a un cristiano.
No es posible analizar aquí este asunto en toda su hondura. Me limito a indicar tres posibilidades: la fe como “ideología”, la fe como “decisión”, la fe como “convicción”.
1) La “ideología” evoca espontáneamente un sistema de ideas que sirve para explicar o para justificar la situación y los objetivos de un grupo. Por eso hablamos de ideologías de izquierdas o de derechas, de ideologías progresistas o conservadoras, etc.
2) La “decisión” es un acto de la voluntad, que, por más sincero y firme que sea, siempre está expuesto a la labilidad y la inconstancia que nos caracterizan a los mortales. Por eso hay tanta gente que hace buenos propósitos, toma firmes decisiones, pero luego no cumple lo que ha decidido.
3) La “convicción” se define por el hecho de que orientamos nuestro comportamiento conforme a ella. Quien mejor ha explicado este asunto ha sido Ch. S. Peirce: “La convicción consiste principalmente en el hecho de que está uno dispuesto reflexivamente a dejarse guiar en su actividad por la fórmula de la que está convencido”. O también: “La esencia de la convicción consiste en el establecimiento de una forma de comportamiento”. De ahí que “las convicciones verdaderas definen los hábitos de comportamiento que el sujeto tiene bajo control”. En otras palabras: el que está convencido de una cosa, la hace. Y si no la hace, es que no tiene esa convicción.
De lo dicho, se sigue esto:
1) Las “ideologías” son inevitables, incluso necesarias, pero enteramente insuficientes. Hay gentes con ideología de izquierdas, que viven como los burgueses de derechas. Como hay personas y grupos con una ideología evangélica, pero les gusta el dinero, subir y trepar en la vida, estar como el perejil en todas las sopas, o sea viven de espaldas al Evangelio.
2) Las “decisiones” son importantes, pero son sólo el punto de partida. Hay gente que decide todos los días quitarse del tabaco, pero no se quita. Con la sola decisión, no vamos a ninguna parte.
3) Las “convicciones” son constitutivas de la fe. Porque una persona que está convencida de que el Evangelio expresa la voluntad de Dios, hace lo que dice el Evangelio. Y si no lo hace, es que no cree en el Evangelio.
Las ideologías nos engañan. Y el exceso de ideología, trastorna al que lleva esa sobrecarga de ideas, que no se corresponden con los hábitos de vida que expresan lo que es importante de verdad para una persona o para un grupo. La convicciones no engañan, sino que revelan en qué cosas cree de verdad cada uno. Hay gente que, por defender su ideología, se pelea con los que piensan de otra manera. Es evidente que quien tiene una ideología así, no puede creer en Jesús, que se hizo amigo de publicanos, pecadores, prostitutas, pordioseros y samaritanos.
No entiendo cómo, desde una cátedra dorada y solemne, se puede alabar la humildad y la pobreza de Jesús. No entiendo cómo, desde la izquierda política, se desprecia a la gente de derechas. Ni entiendo cómo, desde los ideales de la ortodoxia católica, se insulta a las personas que tienen otras ideas. Todo eso está feo. Pero hay algo peor: ir por la vida como hipócritas y embusteros, invocando para eso (porque es eso lo que se hace) el nombre del Señor. Sus razones debió tener Jesús para decirnos que, cuando recemos, lo primero que hay que pedir es: “santificado sea tu nombre”. ¡Por favor!, no echemos nunca mano del nombre santo de Dios (o de la Iglesia o del papa...) para faltarle al respeto a quien sea.
Las ideologías nos engañan. Y el exceso de ideología, trastorna al que lleva esa sobrecarga de ideas, que no se corresponden con los hábitos de vida que expresan lo que es importante de verdad para una persona o para un grupo. La convicciones no engañan, sino que revelan en qué cosas cree de verdad cada uno. Hay gente que, por defender su ideología, se pelea con los que piensan de otra manera. Es evidente que quien tiene una ideología así, no puede creer en Jesús, que se hizo amigo de publicanos, pecadores, prostitutas, pordioseros y samaritanos.
No entiendo cómo, desde una cátedra dorada y solemne, se puede alabar la humildad y la pobreza de Jesús. No entiendo cómo, desde la izquierda política, se desprecia a la gente de derechas. Ni entiendo cómo, desde los ideales de la ortodoxia católica, se insulta a las personas que tienen otras ideas. Todo eso está feo. Pero hay algo peor: ir por la vida como hipócritas y embusteros, invocando para eso (porque es eso lo que se hace) el nombre del Señor. Sus razones debió tener Jesús para decirnos que, cuando recemos, lo primero que hay que pedir es: “santificado sea tu nombre”. ¡Por favor!, no echemos nunca mano del nombre santo de Dios (o de la Iglesia o del papa...) para faltarle al respeto a quien sea.
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