A estas alturas del año nos hemos deseado infinidad de veces un feliz año nuevo. Pero, la verdad, le tengo un poco de manía a la fórmula. No acabo de entender muy bien en qué es el 1 de enero más nuevo que el 31 de diciembre y más viejo, a su vez, que este 13 de enero. Pero así le llamamos... y está bien.
Luego, ya sabemos, por una larga experiencia, qué poco nos dura lo nuevo y qué pronto todo se nos hace viejo. ¡Qué pronto nos queda vieja la ropa nueva! ¡Qué pronto se nos hace vieja la casa nueva, y el coche nuevo, y el nuevo ordenador y el nuevo móvil! ¡Qué rápido envejecen la tregua y las esperanzas de paz! Y ¾sólo el decirlo produce tristeza¾ ¡qué pronto nos queda viejo el nuevo amigo o la nueva amiga, el nuevo amor, el nuevo esposo, la nueva esposa! ¡Qué pronto envejecen el amor y la alegría de vivir!
En cuanto estrenamos algo, ya lo arrinconamos y buscamos algo nuevo. Una loca necesidad de lo nuevo nos arrastra, y me temo que de tanta novedad y de tanto deseo de lo nuevo lo estemos volviendo todo viejo y estropeándolo todo. La insaciable sed de lo nuevo nos empuja a usar y tirar. ¡Qué pronto va envejeciendo ya el Año Nuevo!
Y con todo, está bien que nos deseemos de corazón un feliz año nuevo. Pero ¿qué nos desearemos? Amigo, amiga, no te deseo nada nuevo y grande: sólo te llevaría a un hambre todavía mayor de otra cosa nueva. No te deseo nada de aquello que piensas que colmaría todos tus sueños. No deseo que te haya tocado o te toque la lotería, al menos una gran lotería. No te deseo que ganes más de lo que necesitas. No te deseo que seas el primero en la carrera en la que te has metido. No te deseo nada que ningún año nuevo de este mundo de aquí puede dar a nadie.
No te deseo, pues, que estés en plena forma. Y ¾¡perdón!¾ tampoco te deseo que tengas una salud plena. No te deseo una vida sin sombras. No te deseo una fe sin dudas. No te deseo que alcances la perfección en nada, ni que tengas una felicidad perfecta. Ni una fe perfecta, ni una esperanza perfecta, ni un amor perfecto. ¡Ojalá todo ello pudiera ser posible para todos, pero no lo es, y no te lo deseo.
¿Qué te deseo? Te deseo que sepas ser lo que eres, sin que te disgustes por lo que no puedes ser. Que sepas disfrutar de lo que tienes, sin ambición de tenerlo todo. Que sepas aceptar lo que venga, sin amargura. Que sepas tener bastante con lo que posees, y te diría más, que sepas tener bastante con poco.
Te deseo que sepas hacer cada día un poco de bien, sólo un poco, sin que te pese no hacer todo el bien. Que sepas ayudar en algo a un pobre, a un solo pobre de tu entorno o del ancho mundo. Que sepas decir una palabra o hacer un gesto que ayude a la paz en tu pueblo. Que pongas tu granito para vivir en paz en tu familia y con tus vecinos. Te deseo que tengas misericordia de tus heridas y las heridas de los otros. Que seas indulgente con tus defectos y los defectos de los otros.
Te deseo que saludes y des la bienvenida a cada día, con las sombras que traiga. Que sepas acostarte en paz cada noche, con las penas que el día te haya deparado. Te deseo que sepas sostener la fe clara y oscura de cada día y la esperanza débil de cada día y el amor frágil de cada día. Y que sepas guardar la alegría de vivir tan inconstante. Y te deseo que, en medio de todas las angustias, sepas respirar, respirar en Dios, ensanchar tu aliento en el aliento de Dios, y ofrecer a todos los seres en tu aliento la anchura de Dios.
Eso es lo que te deseo, y con eso te lo deseo todo, pero no hace falta nada para tenerlo todo, pues se nos da en todo a cambio de nada. En el año nuevo o viejo, y en cada día nuevo o viejo, Dios viene a ti con su presencia suave a aligerar tus cargas, a ensanchar tu aliento, a darte aliento. Ábrele tu puerta y respira su aliento. Dios te desea, a ti y a todos los seres, la alegría de ser, de vivir. Dios te desea una alegría de vivir que no necesita de muchas cosas, que no requiere de grandes cosas, la felicidad de una bondad sencilla, la sencilla felicidad de Nazaret.
Trata de que no fracase el deseo de Dios. En tu humilde día a día, en tus penas secretas de cada día, trata de procurarte la alegría de vivir que Dios te desea. Trata de ofrecer un poquito de esa alegría de ser profunda y simple que Dios desea a todos los seres.
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