03. SALIDA Y ABANDONO DE LOS MITOS ECLESIÁSTICOS. La crisis de la Iglesia como consecuencia del nuevo axioma. (abrir este enlace para leer el capítulo 3 completo)
03.1 El núcleo irrenunciable del cristianismo y su envoltorio caduco.
1.- En el abandono de la mitología cristiana ¿con qué quedarnos?
Vimos en la conclusión del capítulo anterior, y que ahora retoma Lenaers con decisión en éste, lo drástico de la poda: nada menos que abandonar, conforme al nuevo axioma ‘autónomo’, la dogmática cristiana que él tilda de mitológica y causante de la crisis eclesial. El viejo axioma heterónomo ¿arrastraría irremisiblemente en su caída a dogmas, sacramentos, leyes e instituciones jerárquicas? Así es, aunque él no lo pusiera en práctica en el Tirol ¿Entonces? ¿No admitió él mismo que se podía operar, según casos, conforme a uno u otro axioma, al igual que se opera en sistema decimal o en binario en matemáticas? En la misma lógica, nos preguntamos ¿no daría lo mismo en el fondo comprometerse en el Opus o en una comunidad de base? Personalmente me ha costado tres lecturas, reconozco mi limitación, discernir los matices de su propuesta. Quince páginas tiene este capítulo y hasta la séptima me ha mantenido el suspense sin aclararme sobre cuál era, en su pensamiento, el contenido irrenunciable del cristianismo y qué es lo que se debía o podía abandonar. Sigámosle.
2.- ¿Buena mercancía en mal envoltorio?
Es difícil aceptar la crisis de una ‘mercancía’ que ha hecho sus pruebas. Para Roma la mercancía es agua viva -permanece válida- pero los consumidores ya no tienen sed. Es su culpa. La Iglesia va a multiplicar técnicas ‘mercantiles’ de todo tipo pero cada vez se encuentra más sola, más irrelevante hacia afuera y más dividida hacia adentro. La barca de Pedro es hoy un super-Titanic que navega, mal pilotado, hacia el desastre.
El autor se implica personalmente: si el producto ofrecido por la Iglesia no fuera útil “el grupo de creyentes críticos…y el autor junto con él, hace ya tiempo se habrían despedido de la Iglesia…”.
Así, pues, “el fiasco viene de la presentación o envoltorio del producto…, del lenguaje -una vez más [¿por qué insiste tanto en esto?] en el sentido más amplio de la palabra- en el que se predica el mensaje”. Formular éste en el lenguaje autónomo del siglo XXI “eso es lo que este libro quisiera ensayar”.
(El autor inserta aquí un paréntesis significativo: ¡atención! el cristianismo ha de ser levadura en la masa pero no toda la masa tiene por qué convertirse en levadura).
3.- ¿Hasta qué punto es preciso renovar la formulación para que el mensaje interese?
Hasta que desaparezca la idea heterónoma del mundo ‘intervenido’ por el mundo de ‘arriba’. Sospecho que ‘lenguaje’ y ‘formulación’ son, en el autor, una pudorosa precaución para no asustar dado el alcance de lo que puede cambiar y desaparecer. Es, dice, “todo el arsenal de dogmas, rituales, tradiciones, espiritualidades…” Todo ello se está abandonando ya por grandes sectores cristianos en un éxodo que a los más comprometidos los deja a la intemperie. Para evitar su total desamparo la pedagogía de Lenaers consistirá en, seleccionando algunas creencias clave, discernir en ellas, dentro de la cáscara que se va a desechar, la realidad honda que, consciente o inconscientemente, vivieron los creyentes del pasado.
4.- El núcleo irrenunciable
Sin agotar esta veta, Lenaers aborda el núcleo duro irrenunciable de lo cristiano. Probablemente estas dos o tres páginas (36-38) del libro son las más decisivas. Todo puede cambiar y desaparecer en el imaginario mítico cristiano, desde el Edén hasta la Parusía, desde la Encarnación hasta la expiación del Calvario o el retorno a la vida del cadáver de Jesús y de sus seguidores…Lo crucial es que descubramos con infinito respeto y agradecimiento que tales MITOS vehicularon un LOGOS para generaciones de creyentes y que este núcleo de fe, el “encuentro vivo y siempre nuevo con la realidad divina” es la esencia del cristianismo. Se creía que las formulaciones tradicionales comunicaban información de acontecimientos; pero no, son expresiones míticas de vivencias espirituales subjetivas profundas. Cordero de Dios, Sumo Sacerdote, Palabra, Hijo de Dios, segunda persona de la Trinidad, Reinado de Dios, etc. etc. carecen hoy de todo valor significativo no sólo para ateos sino hasta para cristianos modernos, sobre todo jóvenes. No obstante, el lenguaje metafórico es imprescindible para hablar de Dios. Quién sabe si algún día volveremos a formulaciones míticas pero sabremos que lo son; de momento, al parecer, se impone evitarlas.
Insistimos, no basta vivir la experiencia del encuentro de fe (que no es tal fe sin el compromiso con el pan del hermano), es preciso despojarla de toda su carga mitológica deformante. Ni las sevicias diabólicas contra el Cura de Ars, ni las aberraciones humano-religiosas del Opus, ni la cruzada jerárquica contra la secularidad, ni, tal vez, las famosas ‘dudas’ de Teresa de Calcuta hubieran acaecido en una religiosidad desmitificada [sin recurrir a mitos para explicar cosas naturales] y desmistificada [sin emplear engaños ni siquiera con buenos fines] conforme al axioma autónomo.
Punto y aparte. Lo que Lenaers llama ‘contenido’, ‘mensaje’, incluso ‘mercancía’ es esa experiencia viva de encuentro personal con Dios. A partir de ahí, como queda dicho, TODO es relativo a los axiomas mencionados. Y si el heterónomo, además de erróneo, es obstáculo para darse a entender en la cultura moderna, en esa misma medida habrá que abandonarlo. Y, por supuesto, aprender a discernir en los testimonios y escritos del pasado letra y espíritu. Incluso en Jesús, sujeto como todos al pensamiento heterónomo…
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