JULIO PÉREZ PINILLOS, jppinillo@yahoo.es
RIVAS VACIAMADRID (MADRID).
ECLESALIA, 15/03/12.- Dejando sentado que fue nuestra práctica ministerial, el acompañamiento a las comunidades y movimientos socio-eclesiales y nuestra decisión firme de trabajar como curas obreros lo que impulsó y validó esta experiencia presbiteral, queremos hacer mención –de pasada pero obligatoria por ser fundante- de los tres documentos del Vaticano II que influyeron en nuestro proceso: “Lumen Gentium”o el sentido de Iglesia-Pueblo de Dios, “Gaudim et Spes” o el compromiso de la Iglesia con el pueblo y “Presbiterorum Ordinis”: o cómo y para qué del cura en la comunidad.
Por fin el Concilio aprobó lo que el Vaticano venía prohibiendo: ¡curas obreros¡
Es sugerente partir de este enfoque a la hora de revisar los distintos talantes y estilos de curas al servicio de los creyentes y de las comunidades cristianas en ambientes obreros, con significativa actualidad en el día del seminario, fecha elegida por las diócesis para reflexionar sobre los candidatos al ministerio presbiteral. En razón de la brevedad exigida, subrayaremos, solo en forma de apunte, cuatro campos específicos en los que los curas obreros aportamos significativamente:
En nuestra relación social con el mundo obrero significamos y aportamos un factor de aproximación evangélica y social de cara a la separación histórica entre la Iglesia y la Clase Obrera, que tanto hacía llorar al cardenal de París, E. Suhard. Además aportamos una colaboración sencilla pero significativa en el surgimiento y consolidación del incipiente y clandestino movimiento obrero al aceptar las inherentes consecuencias de despido, cárcel, y marginalidad que el compromiso obrero conllevaba. El concilio Vaticano II acababa de indicar el camino a seguir al definir a la Iglesia no como sociedad perfecta y estratificada en vertical sino, como “Pueblo de Dios” todo él corresponsable e indefectiblemente al servicio de Reino que Jesús vivió y anunció, de tal modo que la iglesia solo tiene sentido como cuerpo, camino y mediación del Reino de justicia y de liberación que Jesús practicó y proclamó, tal y como acababa de recoger el mismo concilio en su magistral documento “Gaudium et Spes”.
En nuestra vivencia de la Iglesia de Jesús procuramos una comunidad de creyentes comprometidos con lo real en hechos y en palabras y con un acompañamiento entre iguales en nombre del Evangelio, dentro de una Iglesia que sale al encuentro del mundo y del movimiento obrero: en las fábricas, construcción, hospitales y barrios. Desde este enfoque eclesial se facilitó una opción clara a favor de pequeñas comunidades adultas con una formación catecumenal fuerte, que nacen como búsqueda de un espacio de libertad tanto dentro de la Iglesia –“ni fuera ni en paralelo”- como dentro del mundo obrero, y que aparecen como caja de resonancia crítica de lo que nos rodea y nos preocupa y como espacio de compromiso operativo en favor del mundo obrero por el que se habían decidido la mayoría de ellas. También trabajamos los curas obreros a favor de una comunidad –parroquial o no- capaz de vivir de sus propios medios económicos sin dependencia del dinero del Estado ni en sus gastos de funcionamiento ni en la paga de su cura.
En el campo de la acción pastoral y evangelizadora dentro del mundo obrero –de modo especial en sus áreas de producción y de servicios- hemos verificado que el muro de separación entre la Iglesia y el mundo obrero no solo se debilitaba y desmitificaba sino que, desde dentro, surgió el diálogo en profundidad -“diálogo cristiano-marxista”- y, en colaboración con otros movimientos obreros, se abrió un recorrido práctico y operativo en favor de un mundo obrero más humanizado, con más derechos y más próximo al “Reino” de justicia y de liberación por el que lucharon tanto Jesús de Nazaret como otros grandes testigos de distintas culturas, procedencias e ideologías. Este tipo de relación respetuosa y honda que -no sin tensiones y dificultades- se fue generando, facilitó lo que Mariano Gamo expresa al formular: “ni el mundo ni el movimiento obrero los –a los curas obreros- rechazó sino que llegado el momento les otorgó su confianza, eligiéndoles para los comités de empresa y hasta para cargos públicos…Confió en ellos mucho más que la mayoría de los obispos”. Si bien es verdad que algunos obispos como A. Iniesta, P. Casaldáliga, Joan Carreras, Nicolás Castellanos y algunos más nos expresaron su apoyo y aliento. Los curas obreros dijimos y verificamos que el cambio hacia una Iglesia más comprometida y evangélica era posible, y que dentro de la Iglesia había fuerzas para ello. Aún seguimos confiando en ello, junto con otros cristianos, comunidades cristianas y luchadores por un mundo más crítico fraterno.
Otro modo de ser curas: desmitificados de su imagen de “gente influyente y con poder” e insertados en la vida real por su trabajo profesional-obrero y por su tipo de compromiso pastoral; desde ahí “contemplativos” que procuran ganar su ”modus vivendi” como uno de tantos por el deseo de compartir condiciones de vida -especialmente en estos momentos difíciles- y por la autonomía que ello reporta de cara al erario público, a la diócesis y a la propia comunidad; hombres que optan –en un porcentaje minoritario, pero significativo y respetuoso- por la familia-hogar y por la progresiva defensa teórica y práctica del celibato opcional en los ámbitos en que vaya siendo posible, si –previo discernimiento y asesoramiento- esta es su honesta decisión evangélica apoyada en comunidades concretas y en lo que defienden muchos teólogos y comunidades cristianas de acuerdo con lo manifestado públicamente por algunos obispos y cardenales de reconocido peso y significación: “Ustedes, curas casados, no solo no son fugitivos o desertores, sino pioneros de un movimiento que necesita la iglesia” (A. Lorscheider, cardenal de Fortaleza, Brasil). “¿A qué este desperdicio? Preparamos a los sacerdotes con tanto esmero y esfuerzo –incluso económico- para luego tenerlos aparcados como motores perfectos, pero cuyo uso rechazamos… ¿Por qué razón?” (Dom. Luciano Méndez, presidente de la Conferencia Episcopal de Brasil). “Os ha tocado defender el celibato opcional con honestidad y tenacidad…del mismo modo que a mí me toca defender a los pobres de Brasil” (D. Pedro Casaldáliga, Obispo español en Brasil). “Acompañad a las comunidades cristianas ofreciéndoles desde dentro y respetuosamente la posibilidad evangélica del celibato opcional, conscientes de que será un proceso lento y legítimo” (A. Iniesta, Obispo jubilado de Madrid).
Místicos: Desde una espiritualidad evangélica nos insertamos en la realidad y a la inversa
Revolucionarios por el Reino y disponibles a lo que esta Misión pida tanto a nivel de disponibilidad personal radical como a nivel de trasformación de las estructuras es nuestra definición de “espiritualidad”; “mística” prefieren llamarlo otros por lo que encierra de experiencia profunda, de entrega, de totalidad, de plenitud… con referencia, de una u otra manera, a los epígrafes siguientes:
Vivir “Como uno de tantos” en el trabajo, estilo de vida y compromiso: Con los movimientos sindicales, los partidos políticos de izquierda, las asociaciones, los ambientes de marginación y de exclusión social, la inmigración, la gente que vive a ras de tierra. Ese es el lugar donde germinan y florecen los brotes del reinado de Dios que nosotros queremos favorecer mediante nuestro ministerio-servicio de Curas Obreros. Intentamos estar en las causas de los problemas, en lo más duro de las situaciones injustas, allí donde la falta de horizonte humano es el pan casi diario de mucha gente. Creemos que estamos en nuestro sitio, sin angustias, libremente, y es ahí donde realizamos nuestro ministerio, primero como cristianos, y además, como curas. Ahí nos esforzamos por hacer crecer la vida, la esperanza y la liberación junto con otros militantes –cristianos o no cristianos- que, desde distintas motivaciones, intentan también transformar esta sociedad luchando contra los sistemas y situaciones de muerte.
Conscientes de que La encarnación “se moja” en las estructuras: La encarnación no se conforma con sufrir o denunciar los hechos de exclusión, ni con orarlos o contemplarlos, sino que se compromete con las causas estructurales de fondo; no afrontar las mediaciones históricas de la fe evangélica es infantilismo claudicante. La razón última de vuestro compromiso dimana de la certeza de que el cristiano pertenece al Señor y las motivaciones más radicales le vienen de la obediencia al Padre. Aquí se ven serias diferencias con otras posturas ante la injusticia. Evangelizar es actuar-transformar: la palabra hecha Historia, es “el poder de Dios para la salvación del mundo” (Romanos 1,16). La teología se hace desde el vivir cotidiano: con el compromiso concreto adquirido después de analizar la situación y reflexionarla a partir de la Palabra. De aquí nace, después, la elaboración teológica. Los pobres –las víctimas del sistema- son un lugar teológico de primer orden, por feos que sean. El “être avec” que intuyeron los primeros Curas Obreros franceses es fundamental. Hay que incidir en los campos pre-políticos: sociedad civil, movimientos sociales, culturales y asociativos. La actuación en estos campos pre-políticos es la denuncia, la profecía y la participación en ellos. Ante el sufrimiento humano son centrales la acogida, las entrañas de misericordia como actitud radical y la inteligencia táctica y estratégica, siempre conscientes de nuestras limitaciones y de los procesos históricos.
Hemos aceptado que la encarnación vivida a fondo en lo concreto lleva a la contemplación y enseña a estar en la periferia social y eclesial: A grandes rasgos, nos vemos y nos situamos en la periferia tanto social como eclesial. Es ahí precisamente donde queremos estar. Toda institución, cualquier sistema social o religioso, genera un centro y una periferia. En el centro se nota más el poder, la visibilidad, el privilegio, la autoridad, la lejanía. En la periferia se vive mejor la servicialidad discreta, el anonimato sencillo, la vida a ras de tierra, la levadura y el grano de trigo, la decisión compartida y la cercanía a la gente en su cotidianidad: sus problemas, sus luchas y sus dichas.
También en la Iglesia, en cuanto institución humana que es, existe una periferia donde residen, entre otros, aquellos grupos y personas que se resisten a aplaudir muchos criterios y actuaciones de la oficialidad central. Son bastantes los curas obreros que, por querer estar cerca de la gente, se han de situar lejos del centro, en una distancia (e incluso disidencia) parcial y consciente. Es algo que va con la opción de ser “como uno de tantos” en instituciones centralistas.
Desde este ángulo de contemplación real, contrastada y verificada desde el servicio a los pobres y excluidos no me extraña nada el aliento que Alberto Iniesta –Obispo entonces en Vallecas- nos quiso insuflar a los curas obreros del España al saludar nuestro segundo Encuentro estatal con estas palabras: “La opción del cura obrero y todo lo que ella representa para la iglesia debe ser preferencial para la jerarquía, porque apunta la dirección de toda ella. Nos orienta…” El obispo Nicolás Castellanos lo ha expresado así: “los curas obreros dieron un paso adelante, pisaron la frontera, se colocaron en la periferia como Jesús de Nazaret. Colocarse ahí supone muchas rupturas institucionales, suscita recelos, amenaza al poder, pero sin este tipo de rupturas ni se humaniza ni se evangeliza, ni se anuncia el evangelio de Jesús ni su reino” (Prólogo al libro “Los Curas Obreros en España”, Nueva Utopía, Madrid 2004). (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Don Pedro Casaldáliga sintetiza
“El desafío de la evangelización en este principio del siglo XXI, como en todos los siglos, por lo demás, continúa siendo cómo salir con el Evangelio al encuentro de lo proletario de este mundo. Lo pequeño, de que habla el Evangelio, los leprosos de cada época, la plebe sucia que en cada época los poderes del dinero, de la política y de la religión desprecian olímpicamente.
Los curas obreros significan una experiencia revulsiva en eclesialidad, en ministerialidad, en solidaridad y convocan, hoy todavía más que ayer, para otra eclesialidad, otra ministerialidad y otra solidaridad.
Con ellos la Iglesia salía al encuentro y sin banderas, despojada; haciendo de la Encarnación el gran paradigma pastoral. Esos sacerdotes se hacían pueblo, renunciaban al estatus clerical. Sacerdotes obreros ha sido el primer gran intento de desclericalización del clero, entendido el clericalismo como distancia y privilegio, en la Iglesia y en la Sociedad. Un intento, además, que comportaba la mayor credibilidad, porque los sacerdotes obreros asumían la condición obrera, con los riesgos y compromisos concretos del trabajo y sus luchas y sus organizaciones. (Epilogo de “Los Curas Obreros en España”, Nueva Utopía, Madrid 2004).
RIVAS VACIAMADRID (MADRID).
ECLESALIA, 15/03/12.- Dejando sentado que fue nuestra práctica ministerial, el acompañamiento a las comunidades y movimientos socio-eclesiales y nuestra decisión firme de trabajar como curas obreros lo que impulsó y validó esta experiencia presbiteral, queremos hacer mención –de pasada pero obligatoria por ser fundante- de los tres documentos del Vaticano II que influyeron en nuestro proceso: “Lumen Gentium”o el sentido de Iglesia-Pueblo de Dios, “Gaudim et Spes” o el compromiso de la Iglesia con el pueblo y “Presbiterorum Ordinis”: o cómo y para qué del cura en la comunidad.
Por fin el Concilio aprobó lo que el Vaticano venía prohibiendo: ¡curas obreros¡
Es sugerente partir de este enfoque a la hora de revisar los distintos talantes y estilos de curas al servicio de los creyentes y de las comunidades cristianas en ambientes obreros, con significativa actualidad en el día del seminario, fecha elegida por las diócesis para reflexionar sobre los candidatos al ministerio presbiteral. En razón de la brevedad exigida, subrayaremos, solo en forma de apunte, cuatro campos específicos en los que los curas obreros aportamos significativamente:
En nuestra relación social con el mundo obrero significamos y aportamos un factor de aproximación evangélica y social de cara a la separación histórica entre la Iglesia y la Clase Obrera, que tanto hacía llorar al cardenal de París, E. Suhard. Además aportamos una colaboración sencilla pero significativa en el surgimiento y consolidación del incipiente y clandestino movimiento obrero al aceptar las inherentes consecuencias de despido, cárcel, y marginalidad que el compromiso obrero conllevaba. El concilio Vaticano II acababa de indicar el camino a seguir al definir a la Iglesia no como sociedad perfecta y estratificada en vertical sino, como “Pueblo de Dios” todo él corresponsable e indefectiblemente al servicio de Reino que Jesús vivió y anunció, de tal modo que la iglesia solo tiene sentido como cuerpo, camino y mediación del Reino de justicia y de liberación que Jesús practicó y proclamó, tal y como acababa de recoger el mismo concilio en su magistral documento “Gaudium et Spes”.
En nuestra vivencia de la Iglesia de Jesús procuramos una comunidad de creyentes comprometidos con lo real en hechos y en palabras y con un acompañamiento entre iguales en nombre del Evangelio, dentro de una Iglesia que sale al encuentro del mundo y del movimiento obrero: en las fábricas, construcción, hospitales y barrios. Desde este enfoque eclesial se facilitó una opción clara a favor de pequeñas comunidades adultas con una formación catecumenal fuerte, que nacen como búsqueda de un espacio de libertad tanto dentro de la Iglesia –“ni fuera ni en paralelo”- como dentro del mundo obrero, y que aparecen como caja de resonancia crítica de lo que nos rodea y nos preocupa y como espacio de compromiso operativo en favor del mundo obrero por el que se habían decidido la mayoría de ellas. También trabajamos los curas obreros a favor de una comunidad –parroquial o no- capaz de vivir de sus propios medios económicos sin dependencia del dinero del Estado ni en sus gastos de funcionamiento ni en la paga de su cura.
En el campo de la acción pastoral y evangelizadora dentro del mundo obrero –de modo especial en sus áreas de producción y de servicios- hemos verificado que el muro de separación entre la Iglesia y el mundo obrero no solo se debilitaba y desmitificaba sino que, desde dentro, surgió el diálogo en profundidad -“diálogo cristiano-marxista”- y, en colaboración con otros movimientos obreros, se abrió un recorrido práctico y operativo en favor de un mundo obrero más humanizado, con más derechos y más próximo al “Reino” de justicia y de liberación por el que lucharon tanto Jesús de Nazaret como otros grandes testigos de distintas culturas, procedencias e ideologías. Este tipo de relación respetuosa y honda que -no sin tensiones y dificultades- se fue generando, facilitó lo que Mariano Gamo expresa al formular: “ni el mundo ni el movimiento obrero los –a los curas obreros- rechazó sino que llegado el momento les otorgó su confianza, eligiéndoles para los comités de empresa y hasta para cargos públicos…Confió en ellos mucho más que la mayoría de los obispos”. Si bien es verdad que algunos obispos como A. Iniesta, P. Casaldáliga, Joan Carreras, Nicolás Castellanos y algunos más nos expresaron su apoyo y aliento. Los curas obreros dijimos y verificamos que el cambio hacia una Iglesia más comprometida y evangélica era posible, y que dentro de la Iglesia había fuerzas para ello. Aún seguimos confiando en ello, junto con otros cristianos, comunidades cristianas y luchadores por un mundo más crítico fraterno.
Otro modo de ser curas: desmitificados de su imagen de “gente influyente y con poder” e insertados en la vida real por su trabajo profesional-obrero y por su tipo de compromiso pastoral; desde ahí “contemplativos” que procuran ganar su ”modus vivendi” como uno de tantos por el deseo de compartir condiciones de vida -especialmente en estos momentos difíciles- y por la autonomía que ello reporta de cara al erario público, a la diócesis y a la propia comunidad; hombres que optan –en un porcentaje minoritario, pero significativo y respetuoso- por la familia-hogar y por la progresiva defensa teórica y práctica del celibato opcional en los ámbitos en que vaya siendo posible, si –previo discernimiento y asesoramiento- esta es su honesta decisión evangélica apoyada en comunidades concretas y en lo que defienden muchos teólogos y comunidades cristianas de acuerdo con lo manifestado públicamente por algunos obispos y cardenales de reconocido peso y significación: “Ustedes, curas casados, no solo no son fugitivos o desertores, sino pioneros de un movimiento que necesita la iglesia” (A. Lorscheider, cardenal de Fortaleza, Brasil). “¿A qué este desperdicio? Preparamos a los sacerdotes con tanto esmero y esfuerzo –incluso económico- para luego tenerlos aparcados como motores perfectos, pero cuyo uso rechazamos… ¿Por qué razón?” (Dom. Luciano Méndez, presidente de la Conferencia Episcopal de Brasil). “Os ha tocado defender el celibato opcional con honestidad y tenacidad…del mismo modo que a mí me toca defender a los pobres de Brasil” (D. Pedro Casaldáliga, Obispo español en Brasil). “Acompañad a las comunidades cristianas ofreciéndoles desde dentro y respetuosamente la posibilidad evangélica del celibato opcional, conscientes de que será un proceso lento y legítimo” (A. Iniesta, Obispo jubilado de Madrid).
Místicos: Desde una espiritualidad evangélica nos insertamos en la realidad y a la inversa
Revolucionarios por el Reino y disponibles a lo que esta Misión pida tanto a nivel de disponibilidad personal radical como a nivel de trasformación de las estructuras es nuestra definición de “espiritualidad”; “mística” prefieren llamarlo otros por lo que encierra de experiencia profunda, de entrega, de totalidad, de plenitud… con referencia, de una u otra manera, a los epígrafes siguientes:
Vivir “Como uno de tantos” en el trabajo, estilo de vida y compromiso: Con los movimientos sindicales, los partidos políticos de izquierda, las asociaciones, los ambientes de marginación y de exclusión social, la inmigración, la gente que vive a ras de tierra. Ese es el lugar donde germinan y florecen los brotes del reinado de Dios que nosotros queremos favorecer mediante nuestro ministerio-servicio de Curas Obreros. Intentamos estar en las causas de los problemas, en lo más duro de las situaciones injustas, allí donde la falta de horizonte humano es el pan casi diario de mucha gente. Creemos que estamos en nuestro sitio, sin angustias, libremente, y es ahí donde realizamos nuestro ministerio, primero como cristianos, y además, como curas. Ahí nos esforzamos por hacer crecer la vida, la esperanza y la liberación junto con otros militantes –cristianos o no cristianos- que, desde distintas motivaciones, intentan también transformar esta sociedad luchando contra los sistemas y situaciones de muerte.
Conscientes de que La encarnación “se moja” en las estructuras: La encarnación no se conforma con sufrir o denunciar los hechos de exclusión, ni con orarlos o contemplarlos, sino que se compromete con las causas estructurales de fondo; no afrontar las mediaciones históricas de la fe evangélica es infantilismo claudicante. La razón última de vuestro compromiso dimana de la certeza de que el cristiano pertenece al Señor y las motivaciones más radicales le vienen de la obediencia al Padre. Aquí se ven serias diferencias con otras posturas ante la injusticia. Evangelizar es actuar-transformar: la palabra hecha Historia, es “el poder de Dios para la salvación del mundo” (Romanos 1,16). La teología se hace desde el vivir cotidiano: con el compromiso concreto adquirido después de analizar la situación y reflexionarla a partir de la Palabra. De aquí nace, después, la elaboración teológica. Los pobres –las víctimas del sistema- son un lugar teológico de primer orden, por feos que sean. El “être avec” que intuyeron los primeros Curas Obreros franceses es fundamental. Hay que incidir en los campos pre-políticos: sociedad civil, movimientos sociales, culturales y asociativos. La actuación en estos campos pre-políticos es la denuncia, la profecía y la participación en ellos. Ante el sufrimiento humano son centrales la acogida, las entrañas de misericordia como actitud radical y la inteligencia táctica y estratégica, siempre conscientes de nuestras limitaciones y de los procesos históricos.
Hemos aceptado que la encarnación vivida a fondo en lo concreto lleva a la contemplación y enseña a estar en la periferia social y eclesial: A grandes rasgos, nos vemos y nos situamos en la periferia tanto social como eclesial. Es ahí precisamente donde queremos estar. Toda institución, cualquier sistema social o religioso, genera un centro y una periferia. En el centro se nota más el poder, la visibilidad, el privilegio, la autoridad, la lejanía. En la periferia se vive mejor la servicialidad discreta, el anonimato sencillo, la vida a ras de tierra, la levadura y el grano de trigo, la decisión compartida y la cercanía a la gente en su cotidianidad: sus problemas, sus luchas y sus dichas.
También en la Iglesia, en cuanto institución humana que es, existe una periferia donde residen, entre otros, aquellos grupos y personas que se resisten a aplaudir muchos criterios y actuaciones de la oficialidad central. Son bastantes los curas obreros que, por querer estar cerca de la gente, se han de situar lejos del centro, en una distancia (e incluso disidencia) parcial y consciente. Es algo que va con la opción de ser “como uno de tantos” en instituciones centralistas.
Desde este ángulo de contemplación real, contrastada y verificada desde el servicio a los pobres y excluidos no me extraña nada el aliento que Alberto Iniesta –Obispo entonces en Vallecas- nos quiso insuflar a los curas obreros del España al saludar nuestro segundo Encuentro estatal con estas palabras: “La opción del cura obrero y todo lo que ella representa para la iglesia debe ser preferencial para la jerarquía, porque apunta la dirección de toda ella. Nos orienta…” El obispo Nicolás Castellanos lo ha expresado así: “los curas obreros dieron un paso adelante, pisaron la frontera, se colocaron en la periferia como Jesús de Nazaret. Colocarse ahí supone muchas rupturas institucionales, suscita recelos, amenaza al poder, pero sin este tipo de rupturas ni se humaniza ni se evangeliza, ni se anuncia el evangelio de Jesús ni su reino” (Prólogo al libro “Los Curas Obreros en España”, Nueva Utopía, Madrid 2004). (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Don Pedro Casaldáliga sintetiza
“El desafío de la evangelización en este principio del siglo XXI, como en todos los siglos, por lo demás, continúa siendo cómo salir con el Evangelio al encuentro de lo proletario de este mundo. Lo pequeño, de que habla el Evangelio, los leprosos de cada época, la plebe sucia que en cada época los poderes del dinero, de la política y de la religión desprecian olímpicamente.
Los curas obreros significan una experiencia revulsiva en eclesialidad, en ministerialidad, en solidaridad y convocan, hoy todavía más que ayer, para otra eclesialidad, otra ministerialidad y otra solidaridad.
Con ellos la Iglesia salía al encuentro y sin banderas, despojada; haciendo de la Encarnación el gran paradigma pastoral. Esos sacerdotes se hacían pueblo, renunciaban al estatus clerical. Sacerdotes obreros ha sido el primer gran intento de desclericalización del clero, entendido el clericalismo como distancia y privilegio, en la Iglesia y en la Sociedad. Un intento, además, que comportaba la mayor credibilidad, porque los sacerdotes obreros asumían la condición obrera, con los riesgos y compromisos concretos del trabajo y sus luchas y sus organizaciones. (Epilogo de “Los Curas Obreros en España”, Nueva Utopía, Madrid 2004).
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