viernes, 16 de marzo de 2012

SALVARSE NO ES EVITAR LA CONDENACIÓN

Fray Marcos

Hoy es imprescindible tener en cuenta el contexto del evangelio que leemos. Estamos en el capítulo 3º de Juan. Este evangelio está estructurado según un esquema teológico. Cada capítulo es un tema que tiene identidad por sí mismo. Es muy interesante el paralelismo asombroso que tienen los 21 capítulos, con las cartas del tarot. Este esoterismo es precisamente una de las claves para descubrir toda su profundidad.

El punto de partida del discurso que Juan pone en boca de Jesús, es el diálogo con Nicodemo, que empieza sin que le haya preguntado nada:

“Te lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios”.

Nicodemo le responde: “Eso es imposible”.

Pero Jesús insiste: “El que no nazca del agua y del espíritu no puede entrar en el Reino de Dios; lo que nace de la carne es carne, lo que nace del espíritu es espíritu”.

Nicodemo insiste: ¿Cómo puede ser eso?

Y comienza el discurso cuyo final acabamos de leer.

El domingo pasado, Jesús arremetió contra el culto que se desarrollaba en el templo. Hoy arremete contra la manera de interpretar la Ley que tienen los fariseos. En ambos casos se trata de instituciones antiguas vacías de contenido que hay que sustituir. No se trata de una nueva interpretación, (es lo que busca Nicodemo) sino de algo completamente distinto: hay que nacer de nuevo.

No debemos pensar en discursos pronunciados por Jesús. Juan pone en boca de Jesús una cristología propia de finales del siglo I.

EXPLICACIÓN

“Lo mismo que Moisés levantó la serpiente” No podemos entender una comparación si no comprendemos los dos términos de la misma. Lo que hizo Moisés es recordar en un momento de verdadero apuro, al dios egipcio Ranenutet (representado por una serpiente). A los que habían construido un becerro de oro a sus espaldas, no dudó en hacerles beber el metal fundido. Ahora es el mismo Dios el que le manda construir la imagen de otro dios.

Para entender la comparación con la cruz, es imprescindible saber que el dios egipcio era a la vez veneno y antídoto; muerte y vida; opresión y salvación. Al ser crucificado, Jesús representa a la vez, la muerte y la vida, la humillación y la exaltación.

Al decir “levantado”, va mucho más allá de una alusión a la figura de la serpiente. La cruz es la manifestación suprema del amor y la lealtad de Dios. Es el momento de la exaltación definitiva de Jesús. En el hombre levantado se manifiesta la verdadera Vida. Jesús ha llegado a lo más alto; se ha identificado con Dios.

Para que todo el que lo haga objeto de su adhesión (crea), tenga Vida definitiva. "Vida definitiva" Denota la calidad de vida propia del estadio final y definitivo. Traducir por "Eterna", empobrece el significado, por insistir solo en la duración y no en la calidad. La consecuencia de “ser levantado en alto”, es dar plenitud de Vida. El Espíritu que nos comunicará, será la verdadera fuente de Vida para todos los que le acepten.

“Demostró Dios su amor al mundo" El amor se hizo visible en un acto. No se dirige solo a los cristianos, sino al mundo. Jesús es el don de Dios a la humanidad. "Dar a su Hijo" no se refiere, aquí, únicamente a la encarnación, sino a la crucifixión.

“Porque no envió Dios el Hijo al mundo para que de sentencia contra el mundo, sino para que el mundo se salve por él”. Para Juan, Jesús es enviado al mundo, Para los sinópticos, a Israel. La salvación está destinada a todos. No solo al pueblo elegido, sino a todas las naciones. Se acabaron los privilegios. La Vida del Espíritu se ofrece a todos. Quién no obtenga esa Vida, será porque rechaza su oferta, negando su adhesión a Jesús.

El que le presta adhesión no está sujeto a sentencia; el que se niega a prestársela ya tiene la sentencia. No hay lugar para la indiferen­cia. O se presta adhesión o se niega esa adhesión. O se nace del espíritu o se permanece en la carne.

Es este un dato importantísimo para entender la manera de actuar (no actuar) de Dios. Tanto la sentencia negativa como la positiva, no es consecuencia de un acto externo de Dios. Es el resultado de una actitud permanente identificada con el mismo acto de adhesión.

Bien entendido este versículo, cambiaría todo el modo de entender la moral. Desde la visión farisaica (y la nuestra), Dios juzgaba a los hombres después de examinar sus acciones. Si eran conforme a la Ley, los salvaba; si eran contrarias a la Ley, los condenaba. La justicia de Dios sería el trasunto de la justicia humana.

Juan nos dice que Dios es justicia; pero en Él, la justicia es una realidad permanente. Todo está en su sitio en cada instante. Cada actitud, cada acto del hombre, lleva incorporada la justicia.

Los hombres han preferido las tinieblas a la luz. "Su modo de obrar" Denota el proceder habitual, no un acto puntual.

En el prólogo se nos había dicho: "y la Vida era la luz de los hombres". No es la luz la que da Vida (como maestro), sino al revés, es la Vida la que te iluminará. Sin Vida no se puede aceptar la luz. La falta de Vida lleva consigo el rechazo de la luz.

Mantener una relación con Dios desde la Ley, desde lo externo, sin Vida, es mantener la relación de injusticia en que están los dirigentes religiosos. El que oprime al hombre no puede aceptar la luz. La adhesión a Jesús, exige salir de la situación de opresión.

El que obra con bajeza... El que practica la lealtad. "Obra con bajeza (practicar lo malo), se opone a “practicar la lealtad”. "Hacer la verdad" es un semitismo que utiliza Juan, y lo opuesto es "hacer la falsedad".

El que es cómplice de la muerte, no aguanta la Vida. La considera como una agresión. No se eligen las tinieblas por el valor que puedan tener en sí, sino por odio a la luz. No son las doctrinas (luz) las que separan de Dios, sino las conduc­tas (Vida).

Quien con su modo de obrar daña al hombre, se opone al amor-vida. Rechazando la luz, cree poder continuar haciendo el mal sin ser descubierto.

"Practicar la lealtad" equivale a hacer lo que es bueno para el hombre. Al emplear "lealtad" nos está diciendo que el amor no es algo teórico, sino práctico. Una vez más la Vida es anterior a la luz. "Y así". El acercamiento a la luz, se hace por amor a la luz, no para que se vean las obras.

"Realizadas en unión con Dios". No obras hechas según Dios quiere, sino algo más. Obras en las que, con la actividad del hombre, se ve la de Dios revelando en ellas su gloria-amor.

Creer va unido a las obras buenas. La incredulidad acompaña a las obras malas. Jesús evidencia lo que es un hombre.

APLICACIÓN

En el trozo del discurso que acabamos de analizar nos encontramos con los aspectos más originales de la salvación ofrecida por Jesús:

1) La salvación es Vida.

2) Viene de Dios.

3) Es fruto del amor de Dios.

4) No es una alternativa a la condenación.

5) Exige la adhesión a Jesús.

6) Se manifiesta en las obras.

Cada uno de estos puntos nos tendría que advertir de los errores en que caemos a la hora de hablar de esa salvación que Jesús nos ofrece. “Por pura gracia estáis salvados”.

Hablar de salvación, es plantearse el sentido último de la vida humana. Sería desplegar las más elevadas posibilidades humanas.

El término “salvación” tiene connotaciones negativas, y eso es muy peligroso a la hora de entender lo que dice el evangelio. El médico salva una vida cuando está a punto de perderse. El pensar en la salvación en términos negativos nos ha paralizado en nuestro desarrollo. Nos hemos creído que, si elimino el pecado, estoy salvado. Salvarse no es evitar la condenación. La salvación por parte de Dios tiene una connotación positiva. Salvarse sería llevarnos a una plenitud de ser, más allá de las mismas posibilidades naturales de la persona.

La salvación no es algo que me venga de fuera. La salvación surge de lo más hondo de mi ser. Desde ahí, Dios con su presencia posibilita mi plenitud. Hay que tener muy claro, que me salva totalmente Dios y me salvo totalmente yo. La acción de Dios y la del hombre, ni se suman ni se restan ni se interfieren, porque son de naturaleza distinta. "Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti". Todo lo que depende de Dios para mi salvación ya está hecho. Por tanto, mi salvación, aquí y ahora, depende de mí.

La conciencia que tenemos de que Dios puede no salvarme, es consecuen­cia de que esperamos de Dios una salvación equivocada. Queremos que Dios nos libere de nuestras limitaciones, es decir que nos quite el sufrimiento, el dolor, la enfermedad, la muerte. Todo eso forma parte de nuestra condición de criaturas y es inherente a nuestro ser. Ni Dios puede hacer que sigamos siendo criaturas, y sin limitacio­nes. Buscar la salvación por ese camino, es un error garrafal. La salvación que Dios nos da, tiene que realizarse mientras seguimos siendo criaturas, y por tanto, a pesar de nuestras limitaciones.

La salvación no es cambiar lo que soy ni añadir nada a lo que ya soy. Es una toma de conciencia de lo que en realidad soy, y vivir en esa conciencia. Es descubrir el tesoro que está escondido dentro de mí y disfrutar de él. “La vida eterna consiste en que te conozcan a ti, único Dios verdadero y a tu enviado Jesucristo”. Se trata de “conocer”.



1 comentarios:

carmen dijo...

Ya sé que no me va a contestar, es una pregunta púramente retórica . ¿ qué es exactamente para usted ' la vida eterna'?
Digo exactamente.
¿seguir viviendo despueśd de la muerte? .

No creo que pueda haber una 'adhesión total a Jesús' . Sencillamente se comparte su visión de la vida o no se comparte.