lunes, 20 de septiembre de 2010

GENEROSA ITURRI 53 años en Angola

Generosa Iturri,..la bondad natural,.....mas alla de la Liturgia.......mucho mas alla del poder,..y a demasiada distancia del Dogma excluyente.

Lleva más de medio siglo en su misión angoleña donde vivió 30 años de guerra civil. «Ya no hay tiros; hoy la gran amenaza es el sida y la pobreza»

Virginia Ródenas, en 'ABC'

Generosa, nunca encontré a nadie con un nombre tan bien puesto.
-Ay, cállate por favor (se ríe). ¡Si siempre protesté por el nombre, que no me gustaba nada!
-Pero si es una definición. El 8 de octubre se cumplen 53 años de su llegada a Angola.
-Vine voluntaria a las misiones en 1957, pero salí de España en el 54, para estudiar 3 años Enfermería en Lisboa. El barco partió un 22 de septiembre y llegamos a Lobito 16 días después.
-¿Su primera impresión?
-Me sobrecogió y me gustó porque supe que aquí tenía que trabajar, con tanta gente necesitada.
-¿Por qué teresiana?
-Verás. Quería ir a misiones y ellas habían fundado en Angola una comunidad. Yo era alumna suya, pregunté si podía ser misionera y dijeron que sí.
-Y se fue de cabeza a la guerra.
-Sí. Pero en la guerra colonial, en los 60, fue cuando más progresó Angola. Se trabajaba mucho, se asfaltaron carreteras, hubo industrialización... Y aunque no fueron tiempos fáciles y los padres nos pedían que guardáramos a sus hijas que corrían peligro en las aldeas, no sufrimos tiros ni esas cosas porque la guerra estaba en el norte y nosotras en el centro.
-Luego se desató la contienda civil.
-Horrible. Duró 35 años. La viví enterita, desde el primer día hasta el último.
-Resistieron tres decádas al fuego cruzado en Cubal, al borde de una carretera estratégica.
-Vivimos con muchos riesgos pero con muchas ganas de ayudar. Acudían a nosotras de todos los puntos porque era el único puesto médico abierto en 500 kilómetros. Logré que viniera la hermana Teresa López, que es médico, de Pamplona. Se atendía en tiendas de campaña, en quirófanos con techos de paja. No te imaginas lo que fueron las primera amputaciones de guerra, con Teresa operando mientras bombardeaban. Tremendo. Pero estábamos muy contentas de ayudar a un pueblo que sufría tanto. Corrimos muchos peligros, muchos, y aún no me explico cómo no nos tocó nadie, nadie nos hizo mal y pudimos socorrer a todos. ¡Nos salvamos de todo! Verdaderos milagros que le gente no comprende.
-Tras la batalla, lucharon por recomponer el paisaje humano, recoger los pedazos...
-Nos llegaban a decenas abandonados, huérfanos, solos, enfermos...
-Con ellos edificó San José.
-Tuvimos hasta doscientos niños, ancianos, mujeres... Levantamos un pequeño pabellón al que llamamos Barrio San José porque no queríamos que fuese un orfanato para niños o un asilo para mayores, sino casas para familias nuevas hechas con los que habían perdido a los suyos, con aquellos abandonados que no podían volver a sus tierras. Y en San José se hizo también el comedor para atender a los pobres que vivían alrededor.
-Entre tanto petróleo y diamante, un molino fue su esperanza y su salvación.
-Conociendo un poco el egoísmo humano acaba entendiéndose. Cuando tras la guerra todas las organizaciones internacionales se fueron nos preguntaban de qué viviríamos si ya no nos darían nada. Pero pensamos que algo saldría... y salió el molino, y una huerta grande para beneficio de los más pobres.
-Sobrevivió a minas antipersona, al contagio de tuberculosis, de fiebres hemorrágicas, de sida...
-Si ya te lo he dicho: un milagro. Me tocó lidiar con eso toda la vida. En guerra llegamos a tener hasta 900 tuberculosos internos. Pero había tanto trabajo que no tuve tiempo ni de contagiarme.
-¿Hay inmunidad frente al dolor y la tragedia?
-No. Lloro mucho. Para seguir hace falta la esperanza de que todo mejorará y deseos de justicia y paz.
-Teresa de Calcuta dudó y se preguntó por qué.
-Por qué, por qué... Es verdad. Claro que se duda porque las injusticias y todo lo demás mueven sentimientos y no se comprende nada. Horrible.
-¿La fe mueve montañas?
-Sí, sí. Nunca pensé que creería en eso tan ciegamente, pero lo he vivido. En la guerra, con muchos enfermos y la carretera cortada, nos quedamos con dos fardos de harina para alimentar a tantos. Pues ese día llegó un carguero con 200 sacos. ¿Qué te parece?
-Un milagro.
-Claro, y una fe muy grande. En guerra nunca nos faltó comida ni medicinas. Si eso no son milagros...

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