Federico Mayor Zaragoza
El consumo de drogas es, como el alcohol y el tabaco, una responsabilidad personal. Deben conocerse muy bien los efectos nocivos que comporta su consumo. Pero está claro que el prohibicionismo, como ha destacado recientemente Araceli Manjón, ha constituido un error rotundo, con mafias que afectan a la seguridad de países enteros, traficantes que se convierten en asesinos, y drogadictos que hacen de su vida, a escala personal y familiar, una inmensa tragedia.
La "Ley seca" fracasó. Cuando la prohibición se terminó, los Al-Capone desaparecieron.
En el mes de mayo de este año, escribí un blog sobre este tema, recomendando la despenalización, como hace unos días lo ha hecho, con considerable repercusión mediática, el ex-Presidente del Gobierno Español, Felipe González.
Escribía en mi blog de mayo: "...por las dimensiones del tráfico y su impacto económico y delictivo, el consumo de drogas afecta a la sociedad en su conjunto".
Buena parte de los problemas de Afganistán -y de los relacionados con los talibanes- desaparecerían si, súbitamente, no fuera negocio cultivar la amapola. El 90% de la heroína que se consume en el mundo procede de Afganistán. Y cada hectárea de adormidera proporciona unos 13.000 dólares... cuando los cereales no pasan de 500.
Lo mismo sucedería en Colombia y otros países de América: si de pronto el precio de la cocaína decreciera fuertemente, terminaría de una vez la trama mafiosa, de extrema violencia, que hoy produce el narcotráfico.
Europa debería liderar esta gran decisión a la que se oponen algunos de buena fe, y otros para defender los inmensos intereses que obtienen... sin reparar en los desgarros personales y familiares que originan... y que no afectan a sus conciencias porque hace tiempo que las vendieron.
Es necesario, pues, en ésta como en tantas otras cuestiones, un replanteamiento radical. Hay que abordar el tema sin prejuicios, sin posiciones inamovibles que desoyen cualquier sugerencia de cambio.
Sí, despenalización, y que la droga no valga más que un paquete de tabaco o una botella de vino. Y desaparición inmediata de los paraísos fiscales, como pedía recientemente (blog del 3.05.10). Ambas son medidas muy difíciles por los fabulosos intereses que subyacen y por la inercia que la "sociedad instalada" siente ante toda modificación de rumbo.
Sin tráfico de drogas y sin paraísos fiscales que lo hacen posible, el mundo sería, de pronto, mucho mejor.
Despertemos del largo letargo y elevemos nuestras voces en este sentido, por Internet y por todos los medios a nuestro alcance: tráfico de drogas, ¡basta!.
jueves, 30 de septiembre de 2010
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