Vicente Romero
Jean Ziegler había venido a Madrid para promocionar su último libro ("El odio a Occidente", editado por Península) y llevaba todo el día de entrevistas. Mañana y tarde exponiendo a un periodista detrás de otro las razones que el mundo empobrecido tiene para odiar a las naciones enriquecidas a su costa, resulta un trabajo agotador. Más aún para un hombre de 76 años, por vigoroso, inagotable y lúcido que sea. Sin embargo, el maestro revolucionario no se conformó con que cenáramos en un restaurante tranquilo donde hilvanar la charla con otro viejo defensor de los desposeídos, el sacerdote Ángel Olaran.
Misionero en Wukro (Etiopía), uno de los lugares más pobres de África, Olaran acababa de llegar a su Hernani natal de vacaciones, y vino en autobús a Madrid para conocer a Ziegler. Tenían que encontrarse y hablar porque, desde hace tiempo, el cura y el ensayista tienen muchos puntos de vista comunes: si Ziegler asegura que un "niño que muere de hambre en este mundo sobrado de recursos es asesinado", Olaran denuncia que "el hambre es un genocidio organizado por los poderosos".
Pero no se conformaron con un debate académico en torno a una mesa. Y me pidieron que les mostrase los dos mayores nidos de miseria que hay en Madrid: el poblado de gitanos rumanos en El Gallinero y, muy cerca, el supermercado de la droga en la Cañada Real. Así que allá nos fuimos, a las nueve y media de la noche, llevando como guía a Javi Baeza, cura de la iglesia vallecana de San Carlos Borromeo.
Durante largo rato, recorrimos esos infiernos urbanos que se ocultan a sólo diez minutos en coche del centro de Madrid. Entramos en las casas de cartón y tablas, hablamos con sus gentes y escuchamos sus testimonios sobre la prepotencia policial. Finalmente asistimos de cerca al impune mercadeo de la droga y al consumo desesperado de sus víctimas ante la pasividad de tres coches patrulla de la Policía Nacional. Baeza aportaba datos y nos presentaba gentes.
Ziegler no paraba de repetir una palabra: ‘increíble’. Olaran reflexionaba comparando esta desgarradora miseria en Europa con la que conoce y combate en Etiopía. La visita fue un acto de coherencia de los tres. Porque Ziegler no abandona su lucha como Vicepresidente del Consejo Asesor de Derechos Humanos de Naciones Unidas cuando acaba el horario laboral de los funcionarios internacionales. Y Olaran y Baeza tampoco conocen horas libres para hacer dejación de sus convicciones, de su profunda conciencia cristiana.
El improvisado recorrido nocturno no se hizo para la prensa. No hubo una sola cámara. Se supo porque al día siguiente Toni Garrido --a quien se lo contamos como amigo-- se empeñó en que habláramos de ello en Asuntos propios cuando entrevistó a Jean Ziegler sobre su libro. Hizo bien.
La actitud de los dos curas y el ensayista es todo un ejemplo en estos días difíciles que atravesamos. En estos meses de retrocesos sociales, en estos años de deterioro de la democracia, conviene mirar hacia adentro, a lo que se esconde a nuestro alrededor, para no perder de vista la realidad profunda del sistema criminal que rige nuestras vidas. Sobretodo cuando Sarkozy expulsa despiadadamente a los gitanos rumanos de Francia, sin que importe que sean ciudadanos europeos como ha señalado Javier Solana. Y, ¡ay!, cuando Zapatero le brinda su apoyo por "razones de estado".
domingo, 26 de septiembre de 2010
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