martes, 10 de julio de 2012

GOLPES QUE DESPIERTAN...

Margot Bremer rscj

Hoy Paraguay canta: “Oh pueblo mío, sólo te queda resistir…” Pues, fiel a la Constitución, pero vaciada de su espíritu, el Senado (latín senatus = asamblea de ancianos en función de dirigir el Estado), un pequeño grupo que entró “por la puerta chica” -listas sábanas- en el Parlamento, hizo salir “por la puerta grande” en menos de 24 horas al nuestro legítimo presidente: Fernando Lugo. Este golpe exprés interrumpió un proceso de construcción de democracia, iniciado hace 4 años. En realidad fue un golpe a todo el pueblo que había elegido a este presidente libre y legítimamente en 2008. Pero en vez de anestesiar, el golpe tuvo efectos contrarios: el pueblo, ya herido por la masacre de Curuguaty, se despertó y se levantó con un grito de dolor e indignación. El médico1 se equivocó gravemente, tanto en su diagnóstico como en su tratamiento y más todavía en el resultado. Con esto perdió toda su autoridad. El pueblo, auto-convocado y de pie en la plaza, siguiendo con preocupación e impotencia la transmisión del show de un “juicio exprés”, no aceptó aquella sentencia infundada. Todo fue y sigue siendo al revés. El pueblo, condenado en la persona de Lugo y presente en la plaza en la diversidad de redes sociales y miembros de base de todos los partidos, también los dos tradicionales, invirtió el escenario en un juzgado: era el pueblo que condenó a los de adentro - Congreso, aunque sin efecto material, pero sí, moral. No aceptaron la sentencia y con ella tampoco al nuevo presidente quien inmediatamente asumió el poder.

El pueblo se despertó de golpe al ver “golpeado” su incipiente democracia. Y al protestar, sufrió inmediatamente una represión al estilo de la dictadura, con gases lacrimógenos, más adelante corte de luz, presiones de renuncias, etc. La TV Pública, medio que consiguió que el pueblo aprendiese a expresarse públicamente mediante el “micrófono abierto”, fue intervenida enseguida. Pero “cuánto más les oprimían, más crecían y se multiplicaron” (Ex 1,12). Más resistencia se generó mediante el “micrófono abierto” en la calle, múltiples manifestaciones, hasta festiva, marchas por las calles, pinturas concientizadoras en paredes, nuevas canciones que brotaron del luto y de la resistencia, cortes de ruta en el Interior, eran manifestaciones públicas del repudio al golpe. Abiertamente siguen a partir de entonces las renuncias de miembros de base de los partidos que habían puesto en escena toda esa tragicomedia, también comunicaron por internet renuncias de funcionarios en los ministerios públicos; tampoco faltaron lamentos de fieles católicos sobre la postura de sus representantes y del Vaticano por su adhesión inmediata al nuevo gobierno golpista. Estas crecientes demostraciones públicas en el Paraguay fueron confirmadas y reforzadas por los pronunciamientos y tomas de medidas de los países de Unasur y Mercosur que se habían reunido oportunamente.

Muchos son los motivos que llevaron a este golpe premeditado que indignó no solamente al pueblo paraguayo, sino a las naciones de América Latina y de otros Continentes. Una de ellas fue la masacre de Curuguaty, que refleja la deplorable distribución de tierra en un país con una producción exuberante que puede alimentar a todos sin que nadie sufra hambre. Sin embargo, miles de hectáreas de tierras mal habidas, llenas de impunidad, están en manos de aquellos que hicieron el juicio. La lucha por la justa distribución de tierra está íntimamente unida con la convivencia democrática.



Juicio al pueblo en la Biblia

La Biblia presenta el paradigma de un pueblo que quiere vivir el proyecto de convivencia inherente a la Creación. Luchaba, resistía, defendía y renovaba permanentemente durante los siglos su proyecto profundamente democrático, llamado “Pueblo de Dios”, especialmente en momentos de intromisión y acaparamiento de poder de ambiciosos de adentro y/o de afuera. La forma alternativa de convivencia de aquel pueblo molestaba y peligraba el sistema explotador y opresor de las monarquías que basaron su poder en la centralización de privilegios y tierras, una pequeña oligarquía representada en la figura del rey. El pueblo de Israel, sin embargo, concedió privilegios a los pobres para garantizar de esta manera la igualdad. Se había constituido en una confederación de doce tribus de diversas culturas. El número 12 es una de las constantes en la Biblia que simboliza ese proyecto popular descentralizado que siempre necesitaba reconquistar2. Otro símbolo de ese proyecto popular es la distribución igualitaria de la tierra (Jos 18,1-10), mantenida mediante constantes reformas agrarias a los 7 y 50 años (año sabático, año jubilar), proyecto totalmente alternativo a las monarquías vecinas que activaban y justificaban religiosamente la concentración de tierras en manos de la oligarquía.

El proyecto alternativo de aquel pueblo estaba en permanente peligro de ser derribado por sus propios a compueblanos que pusieron sus intereses personales encima de las comunitarias. A ellos convenía introducir el sistema monárquico en su pueblo para poder acaparar privilegios, poder y tierras con fundamentos religiosos.

La historia de la Viña de Nabot (1 Re 21,1-21) pone en escena la resistencia del pueblo que defiende su proyecto democrático contra tal sistema monárquico, ya introducido anteriormente (cf. 1 Sam 8,1-3).

Bajo la influencia de su esposa, la reina Jezabel de Fenicia, el rey Ajab de Israel quería servirse de los “privilegios del rey ”3 del Oriente, a costa de “los privilegios de los pobres”. Ajab se sentía en el derecho de acaparar más tierra por su status de monarca y ofreció al campesino Nabot dinero para comprar su viña4. Nabot, en representación de su pueblo, rechazó la petición del rey, invocando a Dios que le libre de tal traición a la constitución de su pueblo (1 Re 21, 3). Rechazó colaborar con el debilitamiento y desequilibrio del poder popular. La reina extranjera, sin embargo, animaba a su esposo de imponerse como el más poderoso: “¿Acaso no eres tú el que manda en Israel?” (v.7). Ella utilizó las estructuras democráticas del pueblo de su esposo, la “asamblea de los ancianos” (senado). Con facilidad consiguió a coimear a aquellos venerables “ancianos” y encontrar a dos testigos fraudulentos para hacer el juicio al ciudadano Nabot, todo según la ley, pero vaciándola de espíritu -como en el juicio político a Lugo-, ya que “jueces” y “testigos” fueron comprados. Nabot fue condenado a muerte por supuesta maldición a Dios y al rey, acusación totalmente tergiversada -como ocurre en nuestros “grandes” medios de comunicación-. Pero según el código de las monarquías orientales, oponerse al rey era sinónimo a oponerse a Dios; mientras que según el código del “Pueblo de Dios” oponerse al rey significaba resistencia para defender los derechos del pueblo. Nabot tenía que sufrir la condena de muerte porque el rey se había “vendido” a otro sistema político foráneo, traicionando a su propio pueblo (v.10.13). Sin embargo, la Biblia constata que aquellos que realizan por intereses propios un juicio al pueblo, serán juzgados por el mismo.

El juicio al pueblo evoca el juicio del pueblo

El rey, después de la ejecución de Nabot, suponía ya no encontrar más obstáculos para apropiarse de la tierra del difunto. Sin embargo, al tomar posesión de la viña de aquel - momento más esperado y gozado - tuvo que enfrentarse con otro representante del pueblo, el profeta Elías. Encuentro desagradable en que los papeles cambiaron entre juez y acusado -así como en la plaza de armas el día del juicio al pueblo-. Ahora era Elías quien, en nombre de Dios y del pueblo, juzgó al rey Ajab acusándole de ser además de asesino, ladrón (v.19). Pues, ni siquiera por su status de rey tenía el derecho de apropiarse de la tierra del ejecutado. Continuaría siendo tierra del pueblo -como “tierra fiscal” y en asamblea se decidiría sobre su uso (plaza, cementerio, etc.) Apoderarse de la tierra del pueblo, convertiría la “Tierra Prometida” en “Tierra Malhabida”, que sería “Tierra Maldecida”, ya que traicionaría el proyecto popular. El intento del rey de “privatizar” tierra del pueblo era un “robo”, según su constitución. Tan rápido como la corte real había hecho el juicio al pueblo en la figura de Nabot, ahora el pueblo, en la figura de Elías, hizo el juicio al enemigo del pueblo, el rey Ajab. Éste, al haber querido comprar la tierra del pueblo, en realidad se había “vendido” (v.20). Comprar y vender son dos verbos de negocio, propio del país de su esposa fenicia, país de comerciantes. Ajab se había vendido a un poder colonizador, traicionando el proyecto de su propio pueblo. Elías finalmente le anunció que ni él ni su casa (su partido) jamás tendrán futuro (vv. 21-24).

Este texto bíblico expresa en dos figuras simbólicas la eterna resistencia del pueblo contra los usurpadores de sus derechos, presentado mediante el símbolo de tierra. Impulsado por la indignación frente a los atropellos, el pueblo se levanta -en la figura de Elías- y se defiende, invirtiendo el rol de acusado en acusador. Aunque reprimido y condenado, el pueblo crece en resistencia la que contagia y se multiplica: “Cuánto más les oprimían, más crecían y se multiplicaron” (Ex 1,12). Así comenzó la fundación del pueblo y así comienzan todos sus intentos de refundación.

Nuevo juicio

En el NT el símbolo de autogestión del pueblo sigue con el número 12, pero no se habla más de la tierra, sino del pan5. Jesús, hijo y heredero de la resistencia del pueblo de Nabot, compartía diariamente el pan con los suyos. En la así llamada “multiplicación de los panes”, al organizar a la gente según su sistema cultural6, él consiguió el milagro de que su pueblo recuperara la autogestión al compartir y repartir ellos mismos entre sí el “pan” que habían traído. A los fariseos y los demás del Sanhedrin, institución religiosa-jurídica de aquellos tiempos, les molestaba la (re-construcción) del Pueblo de Dios que Jesús estaba animando y practicando con el término político de “Reino”, pero totalmente alternativo a los existentes. Aquellos religiosos del Sanhedrin querían mantener la dependencia religiosa, jurídica y económica del “populacho” al que necesitaban pero en el fondo despreciaban, asegurando de ese modo su popularidad para continuar enriqueciéndose. Aquel sistema religioso, en alianza con el colonizador y explotador, el imperio romano, también hizo un juicio falso al pueblo en la persona de Jesús. Habían creído que pudieron liquidar con él el sueño del pueblo, pero consiguieron lo contrario: Él resucitó y está presente en todos aquellos que luchan por una convivencia democrática, justa, igualitaria, fraterna y solidaria: su · “reino”, que él en nombre de Dios y como Hijo suyo, inauguró para que crezca y llegue a la plenitud.

Último juicio inconcluso

Vemos que los golpes que el pueblo sufre mediante un “Juicio político”, no siempre adormecen como fue premeditado, sino despiertan y provocan resistencia. El pueblo comienza a pensar con cabeza propia, y a partir del NO a cualquier golpe exprés, comienza a rescatar sus raíces y valores propios, rechazando lo foráneo impuesto a su identidad. Esta resistencia debe ser motivada por la búsqueda y defensa de una re-existencia. Por eso no estará lejos el día en que el pueblo invertirá el juicio –a partir de esa resistencia - elaborando y poniendo en práctica un proyecto propio para poder articularse con aquellos países latino-americanos que comparten semejante sueño.


1 Federico Franco, ex vicepresidente y, de y con golpe, presidente actual, es médico de profesión.

2 El NT Jesús asume este número en la elección de 12 discípulos, para rescatar y refundar este sueño del pueblo. También se usa este número simbólico en la perícopa de la hija enferma de Jairo con 12 años, que representa el sueño frustrado del pueblo, aparentemente muerto, al que Jesús resucitó. También las 12 canastos llenos después de la multiplicación de los panes (Mc 6, 43). En Apc el número 12 tiene una gran importancia en los 24 (2x12) ancianos (Apc 5,8); los 144(12.000 x 12.000mil, mil de cada una de las 12 tribus(7,5-8). El canto nuevo de los 24 ancianos para los 144.000 rescatados (Apc 14,3) .

3 Cf. 1 Sam 8,11-18, ley practicada por los reyes orientales, documentada únicamente en la Biblia.

4 Viña en la cultura israelita es el símbolo de una alianza entre Dios y su pueblo que se debe reflejar en la convivencia igualitaria y solidaria del pueblo; es totalmente otra clase de alianza que aquella entre el rey, traidor del proyecto de su pueblo y la reina, impositora de un proyecto colonial en contra del pueblo.

5 Hay que tener en cuenta que los evangelios fueron escritos en ciudades para gente urbana que ya habían perdido la conexión con la tierra; tenían que comprar el pan, fruto de la tierra en el trigo.

6 El evangelista Marcos (Mc 6,40) indica que Jesús les organizó en grupos de 50 y 100, número de los clanes durante la época de la Confederación de Tribus, único momento en que vivían, aún a trancas y barrancas, el proyecto del “Pueblo de Dios”.



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