Juan Rubio, director de Vida Nueva
Europa acude en ayuda de España. ¡El dinero, el dinero! Falta el dinero y, como siempre, gana la Banca. En el juego, siempre gana la Banca ante el gran público que contempla el espectáculo de políticos rendidos a las plantas de los nuevos reyes y señores. Es el mensaje que hace años venimos escuchando y que se venía negando de forma sistemática.
Ha habido que rendirse a la evidencia, maquillada por mensajes bien estudiados. Los fantasmas de los banqueros del emperador Carlos vuelven a revivir. De nuevo los Fugger que imponen sus condiciones; después impondrán, como en Grecia, a los gobiernos. Nerviosismo, falta de información. España convulsa, España a la deriva. Preocupación por doquier.
Mientras saltan las noticias, yo ando por tierras de México, y en la Argentina se sonríen entre labios. Los juegos malabares no son solo de este lindo país. También en España hay problemas. Se derrumba el Imperio. Falta información y cada uno barre para casa. Todo se estremece. Pese a que hubo voces que alertaron, todo parece derrumbarse.
Y hay que poner oído al taxista, al tendero, al portero, al colega y al vecino que solo busca su pan, su casa y su tranquilidad.
Ni un documento, ni una palabra de aliento.
Todos los episcopados han hablado
de la miseria, de la pobreza, de
las secuelas de este desbarajuste.
La Iglesia calla en España.
Se maquilla la intervención y se dice que son los bancos los que han de pagar, como si no fueran los ciudadanos los que pagan a los bancos con sus intereses tan draconianos. Los banqueros del emperador alemán que hablaba a las mujeres en francés, a los caballos en alemán y a Dios en español. Estos solo hablan el neolenguaje del dinero.
Y la Iglesia sigue callada, con silencio amedrentado. Ni un documento, ni una palabra de aliento. Todos los episcopados han hablado de la miseria, de la pobreza, de las secuelas de este desbarajuste. La Iglesia calla en España. Algún día tendrá que lamentarse de este silencio tan apegado al miedo a perder prebendas. Algún obispo en su diócesis, de forma aislada, ha ido hablando, pero la Conferencia Episcopal sigue dándole vueltas a la perdiz, preparando un documento que saldrá cuando la crisis acabe, allá por el año 2017, según los expertos.
No puede estar afónica la Iglesia
ante los nuevos Fugger, Rothschild, Rockefeller
y seguir recibiéndolos, con campanillas,
mientras desahucian a tantos pobres
que no pueden pagar sus hipotecas.
Hoy más que nunca hace falta que la Iglesia hable y devuelva a este país la confianza, la autoestima, la esperanza y la ilusión, y que sea hilo de Ariadna que nos saque del laberinto. Hace falta que los pastores hablen y digan claro en dónde está el límite de la usura, del poder del dinero y promuevan la justicia, la solidaridad y una manera de vivir más austera. “No prestes dinero a usura ni sobornes al inocente”. Son palabras olvidadas.
No puede estar afónica la Iglesia ante los nuevos Fugger, Rothschild, Rockefeller y seguir recibiéndolos, con campanillas, mientras desahucian a tantos pobres que no pueden pagar sus hipotecas. Son estos los que siguen pidiendo a la Iglesia no solo el dinero que los saque del apuro en los créditos sin interés que da Cáritas.
Hace falta una voz oportuna que pueda subirse a la montaña y gritar bien claro que la usura no construye a Europa. Intervenidos por la usura e hipotecando el futuro de un país que no puede entenderse sin Europa y que hace unos años ha dado las espaldas a América Latina. La Iglesia no puede seguir callada. Sería pecado de omisión.
lunes, 23 de julio de 2012
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