martes, 23 de diciembre de 2008

OTRO CRISTIANISMO ES POSIBLE - 09

09. Igual en eternidad, sabiduría y poder… Controversias trinitarias (En este vínculo aparece el texto del capítulo de Lenaers)
  • 1. Nota previa sobre la manera de interpretar debidamente a Lenaers.
  • El Equipo de Atrio quiere salir al paso de alguna equívoca -en nuestra opinión- interpretación de Lenaers. En el capítulo anterior, tal vez influidos por sus propias opiniones y deseos, o tal vez -parafraseando a nuestro autor- por el ‘pánico que producen los terremotos’, parece que algunos llegaron a entender que Lenaers afirmaba que Jesús era Dios o Dios era Jesús, en un sentido muy cercano al oficial y tradicional de 15 siglos de cristianismo.

    Sin duda, en este teólogo, más propenso a conciliar que a contraponer, no faltan expresiones ambivalentes que poder leer en sentido diverso, pero siempre conviene interpretar lo oscuro desde lo claro y esto lo es por demás. Hoy dice: “Si durante cien años no se veneró a Jesús como Dios, entonces, durante todo ese tiempo no hubo una doctrina trinitaria con la confesión de la unidad en esencia de tres personas distintas” (p.104). Pero en el siglo II se comenzó a `llamar´ Dios a Jesús y ahí se inicia la doctrina trinitaria. Según el belga Suenens, uno de los más influyentes cardenales del Vaticano II, “la mayoría de los cristianos, de hecho, adoran a tres dioses” (p.105). Hoy se cuestiona los conceptos de naturaleza e hipóstasis aplicados a Dios y a la Trinidad por los concilios de los siglos IV y V pero no la indudable intención de confesar a Jesús y al Espíritu como Dios.

  • 2. Se comienza a abrir camino el retorno a la experiencia originaria.
  • El jesuita Lenaers se desmarca de la dogmática tradicional diciendo “debemos volver a los dos siglos anteriores [el I y II] y dejar de confesar a Jesús como `la segunda persona de la santísima Trinidad´”.

    Lo que defiende Lenaers no es moda heterodoxa de última hora. Varios autores de prestigio lo aseguran igualmente de manera sutil aunque inconfundible (ver en Atrio el curso de J.M. Vigil sobre pluralismo religioso). Jesús es libre, dice Torres Queiruga, para poder acoger el Don de Dios, de modo que “sin esa acogida libre no sería “Hijo de Dios”. Pudo, pues no serlo. Y T.Q. cita en su apoyo al gran teólogo W. Pannenberg: Jesús no es el Hijo desde su nacimiento (encarnación `desde arriba´), sino que lo devino (encarnación `desde abajo´) condicionado este supuesto a varios decisiones libres (enumera 4) de su vida, sin las cuales “no sería el Hijo de Dios” (ver Repensar la cristología, A. Torres Queiruga, Estella 1996). ¿Es conciliable con la fe tradicional este ir Jesús haciéndose, deviniendo voluntariamente Dios? ¿O más bien hemos iniciado un proceso de cuestionamiento de este dogma central? Proceso sutil en el que multitud de laicos son más decididos que los teólogos de profesión.

    Hemos aludido a algunos lectores muy asiduos del curso, defensores de la doctrina católica tradicional. Están en su derecho. Ojalá no se sientan incómodos por la manifiesta apuesta de Atrio por un pensamiento libre, no confesional, pluralista (de creyentes y agnósticos) en la línea de un humanismo razonable y abierto en el que lo propio es argumentar desde la razón abierta, no desde autoridades `heterónomas´, irrelevantes en el mundo moderno, especialmente joven.

    Por no dejar lugar a dudas, Lenaers insiste: “En el pensamiento teónomo no hay lugar para representarse a un Dios que un buen día baja de su mundo celestial [encarnación `desde arriba´] para instalar su tienda de campaña en nuestro mundo y “adoptar la carne” que hasta ese momento no tenía. Esto significa que uno de los pilares centrales de la doctrina cristiana de la fe se derrumba estrepitosamente. Que echa por tierra con su mismo ímpetu la doctrina eclesiástica clásica de la Trinidad y la atribución del título de “Madre de Dios” a la madre de Jesús”.

  • 3. “Encarnación bajo otra luz”
  • Eso reza un párrafo del autor y, en verdad, que lo es de manera muy diferente a la creencia oficial de 15 siglos: Dios se “encarna” en todo el cosmos y en toda la humanidad. Nuestro encuentro con Jesús consiste en reconocer en él la manifestación del amor de Dios en la medida en que, según expresión machacona de D. Bonhoeffer, Jesús es un “existir para los demás”. Ahora bien, esto ocurre igualmente en todos cuantos lleguen a encarnar de modo similar la `manifestación del amor de Dios`.

    En la vieja doctrina, dice Lenaers, “la encarnación [`desde arriba´] se realizaba por la ejecución de un plan divino en un día determinado de la historia humana y sólo en un miembro de la comunidad. La teonomía, por el contrario, ve que el misterio sagrado originario está todo el tiempo en un proceso de realización corporal en el cosmos [encarnación `desde abajo´] y en el ser humano. No lo hace agregando el fenómeno biológico de la carne a su misterio insondable, como desde fuera, sino de manera tal que su ser misterioso toma progresivamente forma desde adentro en el ser humano” (p.104, las negritas son nuestras).

    Resultaría interesante, para quien lo desee, el comparar la exposición de Lenaers con los artículos de Juan Luis Herrero del Pozo ya publicado en Atrio: Dios se hace carne en la creación. El ser humano máxima encarnación de Dios. Dios se hizo carne en Jesús de Nazaret.Plenificación al alcance de todos. (Se puede acceder a todos ellos desde este Índice de Mi nuevo paradigma)

    4. Entre el SÍ y el NO.

    El estilo de Lenaers es, pese a la apariencia, prudente y precavido: sólo a duras penas se distancia de lo tradicional pretendiendo realizarlo tan solo mediante los cambios de lenguaje, bien que los entiende en `sentido tan amplio´ que abarca demasiado contenido para ser sólo lenguaje..

    Y así parece dudar: ¿Superación o no superación de Navidad? Aunque justifica festejar a un “hombre admirable que debe llevar a su plenitud el plan divino de la encarnación del cosmos”, el conjunto restante de lo celebrado “no hace más que aumentar el escepticismo frente al falso culto de Navidad y a su romanticismo invernal” (p. 105).

    Parecida ambivalencia ante la “superación y no superación del dogma trinitario” con saldo a favor de la superación: “debemos volver a los dos siglos anteriores (I y II) y dejar de confesar a Jesús como “la segunda persona de la santísima Trinidad” (p.105) y “el cristiano de la Modernidad se sitúa donde estaban las primeras generaciones de cristianos”. Las invocaciones “en el nombre del Padre y del Hijo…”, “gloria al Padre y al Hijo…” tienen un sentido “pretrinitario”, dice. Frente a la doctrina trinitaria “no se debería considerar [muchos lo hacen] que nadie es menos creyente por sentir que esa doctrina es más un laberinto…ni tampoco por sentirse más confortable en la fe de los tiempos anteriores a las controversias cristológicas y trinitarias” (p.107).

    5. ¿Y el Espíritu Santo?

    “El judío piadoso nunca habría pensado que el espíritu (de que habla el A.T.) era una persona igual a Yahvé” pero una vez divinizado Jesús, estaba expedito el camino para hipostasiar también al Espíritu en el siglo IV con harto débil y tardío apoyo en textos hasta ese momento interpretados de otra manera ¿Cómo no “fruncir el ceño” frente al Conc. de Constantinopla? “¿Cómo podían saber los obispos allí reunidos cuál es la figura más profunda de la realidad última” de Dios y de aquellas “procedencias” interiores según las cuales el Espíritu procede del Padre Y del Hijo…! Capital, decisiva y nefasta esta famosa partícula `Y´ que partió en dos a la Iglesia siglos más tarde (año 1054), en el gran cisma de Oriente y Occidente. ¿No asegura el cuarto evangelio que el espíritu habría de llevar a la iglesia a la verdad y mantenerla en ella? Pues si entendemos así el “intervencionismo” divino ¡difícil lo tenemos!



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