Capítulos 9 y 10 Purgatorio y Parusía- Juicio final
Con el resumen de estos dos capítulos concluimos la presentación de todos los capítulos del libro de Mancuso sobre El alma y su destino. Quedará para el martes próximo una CONCLUSIÓN (casi un resumen) que el autor hace al final del libro, que publicaremos íntegramente y que nos servirá para comentar complexivamente el libro y el curso.
No se encuentra en la Biblia, data del siglo XII. Mancuso la considera “un gran acto de sabiduría pastoral de la Iglesia”. “La revelación no se ha cerrado con el último apóstol” y “la Iglesia ha inventado otras muchas cosas, como los sacramentos, la liturgia, la institución jerárquica”.
El purgatorio se realiza en el mismo instante de la muerte; coincide con la agonía, la lucha entre nuestro desorden y el orden divino, al entrar en contacto con Dios. Tradicionalmente se lo ha asociado con el fuego purificador. Y aquí el autor se explaya recorriendo la mitología del fuego y haciendo coincidir el fuego primordial con la energía: “El fuego de la energía (el ser primordial) es la materia, el Logos puesto en el universo por el Principio Ordenador es la forma”.
La oración por los difuntos es como una donación de nuestro pensamiento en su estado más puro, en el estado de unión con el Logos, y es eficaz en cualquier tiempo que se realice porque el alma, al morir, “entra en una dimensión del espacio-tiempo completamente distinta de la nuestra”. Esta oración significa la unidad del género humano.
Ha sido mantenido por una tradición del Magisterio y de la Teología pero fue excluido del Catecismo publicado por Juan Pablo II en 1992.Benedicto XVI ha aprobado el documento “La esperanza de salvación para los niños que mueren sin ser bautizados”.
La doctrina del limbo surgió para superar la condenación de los niños inocentes como consecuencia del pecado original, dogma propiciado por el pesimismo ya comentado de san Agustín. El limbo sería igualmente el destino de todas las personas espirituales, que no han recibido el bautismo, anteriores o posteriores a Cristo,
Designa una segunda venida triunfante de Cristo según la describe la Biblia. San Pablo, en sus primeras cartas, la presenta como algo inminente y triunfal; en las cartas posteriores acentúa más la amenaza de la justicia. Todo el Nuevo Testamento espera esta segunda venida y lo recuerda como enseñanza de Jesús.
Los evangelios sinópticos coinciden al transmitir las predicciones de Jesús sobre el juicio y su segunda venida triunfal. Algunos se preguntarán cómo pudo equivocarse Jesús. El autor responde que ante todo hay que adherirse a la verdad, y la verdad es que su segunda venida no se produjo ni en aquella generación ni en las posteriores durante siglos. La verdad es que el esquema cosmológico de la subida y bajada de los cielos es inmaduro e irreal. Albert Schweitzer quita importancia a este error de Jesús porque Él no vino como “señor de las opiniones sino la luz que dirige la voluntad”. Mancuso ve la cumbre espiritual en el cuarto evangelio, “que ya no pone en boca de Jesús el fin inminente del mundo” y presenta la verdadera adoración “en espíritu y en verdad”.
“La apocalíptica es la expresión de un estadio inmaduro de la espiritualidad”. Dios no ha intervenido jamás directamente en la Historia. “No toda la Biblia es palabra de Dios”.
Entendido como la reunión de todos los humanos resucitados para escuchar su sentencia, no tiene ninguna consistencia real. La proclamación definitiva de la justicia divina se produce de otra forma, la misma que preside la creación. “El juicio es universal en el sentido de que cada ser humano está sometido a él según criterios universales, los mismos criterios de orden, equidad y justicia, que la misma creación ya contiene. Dios quiere la salvación de cada persona y su gracia es suficiente para todos. Si la libertad del hombre ha seguido la atracción que la Idea del bien universalmente le presenta, vivirá para siempre en la misma dimensión ultratemporal que es propia del Logos”.
———————-
Sugerencias para comentar
- ¿Qué sentido tiene la oración por los difuntos?
- ¿Se equivocó Jesús respecto a la escatología inminente y a la Parusía?
Selección de textos
Los textos seleccionados para hoy corresponden a los números resaltados del índice de los capítulos 9 y 10, que se reproduce a continuación. Estos textos no pretenden confirmar nuestro resumen sino más bien completarlo y mostrar sus formulaciones más significativas.
Lo mejor es disponer del texto completo. Los textos seleccionados como antología han sido extraídos del libro de Vito Mancuso, El alma y su destino, Editorial Tirant lo Blanch, con autorización del editor para su publicación en ATRIO.org. El precio es caro, sobre todo para América. Pero en la Editorial Tirant se puede comprar por 15 € (unos 20 $) el texto completo en PDF, para imprimirlo una vez y tenerlo siempre visible en pantalla.
9 PURGATORIO
- 110. La purificación necesaria
111. Una invención saludable
112. En el instante de la muerte
113. Fuego
114. El inmenso valor de la oración
115. Breve nota sobre el Limbo y su abolición
10 PARUSÍA Y JUICIO UNIVERSAL
- 116. Esperando su venida
117. San Pablo y el toque de la última trompeta
118. La casi totalidad del Nuevo Testamento
119. Un error de Jesús de Nazaret
120. La agonía de una falsa idea
121. El hombre espiritual juzga todas las cosas
122. El juicio universal
¿Cómo pensar en qué consiste la purificación del purgatorio? La única manera que me parece legítima es ligándolo a la muerte. El purgatorio es el momento de la muerte, coincide con él. No consigo imaginar el ubi consistam del purgatorio (el cual necesariamente siendo temporal necesita espacio y tiempo) si no es pensándolo de esta manera, como el momento de la muerte física y los instantes precedentes y posteriores a ella.
Es entonces cuando se realiza la gran purificación. Les sucede a todos los que la necesitan aunque sea sólo mínimamente. La agonía, que significa lucha, no es entre la vida y la muerte, porque la muerte como tal no existe, es sólo el nombre dado al momento final de la vida física. La lucha es entre el desorden de nuestra interioridad y el orden divino que se aproxima con el advenimiento de la plena libertad. Por esto las grandes tradiciones espirituales han considerado siempre una gracia la muerte avisada, cuando la persona tiene la posibilidad de prepararse para albergar dentro de sí a lo eterno. Porque una cosa es segura: si hay un momento en el que entraremos personalmente en contacto con Dios, o sea con la realidad ontológica que este término encierra (y que yo expreso como fuente personal del impersonal Principio Ordenador del cosmos), ese momento es la muerte. También por esto, las tradiciones de la filosofía antigua -sobre todo el platonismo, el estoicismo y el epicureismo- consideran que el sentido de la actividad filosófica no es la investigación en sí misma, ni mucho menos la erudición, sino conseguir la sabiduría espiritual que permita afrontar adecuadamente la muerte2.
Hoy todo esto ha sido cancelado. No sirve de mucho si no se comprende que la mayor parte de los errores y de las incongruencias en la dogmática derivan de la posición del pecado original, este auténtico monstruo especulativo espiritual, el cáncer que Agustín ha dejado en herencia a Occidente. Por su causa, la Iglesia se ha mostrado incapaz de pensar la paternidad de Dios hacia cada hijo de hombre, generando una de las jaulas más tristes en las que se ha encerrado la razón teológica, y ha encerrado también, lamentablemente, la conciencia moral de muchos cristianos. Mientras el cristianismo albergue dentro de sí el dogma del pecado original tal como está configurado actualmente (o sea comopecado, sin comprender que es mejor entenderlo como imagen del caosoriginario que configura la libertad en el momento de su nacimiento, la energía caótica que Génesis 1, 2 llama tohu va-vohu) no brillará en su verdadera luz.
La apocalíptica es la expresión de un estadio inmaduro de la espiritualidad, de una incapacidad de la conciencia de aceptar el mundo tal como es, con su lógica impersonal. Como el niño busca siempre la protección de los padres, así esta conciencia inmadura busca la protección de Dios ante la dura lógica del mundo. Nos encontramos ante una voluntad «humana, demasiado humana» de unir a Dios con lo que ocurre en el mundo, de hacerlo entrar en juego a título personal, a veces en el papel de vengador. Esta espera histórica no tiene mucho que ver con la auténtica dimensión de lo divino, aunque en ocasiones puede estar dictada por los mejores sentimientos. Quien vive en esta dimensión de la conciencia espera siempre que venga algo desde lo alto a cambiar el curso del mundo, con una doble consecuencia inevitable: o leer lo que ocurre en la historia de manera incorrecta e infantil (viendo milagros, mensajes, dobles sentidos, misterios casi por todas partes), o leer la historia como es para terminar con un tipo de fe desesperada, una fe desconfiada y angustiada que no entiende cómo es que Dios no interviene y no mantiene las promesas, una fe privada de la dimensión mística y de la categoría fundamental de espíritu.
En realidad, la respuesta a por qué Dios no interviene para mantener sus promesas no es difícil: consiste en el hecho de que Dios no ha intervenido jamás directamente en la historia. Y aquellas promesas no provenían de Dios, aunque estén escritas en la Biblia. No toda la Biblia es palabra de Dios. La Biblia más bien contiene la palabra de Dios, es laescritura de la Palabra de Dios, la cual es una, única, siempre idéntica y se llama Logos, es el Hijo engendrado del Padre desde la eternidad, cuyo mensaje es siempre sólo el bien y el amor para cada ser humano. Por esto, el cristianismo no es la religión del libro, sino la religión del hombre.
El alma humana puede participar en la misma lógica de orden y de simetría que presidió la creación del universo y que sigue dirigiendo su desarrollo, una lógica que está antes del principio de los siglos y que coincide con el principio, con el arjé, que es la armonía de la que hablaba Pitágoras, que es el Logos de Heráclito y del cuarto evangelio, la Hokmà(sabiduría) de la literatura sapiencial bíblica que revive también en lasSefirot de la Cabalá, lo que los antiguos egipcios llamaban Maat, los sabios de la China Tao, los sabios del Japón Shinto, el hinduismo y el budismo Dhamma. La lógica sapiencial que rige el cosmos encuentra su autoconciencia en el hombre e igual que aquella lógica supera el tiempo porque lo gobierna y lo plasma, así la cumbre del alma humana puede superar el tiempo a condición de haber desarrollado en sí la misma lógica del orden y de la armonía, que en términos humanos se llama justicia y bien.
0 comentarios:
Publicar un comentario