Hermano Jesús, este año nuestra última acción de gracias vespertina es dominical. Una vez más, los días de Lamiarrita se nos han ido volando. No tienen precio, bueno sí, pero no muy subidos: un euro por hora, que no es mucho estando en plena crisis.
El entorno…, ¿para qué repetirlo?: siempre esa alfombra verde a nuestros pies, y a nuestra vista. No se gasta ni se rinde, aunque haya sequías. Y a ritmo de brisa y viento, muchos árboles nos esperan para soltarnos sus hojas, como homenaje. Una detalle delicado que se agradece.
A este caserón familiar, lo vamos llenando más y más de recuerdos y fotos de álbum, de ilusiones y miradas futuras, con el continuo devenir de nuestras visitas.
Hemos percibido, como siempre, rostros nuevos, y algunas canas y cicatrices más intensas en los ya conocidos, porque es ley de vida que nuestra carrocería se vaya rayando con el paso y el peso del tiempo, por mucho áloe que queramos echarle.
El ejercitador de este año ha expuesto con lenguaje pausado y claro, con cabeza despejada, las ocurrencias, vivencias y experiencias que ha tenido a bien preparar y ofrecer. Así, en unos primeros momentos, nos prestó su colaboración para que viésemos nuestros errores de bulto, lo que tenemos y somos, nuestra responsabilidad intransferible y nuestra gratuidad, porque con amor y gracia nos basta.
Miramos atrás y miramos el presente reconociendo nuestras limitaciones y frustraciones, el mal que nos aplasta y con el que aplastamos desde el principio de la prehistoria, sin poder saber el por qué. A ti, amigo Jesús, te cayó también de lleno, no solucionaste nada, pero tu buceo siempre buscaba un salir a flote con esperanza y sentido de orientación: tus granos de arena, quizás los más densos de la historia, donados para hacer posible el reinado de Dios, en justicia y paz, libertad y amor.
Hubo momentos para sentir el escozor de la lluvia de interrogaciones, como alfileres o puntazos de navajas, que asestan nuestras vidas: a veces escampa, a veces llovizna, a veces se torna temporal. De esto ya escribió hace tiempo uno de los amigos que han pasado por aquí, aquello de que la teodicea es imposible. Supera nuestro común entender. Como, a la contra, el hecho de que la vida se nos ha dado, y no ha dependido de nosotros conquistarla, desde nuestro principio vital hasta nuestra fecha de caducidad. Hemos sido, y somos, dependientes, limitados.
En todo este lluvioso caos interrogante, aparece en el horizonte el arco iris del innombrable Dios, al que por mucho que corramos para asirlo, con la misma se nos escapa, se nos aleja más y más, en proporción directa a nuestros humanos esfuerzos. Podemos contentarnos contigo, hermano Jesús, al ser tú el reflejo más nítido y colorista que nos ayuda a hacer de lo más humano, lo más divino.
El comentario, para mí el resumen más convincente y práctico en este asunto, me lo proporcionó un joven, hoy día sesentón, al poco tiempo de ser yo ordenado. Siempre se lo he gradecido. Me parece que ya lo he referido en otra ocasión, pero viene a cuento recontarla:
Creo que la dinámica de Jesús, me decía, es semejante a la del ascensor: hay una cabina y unas pesas. Si bajan las pesas, subirá la cabina, pero si suben las pesas, bajará la cabina. Jesús quiso, y quiere de nosotros, que bajemos para que los demás suban, aunque nuestra inercia, personal y grupalmente, suele ser la contraria. Basta ojear la prensa diaria, subir subir, cuanto más, mejor, …aunque los demás bajen, injustamente, por supuesto. El baremo es bien práctico para cualquier duda o decisión de importancia.
Qué dicen los hombres de mí, ¿y vosotros? ¿Cómo transmitir la fe? ¿Qué es la eucaristía, el perdón…? Los temas se han ido desplegando. Por mi parte hubiera deseado, modestamente, un trasfondo teológico actual más expreso, con pistas para avanzar.
No quiero terminar sin agradecer las visitas amigas que nos llegaron, el trabajo de listón alto al que nos tiene acostumbrados nuestros compas vascos, la inauguración doméstica de conexión a internet, la reunión esperada por los misioneros obreros en casa, y por los que no lo somos, en Amaiur. Reuniones distintas, pero no distantes.
Este año hemos carecido de concurso de altares, y de otras ocurrencias paralitúrgicas. Pero han aumentado más las brujerías sorpresivas con repetidos sustos nocturnos. E incluso con aparición de un mar de velos multicolores, en vísperas del Ramadán. Recibámoslos, los masculinos, como aviso y alegato a la constante histórica de violencia y prepotencia machista. Por todo ello es de agradecer, la imaginación al altar, la oportuna ocurrencia femenina de ofrecer al cuerpo de varones la posibilidad de resarcirnos del mal olor de nuestra historia con la dádiva personal de pequeñas blancas flores. Y dentro del marco iitúrgico, propiciando caminos de igualdad, al ser todas y todos la doble versión vital de un mismo ser humano.
Gracias, Gran Hermano, por hacernos posible una vez más solazar nuestra veteranía en estos campos de Baztán. Haz de tu parte lo posible para volver a reecontrarnos. Por la nuestra, lo intentaremos. Y a pesar de las prohibiciones virales, recibe un abrazo bien grande con el cariño de siempre.
Ignacio
Lamiarrita, 23 de agosto, 2009
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