lunes, 13 de diciembre de 2010

LA FIESTA DEL CINISMO UNIVERSAL

Manolo Saco

Una silla vacía en la ceremonia de entrega de los Premios Nobel constituyó un modesto monumento, un símbolo de desagravio a todos los ciudadanos del mundo que tienen restringida la libertad de expresión, derecho sin el que las demás libertades y logros sociales quedan bajo sospecha, cuando no son otra cosa que una parodia. Repasar la lista de países que “devolvieron la invitación” a la ceremonia da la medida de la importancia que para el avance de los Derechos Humanos adquieren figuras como la de Liu Xiaobo y los demás disidentes políticos del planeta.

Sucumbieron a las presiones chinas, o bien lo hicieron de buen grado, ya sea bajo “el síndrome del capataz” o como recado a sus conciudadanos, Rusia, Kazajistán, Colombia, Túnez, Arabia Saudí, Pakistán, Serbia, Irak, Irán, Vietnam, Afganistán, Filipinas, Egipto, Sudán, Ucrania, Cuba, Venezuela y Marruecos. La mayoría de ellos forman parte de esa élite de países donde ser disidente te convierte, bien en delincuente común, bien en enemigo del Estado. Cierto que no están todos los que son, pues, según Amnistía Internacional, la libertad de expresión está restringida en no menos de 96 países.

Oslo fue una espléndida ocasión para repasar el estado de la justicia universal y la doble moral de las naciones. Entre otros, boicotearon el Nobel de la Paz dos países del G-20 (China y Rusia), esa organización de ricos y poderosos que acumula el 90% del PIB mundial, que se reúne anualmente para concertar tan sólo la administración de sus riquezas, y donde tienen asiento siete países que todavía no han ratificado el Estatuto de la Corte Penal Internacional, la última instancia para juzgar a los reos de genocidio, crímenes de guerra o desaparición forzosa.

Una fiesta del cinismo universal en toda regla.



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