Esta semana, unos sesenta mil participantes se reunirán en la capital de Senegal para plantear alternativas y diseñar estrategias de acción para hacer frente a los embates del capitalismo.
Una manifestación reivindicando que ‘Otro mundo y otra África son posibles’, como recogía una de las pancartas de la marcha, ha inaugurado este domingo, 6 de febrero, al mediodía una nueva edición del Foro Social Mundial (FSM), que este año se lleva a cabo en Dakar (Senegal). Miles de personas, mayoritariamente senegalesas y de otros países del continente, se han manifestado desde el centro de la ciudad hasta la Universidad Cheikh Antha Diop, donde tiene lugar el foro, con lemas como ‘Globalicemos las luchas contra el capitalismo’, ‘Las tierras para quienes las trabajan’, ‘Por los derechos de los inmigrantes’, entre otros.
Esta edición del FSM llega en un contexto innegable de crisis estructural del sistema capitalista y de aquí la importancia del mismo como espacio, no ya de elaboración y discusión de alternativas, sino de articulación y fortalecimiento de redes para la acción. Si el Foro Social Mundial nació como contrapunto al Foro Económico Mundial de Davos, hoy, diez años después de su primera edición, se ha convertido, a pesar de sus límites y contradicciones, como el principal espacio de encuentro internacional de una gran diversidad de organizaciones y movimientos sociales que apuestan, con distintos enfoques y matices, por un paradigma radicalmente distinto al servicio de las personas y del ecosistema.
Desde el primer Foro Social Mundial en Porto Alegre, en enero del 2001, a la presente edición, el mapa global de la protesta ha cambiado sustancialmente. Si el FSM surgió al calor de Seattle, en un momento de auge del movimiento altermundialista, conectando con el espíritu y el sentir del movimiento emergente y erigiéndose como uno de sus principales referentes, hoy la situación es muy distinta.
Nos encontramos en un período de descenso de la protesta a nivel internacional, con algunas excepciones notables como las movilizaciones por la justicia climática, y una mayor focalización del conflicto a nivel regional, nacional y local contra agresiones específicas a los derechos sociales, laborales, medioambientales.
El Foro Social Mundial ha perdido centralidad, tanto externa como interna, pero, a falta de referentes mejores y en un contexto de crisis sistémica y de necesidad de articulación de las luchas, es el mejor de los espacios existentes.
A lo largo de esta semana, unos sesenta mil participantes de más de 1250 organizaciones, casi la mitad africanas, se reunirán en la capital de Senegal para plantear alternativas y, sobretodo, diseñar estrategias de acción para hacer frente a los embates del capitalismo.
De hecho, a pesar de la crisis y del descrédito del sistema, las políticas neoliberales continúan y se intensifican y existe una enorme dificultad para trasladar, sobretodo en Europa, y con excepciones como Francia y Grecia, este malestar social en movilización y protesta. América Latina ha sido esta última década el eslabón débil del neoliberalismo a escala global y ahora el norte de África, con Túnez y Egipto a la cabeza, apunta a un nuevo despertar. El Foro Social Mundial repasará sin duda esta cartografía de las resistencias.
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