jueves, 7 de enero de 2010

LA FISICA-QUÍMICA DE LA POBREZA

La reactividad de los átomos está directamente relacionada con los electrones dispersos, o como los llamamos en química, deslocalizados. Estos son los que no tienen un espacio determinado donde confinarse y andan, como dirían en La Mancha, como vaca sin cencerro. De hecho, la existencia o no de estos esquiroles infiere a una sustancia que sea inerte, reactiva y en el extremo, explosiva.
Siguiendo este principio físico-químico de la materia, también da vueltas el mundo. Dicen que en este año que acabamos de empezar, el poder de localización que tengamos va a ser tendencia, obligación o tabla de salvación. En primer lugar, empezando por internet, donde Google ya no es un buscador si no un paso imprescindible para adentrarse en la selva .com. Tan necesario como un diccionario para un alumno de primaria. Mi madre, que es internauta nativa, habla con Google directamente. Y lo gracioso es que éste responde.

Pero dejando al lado el mundo virtual y sus guiños reales a lo Matrix, el fenómeno del electrón deslocalizado se replica también en las personas. El movimiento de la población ya sea por vocación, deseo u obligación, trae consigo un creciente desarraigo y un preocupante motivo de exclusión social y peligros adyacentes. Un sentimiento agrio y voraz con el que conviven muchos inmigrantes y desplazados cuando abandonan su todo y viajan a un mundo de búsqueda, donde Google no existe y la realidad aplasta.

Muchos salen fortalecidos de la experiencia y crean, mejoran, crecen y aprovechan los pocos recursos a los que tienen acceso para construir una nueva vida, que partiendo desde cero, no lo conseguiríamos muchos. Otros, confunden los términos y arraigan en la zarza, en la maleza del fanatismo, la delincuencia o la destrucción personal. Yo no los culpo, pero si me acuso y responsabilizo cuando miramos hacia otro lado y no contribuimos a que estas personas deslocalizadas encuentren su sitio en este mundo. Denuncio al que se lucra de ellos y duerme por la noche, al que le metió en la sesera al nigeriano de Al Qaeda que subiera a un avión con una bomba el día de navidad. Al que se aprovecha de la soledad, desocupación y desarraigo que tienen estas personas y cultiva en ellos un germen de odio.

En este 2010, además de la Presidencia Española, es elemental difundir que Europa celebra el año contra la pobreza y la exclusión social, porque a nivel mundial:

• Más de 1.000 millones de personas viven actualmente en la pobreza extrema (menos de un dólar al día) y el 70% de ellas son mujeres
• Más de 1.800 millones de seres humanos no tienen acceso a agua potable
• 1.000 millones carecen de vivienda
• 840 millones de personas están mal nutridas, de ellos, 200 millones son niños menores de cinco años
• 2.000 millones de personas padecen anemia por falta de hierro
• 880 millones de personas no tienen acceso a servicios básicos de salud y 2.000 millones carecen de acceso a medicamentos esenciales

Y en nuestra querida Europa, no nos retratan estos datos pero si otros problemas más complejos derivados de nuestro mix de clases y calidades de vida:

• Concienciar e involucrar al conjunto de los ciudadanos europeos de la magnitud y calado de la pobreza y la exclusión social en nuestra sociedad

• Dar la palabra a quienes sufren la pobreza y la exclusión social para conocer sus necesidades y preocupaciones

• Contribuir a la erradicación de los prejuicios y la estigmatización de las personas sin recursos

• Fomentar la tolerancia hacia una sociedad que desarrolle y mantenga la calidad de vida, el bienestar social y la igualdad de oportunidades para todos

• Impulsar la solidaridad intergeneracional y vincular el respeto a los mayores

Por todo ello, aprovecho este enero de buenos propósitos para que prioricemos la causa, la auténtica y permanente crisis en la que vive medio mundo y que empleemos los doce meses que tenemos por delante para contribuir desde la responsabilidad solidaria que todos tenemos.



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