lunes, 8 de febrero de 2010

¿EDIFICADA SOBRE ROCA O SOBRE ARENA?

LA IGLESIA EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE: ¿ESTÁ EDIFICADA SOBRE ROCA O SOBRE ARENA?*

Pablo Richard**

Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina. 

Y sucedió que cuando acabó Jesús estos discursos, la gente quedaba asombrada de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas. (Mateo 7, 21-29, fin del discurso evangélico del monte) 

1. La Iglesia ya construida sobre roca: ninguna “tormenta” la puede hacer caer 

Hay una roca, un fundamento indestructible, sobre el cual está construida la Iglesia. Ese fundamento en gran medida ya existe. Es lo mejor y lo más sólido que tiene la Iglesia latinoamericana y caribeña. Vendrán crisis profundas y quizás irreversibles en la Iglesia, la crisis está ya a la puerta y puede acelerarse, incluso es posible un repentino derrumbe de toda la Iglesia. Esto es posible, pero también es posible reconstruirla sobre ese trabajo ya realizado que consideramos roca firme sobre la cual podemos construir. En los últimos cincuenta años (aproximadamente) la Iglesia en Latinoamérica y el Caribe, con mucha fe, esperanza, utopía y martirio ha puesto los fundamentos mínimos para construir esa casa sobre la roca, que podrá resistir “lluvias, torrentes y vientos, pero ella no va a caer”. Hay que mirar por lo tanto la crisis sin miedo y con esperanza, pues ya hay un camino trazado y podemos con seguridad seguir caminando por él. El santo Alberto Hurtado decía: “cuando se te acabe el entusiasmo agárrate de la fe”. Creo que ha llegado la hora de la fe.

La Iglesia construida sobre roca tiene muchos fundamentos, aquí cito solamente seis que me parecen los más sólidos e indispensables:

a) Opción preferencial por lo pobres

Opción por los pobres, marginados, excluidos, desechables, invisibles. Opción por los pobres en la lucha contra la pobreza, sujetos capaces de construir alternativas. Opción por los pobres que son excluidos también por razones de género, etnia, raza, generación y otras que ya se multiplican. Opción por las mayorías (un 60%) que viven en la pobreza y extrema pobreza, aplastados por el sistema actual de libre mercado y su ideología neoliberal (capitalismo salvaje fuera de todo control).

Opción por la tierra y el agua, cuyo grito ya no podemos ignorar.

Nos dice Jesús:

Arriba los pobres con Espíritu porque en sus manos está la construcción del Reino de los Cielos (Mt 5, 3). 

Arriba ustedes los pobres porque de ustedes es el Reino de Dios (Lc 6, 20). 
Jesús no solucionó grandes problemas en su época, pero nos enseñó a mirarlo todo desde la perspectiva de los pobres. Jesús no definió el Reino de Dios, pero lo practicó y los Evangelios lo narraron.

b) Opción por una ética de la vida

En una ética de la vida lo único bueno, justo, verdadero y bello es que todos y todas, la tierra y el agua, tengan vida y vida en abundancia (Jn 10, 10). Vida que es tierra, trabajo, salud, educación, participación, gozo. Una Iglesia que opta por la vida opta por “una sociedad donde quepan todos y todas, en armonía con la naturaleza” (dicho en Chiapas, México). Una ética de la vida donde el centro sea el “otro”: “yo soy solamente si eres tú”; “si hay para todos, solo entonces habrá para mí” (en contra de la otra opción: “si no hay para todos, que por lo menos haya para mí”). La ética de la vida es además la fuerza inspiradora de todos los movimientos de solidaridad, por los derechos humanos, por la justicia y la paz, por la vida de la tierra, el agua y el cosmos.

c) Espiritualidad: opción por el Dios de la Vida contra los ídolos de la muerte

La espiritualidad es la búsqueda de Dios desde la opción por los pobres y dentro de una práctica de liberación. Una espiritualidad enfrentada a la idolatría que es perversión de Dios o creación de un dios propio que nos satisface. Idolatría que convierte las cosas en sujetos y los sujetos en objetos (el oro como dios y el ser humano como objeto). Una espiritualidad en el discipulado de un Jesús humano, que nos revela el Dios de la Vida. Una espiritualidad que crece ahí donde está su fuerza: en el silencio, en la contemplación, en la oración (“mi fuerza es el silencio”, decía monseñor Leonidas Proaño). Una espiritualidad trascendente, que afirma la vida, no únicamente “más allá de la muerte”, sino “más allá” de toda opresión y aniquilamiento en este mundo. Una espiritualidad de la esperanza y de la utopía, que orienta toda la vida y da sentido a todo lo que se hace, por pequeño que sea. Una espiritualidad de resistencia en todas las situaciones difíciles de la vida.

Síntesis entre ética de la vida y espiritualidad:

La Gloria de Dios es el ser humano vivo (ética), la vida del ser humano es la visión de Dios (espiritualidad) (“Gloria Dei vivens homo, vita autem hominis visio Dei”) (Ireneo). 
Otro gran profeta de la espiritualidad nos dice:

...tenemos que ver con los ojos bien abiertos y los pies bien puestos en la tierra, pero el corazón bien lleno de Evangelio y de Dios (Monseñor Oscar Romero 27.VIII.1978).

La espiritualidad es, en lo profundo, “la vida en el Espíritu”:

Sin el Espíritu Santo,
Dios está lejos,
Cristo se queda en el pasado,
el Evangelio resulta letra muerta,
la Iglesia una mera organización,
la autoridad un poder,
la misión una propaganda,
el culto un arcaísmo y
el obrar moral un obrar de esclavos
(Aporte de la Iglesia Oriental al Concilio Vaticano II).

d) Las Comunidades Eclesiales de Base

Son pequeños espacios comunitarios constituidos normalmente por cristianos pobres y excluidos. Ahí donde hay una pequeña comunidad que escucha la Palabra de Dios y practica la oración y la solidaridad, ahí hay una Comunidad Eclesial de Base (CEB). Comunidad, Palabra de Dios, Oración y Solidaridad es lo que se vive entre los pobres, sean éstos católicos o evangélicos. En los barrios marginales de cualquier urbe latinoamericana y caribeña, y entre los campesinos, hay miles de estas comunidades. Su importancia no es tanto cuantitativa (su número), sino cualitativa (su manera de ser Iglesia y su significado para toda la Iglesia). La CEB construye una nueva eclesialidad cimentada sobre la roca: “cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó”.

e) Lectura Popular de la Biblia

La Biblia y la Palabra de Dios es igualmente parte de esa roca sobre la cual podemos construir una Iglesia “que no va a caer”. La lectura llamada “popular, pastoral o comunitaria es la que busca devolver la Biblia al Pueblo de Dios y transformar ese Pueblo de Dios en sujeto preferencial de su interpretación. La máxima autoridad en la Iglesia es la Palabra de Dios (cf. Dei Verbum No. 10), en cuya búsqueda son necesarios la Exégesis, el Magisterio y la Tradición de la Iglesia. La lectura de la Biblia en las pequeñas comunidades y en toda la Iglesia Pueblo de Dios es la lectura del sentido espiritual de la Biblia, que nos permite recibirla como Palabra de Dios. El sentido es siempre el mismo: lectura de la Biblia como Palabra de Dios, hecha con preferencia por los pobres, con un sentido pastoral y comunitario. El método de la Lectura Orante de la Biblia (“Lectio Divina”), es en la actualidad el camino más difundido para descubrir el sentido espiritual de la Biblia y para orar en comunidad con ella en la mano. En esta Lectura Orante practicamos lo que hemos dicho más arriba sobre la espiritualidad. No es una lectura “fácil”, sino una lucha espiritual para descubrir el Dios de la Vida y destruir los ídolos de la muerte.

f) Teología de la Liberación

Teología que se define por la búsqueda de Dios al interior de una práctica de liberación. La Teología de la Liberación (TL) es “acto segundo” en referencia a una práctica de liberación que se afirma como “acto primero”. Algo parecido tenemos en el campo bíblico. San Agustín nos dice:

La Biblia, el segundo libro de Dios, fue escrita para ayudarnos a descifrar el mundo, para devolvernos la mirada de la fe y de la contemplación, y para transformar toda la realidad en una gran revelación de Dios. 

La TL sería ese libro segundo de Dios, y el “acto primero” sería la práctica de liberación como primer libro de Dios. La TL no es solamente una teoría, un libro o una escuela teológica. Es una teología que se vive y reconstruye en cada época de la historia, que va creciendo y cambiando según las exigencias de la práctica histórica. En esta práctica hay sujetos, teorías y estrategias eclesiales y políticas, que están en un proceso constante de cambio. La TL está viva por su capacidad de reflexionar dentro de esa práctica en continua transformación.

¿Quiénes son los sujetos que construyen esta casa sobre roca firme?:

Volviendo su vista hacia sus discípulos, decía:
“Arriba ustedes los pobres, porque en sus manos está el Reino de Dios.
Arriba ustedes los que ahora tienen hambre, porque serán saciados.
Arriba los que ahora están afligidos, porque tendrán alegría.
Ánimo ustedes cuando la gente los aborrezca, cuando los aparten, los colmen de insultos y desechen su nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre.
Alégrense en ese día y salten de gozo, porque he aquí, vuestra recompensa es grande en el cielo, pues sus padres de la misma manera trataban a los profetas.
Pero ¡ay de ustedes los ricos!, porque ya están recibiendo vuestro consuelo.
¡Ay de ustedes los que ahora están hartos!, porque tendrán hambre.
¡Ay de ustedes los que ahora ríen!, porque se lamentarán y llorarán.
¡Ay de ustedes cuando todos hablen bien de ustedes!, porque de la misma manera trataban sus padres a los falsos profetas (Lucas 6, 20-26).

2. La Iglesia construida sobre arena
La casa que no logró resistir las tormentas
y por eso cayó, y fue grande su ruina

La tarea es tan dura, que nos urge recordar la Palabra de Dios (Ef 6, 10-18):

Por lo demás, háganse fuertes en el Señor y en el poder de su fuerza. Pónganse la armadura de Dios para poder estar firmes contra las fuerzas del mal. Porque nuestra lucha no es contra fuerzas humanas, sino contra los poderes y los dominadores que dirigen este mundo con sus fuerzas oscuras, pues nos enfrentamos con los espíritus y las fuerzas sobrenaturales del mal. 

Por tanto, tomen la armadura de Dios para que puedan resistir en el día malo, y habiéndolo hecho todo, estar firmes. Tomen la verdad como cinturón, la justicia como coraza, y calzados los pies con el entusiasmo de propagar el Evangelio de la paz; tengan siempre en la mano el escudo de la fe y tomen el casco de la liberación y la espada del espíritu que es la Palabra de Dios. Oren en todo tiempo en el Espíritu, vigilando juntos con perseverancia (traducción propia desde el texto original). 
2.1. Introducción: necesidad imperiosa de una reforma de la Iglesia

El Espíritu Santo, en los veinte siglos de historia de la Iglesia, ha suscitado en muchas ocasiones un “tiempo oportuno” (kairós) para una reforma eclesial, pero ella normalmente ha rechazado este tiempo y ha caído en una contrarreforma y en una crisis irreversible. Hay momentos en la historia de la humanidad cuando todo se derrumba de forma repentina y nacen nuevas realidades. Esto pasó de modo global a partir del año 1989, cuando cayeron los socialismos históricos, terminó la Guerra Fría, se consolidó la “globalización” y se impuso un modelo económico mundial legitimado por el neoliberalismo. Fue un proceso de pocos años que cambió la fisonomía del mundo entero. También la Iglesia puede vivir un derrumbe en poco tiempo, como suceden los derrumbes en los tiempos acelerados que vivimos. Sería triste si llegáramos tarde y el Señor nos repitiera sus palabras:

…cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina.

La memoria es muy importante para una reforma de la Iglesia. Si no sabemos hacia dónde vamos, por lo menos recordemos lo que hemos vivido en los últimos 550 años: desde el Concilio de Trento (1545–63) hasta la Conferencia de Aparecida (2007).

2.2. Reforma Protestante, concilios de Trento y Vaticano I

a) Reforma Protestante del siglo XVI

Sus protagonistas principales fueron Lutero (1483-1546), Calvino (1509-64), Zuinglio (1484-1531) y Melanchton (1497-1560). Fueron en realidad varias reformas y de mucha complejidad. En una apretada síntesis, la Reforma propugna la vuelta a la sola Escritura (“sola Scriptura”) y a la justificación por la fe (“sola fides”). En sus orígenes la Reforma aparece como un regreso al cristianismo originario y como un intento de crítica, revisión e interpretación global del hecho cristiano. Atacó la corrupción dentro de la Iglesia y el poder político del Papa.

b) Concilio de Trento (1545–63)

El concilio se reunió durante dieciocho años y hubo dos tendencias: una, que se diera prioridad a la condenación de los errores de las reformas protestantes. Otra, consideraba como más urgente la reforma de la Iglesia. Triunfó la primera tendencia. Trento fue así fundamentalmente un concilio de “contra-reforma”. Solo un tema como ejemplo: las traducciones de la Biblia en lengua vulgar. Los que se opusieron a la traducción dieron como argumento que “no a todos se les ha dado el poder de leer e interpretar el texto sagrado” y que ahora se veían “Biblias en vulgar, incluso en manos de mujeres”.

Sería suficiente con que las mujeres y los ignorantes sean gobernados según la predicación que tendrán que dispensarles personas competentes, que hayan obtenido el permiso de predicar.

c) El medio siglo posterior al Concilio de Trento

Quizá fue más importante que el mismo concilio, pues se reestructuraron casi todas las instituciones tradicionales de la Iglesia y se crearon otras nuevas, no siempre en fidelidad al espíritu conciliar. El modelo de Iglesia postridentino es un modelo romano y clerical: creación de las congregaciones romanas, del cargo de “Secretario de Estado” y reformulación de la misión de los nuncios y de la visita “ad límina”. Trento no logró responder a los desafíos de la Reforma Protestante, por el contrario, construyó un nuevo modelo de Iglesia para defenderse de aquella e impedir una reforma dentro de la propia Iglesia. La refundación institucional y disciplinar de la Iglesia fue tan sólida, que no hubo otro concilio hasta el Vaticano I (1869-70), lo que demostró el carácter casi definitivo e irreformable de la Iglesia tridentina.

d) El Concilio Vaticano I: (1869-70)

Fue un concilio eminentemente europeo, donde la Iglesia se sentía amenazada, no tanto por la Reforma Protestante, sino ahora por la “civilización moderna”. Así lo afirmaba el Sílabo de los errores modernos, texto que la comisión doctrinal del concilio tomó como base de sus propios trabajos. Citamos como ejemplo algunas conclusiones: que la Iglesia es una “sociedad verdadera, perfecta, espiritual y sobrenatural”; que “la Iglesia es una sociedad visible y única, y que fuera de la Iglesia no hay salvación”; que la Iglesia es “indefectible” e “infalible”. También se plantearon temas más políticos, como el poder de la Iglesia, el primado del romano pontífice, la soberanía temporal de la Santa Sede, y otros. El tema más discutido fue el de la infalibilidad de la Iglesia y del Papa: “infalibilidad con la que el divino Redentor quiso dotar a su Iglesia”. Es al interior de esta “infalibilidad de la Iglesia” que se definía la “infalibilidad del Papa”. Otras definiciones: elección de Pedro como “principio perpetuo y fundamento visible” de la unidad de la Iglesia; la “perpetuidad del primado de Pedro en los romanos pontífices”; la función del Papa como juez supremo de cualquier controversia eclesiástica, mientras que el Papa no puede ser juzgado por nadie, ni siquiera por el concilio. Finalmente se proclamó “como dogma divinamente revelado que el romano pontífice, cuando habla ex cathedra, goza de infalibilidad”.

2.3. Concilio Vaticano II (1962-65) y conferencias generales del Episcopado latinoamericano y caribeño

El Concilio Vaticano II se realizó entre los años 1962 y 1965. Las conferencias generales del Episcopado latinoamericano y caribeño se celebraron en Medellín, Colombia (1968); Puebla, México (1979); Santo Domingo, República Dominicana (1992); y Aparecida, Brasil (2007). En general, la Iglesia en la región vive en las décadas de los sesenta, setenta y las ochenta unas situaciones positivas de reforma.

El concilio inauguró un nuevo tiempo oportuno (un “kairós”) para una reforma de la Iglesia Católica. La respuesta en general fue positiva: hubo procesos reformadores anteriores y posteriores al concilio, pero igualmente hubo reacciones conservadoras de contrarreforma.

Desde el fin del Concilio de Trento (1563) hasta los inicios del Vaticano II pasaron cuatro siglos de contrarreforma teológica e institucional. Ya antes del Concilio Vaticano II, desde finales de la Segunda Guerra Mundial (1945), nace en Europa un extraordinario movimiento teológico, cuyos teólogos en gran manera hicieron posible la reforma del Vaticano II, la cual también tuvo impacto en América Latina y el Caribe. Entre los teólogos de este movimiento nombramos solo a modo de ejemplo a M. D. Chenu, Jean Daniélou, Edward Schillebeckx, Ives Congar, Bernhard Häring, Henri de Lubac, Karl Rahner, Hans Küng y Johann Baptist Metz. Asimismo, hubo teólogos protestantes eminentes en este período como Kart Barth, Jürgen Moltmann y Oscar Cullmann.

Entre los años 1948-2008 la Iglesia Católica vive sesenta años de reforma (movimiento de teología europea desde 1948, Concilio Vaticano II, conferencias de Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida). Sin embargo, esta reforma de sesenta años no logra superar totalmente los cuatrocientos años de contrarreforma. Mas bien, desde el decenio de los ochenta empieza a perfilarse una clara corriente conservadora. El tiempo oportuno (“kairós) que nos ofreció el Espíritu Santo para una reforma eclesial parece que empieza a agotarse y reaparece lentamente una nueva contrarreforma que puede ahora llevarnos a una crisis irreversible.

2.4. La reforma inconclusa: la V Conferencia General en Aparecida (2007)

En general el documento final de Aparecida fue positivo (1), aunque no predomina una orientación clara hacia una reforma de la Iglesia. Hay textos contradictorios, simplemente yuxtapuestos, sin opción alguna. Da la impresión de que el documento asume posiciones liberadoras, pasadas y presentes, para dar espacios y legitimidad a otras posiciones conservadoras. Por ejemplo, el capítulo 8: “Reino de Dios y promoción humana” y el capítulo 10: “Nuestros pueblos y su cultura”. Los dos capítulos van en direcciones opuestas. Por eso digo que esta V Conferencia es un reforma inconclusa, en cierto sentido frustrada. Hay textos para una u otra posición. Todos pueden elegir.

Un ejemplo significativo: en Aparecida hay una definida opción preferencial por los pobres, no obstante en todo el documento no aparece ninguna crítica al neoliberalismo. Da la impresión que podemos elegir entre optar por los pobres u optar por un sistema opresor y “salvaje”, legitimado por el neoliberalismo. Hay textos para los dos “gustos”, cada uno puede elegir lo que le parece mejor.

a) La opción preferencial por los pobres

Esta opción es firme y está desarrollada en toda su complejidad actual y con una buena fundamentación cristológica y eclesial. Es uno de los textos más sólidos de Aparecida. Pro memoria:

65. Una globalización sin solidaridad afecta negativamente a los sectores más pobres. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y opresión, sino de algo nuevo: la exclusión social. Con ella queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está abajo, en la periferia o sin poder, sino que se está afuera. Los excluidos no son nada más “explotados” sino “sobrantes” y “desechables”.

391. La opción preferencial por los pobres es uno de los rasgos que marca la fisonomía de la Iglesia latinoamericana y caribeña.

393. Los rostros sufrientes de los pobres son rostros sufrientes de Cristo. Todo lo que tenga que ver con Cristo, tiene que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres reclama a Jesucristo: “Cuando lo hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron” (Mt 25, 40).

395. La Iglesia está convocada a ser “abogada de la justicia y defensora de los pobres” ante “intolerables desigualdades sociales y económicas”, que “claman al cielo”.

396. “Hoy queremos ratificar y potenciar la opción del amor preferencial por lo pobres hecha en las Conferencias anteriores”.

397. Se nos pide dedicar tiempo a los pobres, escucharlos con interés, acompañarlos en los momentos más difíciles.

402. La globalización hace emerger en nuestros pueblos, nuevos rostros de pobres: los migrantes, las víctimas de la violencia, los desplazados y refugiados, las víctimas del tráfico de personas y los secuestros, los desaparecidos, los enfermos de VIH/SIDA y de enfermedades endémicas, los tóxico dependientes, los adultos mayores, los niños y las niñas que son víctimas de la prostitución, la pornografía y la violencia o del trabajo infantil, las mujeres maltratadas, las víctimas de la exclusión y del tráfico para la explotación sexual, las personas con capacidades diferentes, los grandes grupos de desempleados/as, los excluidos por el analfabetismo tecnológico, las personas que viven en la calle de las grandes urbes, los indígenas y los afro descendientes, los campesinos sin tierra y los mineros.

b) La ausencia de crítica al neoliberalismo

Si la Iglesia hace una opción preferencial por los pobres, necesariamente tiene que optar contra el neoliberalismo. Con todo, no hay en el documento de Aparecida ninguna crítica a la ideología neoliberal. La Iglesia que condenara con tanta violencia la ideología marxista, ahora calla frente al neoliberalismo. ¿Por qué? Porque es la ideología que justifica el actual sistema de economía de libre mercado. La Iglesia no critica el neoliberalismo porque es la ideología de las élites cristianas. Los ricos sienten hoy a la Iglesia finalmente más cercana a ellos que en las décadas anteriores; los pobres son silenciados.

Otro ejemplo: en el documento hay dos visiones o modelos de Iglesia: un modelo marcado por la opción preferencial por los pobres; otro modelo marcado por la opción preferencial por las élites.

a) Una Iglesia de élites

La Iglesia Católica, en general, aparece más inclinada al modelo de una Iglesia de élites (casi todo el capítulo 10). Las “élites” son todos aquellos que están en la cúpula de la sociedad y desde allí tienen el poder de conducir la vida económica, social y política de ésta: periodistas, comunicadores, empresarios, políticos, entre otros. La opción por las élites es presentada como una “modernización” de la Iglesia. “Las élites” no se identifican necesariamente con “los ricos”, pero sí concentran un poder “desde arriba” que los identifica con los grupos dominantes. Con la opción por las élites, los pobres se sienten lentamente abandonados por la Iglesia.

b) Una Iglesia que opta por los pobres

En el documento de Aparecida, sin embargo, hay de igual modo un espacio para las Comunidades Eclesiales de Base (CEB), que son el fundamento más sólido de una Iglesia que opta por los pobres. Un único texto habla claramente de ellas, pero muchos otros las suponen. El texto más denso lo tenemos en el número 178:

Medellín reconoció en ellas una célula inicial de estructuración eclesial y foco de fe y evangelización. Puebla constató que las pequeñas comunidades, sobre todo las comunidades eclesiales de base, permitieron al pueblo acceder a un conocimiento mayor de la Palabra de Dios, al compromiso social en nombre del Evangelio, al surgimiento de nuevos servicios laicales y a la educación de la fe de los adultos [luego siguen las sospechas y los controles].

En el documento los dos modelos se encuentran yuxtapuestos y queda la impresión que se puede “elegir” el que a uno le parezca mejor: el que opta por las elites o el que opta por los pobres. Es evidente que la orientación fundamental del documento es por una Iglesia que opta por las élites. Se considera que en el pasado no habíamos descubierto el importante rol de éstas. Por eso, ahora debemos “modernizar” la Iglesia.

2.5. La Misión Continental para una Iglesia misionera

Terminada la Conferencia General en Aparecida, el 17 de agosto de 2008 la Iglesia en América Latina y el Caribe lanzó oficialmente una misión continental. El Consejo Episcopal de América Latina y el Caribe (CELAM) ha publicado varias ediciones de un documento con el mismo título: “La Misión Continental para una Iglesia Misionera”. Contiene una fundamentación de la misma y un instructivo para su realización. Está basada casi por completo en Aparecida.

La Misión tendría cuatro etapas y en cada una de ellas hay diferentes sujetos evangelizadores y evangelizados:

Primera: sensibilización de los agentes pastorales y evangelizadores: obispos, presbíteros, diáconos permanentes, religiosos, laicos, dirigentes de movimientos y comunidades, consejos pastorales, etc.

Segunda: profundización con grupos prioritarios: miembros de colegios y universidades católicas, educadores, catequistas, profesionales católicos, grupos de pastoral indígena y afrodescendientes, etc.

Tercera: misión sectorial: académicos, educadores, jóvenes, empresarios y trabajadores, comunicadores, políticos, mundo castrense y policial, de salud y carcelario.

Cuarta: misión territorial: parroquias, familias, CEB, pequeñas comunidades, organizaciones civiles, etc.

2.5.1. Tres referencias básicas y positivas

a) La Palabra de Dios

Entre los cinco “medios para la misión”, el primero se refiere al “conocimiento profundo y vivencial de la Palabra de Dios”. Constituye el primer lugar de encuentro con Jesucristo. Se proponen varias metas: el fomento de la pastoral bíblica, la Lectio Divina y la predicación (págs. 18s.).

“Una formación bíblica-doctrinal, vivencial y comunitaria, necesaria para madurar la experiencia religiosa, herramienta fundamental y necesaria en el conocimiento espiritual, personal y comunitario” (pág. 29).

“Una experiencia de la presencia de Jesucristo en la vida personal y comunitaria del creyente: la lectura meditada y eclesial de la Sagrada Escritura” (pág. 30).

En general: casi no se citan textos bíblicos (solamente una vez, lo demás son referencias).

b) El “más allá” de las fronteras de la Iglesia

“Finalmente ha llegado la hora [para la Iglesia] de proyectarse más allá de sus propias fronteras” (pág. 33).

“No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos, sino urge acudir en todas las direcciones para proclamar que el mal y la muerte no tienen la última palabra, que el amor es más fuerte… multiplicar el número de discípulos y misioneros en la construcción del Reino en América Latina” (pág. 37).

Otro texto amplía los campos de la misión: “las megápolis con sus ambientes suburbanos y grandes periferias. Ambientes campesinos, mineros y marítimos. Hospitales, centros de rehabilitación y cárceles…” (pág. 41).

“La Misión Continental debe tener especial penetración en los sectores culturales, políticos y de dirigentes sociales y económicos que identifican a nuestra sociedad globalizada”. Esto se ve como una misión muy especial de los laicos (pág. 35).

c) La misión al servicio de los más pobres (sección muy positiva)

Un medio de encuentro con Jesucristo: el servicio a los pobres, enfermos y afligidos (pág. 23).
Cuatro metas: fraternidad con los más pobres y afligidos… renovación de la pastoral social a fin de que exprese en signos concretos la opción preferencial por los pobres y excluidos. Se menciona la construcción del reinado de Dios y el testimonio de lucha por la justicia (págs. 23s.). La misión debe manifestar signos y gestos de cercanía y dignificación de los más pobres, destinatarios privilegiados de la evangelización (págs. 39s.).

2.5.2. Un análisis crítico de la Misión Continental

El texto guía de la misión preparado por el CELAM es un texto repetitivo, desordenado, subjetivo, ilusorio, idealista y confuso. Cita abundantemente el documento final de Aparecida, sin embargo no refleja su espíritu y omite sus textos claves.

Se proyecta una misión institucionalizada y jerárquica. Las estructuras eclesiales y los sujetos pastorales responsables de la misión, son: las conferencias episcopales, las diócesis, las parroquias, las comunidades religiosas, las pequeñas comunidades, los movimientos. No dudo que habrá miles de creyentes, en especial jóvenes, que estarán dispuestos con entusiasmo y abnegación a participar en esta misión continental. Pero no basta tener los sujetos y el entusiasmo, es necesario tener también definiciones, contenidos y objetivos claros. Recuerdo cuando se lanzó a nivel continental la “nueva evangelización”. Nadie sabía qué significaba y cómo debía realizarse. Al final fue un fracaso y nada queda de ese movimiento. No quiero ser pesimista, no obstante veo en la Misión Continental un intento de monopolizar toda la fuerza espiritual y teológica que se concentró antes, durante y después de la Conferencia de Aparecida. Pero la Misión Continental es un instrumento demasiado pequeño e ilusorio para enfrentar los grandes desafíos que Aparecida propuso a la Iglesia en la actualidad.

3. La misión de la Iglesia: romper muros para “ir más allá”

3.1. Concepto de “misión de la Iglesia”

Un subapartado del documento de Aparecida se titula: “Los que se han alejado de la Iglesia para unirse a otros grupos religiosos” (n. 225). El número siguiente (n. 226, d)) especifica:

El compromiso misionero de toda la comunidad. Ella sale al encuentro de los alejados, se interesa por su situación, a fin de reencantarlos con la Iglesia e invitarlos a volver a ella.

Este apartado (n. 226) supone que la mayoría de los católicos que dejan la Iglesia emigran a los grupos o Iglesias no católicos. Varios estudios muestran que la mayoría de los católicos que sale, no lo hacen atraídos por otras iglesias cristianas, sino básicamente porque la Iglesia Católica —y el mismo cristianismo hoy realmente existente— no les dice nada. Estos cristianos toman distancia del conservadurismo católico, de sus estructuras clericales y de sus opiniones sobre la familia y la sexualidad. Algunos cristianos más comprometidos abandonan la Iglesia Católica porque ésta no les da respuesta a varias preguntas: ¿Por qué ella condenó la TL, marginó las CEB y la Lectura Popular de la Biblia? ¿Por qué la Iglesia juzga la actividad de los cristianos militantes como una acción influenciada por el marxismo? Muchos cristianos se alejan porque la liturgia y la catequesis no le dicen nada. Les escandalizan las “élites cristianas” y la perversión de movimientos como el “Opus Dei” o los “Legionarios de Cristo”.

Estadísticas aproximativas, pero serias, afirman que en los últimos diez años en América Latina y el Caribe la Iglesia ha perdido treinta y cinco millones de católicos (algunos hablan de cincuenta millones). Los que emigraron a otras Iglesias o movimientos “no católicos” son minorías. Además, muchos de ellos abandonan estas Iglesias no-católicas por los mismos motivos que tienen para abandonar a la Iglesia Católica.

3.2. Problemas y errores en la definición de “misión”

La “misión”, tal como aparece en el documento de Aparecida y en la Misión Continental propuesta por el CELAM, suscita varios cuestionamientos:

Primero: se organiza una misión, sin hacer antes una autocrítica dentro de la Iglesia. Ella siempre explica sus problemas internos por medio de realidades exteriores a la Iglesia: las “sectas”, el relativismo, la modernidad, el ateísmo y, en fin, todo el “pecado del mundo”. El peligro vendría de fuera, no de dentro. La autocrítica de la Iglesia debería tomar en serio las preguntas e inquietudes de los “alejados”. Una misión sin autocrítica es una misión ilusoria, que podría multiplicar el número de los “alejados”. Una misión sin autocrítica corre el peligro de seguir la lógica del “marketing”: hacer propaganda para vender mejor sus productos en el mercado. En el documento de Aparecida, la “autocrítica” de la Iglesia está ausente.

Segundo: el objetivo de la misión sería reencantar a los alejados de la Iglesia. Es muy difícil reencantar a una persona que se alejó, cuando todavía persisten las causas que lo alejaron de la Iglesia. Es difícil reencantar a los “alejados”, cuando ella no les dice nada y no responde a sus preguntas e inquietudes.

Tercero: invitarlos a volver a ella, esto es, invitar a los alejados a que regresen a la Iglesia. El problema no es la “invitación”, que en principio tiene un sentido propositivo y positivo, sino el contenido de la invitación: volver a la Iglesia. Quizás aquí reside el problema principal de la misión: su eclesiocentrismo. No debemos pensar la misión como un “regreso”, cuanto como un “romper muros”, como un “ir más allá” de los límites territoriales e institucionales de la Iglesia, incluso ir más allá sin el propósito de volver a su centro o punto de partida. Lo que buscan los “alejados” es encontrar otro modo de ser Iglesia, que responda a sus inquietudes, y que este nuevo modelo pueda ser construido fuera de sus muros. Una Iglesia “fuera de los muros”, como eran en la Antigüedad las comunidades cristianas que se fundaban fuera de los muros de las grandes ciudades, junto a los ríos y las quebradas. La unidad es importante, porque nadie busca salir de la Iglesia Católica para entrar en una “secta católica” o para fundar otra iglesia católica. La multiplicación de “iglesias” no resuelve ningún problema, más bien los multiplica. “No me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el Evangelio” (I Cor. 1, 17). Se “bautiza” en la parroquia, pero se “evangeliza” en “otros mundos” alejados de la Iglesia. Los cuatro primeros capítulos de la primera carta a los Corintios nos darían la luz que necesitamos en medio de las tinieblas en las cuales se mueve hoy la misión de la Iglesia.

3.3. La misión debe romper los límites impuestos por el territorio, la institución y la juridicción

A menudo escuchamos que hay en una diócesis una experiencia pastoral interesante, nueva y creativa, construida durante años. Pero llega un nuevo obispo, que no está de acuerdo con ese trabajo anterior, y lo desarticula todo. Algo semejante ocurre con los cambios de párroco. Existe siempre miedo, incluso angustia: ¿quién será el nuevo obispo?, ¿quién será el nuevo párroco?, ¿quién será el futuro Papa? Vivimos entre la continuidad o la ruptura de lo ya construido. Curiosamente se cambia un obispo o un párroco justo cuando hay experiencias pastorales o situaciones eclesiales con las cuales la autoridad eclesiástica no está de acuerdo. En general, los cambios de obispos y de párrocos van en un sentido conservador, incluso de contrarreforma. Los laicos tienen miedo a las opciones y los proyectos de los nuevos párrocos; en forma parecida, estos tienen miedo a los obispos y los obispos miedo al Vaticano. Todo esto paraliza el trabajo eclesial, y por miedo se escoge el camino fácil de navegar tranquilo en la corriente conservadora de la Iglesia. A veces se escucha que un obispo no se compromete para no “arriesgar su mitra” o sufrir un cambio de diócesis. La Iglesia construye sobre arena, vienen los vientos del conservadurismo en contra y la casa cae y es grande su ruina. El fundamento de la Iglesia ya no es la roca, sino la arena.

El Concilio de Trento estableció en la Iglesia tres territorios, con sus respectivas instituciones y juridicciones: el Papa en Roma, el Obispo en su diócesis y el Párroco en su parroquia. Los laicos no existen. Las laicas son impensables. Se unen tres realidades: territorio, institución y juridicción. La dependencia de toda la Iglesia de la autoridad del Papa, del obispo y del presbítero, se da en los límites de su territorio propio. En este esquema territorial de la Iglesia, todas las experiencias y los proyectos pastorales quedan sujetos a la autoridad territorial que tiene la potestad de aprobar o destruir lo construido anteriormente. Todo cambio, por muy positivo y legitimado que esté, no logra “romper los muros” de la institución y la potestad eclesial para ir más allá del territorio asignado. Nada se hace en la parroquia sin la aprobación del párroco, quien tiene el poder de construir o destruir. Algo parecido pasa con el obispo en su diócesis.

En el apartado que sigue haremos un lectura breve de los Hechos de los Apóstoles para descubrir ese Espíritu Santo que es implacable cuando se trata de romper muros y abrir nuevos espacios a la misión. El Espíritu construye sobre roca, jamás sobre arena.

4. El camino de la Iglesia en los Hechos de los Apóstoles

1) Testamento de Jesús resucitado

Ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, hasta los confines de la tierra (1, 8).

Jerusalén es el punto de partida, el punto de llegada es donde termina la tierra. No hay un volver atrás. El Espíritu Santo rompe los muros y el movimiento de Jesús puede llegar más allá de los muros rotos hasta el fin de la tierra. Lucas nos narra el camino de Jerusalén a Roma, sin embargo hubo asimismo otros caminos no narrados en los Hechos de los Apóstoles: de Jerusalén a Siria, de Jerusalén al norte de África y posiblemente de Jerusalén hasta la India (tradición de Tomás).

2) Pentecostés: “Todos les oímos hablar en nuestra propia lengua” (2, 1-41)

“Había en Jerusalén hombres y mujeres piadosos de todas las naciones que hay bajo el cielo”. Los apóstoles son galileos y hablan arameo. El prodigio de Pentecostés es que todos los pueblos y las culturas ahí presentes oyen a los apóstoles en su propia lengua y cultura. El Espíritu Santo rompe el muro entre la lengua aramea y las doce o más lenguas diferentes ahí representadas.

3) Testimonio de los Doce en Jerusalén (2, 42–5, 42)

Lucas nos da una visión global de las comunidades en Jerusalén: todos perseveraban en la enseñanza de los apóstoles (“didaché”), en la comunión (“koinonía”: un solo espíritu, todo en común, no había pobres entre ellos), en la fracción del pan (“eucharistía”) y realizaban prodigios y señales (“martyría”). Esto lo tenemos en los sumarios: 2, 42-43, ampliado en: 2, 44-47/4, 32-35/5,12-16. Los apóstoles dan un testimonio valiente de la Resurrección ante las autoridades religiosas y políticas de Jerusalén: “No podemos nosotros dejar de hablar de lo que hemos visto y oído” (4, 20). El espacio de la comunidad cristiana es el Templo y la casa: “acudían al Templo todos los días… y partían el pan por las casas”. Todo lo anterior corresponde a la primera parte del Testamento de Jesús: “Serán mis testigos en Jerusalén” (1, 8). No se inicia todavía la segunda parte del Testamento: “serán mis testigos en la región de Judea, Samaria y hasta el fin de la tierra”. Por eso esta sección termina diciendo que los apóstoles “no cesaban de enseñar y de anunciar la Buena Nueva de Cristo Jesús cada día en el Templo y por las casas” (5, 42). Serán otros los que llevarán el Evangelio fuera de Jerusalén. Termina esta sección con el consejo de Gamaliel en el Sanedrín:

“Les digo, pues, ahora: desentiéndanse de estos hombres y déjenlos tranquilos. Porque si esta idea o esta obra es de los hombres, se destruirá; pero si es de Dios, no conseguirán destruirlos. No sea que se encuentren luchando contra Dios”. Y aceptaron su parecer (5, 34-39).

Los apóstoles se quedan tranquilos en Jerusalén.

4) Fundación de la Iglesia de Antioquía (capítulos 6 al 12)

a) El grito de las viudas helenistas (6, 1-7)

Un día surge un problema en la “diakonía” diaria (servicio cotidiano): los helenistas se quejan porque sus viudas son desatendidas. El grito de las viudas hace evidente la discriminación del grupo helenista. Hay un muro en la comunidad de Jerusalén entre los cristianos hebreos y los cristianos helenistas. Los Doce convocan la asamblea y eligen siete hombres llenos de Espíritu y sabiduría para la “‘diakonía’ de las mesas”, así los Doce podrían dedicarse a la “‘diakonía’ de la Palabra” entre los judíos cristianos de Jerusalén. Los Doce representan aquí al grupo judeo-cristiano hebreo y los Siete al grupo judeo-cristiano helenista. El grito de las viudas (los pobres) nos revela ya una cierta división de la comunidad de Jerusalén. Estos Siete helenistas no son “diákonos”, sino un nuevo grupo de “apóstoles”. Es su opción por los pobres (el servicio cotidiano a las viudas y otros pobres) lo que provocará la persecución que los llevará fuera de Jerusalén.

b) Los Hechos de los helenistas: Esteban, Felipe y los demás; misión a los gentiles y fundación de la Iglesia de Antioquía (6, 8–11, 30)

La “diakonía” de las mesas, que era un servicio a los pobres, llevó a los Siete helenistas a un testimonio mayor en medio del pueblo: “Esteban, lleno de gracia y de poder, realizaba entre el pueblo grandes prodigios y señales”. Entonces

…se desató una persecución contra la Iglesia de Jerusalén y todos, excepto los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaria.

Lucas da a entender que los Doce no son perseguidos y permanecen en Jerusalén. Los dispersados son el grupo de los helenistas, quienes ahora responden al Testamento de Jesús de ir más allá de Jerusalén y del Templo, “a las regiones de Judea y Samaria” (8, 1).

En 8, 4-40 tenemos los Hechos de Felipe (el segundo de los helenistas), quien evangeliza a los samaritanos y luego al eunuco etíope. Felipe rompe aquí el muro entre judíos y samaritanos, también el muro entre los judíos y el etíope, que no es judío, sino un “hombre piadoso”. Nacen comunidades cristianas entre samaritanos y gentiles y, posiblemente, una comunidad en Etiopía, fundada por el eunuco etíope. El movimiento de Jesús tiene ahora dos centros: Jerusalén, con mayoría de cristianos judíos, con lengua, cultura y teología hebrea, y Antioquía, con mayoría de discípulos gentiles, con lengua, cultura y teología helenista. “En Antioquía fue donde, por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de ‘cristianos’” (11, 26). La Iglesia de Antioquía tendrá problemas serios con la de Jerusalén, pero esta contradicción se superará en el Concilio de Jerusalén. Otra acción del Espíritu Santo que rompe el muro entre Jerusalén y Antioquía (capítulo 15).

c) Los Hechos de Pedro (10, 1–11, 18)

(se rompe el muro que separa a los judíos de los gentiles (llamados despectivamente “paganos”))

En medio de los Hechos de los helenistas, Lucas introduce estos de Hechos de Pedro, para poder legitimar el movimiento del Espíritu en la misión a los gentiles ya iniciada por los helenistas. Lo nuevo ahora es que el Espíritu no solo convierte a Cornelio, sino también a Pedro y a la Iglesia de Jerusalén. Cornelio es un centurión romano que habita en Cesarea, jefe de las fuerzas de ocupación romana en Palestina. Él y su familia eran “temerosos de Dios”, vale decir, gentiles que buscan a Dios en la tradición judía. En toda la narrativa de estos Hechos de Pedro el personaje principal es el Espíritu Santo, quien actúa simultáneamente en Pedro y en Cornelio.

Al inicio Pedro aparece como un judío fiel observante de la ley: no come nada profano e impuro (10, 14), y lo primero que dice al entrar en casa de Cornelio es que a él como judío “no le está permitido juntarse con un extranjero ni entrar en su casa” (10, 28). Es la misma mentalidad de la Iglesia judeo-cristiana de Jerusalén, la cual reprocha a Pedro: “has entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos” (11, 3). El Espíritu Santo, en la misión de Pedro a casa de Cornelio, rompe el muro entre judíos cristianos y gentiles (paganos), lo que hace posible la conversión de Cornelio. El Espíritu Santo actúa tanto en los misioneros y en la Iglesia, como en los pueblos que buscan a Dios aun antes de ser evangelizados; y, segundo: la conversión de los pueblos exige de igual modo una conversión de la Iglesia.

d) La Iglesia de Antioquía

La Iglesia de Jerusalén (capítulos 1 al 5) estaba conducida por Doce apóstoles, el movimiento de los helenistas (capítulos 6 al 12) fue impulsado por Siete hombres llenos de Espíritu y sabiduría. Ahora, la Iglesia de Antioquía está presidida por cinco profetas y maestros: Bernabé, levita judío originario de Chipre, que habitaba en Jerusalén (Hch 4, 36-37); Simeón llamado Níger, un nombre arameo con un sobrenombre latino, que lo identifica como étnicamente negro; Lucio, nombre latino, de la Cirenaica en el norte de África; Manahén, con un nombre hebreo escrito a la manera griega, hermano de leche del tetrarca Herodes; y Saulo, un fariseo de la diáspora, perseguidor de la Iglesia y más tarde discípulo (13, 1).

5) Primera misión de la Iglesia de Antioquía, rechazo de los judíos y apertura a los gentiles (13, 2–14, 27)

La iniciativa para esta misión la toma directamente el Espíritu Santo:

…dijo el Espíritu Santo: “Sepárenme ya a Bernabé y Saulo para lo obra a la que los he llamado”… ellos, enviados por el Espíritu, bajaron a Seleucia… (13, 2-4).

Sin la acción del Espíritu Santo no hubieran salido de Antioquia. El Espíritu rompe los muros de Antioquía.

El punto culminante de la misión es Antioquía de Pisidia. La misión comienza en la sinagoga. Ahí están los judíos y “los temerosos de Dios”. La misión tiene inicialmente éxito: “al sábado siguiente se congregó toda la ciudad para escuchar la Palabra de Dios”. El éxito suscita la envidia de los dirigentes judíos, quienes contradicen con blasfemias lo que Pablo dice. Entonces, Pablo y Bernabé toman una decisión solemne:

Era necesario anunciarles a ustedes en primer lugar la Palabra de Dios, pero ya que la rechazan… nos volvemos a los gentiles. Pues así nos lo ordenó el Señor: Te he puesto como luz de los gentiles para que lleves la salvación hasta el fin de la tierra.

Los gentiles se alegran, glorifican la Palabra del Señor y esta se difunde por toda la región. Los judíos que rechazan a los misioneros cristianos se alían con los poderosos de la ciudad y echan a los misioneros. Estos finalmente regresan a la Iglesia de Antioquía y narran a la comunidad “cómo Dios había abierto a los gentiles [a los pueblos y culturas no-judías: todo incluido en el término griego ‘ta ethne’] la puerta de la fe” (14, 26-28). El choque violento entre los judíos que rechazan la misión de Pablo y de Bernabé, abre la puerta a los gentiles que sí la aceptan.

6) El Concilio de Jerusalén (15, 1-35): el Espíritu rompe ahora otro muro, entre cristianos y paganos

Algunos hermanos de Judea llegan a Antioquía y exigen a los gentiles de la comunidad cristiana: “Si no se circuncidan conforme a la costumbre mosaica, no pueden salvarse”. Igualmente en Jerusalén algunos fariseos que habían abrazado la fe afirman: “que era necesario circuncidar a los gentiles y mandarles guardar la Ley de Moisés”. Esta exigencia significaba la integración religiosa, cultural y social de los gentiles al mundo judío y reconstruir el muro entre gentiles y judíos.

El acuerdo final de la asamblea de no exigir la circuncisión de los cristianos gentiles, legitimó la existencia de una iglesia gentil, con una cultura y una visión teológica no-judía. Pablo también participa en el conflicto entre Jerusalén y Antioquía. El problema comienza en la mesa, donde comían juntos judíos cristianos y gentiles cristianos (o sea, cristianos no-judíos). La Ley judía prohibía de manera terminante a los judíos comer con gentiles. En la Iglesia de Antioquía no era problema que comieran juntos, porque ya había caído el muro que los separaba. El problema surge cuando llegan judíos cristianos a Antioquía. Los que comían juntos se separan y cada grupo come por separado. Otra vez se reconstruye el muro entre judíos cristianos y gentiles cristianos. Pablo reacciona con violencia contra esta “simulación” (Gal 2, 11-14). Su reacción contra los judíos cristianos, incluido Pedro, rompió otra vez el muro entre judíos cristianos y cristianos gentiles (en el fondo también entre judíos y gentiles) y abrió una puerta por donde entrarían miles de gentiles en la Iglesia. Por eso Pablo, en la misma carta a los Gálatas, declara que ya no hay muro que separe judíos de cristianos, amos de esclavos, hombre de mujer, “pues todos ustedes son uno en Cristo Jesús” (Gal 3, 28).

7) Los viajes misioneros de Pablo (15, 36–19, 20)

El Espíritu Santo hace violencia a Pablo para romper el muro cultural y religioso entre el Asia Menor y Macedonia (Grecia):

Atravesaron Frigia y la región de Galacia, pues el Espíritu Santo les había impedido predicar la Palabra en Asia. Estando ya cerca de Misia, intentaron dirigirse a Bitinia, pero no se lo consintió el Espíritu de Jesús. Atravesaron, pues, Misia y bajaron a Tróada. Por la noche Pablo tuvo una visión: un macedonio estaba de pie suplicándole: «Pasa a Macedonia y ayúdanos» (Hch 16, 6-9).

En síntesis, Pablo se ve obligado por el Espíritu (literalmente) a ir a Filipos, Tesalónica y Berea, y luego a Atenas, Corintio y Éfeso. El Espíritu Santo fuerza a Pablo a romper el muro entre Asia Menor y Grecia. En Asia había muchas sinagogas, lo que hacía más fácil el trabajo de Pablo. Al otro lado del mar, en Grecia, el trabajo era más difícil, pues era tierra de gentiles.

Pablo en Atenas: discurso a los filósofos griegos (17, 16–34)

En Macedonia Pablo se ha movido en un ambiente fundamentalmente no-judío, si bien no pierde el contacto con las sinagogas. Ahora, en Atenas, está definitivamente en una ciudad gentil, centro de la cultura y de la filosofía griega dominante, ciudad de Sócrates, Platón y Aristóteles. Pablo “estaba interiormente indignado al ver a la ciudad llena de ídolos”. Discute a diario en la plaza pública (ágora), en especial con los epicúreos y estoicos. Al fin Pablo es llevado al Areópago, colina sur donde se halla el consejo supremo de la ciudad, para pronunciar allí su discurso. Pablo es rechazado, pero no fracasa del todo, pues nace en Atenas una pequeña comunidad cristiana: Dionisio, Damaris y algunos otros (17, 32-34). Se da el inicio de una ruptura del muro entre Pablo y los filósofos paganos. Nace una comunidad entre los que habían escuchado a Pablo en el Areópago.

“De esta forma la Palabra del Señor crecía y se robustecía poderosamente” (19, 20).

8) Pablo decide ir a Jerusalén y de allí a Roma (19, 21-22 y Rom 15, 16-33)

Pablo ha recibido la gracia de Dios

…de ser ministro de Cristo Jesús ejerciendo el sagrado oficio del Evangelio de Dios entre las naciones gentiles, para hacer de esas naciones una ofrenda agradable a Dios, santificada por el Espíritu Santo (Rom 15, 16).

Él considera que desde Jerusalén hasta el Ilírico, por todas partes, ha esparcido con el poder del Espíritu Santo la Buena Nueva de Cristo. El Ilírico era el punto más occidental de Macedonia, donde terminaba el oriente. El pensamiento de Pablo es que desde Jerusalén hasta el Ilírico, es decir, todo el oriente donde Pablo fue misionero, está ya evangelizado y que él ya no tiene trabajo en esta zona. Ahora debe evangelizar de Roma a España. En la mentalidad de la época España era, hacia el oeste, el fin de la tierra. Más allá estaba el Mar Grande, sus monstruos y el abismo. Con este viaje Pablo estaría cumpliendo el Testamento de Jesús de ser testigos “hasta los confines de la tierra” (1, 6). En síntesis, el camino de Pablo parte de Jerusalén, va hasta el Ilírico, de aquí a Roma y de esta a España. Pablo rompe así el muro entre oriente (de Jerusalén hasta el Ilírico) y occidente (de Roma a España).

9) Juicio y Pasión de Pablo en Jerusalén, Cesarea y Roma (21, 16–28, 16)

El grupo misionero de Pablo llega a Jerusalén y se reúne en la casa de Santiago, junto con todos los presbíteros de la Iglesia judeo-cristiana de Jerusalén. Hay un profundo des-encuentro entre ellos. Este es el diálogo:

Pablo: “les fue exponiendo una a una todas la cosas que Dios había obrado entre los gentiles por su ministerio” (21, 19).

Santiago y los presbíteros de Jerusalén: “Ya ves, hermano, cuántos miles y miles de judíos han abrazado la fe, y todos son celosos partidarios de la Ley. Y han oído decir de ti que enseñas a todos los judíos que viven entre los gentiles que se aparten de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos ni observen las tradiciones” (21, 21).

La Iglesia de Jerusalén rechaza a Pablo por haber roto el muro entre judíos cristianos y gentiles cristianos, ruptura del muro que hizo posible la misión a los gentiles.

10) Pablo finalmente llega a Roma (28,15-28)

A Pablo se le permite permanecer en casa particular con un soldado que le custodiara.

[Los judíos] vinieron adonde se hospedaba. Él les iba exponiendo el Reino de Dios, dando testimonio e intentando persuadirles acerca de Jesús, basándose en la Ley de Moisés y en los Profetas, desde la mañana hasta la tarde. Unos creían por sus palabras y otros en cambio permanecían incrédulos. Cuando, en desacuerdo entre sí mismos, ya se marchaban, Pablo dijo esta sola cosa: “Con razón habló el Espíritu Santo a vuestros padres por medio del profeta Isaías: ‘Ve a encontrar a este pueblo y dile: Escucharán bien, pero no entenderán, mirarán bien, pero no verán…’. Sepan, pues, que esta salvación de Dios ha sido enviada a los gentiles; ellos sí que la oirán”

Pablo finalmente entiende que el Espíritu Santo tiene la razón. La misión prioritaria no es ahora para los judíos, sino para los gentiles. Esta exclusión del pueblo judío como opción prioritaria de la evangelización no es definitiva, es una exclusión pastoral pasajera para que la Iglesia pueda romper el muro de su etnocentrismo judío y abrirse a todos los gentiles, pueblos, culturas y religiones, hasta los confines de la tierra.
El libro de los Hechos termina con estas palabras:

Pablo… predicaba el Reino de Dios y enseñaba todo lo referente al Señor Jesucristo con toda valentía, sin estorbo alguno. 
El estorbo era el muro existente entre cristianos y judíos,

Lucas termina aquí su libro de los Hechos de los Apóstoles. No nos dice si Pablo fue liberado y viajó a España, o fue ajusticiado. Lucas no escribe una biografía de los misioneros, sino una biografía de la Palabra de Dios y del Espíritu Santo, que rompiendo todos los muros, han hecho posible la misión a los gentiles.

Algunas referencias bibliográficas

Libros propios
El movimiento de Jesús antes de la Iglesia: una interpretación liberadora de los Hechos de los Apóstoles. San José, DEI, 1998, 174 págs.
Fuerza ética y espiritual de la Teología de la Liberación en el contexto actual de la globalización. San José, DEI, 2004, 159 págs.
Memoria para una reforma de la Iglesia. El “Movimiento de Jesús” desde sus orígenes (años 30 d. C.) hasta la decadencia del Imperio Romano Cristiano (siglos IV y V). Próxima publicación (San José, DEI, 2009). Tendrá alrededor de 450 págs.

Artículos propios
“Aparecida. Una versión breve y crítica del Documento Conclusivo”, en Pasos No. 133 (setiembre-octubre, 2007), págs. 1-17.
“Crisis irreversible en la Iglesia Católica pero otra manera de ser Iglesia también es posible”, en Pasos No. 118 (marzo-abril, 2005), págs. 1-6.
“Pedro Casaldáliga: definición de su teología en el ‘camino’ de los Hechos de los Apóstoles”, en Pedro Casaldáliga. Las causas que dan sentido a su vida. Retrato de una personalidad. Homenaje de Amigos. Madrid, Ed. Nueva Utopía, 2008, págs. 317-327.
“El Jesús histórico y los 4 Evangelios: memoria, credo y canon para una reforma de la Iglesia”. Lectio inauguralis en la Facultad de Teología de la Universidad Javeriana, Santa Fe de Bogotá, 8.II. 2004. 

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